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YES

2021

YES

Año de publicación: 1969 

Puntuación:

1) Beyond And Before; 2) I See You; 3) Yesterday And Today; 4) Looking Around;

5) Harold Land; 6) Every Little Thing; 7) Sweetness; 8) Survival.

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2021

Los inicios de uno de los grupos más famosos de rock progresivo nos muestran que tenían bien definido el camino que deseaban seguir. Desde el principio debieron tener claro que buscaban un sonido más sofisticado y alejado del pop comercial, lo cual tiene como prueba las dos versiones incluidas en este debut, puesto que la mayor parte de su tiempo se dedica a desarrollos instrumentales alejados de la esencia de las canciones originales. La formación ya viene establecida como quinteto, con el peculiar Jon Anderson como cantante aunque todavía sin Rick Wakeman (por entonces haciendo sus pinitos en The Strawbs, aparte de trabajar como músico de sesión) ni Steve Howe. El primer teclista que hubo en Yes fue Tony Kaye, mientras que la guitarra recae en Peter Banks. Lo que sí estaba desde el principio es la sección rítmica de Bill Bruford en la batería y Chris Squire en el bajo, si bien todavía se nota en ellos una cierta inseguridad propia de la falta de experiencia y de confianza de los inicios.

 

Sorprende encontrar de entrada un sonido tan pesado (esto es, de sección rítmica más propia de alguno de los primeros grupos de rock duro) en ‘Beyond And Before’, pero sin perder nunca el estilo progresivo que ya comenzaban a desarrollar desde su debut. Algo caóticos suenan todavía en los temas más rápidos como ‘Looking Around’ o ‘Harold Land’, en las cuales aparecen algunas buenas ideas que quedan difuminadas y desaprovechadas dentro de un conjunto bastante confuso. Porque ‘Harold Land’ sí está más estructurada, pero resulta poco atractiva al no aprovechar lo que podría haber sido una parte vocal épica y poderosa, quedando todo en una pomposidad mejorable. Pero bueno, tampoco se les puede exigir la perfección a un grupo novel. Ya tendrán tiempo de volverse perfeccionistas de más.

 

Como ya se ha dicho, se incluyen composiciones ajenas que nos guían hacia los orígenes musicales de Yes. En primer lugar, encontramos una versión poco llamativa de ‘I See You’ de The Byrds, aquella joya psicodélica del imprescindible Fifth Dimension. Aquí exploran la vertiente más jazzística que los propios Byrds ya incorporaron en la versión original, pero Yes lo despojan de cualquier resto de psicodelia. Lo que queda un poco cutre es que sustituyan parte de la letra original por unos “la, la, la”. Mayor sorpresa si cabe supone encontrar ‘Every Little Thing’ de The Beatles, extraña elección cuando un grupo o artista elige versionar a los de Liverpool. Aquí la transforman en una pieza de rock progresivo al estilo de lo que hacían los Deep Purple contemporáneos pre-Gillan, es decir, manteniendo la parte vocal pop pero añadiendo unos arreglos completamente alejados del espíritu original y por tanto alejados también de la grandeza de la pieza original. También contiene alguna pequeña broma como escuchar el riff de ‘Day Tripper’ sobre los dos minutos.

 

Aunque ya se presentaran como un grupo de rock progresivo hecho y derecho, queda lugar para sencillas baladas acústicas como ‘Yesterday And Today’ o la maravillosa ‘Sweetness’, una demostración de que sabían crear memorables juegos de armonías vocales, aparte de su emotiva parte vocal en general donde Anderson nos muestra lo buen cantante que podía llegar a ser con una delicada expresividad. Sin embargo, el tema que se suele recordar de este álbum es el que le sirve de finalización, el multiparte ‘Survival’ que comienza con un prominente bajo que capta inmediatamente la atención. Tras un arranque instrumental que va aumentando el tono paulatinamente hasta desembocar en una especie de nuevo comienzo acústico, entra de forma subrepticia la grácil parte vocal de Jon que nos conduce de forma etérea hacia un grandioso estribillo de compleja estructura e impecable ejecución.

 

Nos queda así un trabajo inaugural decente y bien trabajado, que adolece únicamente de los defectos típicos de un primer álbum pero al mismo tiempo creaba unas expectativas optimistas hacia lo que podían conseguir con el transcurso de los años. En este caso puede decirse que a la tercera fue la vencida, pues el siguiente paso será una prueba fallida de empleo de orquesta que les hará replantearse su destino. De momento, podían sentirse satisfechos de haber aparecido en la escena musical con una propuesta original y sugerente, a falta de seguir dándole forma, pues todavía se mueven por lugares comunes dentro de lo que hacían los primeros grupos de rock progresivo.

TIME AND A WORD

Año de publicación: 1970 

Puntuación:

1) No Opportunity Necessary, No Experience Needed; 2) Then; 3) Everydays;

4) Sweet Dreams; 5) The Prophet; 6) Clear Days; 7) Astral Traveller;

8) Time And A Word.

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El segundo álbum de Yes ha quedado caracterizado para la historia como aquel en el que se apoyaron en los arreglos orquestales para intentar dotar su música de mayor consistencia. En la práctica, la falta de experiencia les lleva a desaprovechar la oportunidad de contar con ese apoyo, de tal manera que la música suena en muchos casos demasiado recargada y sin necesidad de ello. Tampoco es que encontremos todavía una inspiración especial en las composiciones, pues de hecho aún necesitan apoyarse en versiones para completar un álbum, pero es que todavía necesitaban dar un salto cualitativo que les llegará con la experiencia y la futura entrada de grandes músicos en el grupo. De momento, no se aprecia mucha evolución respecto al álbum de debut y la orquesta es el único elemento realmente diferenciador.

 

La canción que da título al álbum es lo mejor que encontraremos aquí, pues engancha desde el inicio con ese comienzo acústico acompañado de una nostálgica melodía de teclado. La entrada de la batería es también para enmarcar, aunque Bruford puede decirse que toma el protagonismo con la retahíla de recursos que nos muestra a lo largo del tema. Aun conteniendo algunas secciones interesantes, sobre todo la primera de todas (que al final cometen el error de retomarla a velocidad reducidísima), ‘Then’ queda algo caótica en su desarrollo y el intermedio instrumental no está muy bien conjuntado al sonar el teclado por encima de todo lo demás y sobrar el añadido orquestal. Esa primera sección más o menos la reciclan para reutilizarla en ‘Astral Traveller’, que suena a más de lo mismo. Al menos el apartado instrumental está bien cuidado, si bien puede acabar aburriendo un poco.

 

‘Sweet Dreams’ es el típico tema más pop de Yes que muestra sus carencias cuando desean hacer algo más sencillo, pues acaban sonando algo pueriles con un estribillo que podría pertenecer perfectamente a una canción de los Teleñecos. El título de ‘The Prophet’ bien podría referirse a Johann Sebastian Bach porque su introducción de órgano le debe mucho al maestro. Es lo único destacable de esta pequeña suite que parece desarrollarse sin rumbo y con una parte vocal que recuerda el estilo de la mítica canción ‘On Broadway’. Donde aprovechan directamente la orquesta como único medio instrumental es en la floja balada ‘Clear Days’, donde la voz de Anderson suena ridícula (que me perdonen sus fans) al intentar llegar a unos suaves agudos que son para otro tipo de cantante.

 

Las versiones incluidas vuelven a ser sorprendentes por lo imprevisible de su elección. Originalmente, la canción ‘Everydays’ de Buffalo Springfield ya era una pieza jazzística y atmosférica, toda una joya del sensacional álbum Again, por lo que el tratamiento de Yes no supone ninguna variación destacable, dedicándose a introducir un extenso pasaje instrumental que provoca que casi triplique la duración original, donde vuelven a sobrar los arreglos orquestales y cabe destacar algunos momentos de la guitarra de Peter Banks, a quien ya le quedaba poco de pertenecer al grupo. Si alguien tenía curiosidad por comprobar cómo sonaría un tema de Richie Havens, de los suyos típicos de aguerridos entramados de guitarra acústica, pero con profusión de arreglos instrumentales, tiene aquí la oportunidad, nunca mejor dicho, de escuchar ‘No Opportunity Necessary, No Experience Needed’. Queda entre lo mejor de este álbum y puede adjudicarse el mérito compartido, tanto por la composición de Havens como por la presente ejecución.

 

En resumen, este disco posee un mayor valor histórico que musical, indicado sobre todo para l@s fans del grupo y las personas curiosas. Tiene sus buenos momentos, pero también aburre en diversas ocasiones, así que no es para nada imprescindible. La inclusión de arreglos orquestales provocaría la primera convulsión en el seno de la banda, pues Peter Banks se marchará de Yes, dejando paso así a la afortunada entrada de Steve Howe, quien será un miembro clave en la historia del grupo a partir de entonces. Hay veces que los cambios sirven para mejorar aunque hayan sido forzados y no buscados.

THE YES ALBUM

Año de publicación: 1971 

Puntuación:

1) Yours Is No Disgrace; 2) The Clap; 3) Starship Trooper; 4) I've Seen All Good People; 5) A Venture; 6) Perpetual Change.

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Llegamos aquí al primer gran álbum clásico de Yes, cuyo título ya parece indicarnos la solemnidad con la que sus miembros parecían valorarlo. Uno de los aspectos principales que explican el salto cualitativo experimentado, aparte de la mayor inspiración en las composiciones, es la entrada en el grupo del guitarrista Steve Howe sustituyendo al saliente Peter Banks, quien podría haberse ido a Genesis solo por la gracia que hubiera tenido la duplicidad de apellidos. La técnica impecable de Howe se convertirá a partir de ahora en uno de los elementos clave, sin desmerecer tampoco al resto de compañeros por ello. La música de Yes consigue aquí definirse y reivindicarse situándose en un límite entre el rock y el jazz que les permite extender unas composiciones susceptibles de ir mutando y transformándose con total naturalidad, sin renunciar al gancho pop que también aparece en los momentos necesarios. Una música donde no hay límites preestablecidos y sí una voluntad de hacer algo original y accesible.

 

Comprobamos que pronto buscan el impacto mediante la marcial introducción de ‘Yours Is No Disgrace’ que da paso a una reconocible y agradable melodía de teclado. El apartado vocal suena más forzado, aunque la voz robótica es susceptible de transmitir esa sensación. Transcurridos los tres primeros minutos cambian por completo la pintura y se desenvuelven con un fragmento de relajado jazz, hasta que parece que volvemos a comenzar desde el principio con la percusión de la introducción. Pero entonces llega Howe para mostrar sus cartas y llena con su guitarra, complementado después por el teclado de Kaye, el mejor pasaje de todo el tema. Para la recta final se les ocurre ejecutarlo todo en modo acústico y retornar luego a la parte principal con todos los instrumentos llegando al clímax simultáneamente. El sonido más pop del grupo, que es casi la excepción en este álbum, lo encontramos en la entretenida ‘A Venture’, si bien el piano disonante de la recta final no parece muy inspirado.

 

La pieza mejor lograda de las multiparte que aparecen en este álbum es ‘Starship Trooper’, pues permite cierta libertad para que Bruford y Howe puedan lucirse con infinidad de detalles técnicos que también suman en el apartado melódico. Viene subdividida de entrada en tres partes, conteniendo la segunda una parte acústica de estilo country-western, lo cual denota el eclecticismo que rodeaba la música del grupo. Pero lo mejor llega en su tercera y última parte, sobre los cinco minutos y medio, uno de esos momentos de magia musical que se inicia con un espectacular entramado de guitarra acompasado por el bajo. Luego irán entrando el resto de músicos para ir elevando paulatinamente el tono hasta llegar a un clímax donde Howe se vuelve a marcar un impresionante solo dentro del olimpo musical en que se ha transformado la composición. En ‘I've Seen All Good People’ quizá hubiera sido una mejor opción comenzar por la sección acústica en vez de colocar el estribillo demasiado ostentoso de entrada. Eso sí, lo mejor es el soporte instrumental de su segunda parte, nuevamente liderado por la guitarra de Howe y donde, esta vez sí, las voces repitiendo una y otra vez el mismo estribillo crea un efecto mantraico especial.

 

No hay que obviar tampoco la pieza final ‘Perpetual Change’, poseedora de una gloriosa introducción con un épico riff de guitarra de los que nunca se olvidan. El apartado vocal no se queda atrás y consiguen transmitir una gran emoción en el fragmento donde se van alternando Anderson y los coros. Por medio encontramos pasajes jazzísticos con sus cambios de ritmo y otro excepcional solo de guitarra de Howe, quien repetirá en la parte final conjuntándose con la armonía vocal de Anderson, consolidándose el guitarrista como miembro ya indispensable en el futuro del grupo. Precisamente un primer ejemplo del gusto de Steve Howe por la guitarra acústica lo encontramos en el instrumental ‘The Clap’, de perfecta construcción y animadas melodías que aseguran una grata escucha. Para subrayar la impecable técnica de Howe, cabe destacar que se trata de una interpretación en directo extraída de un concierto en Londres.

 

Así pues, nada debe impedirnos disfrutar de este estupendo álbum de rock progresivo en su mejor acepción, de un grupo que ya de verdad se postulaba como uno de los nombres importantes de la década. El teclista Tony Kaye, a quien vemos con el pie escayolado en la portada, saldría del grupo tras la grabación del álbum, como si en la imagen nos estuvieran diciendo que salió de manera violenta. Pero nada más lejos de la realidad, pues ese vendaje fue debido a un accidente de tráfico que sufrió el grupo mientras volvía de un concierto, saliendo Kaye el peor parado. Este volverá en la década de los ochenta y en los próximos años su puesto será ocupado por uno de los mejores teclistas de la historia del rock: Rick Wakeman. Así que el futuro de Yes se presentaba muy prometedor y The Yes Album queda como uno de los grandes álbumes del rock progresivo cuyo nivel será incluso mejorado en su siguiente obra.

FRAGILE

Año de publicación: 1971 

Puntuación:

1) Roundabout; 2) Cans And Brahms; 3) We Have Heaven; 4) South Side Of The Sky;

5) Five Per Cent For Nothing; 6) Long Distance Runaround;

7) The Fish (Shindleria Praematurus); 8) Mood For A Day; 9) Heart Of The Sunrise; [BONUS TRACKS:] 10) America; 11) Roundabout (early rough mix).

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Podemos emplear una expresión matemática en forma de suma para definir lo que significaba este nuevo álbum del grupo:

The Yes Album + la experiencia acumulada + Rick Wakeman = la obra maestra de Yes.

Es decir, venían de grabar lo que había sido su mejor disco hasta la fecha, que junto a esa experiencia de la que venían aprendiendo y la entrada del teclista Rick Wakeman (probablemente el mejor de la historia del rock junto a Keith Emerson), no podía dar como resultado otra cosa que la cúspide de la carrera de Yes. Wakeman venía con un currículum envidiable bajo el brazo, donde destaca su participación en Hunky Dory de David Bowie (¿quién no se habrá enamorado del piano de ‘Life On Mars?’?) y su estancia en The Strabws, con quienes grabó las dos grandes obras de ese grupo: Just A Collection Of Antiques And Curios y From The Witchwood, esta última de 1971 y de donde saltó a las grabaciones de Fragile.

 

Como si les hubiera gustado la idea de Ummagumma de Pink Floyd, aquí se incluyen composiciones individuales por cada uno de los cinco miembros del grupo, aunque no necesariamente tocadas en solitario. La mayoría de ellas son piezas breves como el mantra de ‘We Have Heaven’, de Anderson, o el brevísimo ritmo jazzístico de ‘Five Per Cent For Nothing’, que es la aportación de Bruford. El estilo pianístico de ‘Cans And Brahms’ recuerda más bien a Mozart que al compositor alemán, aunque en realidad se trata de una pieza original de Brahms, quien obviamente tenía su derecho a inspirarse en los grandes músicos que le precedieron. Por algo las dos primeras sinfonías de Beethoven podrían pasar por obras perdidas de Mozart o Haydn, dentro de su primera época más clasicista. Un entramado rítmico complejo y emocionante nos deslumbra en ‘The Fish (Shindleria Praematurus)’, la aportación del bajista Chris Squire. Por último, nos deleitaremos con una clase de guitarra clásica contemporánea (la deslumbrante ‘Mood For A Day’) a cargo de Howe.

 

La introducción de guitarra acústica de ‘Roundabout’ bien le pudo dar alguna idea a Greg Lake para ‘From The Beginning’ de ELP, pero lo mejor llega en esa rápida variación que desemboca en la entrada de la sección rítmica y el verdadero comienzo de este trepidante tema con diferentes secciones. La primera de ellas (si no contamos la introducción) es Yes en estado puro, con melodías pegadizas y cambios de ritmo que mantienen el interés todo el tiempo. Hacia los tres minutos y medio cambia el panorama con la introducción de un riff pesado y una parte que transmite mayor dinamismo, para finalmente volver a una parte acústica similar a la del inicio pero donde no repiten la misma estructura, sino que se acaban lanzando a un trepidante pasaje instrumental donde brilla sobre todo el teclado de Wakeman, aunque todos los músicos se muestran a un excepcional nivel. Para finiquitar este tema, nada mejor que permitir a Howe repetir el riff acústico mediante el que nos introdujo en el tema. Por el contrario, en la introducción de ‘Long Distance Runaround’ nos colocan una reconocible melodía que queda algo pueril, pero en este caso la parte vocal sí que engancha desde el principio, algo poco habitual en Yes, y además tiene un pegadizo estribillo.

 

Lo más duros que encontraremos a Yes es en la primera y última parte de ‘South Side Of The Sky’, de ritmo pesado y un fabuloso riff de guitarra bien afilado de Howe. Transcurridos los dos primeros minutos, le ceden el testigo al impecable piano de Wakeman, quien luego se verá arropado por el resto de compañeros. No se quedan muy lejos en dureza en el comienzo de ‘Heart Of The Sunrise’ gracias a su frenético riff, que aparecerá repetido poco después en un pasaje algo más lento, creando un extraño contraste, aunque luego se va elevando el tono paulatinamente hasta llegar a una catarsis sonora brutal. Como Yes saben dominar los tempos, se pasa luego a una sección más contemplativa pero susceptible de ir evolucionando y retomando melodías. No falta tampoco algún pasaje más jazzístico para que los músicos demuestren su valía y Bruford consiga transmitir con su batería más emoción que nunca. Como una especie de broma, al final se retoma el mantra de ‘We Have Heaven’, como si nos estuvieran diciendo que el tema es interminable en su repetición cíclica.

 

En los bonus tracks se incluye la versión de ‘America’, de Simon & Garfunkel, que no tiene mayor misterio que rellenar con pasajes instrumentales convencionales la parte vocal y extenderla así más allá de los diez minutos de duración, la cual reducirán a más de la mitad para su publicación como single. Yes no se prodigará mucho más en realizar versiones a lo largo de su carrera y aquí queda claro por qué. Su estilo personal ya había quedado bien perfilado mediante este descomunal álbum que mostraba a unos músicos en su apogeo artístico y creativo, no necesitaban tomar ideas prestadas si estaban ya bien definidas. El problema de Yes será que buscarán ir más allá todavía en la complejidad de sus composiciones, rompiendo el mesurado balance entre melodía, experimentación y virtuosismo que nos ofrecen en Fragile.

CLOSE TO THE EDGE

Año de publicación: 1972 

Puntuación:

1) Close To The Edge; 2) And You And I; 3) Siberian Khatru;

[BONUS TRACKS:] 4) America (single version); 5) Total Mass Retain (single version);

6) And You And I (alternate version); 7) Siberia.

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La mejor formación de la historia de Yes ya había grabado su mejor álbum, ¿qué podían hacer a continuación? Pues entramos de lleno en los Yes más sinfónicos porque Close To The Edge inicia el formato de piezas ultralargas que pronto les llevará a embarrancar en una complejidad absurda. Pero aquí se acercan por primera vez a ese formato con frescura y con melodías originales y vibrantes, en uno de los discos del grupo que mayor reconocimiento ha tenido con el transcurso de los años. También se reconoce como si fuera un miembro más al productor Eddy Offord, que llevaba con ellos desde The Yes Album y por tanto había sido otro de los artífices del despegue artístico de la banda. Cabe señalar que es la primera ocasión en que apareció en una portada el ya conocido logo para el nombre del grupo, que es como si las letras las hubiera diseñado Fernando Botero.

 

La maestría que había alcanzado Yes aparece en todo su esplendor a lo largo de ‘Close To The Edge’, la primera pieza del álbum, de casi veinte minutos de duración. Asistimos como al nacimiento de la composición, al estilo de ‘Tarkus’ de ELP (que tuvo a Offord como ingeniero de sonido), donde en modo casi jazzístico los músicos demuestran su técnica con denodado brío. La deliciosa melodía de guitarra de Howe cerca de los tres minutos marca de alguna manera la entrada en la siguiente sección, que es donde escucharemos cantar por primera vez a Anderson, aunque previamente le hemos escuchado intervenir brevemente. El apartado vocal tiene gancho y viene acompasado por un estruendoso bajo de Squire, quien parece estar machacando su instrumento con golpes secos, hasta llegar al sencillo pero pegadizo estribillo (“Down at the end, round by the corner / Close to the edge, just by a river”). Sobra decir que Wakeman está presente durante la mayor parte del tiempo y su trabajo con el teclado es excepcional. Transcurridos los primeros nueve minutos llegamos a una sección espiritual donde las voces corales y el tono calmado bien llevado por los sintetizadores de Wakeman nos transportan a otro momento de lirismo progresivo como solo los grandes grupos del género podían lograr. Esto da lugar a que Rick tenga lugar para dejarse llevar por sus gustos barrocos y nos deje una parte de órgano al estilo del gran Bach. Luego llegará un magistral inciso instrumental, otro de los grandes momentos de esta suite, para preparar el retorno a la sección vocal ya conocida.

 

Tras tanta energía llega la calma en ‘And You And I’ con su delicada introducción de guitarra acústica y luego su estilo más folk que recoge algo de la esencia de Renaissance. En el notable estribillo ya entra la sección rítmica y entramos más de lleno en el mundo de Yes, pero ese estilo de crear pasajes oníricos acústicos formará parte de la idiosincrasia del grupo. No hay que olvidar el evocador pasaje liderado por los teclados que llega cerca de los cuatro minutos, pura gloria Wakeman, y que inicia otra nueva sección más celestial y con cierta épica. La sensación inicial de ‘Siberian Khatru’ es igualmente inmejorable por ese reconocible riff de Howe que nos colocan de entrada, pues el héroe de esta composición es sobre todo él al brillar con los solos de guitarra. Por lo demás, las secciones no llegan a ser tan sobresalientes como en las dos piezas previas, pero aun así mantienen el gran nivel de un grupo que seguía en su apogeo.

 

De ‘America’ ya habíamos escuchado una versión extendida como bonus de Fragile y aquí podemos escuchar la versión en single, donde en realidad simplemente aplican en versión reducida el estilo de alternar pasajes enérgicos con otros más pastorales, aparte de que alargar un poco el estribillo no mejora lo ya conocido. Pero bueno, tampoco vamos a negar la viveza que imprimen estos chicos para conseguir algo original. El resto de bonus tracks son un extracto de ‘Close To The Edge’ que se publicó como single y luego versiones alternativas de ‘And You And I’ y ‘Siberian Khatru’, muy similares a las versiones finales pero que nos sirven para volver a disfrutar de la esplendidez de estos músicos en estado de gracia. También podemos observar alguna mala decisión inicial, como la excesivamente estruendosa percusión que le añaden a la primera parte acústica de ‘And You And I’, pues rompe su encanto bucólico.

 

Mediante este sensacional álbum Yes se consolidaba como uno de las grandes bandas de rock progresivo. La parte negativa es que eso les provocará unas ínfulas de grandilocuencia con resultados devastadores. Mientras tanto, Bill Bruford acabó desgastado de la experiencia y buscó un cambio de aires, marchándose tras la grabación del álbum para integrarse en King Crimson. Fue un cambio sensible y casi imposible de sustituir, pero no será este hecho tan determinante para el bajón de inspiración (y subidón de soberbia) que sufrirán en su siguiente producción de estudio. Pero bueno, de momento seguían siendo uno de los grupos líderes del movimiento progresivo y eso tenía un significado muy importante.

YESSONGS

Año de publicación: 1973 

Puntuación:

CD I: 1) Opening; 2) Siberian Khatru; 3) Heart Of The Sunrise; 4) Perpetual Change;

5) And You And I; 6) Mood For A Day; 7) Excerpts From "The Six Wives Of Henry VIII"; 8) Roundabout.

CD II: 1) I've Seen All Good People; 2) Long Distance Runaround/The Fish; 3) Close To The Edge; 4) Yours Is No Disgrace; 5) Starship Trooper.

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El primer álbum de Yes en directo no pudo ser más mastodóntico, pues originalmente se publicó como triple LP aunque en la edición en CD se ha quedado como doble. No se trata de un concierto íntegro, sino de una compilación de varios de ellos durante 1972, de tal manera que dos/tres de los temas incluidos (‘Perpetual Change’ y la dupla ‘Long Distance Runaround/The Fish’) cuentan con Bill Bruford en la batería, mientras que en el resto ya aparece su sustituto Alan White, quien venía de grabar con George Harrison o John Lennon y por ello no era ningún novato, aunque sí era su primera incursión en el rock progresivo. Pero sale vencedor del reto de suplir a Bruford y cubre su trabajo con soltura en las interpretaciones de todo tipo de piezas que cubren los tres últimos álbumes. En concreto, Close To The Edge aparece interpretado íntegramente, aunque no de manera seguida. Las diferencias y novedades en las interpretaciones, bastante sutiles porque son fieles a las versiones de estudio, son básicamente cortesía de Wakeman, quien hace maravillas con sus teclados. En ese sentido, el trabajo de Howe resulta algo decepcionante porque no busca tanto la sorpresa o la improvisación.

 

La introducción del concierto es a base de música ambiental, en concreto un fragmento del ballet El pájaro de fuego de Stravinski, que era como darle caché a su actuación, aparte de que la música de Yes tiene sus conexiones con la música clásica. Pero pronto empiezan con la última pieza de Close To The Edge. Los apoteósicos alardes de técnica instrumental, sobre todo de la guitarra y el teclado, en ‘Siberian Khatru’ ya nos muestran lo que encontraremos en este álbum. Son esos detalles los que diferencian estas interpretaciones de sus equivalentes de estudio, por tanto se han de conocer bien estos últimos para poder apreciar las sutiles diferencias. Pero son tan buenas las interpretaciones que esto tampoco supone ningún problema. En muchos momentos es Wakeman quien asume el liderazgo y ofrece pasajes originales. Quizá por ello le permiten interpretar un repaso a su entonces reciente álbum propio The Six Wives Of Henry VIII (homenaje de dudoso gusto para uno de los reyes de comportamiento más execrable de la historia), donde podemos escuchar una interesante variedad de sonido y aparte alguna pequeña sorpresa como la interpretación del famoso Aleluya de Händel, perteneciente a una de sus excelsas obras, el oratorio El Mesías.

 

El obligatorio solo de batería nos lo introducen en ‘Perpetual Change’, que además es de Bill Bruford. En cuanto a Howe, obtiene algunos momentos para poder lucirse pero da la sensación que no acaba de aprovecharlos, como ocurre con el extenso solo de guitarra de más de cuatro minutos en ‘Yours Is No Disgrace’, donde tan solo consigue brillar de verdad en su tramo final, al elevar simultáneamente el tono y la distorsión. También tiene su sección en ‘Long Distance Runaround’, pero sigue demostrando técnica sin incluir emoción. Eso sí, en ‘Roundabout’ no decepciona y es el verdadero héroe de su deslumbrante interpretación. No es el caso, obviamente, de su pieza sola ‘Mood For A Day’, que es siempre una delicia de escuchar, pero habremos de esperarnos a la interpretación final de ‘Starship Trooper’ para que Howe brille de verdad sobre el resto de sus compañeros y cobre protagonismo bien ganado. En la segunda mitad instrumental de este tema se alterna con Wakeman en unos pasajes verdaderamente asombrosos, de los que encumbran de verdad a Yes en el olimpo de los grandes grupos de rock progresivo.

 

Así pues, este mastodóntico álbum contiene suficientes momentos de grandeza como para considerarlo uno de los conciertos imprescindibles del rock progresivo, pues aparte se interpretan varias de las grandes piezas de Yes. A partir de aquí ya hemos sobrepasado el período de grandeza de esta banda y comienza el doloroso descenso, pero disfrutemos de esta música de excelso nivel como demostración de la alta competencia de estos músicos.

2022

TALES FROM TOPOGRAPHIC OCEANS

Año de publicación: 1973 

Puntuación:

CD I: 1) The Revealing Science Of God (Dance Of The Dawn);

2) The Remembering (High The Memory); 3) The Ancient (Giants Under The Sun).

CD II: 1) Ritual (Nous Sommes Du Soleil); [BONUS TRACKS:] 2) Dance Of The Dawn (Studio Run-Through); 3) Giants Under The Sun (Studio Run-Through).

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2022

Más arriba no pudieron venirse los Yes tras la publicación de un triple LP en directo. Lo siguiente ya fue rizar el rizo porque publicaron este doble LP que contenía tan solo cuatro temas, todos ellos superando los veinte minutos de duración. A Jethro Tull ese mismo año le ocurrió algo similar, cuando un desbocado Ian Anderson pergeñó A Passion Play como hipérbole de su propio ego. Aquí el grupo se mantenía con la ya citada llegada de Alan White en la batería, en sustitución de Bill Bruford, aunque al mismo tiempo sería la última participación de Wakeman con Yes, pues este no aceptó la deriva que estaba tomando la música del grupo. Aquí su aportación parece más discreta, a pesar de disponer de variados momentos de lucimiento, si bien estos lucimientos suenan estériles en muchos momentos, como si se limitara a sonar profesional y virtuoso con sus teclados. En general eso es lo que puede decirse del resto de la banda, más preocupados de buscar la mayor complejidad posible. En cuanto a Jon Anderson, se transforma en profeta zen para cantarnos unas letras intragables sobre misticismo oriental.

 

En este álbum todo va con suma tranquilidad, tanta que unos dos minutos exasperantes de lenta introducción nos hemos de tragar hasta que en ‘The Revealing Science Of God’ comenzamos a escuchar la voz inexpresiva de Anderson, si bien hasta los tres minutos y medio no comienza de verdad lo mínimamente interesante, que es escuchar a todo el grupo ensamblado. La guitarra de Howe comienza a sonar en modo raga y eso ya nos avisa de que Yes se sienten capacitados para hacer cualquier cosa. Otra cosa es que realmente lo estén, pues aquí el caos reina a sus anchas. El apartado vocal es un despropósito total, pues o carece de melodías o estas son absolutamente risibles (como cuando cantan “What happened to this song we once knew so well” para parecer los reyes del pop). Curiosamente, llegando a los once minutos escuchamos un fragmento que recuerda a algún pasaje de Close To The Edge. Y hacia los dieciocho minutos se lanza Wakeman temerariamente con un solo de sintetizadores muy irritante, lo que podemos imaginar que escucha un perro cuando alguien sopla un silbato repelente de ultrasonidos. No hacía tanto que Wakeman era muchas veces el salvador de un tema o una interpretación, pero ahora no tenía la suficiente motivación para engrandecer la música del grupo.

 

Un canto de aires orientales que parece abrazar el espiritualismo hindú en que se basa la idea de esta obra es lo que nos encontramos en los primeros cinco minutos y medio de ‘The Remembering (High The Memory)’, hasta que entra la percusión y ya parece que nos adentramos en una sección diferente. En cualquier caso, luego vuelve a ser todo tan difuso y con melodías tan poco originales, que nuevamente caemos en el tedio aunque en este caso no sea todo tan bochornoso como en la pieza anterior. El fragmento donde cantan “Relayer” nos vuelve a recordar al álbum previo, en concreto a aquella parte del “I get up, I get down”. Al inicio de ‘The Ancient (Giants Under The Sun)’ Howe se marca un caótico solo de guitarra acompañado por una vistosa percusión, pero parece que estén buscando más incordiar que agradar, igual que cuando entra la voz de Anderson. Hacia la mitad aparece un fragmento más interesante al jugar mejor con la tensión musical y una ambientación inquietante, pero se acaba diluyendo pronto el interés. Hemos de esperar hasta casi los trece minutos para encontrar algo verdaderamente atrayente, que es la sección de guitarra acústica sola de Steve Howe, una verdadera delicia. Por medio Anderson vuelve a tomar protagonismo al transmutarse en cantante de folk con la irrelevancia que cabe suponer.

 

Debemos esperarnos hasta los últimos minutos de la última pieza del disco para encontrar algo a la altura de lo que debía ser Yes, pues en esa parte final de ‘Ritual (Nous Sommes Du Soleil)’ encontramos una parte vocal que transmite emoción y luego un soberbio solo de guitarra eléctrica de Howe, el mejor de toda esta obra. Sobre los siete minutos nos podemos quedar también satisfechos porque comienza un apartado vocal con cierto gancho, aunque en escucharlo un par de veces ya se pierde todo impacto. También volveremos a escuchar algún fragmento duplicado de Close To The Edge y transcurrido el ecuador de la pieza entramos en uno de los fragmentos más rockeros de todo el álbum, desde donde llegaremos al inevitable solo de batería, bastante más animado de lo que cabría esperar. Pero como ya se ha dicho, los últimos minutos no hay que perdérselos porque ahí encontraremos, por fin, a la mejor versión de Yes.

 

En los bonus tracks encontramos las tomas alternativas de dos de las piezas que conforman este álbum, que incluso dejan mejor sensación al no sonar tan pomposas como las tomas finales. Esto puede tomarse como una metáfora de lo que supone esta obra megalómana (que no melómana), pues quizá hubieran mejorado el resultado final de haberlo abordado todo con mayor humildad y sin buscar la complejidad como único objetivo, dejando la melodía como algo secundario y centrándose más en resaltar las cualidades técnicas de los músicos. Pero bueno, igual que puede haber personas que disfruten realizando operaciones con la transformada de Fourier, también puede existir gente que disfrute de esta indigerible obra faraónica. Para gustos hay colores. Eso sí, dada la existente complejidad de esta música, la obra es susceptible de aportar distintos  matices con consiguientes escuchas. Pero tal nivel de aprehensión solo estará al alcance de los seguidores fanáticos de este grupo.

RELAYER

Año de publicación: 1974 

Puntuación:

1) The Gates Of Delirium; 2) Sound Chaser; 3) To Be Over;

[BONUS TRACKS:] 4) Soon (single edit); 5) Sound Chaser (single edit);

6) The Gates Of Delirium (Studio Run-Through).​​

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Muy sensible resultaba la salida de la banda de Wakeman, más si cabe cuando su sustituto fue Patrick Moraz, el mismo teclista que posteriormente saldrá de Yes, en unos años, para llenar de sintetizadores la música de los Moody Blues. El grupo mantiene su predilección por las composiciones extensas pero esta vez no la extiende a un doble álbum y, la mejor noticia de todas, vuelven a darle importancia a las melodías, que era lo que indefectiblemente lastraba Tales From Topographic Oceans y ha dejado este álbum para los fans del grupo o de la música compleja por el simple gusto de serlo. Así pues, tan solo tres temas conforman este álbum pero nos devuelven a los Yes que estábamos esperando.

 

La pieza central del álbum es ‘The Gates Of Delirium’ debido a su duración que supera los veinte minutos. En el libreto del CD se nos explica que está inspirada en Guerra y Paz de Tolstói, pero no se aprecia en la letra nada que recuerde a esa novela salvo el antibelicismo que tan bien supo reflejar y razonar este escritor ruso. Que nadie busque el nombre de Napoleón o de Kutúzov, mucho menos que busque algún Bolkonski o Rostov. De hecho, la letra pretende desarrollar las diferentes fases de una batalla, así que podían haber escogido La Cartuja de Parma de Stendhal, Bailén de Galdós o cualquier novela que describa con cierto detalle hechos bélicos, que lo mismo da. Para la escritura últimamente pretenciosa de Anderson, le venía bien escudarse en Tolstói para que no le llovieran palos, si bien en esta ocasión se muestra más mundano. La introducción instrumental de dos minutos de esta larga pieza deja bastante indiferente y la parte vocal tarda en arrancar para que comencemos a discernir las primeras melodías interesantes de Anderson, pero luego va mejorando conforme avanza la suite. Sobre los cinco minutos encontraremos el fragmento más fiero de todos, aunque una fiereza algo atemperada como cabe esperar en Yes y que luego acaba desvariando en algunos excesos de sintetizadores que se van alternando igualmente con pasajes instrumentales más interesantes. Sobre los quince minutos parece acabarse todo, pero no es más que el preludio de lo que será la última sección vocal, que aparte fue publicada como single bajo el título de ‘Soon’ y que aquí podemos escucharla también por separado en los bonus tracks. La guitarra de Howe suena celestial como también lo hace la voz de Anderson, apoyados en unas capas de sintetizador que dejan este fragmento final en una de las cumbres artísticas de la carrera de Yes, pues consiguen una gran belleza dentro de una ambientación onírica envolvente.

 

El comienzo atonal de ‘Sound Chaser’ asusta porque se trata de una pieza que supera los nueve minutos, aunque afortunadamente entramos pronto en terrenos más digeribles donde los músicos tocan a una gran velocidad y escuchamos una parte vocal con gancho. A los tres minutos llega el show privado de Steve Howe, quien nos ofrece un alarde de virtuosismo con la guitarra eléctrica, pasando del frenesí a la relajación, o viceversa, en cuestión de segundos. Lo que ya chirría un poco es el tramo final donde a Anderson le da por cantar “cha, cha, cha” y a Moraz por pasarse de la raya con los sintetizadores. Se incluye aquí por separado un fragmento instrumental que se publicó como cara B de ‘Soon’. Precisamente la tercera composición del disco, ‘To Be Over’, parece comenzar donde acabó ‘The Gates Of Delirium’, como si ‘Sound Chaser’ hubiera sido un añadido de última hora para que tuvieran la oportunidad de tocar rápido en algún momento. La primera melodía que escuchamos nos hace recordar por momentos a la parte final de ‘Close To The Edge’, aunque esto no supone ningún problema, y la parte vocal empieza sonando demasiado apagada y carente de emoción, si bien todo cambia cuando se llega al emotivo estribillo (“Think it over, time will heal your fear, think it over”). A partir de ahí Howe toma las riendas y nos ofrece otra clase magistral de guitarra hasta que le toca pasarle el testigo a Anderson y, por desgracia, a los sintetizadores de Moraz.

 

Como ya es habitual en las reediciones en CD, en los bonus tracks se incluye una toma de estudio de alguna de las piezas, en este caso de ‘The Gates Of Delirium’. Vale la pena escucharla porque suena más directa y sin efectos de estudio, de tal manera que se puede apreciar mucho mejor el trabajo de cada músico y, aunque esto ya será cuestión de gustos, mejora la sensación que dejaba la versión final, más enriquecida de técnicas de producción, aunque son inevitables las divagaciones en los pasajes instrumentales. La entrada de la percusión aporta un gran dinamismo y engrandece la imprevisibilidad de su desarrollo, mientras que, curiosamente, la parte vocal al principio nos hace recordar más a ‘Close To The Edge’. En global podemos afirmar que estamos ante un álbum muy equilibrado porque contiene grandes momentos a la altura del grupo junto a otros más autoindulgentes. Aparte, nos asegura poder descubrir nuevos detalles de interés con cada nueva escucha y las melodías aguantan sin problema que nos familiaricemos con ellas. Un acierto de disco.

GOING FOR THE ONE

Año de publicación: 1977

Puntuación:

1) Going For The One; 2) Turn Of The Century; 3) Parallels; 4) Wonderous Stories; 5) Awaken;

[BONUS TRACKS:] 6) Montreux's Theme; 7) Vevey (Revisited); 8) Amazing Grace;

9) Going For The One (Rehearsal); 10) Parallels (Rehearsal);

11) Turn Of The Century (Rehearsal); 12) Eastern Numbers.

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Muy buenas noticias llegaban con el retorno de Rick Wakeman a la formación de Yes. La salida del teclista actual, Patrick Moraz, supuso un alivio según lo que cuenta Jon Anderson en el libreto de la reedición en CD, pues parece que se empezaba a sentir un miembro importante del grupo, tanto como para querer imponer sus ideas sobre el resto, cuando nadie más parecía apoyarle. En cualquier caso no se quedaron muy lejos de Moraz porque se fueron a grabar este nuevo álbum a Suiza y así, de paso, pagar muchos menos impuestos en el Reino Unido, pues todavía no había ganado las elecciones Margaret Thatcher para bajar los impuestos y privatizar a destajo para que así el dinero del estado se pudiera ir tranquilamente a los bolsillos menos necesitados, que eran los de los dueños de las empresas ahora privadas que se quedaban así las subvenciones millonarias. Uno de tantos “milagros económicos” que ha conseguido el capitalismo una vez introdujo sus tentáculos en la política. Pero bueno, lo de Yes era la música y aquí nos encontrábamos nuevamente a una formación reunificada, motivada y con ganas de demostrar que a ellos no se les podía llamar todavía dinosaurios del rock, si bien debemos recordar que 1977 fue el año de la eclosión de la música punk en el Reino Unido.

 

La primera impresión que deja el riff de boogie-rock con que se inicia ‘Going For The One’ ciertamente no es demasiado buena, como tampoco lo caótica que suena la entrada de la parte vocal. Pero si uno/a consigue introducirse en la densidad sonora de este tema, podrá disfrutar del mantra eléctrico conformado en su segunda mitad. En el ensayo de este tema recogido en los bonus tracks, enteramente instrumental, podemos comprobar que ese riff de introducción fue una idea añadida a posteriori, cuando ya se tenía el cuerpo principal de la composición. Por el contrario, unas bellas melodías vocales aparecen pronto en la relajante ‘Turn Of The Century’ como avance del inteligente y paradisíaco desarrollo que seguirá durante sus casi ocho minutos de duración, repletos de sutilezas y delicadeza instrumental, poniendo en práctica detalles ya probados con anterioridad pero que aquí encajan a la perfección y deleitan al oyente. Un prominente órgano de inicio nos hace pensar si ‘Parallels’ es la concesión al lucimiento barroco de Wakeman, aunque pronto vemos que la intención es ejecutar un tema de sonido enérgico y compacto, donde encontramos varios ganchos en el apartado vocal mientras Howe y Wakeman van turnándose para hacer de las suyas, este último excediéndose un poco con sus alardes de técnica. Curiosamente, la única composición que no llega a los cinco minutos es ‘Wonderous Stories’, una agradable balada que parece destinada a alcanzar algo grandioso pero se queda por el camino.

 

Wakeman hace de las suyas con el piano en el inicio de ‘Awaken’, la pieza más larga del álbum con quince minutos de duración. Luego llega una celestial parte al estilo de ‘Soon’ que pronto se ve truncada por la potente sección rítmica, lo cual es una lástima porque se desenvuelven mejor en el sosiego ambiental que en la potencia eléctrica, al menos en esta sección que se extiende hasta los cinco minutos. Es ahí cuando un sensacional teclado barroco y florido de Wakeman nos traslada hacia una nueva sección de frenético canto de Anderson, que acaba finiquitado también en unos aires clásicos pero incluso más antiguos, pues podríamos asimilarlo al canto del Renacimiento. Hacia la mitad entramos en un mágico fragmento instrumental que se extenderá hasta casi el final, donde la sinergia de la banda se nos muestra en su esplendor. Primero escucharemos un xilófono que crea de entrada un entorno onírico al que se irán añadiendo más instrumentos, especialmente el ubicuo teclado de Rick, hasta llegar a uno de los momentos cumbre, tal como es la aparición de la guitarra eléctrica de Howe para liderar una parte de aires españoles. Luego volverá la misma parte vocal que habíamos escuchado en último lugar, junto a otro excelso solo de Howe, hasta llegar al reposado tramo final, donde volvemos al tono ambiental y sereno que sirve para dejar una buena sensación final. En los bonus tracks encontramos una versión primeriza bajo el título de ‘Eastern Numbers’, donde todavía falta por desarrollar el citado fragmento instrumental que ocupa buena parte de la versión final, pero puede disfrutarse igualmente por el buen hacer de la banda.

 

Aparte de las tomas diferentes de varios de los temas de este álbum, en los bonus tracks se añaden algunas piezas instrumentales más, que suenan entretenidas pero no representan nada relevante. Tenemos por un lado ‘Vevey (Revisited)’ en tono tranquilo y por el otro a ‘Montreux's Theme’ en tono más animado, aunque este último parece una improvisación instrumental más que una composición propiamente dicha. Su título proviene de los estudios de grabación donde gestaron este álbum. En cambio, la versión de ‘Amazing Grace’ parece un intento de caer bien al público estadounidense. En todo caso, aquí nos encontramos ante un notable álbum de Yes que demostraba que seguían en estado de gracia. Que en 1977 un grupo de rock progresivo pudiera todavía crear algo tan sensacional como ‘Awaken’ era una prueba de su excelente nivel de creatividad, sobre todo cuando Genesis, ELP o Gentle Giant habían decaído tanto mientras Robert Fripp dejaba en hibernación a King Crimson.

TORMATO

Año de publicación: 1978 

Puntuación:

1) Future Times/Rejoice; 2) Don't Kill The Whale; 3) Madrigal; 4) Release, Release;

5) Arriving UFO; 6) Circus Of Heaven; 7) Onward; 8) On The Silent Wings Of Freedom.

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No se sabe qué pudo ocurrir durante la gestación de este álbum, pero vista la futura partida de Anderson y Wakeman de Yes, parece que hubo una mezcla de tensiones personales y dejadez laboral. La portada parece sugerir el desastre y que preparemos tomates maduros para lanzar a estos denostados músicos que, con la llegada del punk y la caída en desgracia del rock progresivo, no se esforzaron lo más mínimo en reivindicar la reputación que tan bien se habían ganado. Esta vez ni siquiera viajaron a ningún lugar para grabar, sino que se quedaron en Londres porque quizá era la manera de compartir el menor tiempo posible. Y ciertamente todas esas hipótesis permitirían entender que publicaran un álbum tan malo como Tormato.

 

No es muy buena idea comenzar con un empacho de sintetizadores el álbum mediante ‘Future Times/Rejoice’, si bien la guitarra de Howe sale al rescate y consigue mitigar la desazón inicial. Pero luego llega el apartado vocal de Anderson sin melodías y definitivamente convierte este tema en una pérdida de tiempo. Por el contrario, el sensacional riff de guitarra de introducción de ‘Don't Kill The Whale’ ya nos avisa de que asistiremos al espectacular show de Steve Howe, quien se marca unos deslumbrantes solos de guitarra que no dejan de asombrar al tratarse, en teoría, de una canción menor dentro de un disco menor de Yes. Incluso Wakeman se apunta con otro solo de teclado que no consigue ni siquiera acercarse a cualquiera de los de Howe. Eso sí, a Wakeman le da por colocar de fondo un sonido agudo en algunos momentos que resulta molesto, quizá para intentar evocar el sonido de una ballena agonizando y que nos concienciemos de esa manera, pero eso ya podría haberlo dejado para otro momento. Vuelven a colocar un afilado riff de guitarra en el comienzo de ‘Release, Release’, pero en esta ocasión se desarrolla luego todo bajo un ritmo más rápido y vulgar, de tal manera que es otra floja canción más de este álbum.

 

La primera mitad de ‘Circus Of Heaven’ da vergüenza ajena porque parece una canción infantil (hasta escucharemos voces infantiles hacia el final), si bien mejora en la segunda mitad más contemplativa. ‘Onward’ resulta aburrida sin más contemplaciones, pero la que es un despropósito total es ‘Arriving UFO’, la cual comienza de buen rollo entrando en terreno pop pero acaba resultando bochornosa por su exceso de sintetizadores y unos fragmentos instrumentales sin sentido que pretenden impactar a base de recargar el sonido al máximo. Si alguien se queda con ganas de más, pues tiene dos tazas porque ‘On The Silent Wings Of Freedom’ es otro ejemplo de técnica inane, falta de melodías y caos sonoro. O resumiéndolo en un concepto bien claro y sencillo: fealdad musical. Vuelven a echar mano del recurso del inciso contemplativo, que sus casi ocho minutos dan para mucho, pero aquí ya queda todo tan manido y forzado que tan solo provoca mayor repulsión para una composición que parece una tomadura de pelo.

 

El sonido medieval de ‘Madrigal’ a base de un teclado sonando como un celestial clavecín y los adornos acústicos de guitarra solo se ven algo mermados por el apartado vocal a veces forzado, o esa es la impresión que transmite. Pero como vemos, es lo único que vale la pena escuchar de este álbum junto a la citada ‘Don't Kill The Whale’, porque el resto es de un nivel tan bajo que hasta el primitivismo de los por entonces ya famosos Sex Pistols era realmente preferible. Como observamos en ese período de la música rock, los grupos de rock progresivo se hubieron de adaptar a los nuevos tiempos porque la fórmula inicial (si es que podía denominarse como fórmula) estaba ya agotada. La mayoría sucumbirán durante ese necesario cambio porque no sabrán encontrar un estilo propio. En cuanto a Yes, la salida de Wakeman y Anderson provocará un cisma que traerá aparejado la solución más increíble, pero eso ya forma parte del siguiente escalón en la trayectoria del grupo.

2023

DRAMA

Año de publicación: 1980

Puntuación:

1) Machine Messiah; 2) White Car; 3) Does It Really Happen?; 4) Into The Lens;

5) Run Through The Light; 6) Tempus Fugit;

[BONUS TRACKS:] 7) Into The Lens (I Am A Camera) (single version);

8) Run Through The Light (single version); 9) Have We Really Got To Go Through This; 10) Song No. 4 (Satellite); 11) Tempus Fugit (tracking session);

12) White Car (tracking session); 13) Dancing Through The Light; 14) Golden Age;

15) In The Tower; 16) Friend Of A Friend.

2023

No parecía que hubiera ningún tipo de problema cuando Yes volvieron a entrar en el estudio de grabación en 1979, que aparte fue nada menos que en un lugar idílico como París. Pero había una visión artística muy diferente entre lo que tenían Anderson y Wakeman en mente respecto al resto de la banda, así que ellos dos, que aparte escribían casi todo el material entre ellos, se marcharon unos meses después. Esta decisión parecía determinar el fin de Yes porque Howe, Squire y White no parecían destinados a liderar el futuro inmediato, pero el as que se sacaron de la manga no pudo ser más sorprendente. En 1979 había debutado el dúo The Buggles con el famoso e inolvidable single ‘Video Killed The Radio Star’ y a principios de 1980 habían publicado su LP de debut (tan solo publicarían uno más al año siguiente). Sus dos componentes y compositores, Trevor Horn y Geoff Downes, serán los nuevos miembros en lo que queda como una de las formaciones más extrañas de la historia de la banda. Estas nuevas incorporaciones permitían también actualizar el sonido de la banda, pues Horn y Downes entendían los nuevos tiempos y sabían emplear las nuevas tecnologías con inteligencia, aparte de su intuición y visión comercial para conseguir que la música de Yes fuera accesible al gran público.

 

Dicho todo esto, no observamos apenas diferencias con el sonido clásico de Yes en ‘Machine Messiah’, pues incluso parece que la voz robotizada que aparece sea la de Jon Anderson. Está todo lo que ya conocemos de la banda: la sección rítmica consistente, los cambios de ritmo, las florituras instrumentales… todo sazonado con algo de épica, para darle un mayor empaque a sus diez minutos de duración y demostrar que esta nueva versión de la banda no se había transformado en algo comercial o insulso. Si queremos escucharles algo más modernizados, acorde a la nueva década que comenzaba, debemos dirigirnos a ‘Does It Really Happen?’ porque recoge la esencia del grupo pero de manera actualizada, si bien en este tema la sensación de estar escuchando música de relleno es inevitable. Sin embargo, se acaban creyendo demasiado que son unos nuevos Yes en ‘Tempus Fugit’ y se exceden en querer impactar mediante alardes de sintetizador y ritmos impactantes y rápidos. Acaba sonando todo como un desconcierto absoluto, sin ninguna melodía atrayente y con unos sintetizadores y vocoder que acaban resultando irritantes y, por supuesto, pasados de moda.

 

Lo mejor de ‘Run Through The Light’ es su solemne comienzo en modo ascendente con los instrumentos elevando el tono paulatinamente, en especial la aportación de Howe. El apartado vocal presenta también el gancho vocal propio de Horn y Downes, que para algo habían sido fichados. La repetición de la estructura inicial con una percusión continuada deja una sensación mejorable, pero la coda no está mal con Howe luciéndose con un efecto de eco especial y unas notas alargadas y emocionantes. Vale la pena echarle un vistazo a la versión en single que se incluye en los bonus tracks, pues los sintetizadores y teclados suenan más hermosos. No así a esa especie de demo en clave de rock titulada ‘Dancing Through The Light’, que acaba resultando demasiado robótica y divagadora. Respecto a ‘Into The Lens’, otra canción con una impronta clara de Downes y Horn, será retomada por estos dos compañeros para regrabarla en el segundo y último álbum de su efímero proyecto llamado The Buggles, demostrando que lo suyo era ir al grano y quedarse en la esencia pop de la composición. El tratamiento de Yes es completar el componente pop repitiéndolo y completándolo con fragmentos instrumentales típicos de la banda y que alargan innecesariamente su duración hasta sobrepasar los ocho minutos.

 

La delicia de ‘White Car’ es tan breve que nos deja con la sensación de que podría haberse convertido en una excelente canción en el catálogo de Yes, aun siendo una rareza debido a su sonido orquestal. Demostraba que seguía habiendo algo de grandeza en el grupo, aunque los bonus tracks denotan que no estaban muy sobrados de inspiración. Aparte de tomas alternativas de algunos de los temas que hay en el álbum, en el contenido adicional encontraremos en general piezas instrumentales inéditas que tampoco aportan mucho más que un relleno para fans, aunque se ha de reconocer que tiene su gracia la sencilla guitarra de inicio de ‘Song No. 4 (Satellite)’. Las dos últimas canciones sí poseen parte vocal y en ‘In The Tower’ quizá podría haberse aprovechado mejor esa solemnidad que desprende, de haberse trabajado un poco más, mientras que ‘Friend Of A Friend’ prosigue la estela más pop de esta singular formación de la banda que no tendrá continuación. La ruptura comportará la llegada del segundo y último álbum de The Buggles, así como la fundación del grupo Asia por parte de Howe y Downes junto a Carl Palmer (ELP) y John Wetton (King Crimson). De estos vale la pena echarle un vistazo a esas memorables composiciones tituladas ‘Only Time Will Tell’ y ‘Heat Of The Moment’. Y bueno, Yes se subirá pronto al carro del estilo desarrollado por Asia, que era la oportunidad de seguir vendiendo discos por parte de los dinosaurios del rock progresivo.

YESSHOWS

Año de publicación: 1980

Puntuación:

CD I: 1) Parallels; 2) Time And A Word; 3) Going For The One; 4) The Gates Of Delirium.

CD II: 1) Don't Kill The Whale; 2) Ritual (Nous Sommes Du Soleil);

3) Wonderous Stories.

Aunque salió publicado después de Drama, este nuevo álbum en directo de Yes recoge una selección de las giras que realizaron entre 1976 y 1978, lo cual significa que se trata de la formación de Anderson, Howe, Squire y White, con Moraz en los teclados durante los conciertos de 1976 y en el resto sustituido por Wakeman. Estas interpretaciones de 1976 se corresponden con ‘Ritual (Nous Sommes Du Soleil)’ y ‘The Gates Of Delirium’ (las de Moraz), por lo que en el resto del repertorio incluido ya tienen al gran Wakeman. Resulta curioso que saliera publicado justo cuando había una nueva formación bastante diferente en Yes, pero seguramente las obligaciones contractuales llevaron a tomar el camino más fácil para publicar un álbum nuevo, que son las grabaciones en directo.

 

La verdad es que resulta imposible imaginar a los Yes con Downes y Horn tocando alguna pieza extensa del catálogo del grupo, mucho menos si se tratara de alguna pieza de Tales From Topographic Oceans, o en todo caso nos los podemos imaginar con una bolsa de cartón al lado por si les entrara la náusea. Dicho todo eso, aquí podemos escuchar ‘Ritual (Nous Sommes Du Soleil)’ y se ha de reconocer que en sus primeros diez minutos no está nada mal, dejando una impresión buena, pero luego se sumergen en unas improvisaciones bastante penosas que sin imágenes resultan casi indigeribles. Tan solo el solo de guitarra de Howe en la recta final consigue subir un poco el ánimo, pero habiendo tenido que sufrir previamente más de diez minutos de calvario sonoro.

 

De Going For The One no escogen ninguno de sus grandes temas (con lo fácil que era, 2/5 de probabilidad de hacerlo). Pero bueno, siempre es un placer escuchar las florituras de Wakeman y los solos de guitarra de Howe en los temas elegidos, como también en su gran momento de lucimiento cuando llega ‘Don't Kill The Whale’. Curiosamente, esta canción dura cuatro minutos y luego dedican casi tres minutos a una improvisación sin gracia ni interés alguno. Por otra parte, el tramo final de ‘Going For The One’ acaba resultando un tanto cansino y los sintetizadores no ayudan nada a paliar esa sensación. Y para quienes estén esperando a escuchar la sección ‘Soon’ de ‘The Gates Of Delirium’, pueden salir algo enojados porque a Moraz le da por aportar algo de su cosecha y añade algunas florituras de teclado que rompen con el encanto de la versión de estudio, comedida y evocadora en todo su conjunto.

 

No se trata por tanto de un álbum esencial para entender o disfrutar a Yes, sino que queda como un documento de su trayectoria conjunta en directo entre 1976 y 1978. El grupo tiene mejores ejemplos de su potencial sobre el escenario y la única motivación de este álbum es económica-empresarial.

90125

Año de publicación: 1983

Puntuación:

1) Owner Of A Lonely Heart; 2) Hold On; 3) It Can Happen; 4) Changes; 5) Cinema;

6) Leave It; 7) Our Song; 8) City Of Love; 9) Hearts.

La formación de Yes seguía siendo una sorpresa a cada nuevo disco que publicaban. El dúo de los Buggles abandonó, pero Trevor Horn se quedó de productor, como buen conocedor de las nuevas tendencias musicales que se ponían de moda. Jon Anderson volvió a la banda y, como hacía falta un teclista, volvió también Tony Kaye, el primero que hubo en Yes hasta la llegada del gran Rick Wakeman. Hasta aquí todo parece volver a una cierta normalidad. Pero no, Steve Howe se marchó y con él se perdía una parte de lo que hacía grande a Yes. Su reemplazo fue un desconocido guitarrista sudafricano llamado Trevor Rabin, quien llevaba su propia carrera en solitario y que además componía, de tal manera que se convierte en uno más dentro del engranaje de Yes, tan proclives a la creación en equipo. En cualquier caso, el grupo sigue la senda comercial que había mostrado en Drama, pero mostrando signos de estancamiento porque estaban en una liga que no era la suya. Pero bueno, a Genesis le funcionó en las ventas y a Yes también.

 

Así, la única canción de Yes que puede escucharse en las ondas comerciales que no estén dedicadas expresamente al rock es ‘Owner Of A Lonely Heart’ y el motivo es más que obvio, pues su riff engancha desde el principio y el apartado vocal es más pegadizo de lo que suele ser una canción de Yes. Sin embargo, acaba resultando repetitiva en consiguientes escuchas por la monotonía de su ritmo y el estridente solo de guitarra es algo deficiente. Pero bueno, es innegable su gancho y de ahí su popularidad. A lo largo del álbum comprobaremos que la intención es esa, el grupo se ha vuelto decididamente comercial y por ello la siguiente canción ‘Hold On’ se basa en otro ritmo sencillo pero resultón, aunque resulta menos atractiva que la canción precedente. Como si estuviera el álbum ideado en orden descendente, comprobamos que ‘It Can Happen’ prosigue una disminución cualitativa que los vulgariza y nos recuerda que Yes no era una banda nueva, sino una banda catalogada como dinosaurio que intentaba renovarse o morir en el intento.

 

Afortunadamente llega ‘Changes’ para regalarnos las mejores melodías del álbum, aunque para ello debemos tener paciencia con la insustancial introducción de más de un minuto de duración. El estribillo es ciertamente mejorable, pero podemos escuchar, esta vez sí, un notable solo de guitarra. Hay momentos en que les entran ganas de demostrar su técnica entre tanta comercialidad y así nos encontramos el instrumental ‘Cinema’, dos minutos de desahogo para los músicos. También les da por experimentar un poco y añaden un ritmo de voces en ‘Leave It’, pero en conjunto el tema es muy vulgar. Mucho más interesante resulta el experimento en los primeros minutos de ‘Hearts’, con un exquisito juego de voces bajo un minimalista ritmo de aires orientales. Una lástima que el desarrollo vocal acabe siendo tan comercial y vulgar, aunque los incisos instrumentales sí que están a la altura de lo que debería ser Yes.

 

Al espectacular comienzo de ‘Our Song’ le sobran los sintetizadores, así que cuando estos se colocan en primer plano ya entramos de lleno en un horror de canción que destroza cualquier esperanza de que Yes pudieran hacer algo destacable en la década del techno. El horror no se acaba y en ‘City Of Love’ se lanzan a un horrendo rock a la altura (bajura) de otros despropósitos estridentes como ‘Dogs Of War’ de Pink Floyd o algunas canciones de la segunda mitad de los ochenta de nuestro amigo Alice Cooper. Estos patinazos son esperables para todo grupo que se deja llevar por los cantos de sirena de lo comercial. La jugada les salió bien en lo económico, así que ya veían claro cuál era el camino a seguir, desafortunadamente.

9012 LIVE - THE SOLOS

Año de publicación: 1985

Puntuación:

1) Hold On; 2) Si; 3) Solly's Beard; 4) Soon; 5) Changes; 6) Amazing Grace;

7) Whitefish.

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Para un grupo de rock progresivo, un género que en los setenta daba para editar álbumes en directo dobles o triples, parecía una broma la publicación del presente disco porque dura en total poco más de treinta minutos. El contenido pertenece a dos conciertos de la gira de presentación de 90125, con la misma formación que lo había grabado, pero una buena parte está dedicado al lucimiento individual de los músicos, tal como indica el subtítulo de The Solos. Es por ello que hay varios títulos novedosos, pues se trata simplemente de colocar un nombre a cada improvisación. Tan sólo ‘Hold On’ y ‘Changes’ pertenecen a 90125 y suenan igual que en el equivalente de estudio, si bien no era necesario que alargaran ‘Hold On’ todavía más.

 

Así que pasemos a los shows individuales (o casi, en algunos casos) de cada miembro de Yes. A pesar de su inquietante introducción de sintetizadores que avecina malos augurios, lo cierto es que 'Si' luego se desliza hacia un solemne sonido de órgano que le permite a Tony Kaye deleitarse emulando a Bach y tocando las famosas primeras notas de su Tocata y fuga en re menor, BWV 565. La demostración de técnica con la guitarra acústica de Trevor Rabin llega en ‘Solly's Beard’, una pieza que se ubica en la línea que separa el jazz de la música clásica, pero sin perder la esencia rockera de su autor. Para Jon Anderson el momento de gloria llega en el extracto de ‘Soon’, que es como apostar por el caballo ganador. En cualquier caso, se trata de una interpretación excepcional que emociona tal como lo hacía en Relayer, pues Jon llega a todas las notas posibles y eso significa que llega a donde sólo los grandes cantantes pueden hacerlo. Y él siempre ha estado en el punto de mira.

 

Como todo lo que tenga que ver con el pescado es cosa del bajista Chris Squire, ‘Whitefish’ representa su momento de lucimiento, con permiso del baterista Alan White que le acompaña, pero es sin duda el menos sugerente de los músicos participantes a pesar de su técnica, aparte de que los ocho minutos y medio que supone la improvisación no invitan a repetir su escucha. Queda incluso más interesante la deconstrucción de la tradicional ‘Amazing Grace’ que realizan previamente al ser mucho más breve. En esta pieza es como si estuvieran emulando a Jimi Hendrix cuando tocó el himno de Estados Unidos en el Festival de Woodstock. En resumen, el disco en conjunto no carece de interés si tenemos en cuenta la cantidad de improvisaciones que incluye y sirve para demostrar que el nivel de Yes en directo seguía siendo tan bueno como siempre.

BIG GENERATOR

Año de publicación: 1987

Puntuación:

1) Rhythm Of Love; 2) Big Generator; 3) Shoot High Aim Low; 4) Almost Like Love;

5) Love Will Find A Way; 6) Final Eyes; 7) I'm Running;

8) Holy Lamb (Song for Harmonic Convergence).

El segundo álbum con la misma formación de 90125 y el liderazgo de Trevor Rabin muestra muy pronto tanto el agotamiento de la fórmula musical como el del grupo en general. Cada miembro tenía su idea propia de cómo continuar, pero al final el consenso les llevó por la senda del sonido comercial de los ochenta. Un craso error para una banda con reputación. De hecho, el productor Trevor Horn se fue tras las primeras sesiones y quizá este hubiera podido conseguir un mejor resultado en algunos casos. A veces quieren parecer complejos, pero si la complejidad por sí misma resulta poco atrayente de normal y aparte la introducen en un entorno de vulgaridad estilística, el resultado es desastroso. Sería algo así como intentar añadir ingredientes de gourmet a una comida precocinada. Por tanto, la música acaba un tanto despersonalizada como consecuencia directa de volverse comerciales.

 

No precisamente a Yes sino a los Beach Boys es como suena la notable introducción vocal de ‘Rhythm Of Love’ y son exactamente esos alardes vocales (que también aparecen durante el estribillo) lo único que puede salvarse de una canción sintética y comercial que abochorna por ser tan simplona. Es curioso que vuelvan a repetir los mismos ingredientes justo a continuación en ‘Big Generator’ pero ya sin nada que pueda salvarse, pues los coros vocales ya no tienen gracia y el resto es todavía peor porque hasta la guitarra suena como si la hubieran extraído de algún grupúsculo de hair-metal. La única composición de Big Generator que se acerca algo al espíritu de los Yes de los setenta es ‘I'm Running’ por su estructura que alberga diversos fragmentos y cambios de ritmo, llegando hasta a sonar latina cerca de los tres minutos. Obviamente tampoco alcanzan la grandeza de antaño, pero al menos suenan decentes y añaden algunas florituras virtuosas en vez de sintetizadores vulgares, siendo la guitarra lo que menos convence.

 

Esta búsqueda descarada y deliberada de la comercialidad les obliga a fijarse en grupos como Asia, quienes triunfaban en los ochenta con esa música pop aderezada con detalles de rock progresivo, y por ello aquí nos ofrecen ‘Love Will Find A Way’, la cual desde el principio busca esa sonoridad mainstream que le aseguraba ser radiada por todos sitios, intentando repetir así la jugada de ‘Owner Of A Lonely Heart’. La melodía inicial de violín ya es un acierto, pero lo que resulta irresistible es la melodía de guitarra eléctrica que entra después y que se convierte en el punto fuerte cada vez que aparece durante la canción. El apartado vocal en las estrofas es aceptable, en el puente mejorable y en el estribillo queda genial acompañado de la citada melodía de guitarra. Es lo único rescatable del álbum junto a ‘Shoot High Aim Low’, cuya solemnidad sorprende para esta versión low-cost de la banda y aporta un tono épico convincente que pocas veces habían intentado previamente, aparte de que contiene algunas de las mejores partes de guitarra de Big Generator. Siete minutos quizá sea una duración excesiva, pero nos regalan un último minuto de música celestial que bien vale la pena escuchar.

 

Por otra parte, ‘Final Eyes’ es una penosa balada (si es que se le puede llamar balada) que podría haberse quedado en su primer minuto y medio acústico para no ofender al oyente, porque en modo electrificado acaba desvariando cada vez más conforme avanza. De manera análoga, ‘Holy Lamb (Song for Harmonic Convergence)’ convence en su primera mitad al hacer algo similar a la antigua ‘Soon’ pero en forma de crescendo y enfocado a que suene a himno, para luego sumergirse nuevamente en el sonido vulgar típico de los ochenta. La situación artística se volvería ya insostenible por las diferentes visiones de Anderson y Rabin, así que el primero ideará una jugada comercial todavía mejor respecto a los fans de Yes, que veremos a continuación.

ANDERSON, BRUFORD, WAKEMAN & HOWE

Año de publicación: 1989

Puntuación:

1) Themes; 2) Fist Of Fire; 3) Brother Of Mine; 4) Birthright; 5) The Meeting;

6) Quartet; 7) Teakbois; 8) Order Of The Universe; 9) Let's Pretend.

Quizá avergonzados por el ocaso en el que se había sumido el nombre de Yes y quizá también para evitar problemas jurídicos, cuatro de los miembros de la formación más legendaria de Yes se juntaron a finales de los ochenta para grabar un álbum y eligieron denominarse con sus propios apellidos. Todos ellos habían proseguido con proyectos paralelos en la década de los ochenta: el teclista Wakeman ya llevaba una carrera en solitario consolidada; el baterista Bruford venía de la resurrección de King Crimson; el guitarrista Howe había triunfado con Asia y se había estrellado con GTR; y Anderson había conseguido cantar (incluso a veces componer) con Vangelis, Mike Oldfield o el propio Wakeman. Como sabían lo que se hacían, para el bajo buscaron a Tony Levin, quien ya tenía experiencia acumulada junto a Bruford en King Crimson. Pero al bueno de Tony se lo dejaron fuera del nombre establecido como cuarteto, cuando en realidad estaba al mismo nivel que sus compañeros. Pero como los compositores acreditados son los cuatro que aparecen en la portada, son quienes mandan. Eso lo saben bien Mick Jagger y Keith Richards, quienes llegaron a apropiarse de composiciones de otros músicos que les acompañaron en los Rolling Stones simple y llanamente porque eran ellos quienes decidían todo.

 

El caso es que había expectación por volver a escuchar a toda esta gente, aunque los precedentes de los ochenta no eran buenos en este tipo de reuniones y en ‘Themes’ ya nos damos cuenta de que no es oro todo lo que reluce. No es muy buena presentación estar escuchando repetidamente de inicio unas notas de piano casi idénticas, pero la batería de Bruford tampoco deja muy buena impresión cuando entra, a pesar de tocar un ritmo nada trivial, pues la percusión electrónica siempre queda más sintética y no se esfuerza tanto como con King Crimson. El apartado vocal deja indiferente, si es que no resulta algo molesto y en tan sólo en los dos minutos finales consiguen algo que llame la atención al acelerar el ritmo. En cualquier caso, la peor idea que podemos imaginarnos sobre cualquier grupo de rock progresivo de los setenta que en los ochenta pretendiera pasar por moderno es algo como ‘Order Of The Universe’: pretencioso, pomposo, irritante y, en conjunto, bochornoso.

 

Los sintetizadores de Wakeman toman el protagonismo en ‘Fist Of Fire’, demasiado protagonismo en muchos momentos, pero el efecto conseguido es muy bueno gracias a la percusión pausada y la voz desafiante de Anderson. La genialidad aparece en la solemne introducción de ‘Brother Of Mine’, pues alcanzan unas cotas de emoción difíciles de lograr en los ochenta. Luego llega la parte principal y no faltan adictivos ganchos melódicos que acompañan el canto de Anderson en las estrofas, si bien el estribillo es más discreto. Luego llegará otro fragmento más animado aunque algo desenfadado subtitulado ‘Long Lost Brother Of Mine’, donde se nota la mano de Geoff Downes como coautor al dirigirse sin problema hacia el pop comercial bien entendido. Jon Anderson había publicado tres álbumes en los ochenta con Vangelis (¡y todavía llegaría un cuarto!), así que no es una sorpresa encontrar al griego como coautor de las sencilla balada acústica ‘Let's Pretend’, aunque no se aprecie su mano.

 

La intrigante introducción de guitarra acústica de ‘Birthright’ da paso al tema más sombrío del álbum, que paradójicamente va perdiendo fuelle conforme va avanzando en intensidad. Acaba en una interesante percusión tribal que nada tiene que ver con la canción de estilo africano ‘Teakbois’, una burda imitación de lo que gente como Paul Simon ya había hecho unos años antes. Aparte, los sintetizadores suenan horrorosos y el tono de felicidad impostada completa el penoso panorama. Como momento de relajación, se incluye la relajada balada ‘The Meeting’, liderada por el piano de Wakeman. Prosiguen luego en modo acústico con el título de ‘Quartet’, el cual crea expectativas de encontrar un instrumental de influencias clásicas aunque en realidad siga siendo una sencilla canción donde las melodías vocales tienen más gancho y Wakeman añade unos teclados que parecen trompetas de Händel.

 

Se trata de un álbum bastante variado en su sonido y por tanto ese sería el objetivo principal, no limitarse a hacer música decididamente comercial aunque en el fondo sí buscan sonar accesibles y universales. Consiguen mejorar lo que había hecho Yes en Big Generator, aunque eso tampoco era una tarea difícil, pero este proyecto no tendrá continuidad porque a todos les gustaba emplear el nombre de Yes, que era lo que tenía tirón comercial. En cualquier caso, este álbum encaja perfectamente en la discografía de esta banda y queda como una curiosidad irrelevante en lo musical, aunque importante en la historia del Yes porque el siguiente paso será una “unión” entre las dos formaciones, un paso que deja estupefacto a cualquiera.

2024

UNION

Año de publicación: 1991

Puntuación:

1) I Would Have Waited Forever; 2) Shock To The System; 3) Masquerade;

4) Lift Me Up; 5) Without Hope You Cannot Start The Day; 6) Saving My Heart;

7) Miracle Of Life; 8) Silent Talking; 9) The More We Live - Let Go; 10) Angkor Wat; 11) Dangerous (Look In The Light Of What You're Searching For); 12) Holding On;

13) Evensong; 14) Take The Water To The Mountain;

[BONUS TRACK:] 15) Give & Take.

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2024

El título de este álbum no puede ser más indicado/indicativo si nos atenemos a que se juntaron los cuatro viejos compañeros (Anderson, Bruford, Wakeman y Howe) con el resto de miembros de Yes (Squire, Rabin, Kaye, White) que habían grabado Big Generator. Uno puede imaginarse lo que significaría semejante jaula de grillos dentro de un estudio de grabación, pero en la práctica fueron grabando por separado porque en realidad eran como dos grupos diferentes, si bien en la gira consiguiente los ocho músicos aparecían en escena como una macrobanda. Así pues, se emplearon muchos estudios de grabación, muchos productores y muchos músicos (incluido el bajista Tony Levin, que no podía ser olvidado a pesar de Squire), de tal manera que el producto final es tan desconcertante y decepcionante como cabe esperar con las premisas indicadas. Y bueno, ninguno de los músicos estaba precisamente en su mejor momento en el aspecto de la composición ni tampoco era la época todavía del resurgir de algunos artistas vendidos al dinero fácil de los ochenta. Por tanto, nada hace presagiar que se pueda encontrar alguna joya musical y esa sensación se alienta desde el principio del disco.

 

Muy pronto nos damos cuenta de que ‘I Would Have Waited Forever’ repite ideas de ‘Owner Of A Lonely Heart’ y busca el mismo tipo de sonido accesible y con gancho. Pero claro, el apartado vocal carece de melodías reconocibles y tan sólo los juegos de voces en algunos momentos salvan la canción de ser un accidente intencionado, con una falsa solemnidad envolviéndolo todo. Precisamente cuando nos topamos con la primera canción de las compuestas por Rabin, ‘Lift Me Up’, que aparte fue elegida como single de presentación del álbum, nos damos cuenta de que la idea de juntarse tantos músicos era para aprovechar la supuesta visión comercial de los Yes de 90125 con el supuesto sabor progresivo de los miembros  históricos. Pero claro, les sale un producto intermedio y fallido que no satisface a nadie. El segundo single publicado también fue una composición de Rabin y se nos presenta como una canción pop normal y corriente, ‘Saving My Heart’, pero acaba desbarrando por completo debido a la ausencia de melodías o detalles instrumentales originales. Pero tampoco se ha de pensar que el cuarteto de Anderson, Bruford, Wakeman y Howe eran los salvadores, puesto que la única composición acreditada a los cuatro (además de al productor del álbum) es la flojísima ‘Silent Talking’, cuyo ritmo complejo queda desaprovechado y al menos su último tercio resulta agradable y llega tras una melodía discernible de la guitarra de Howe.

 

Lo peor a lo que podrían llegar y que podríamos imaginar de los Yes de la época no se hace esperar y por ello en ‘Shock To The System’ nos toca tragarnos una horrorosa guitarra de las que convirtieron los ochenta en un infierno. Las raíces sudafricanas de Rabin afloran en la percusión durante los dos primeros minutos de ‘Miracle Of Life’, una introducción que resulta ser lo único curioso de esta composición al transformarse luego en un penoso pop desdibujado y llegar a superar los siete minutos de duración. Al menos ‘Evensong’ es tan breve que ni molesta, quedando como una curiosidad de Bruford y Levin. En cambio, Wakeman no se prodiga como compositor y aparte de la ya citada ‘Silent Talking’ sólo aparece como coautor de ‘Angkor Wat’, donde sus teclados y la voz de Anderson son los únicos ingredientes de una pieza que retoma con convicción la solemnidad del estilo de la antigua ‘Soon’. Esto tampoco es la panacea porque luego no les sale nada destacable cuando buscan la misma solemnidad de antaño en ‘The More We Live - Let Go’, en la cual siguen sonando aburridos y sin emoción como en la mayor parte del disco.

 

Lo que comienza como una canción relajada, ‘Without Hope You Cannot Start The Day’, acaba sonando como una imitación de Asia, o sea, de la banda Asia, pero de una manera más lamentable, en realidad como cualquier mala imitación asiática. Con todo lo dicho, es un alivio encontrarnos una pieza de guitarra acústica de Howe (‘Masquerade’), que sin embargo tampoco es de lo mejor que haya compuesto. Estaba claro que la banda no tenía ningún futuro, pero todos querían exprimir su tirón comercial al máximo. Salieron todos juntos de gira, así que el ambiente no debió ser tan malo entre los ocho miembros entonces existentes, pero seguro que tocaron más piezas de su repertorio clásico que del presente álbum, una excusa típica para salir de gira pero que dejaba la reputación de Yes por los suelos.

AN EVENING OF YES MUSIC PLUS

Año de publicación: 1993

Puntuación:

CD I: 1) Benjamin Britten's Young Person's Guide To The Orchestra;

2) Time And A Word/Teakbois/Owner Of A Lonely Heart; 3) The Clap/Mood For A Day; 4) Gone But Not Forgotten/Catherine Parr/Merlin The Magician;

5) Long Distance Runaround; 6) Birthright; 7) And You And I.

CD II: 1) Close To The Edge; 2) Themes; 3) Brother Of Mine; 4) Heart Of The Sunrise;

5) Order Of The Universe; 6) Roundabout.

Como demostración de que aquel cuarteto de Anderson, Bruford, Wakeman y Howe era en realidad una encarnación de Yes incluso más genuina que los propios Yes de la época, se publicó este concierto de 1989 que fue grabado para el mítico programa radiofónico King Biscuit Flower Hour. Como cabe esperar, se alternan clásicos de Yes con alguno de los temas del álbum que publicaron como cuarteto, así como alguna pieza propia de Rick Wakeman, a quien siempre vale la pena aprovechar para que demuestre sus virtudes musicales. La única ausencia destacada es la de Tony Levin, quien se sintió indispuesto durante la gira y no pudo participar en este concierto acaecido en California.

 

Cada uno de los miembros del cuarteto tiene su momento de gloria y en orden sucesivo tras la introducción con música grabada del compositor inglés del siglo XX Benjamin Britten. El primero en tomar el liderazgo es Jon Anderson para cantar acompañado únicamente de la guitarra acústica de Howe tres temas, donde ‘Time And A Word’ no es sorpresa pero sí lo son ‘Owner Of A Lonely Heart’ (por su producción original ochentera) y ‘Teakbois’ (porque no se sabe cuándo llega a aparecer). Resulta curioso cómo llegan a cambiar la entonación de ‘Owner Of A Lonely Heart’ hasta volverla irreconocible y la engarzan de nuevo con ‘Time And A Word’, pero en global quien destaca más es Steve Howe desgranando melodías con su guitarra. Por supuesto, no pueden faltar dos piezas suyas de guitarra acústica (‘The Clap’ y ‘Mood For A Day’) para que vuelva a demostrar su valía técnica. Es obviamente entre él y Wakeman que se debe dirimir un vencedor, puesto que el solo de batería de Bruford en la segunda mitad de ‘Long Distance Runaround’ no puede competir. Eso sí, empieza con fuerza y se ha de reconocer que Bruford sabe captar la atención, pero acaba haciéndose demasiado largo.

 

Wakeman se reserva tres piezas suyas (‘Gone But Not Forgotten’, ‘Catherine Parr’ y ’Merlin The Magician’) para tocarlas también a solas, que él solo se basta, y realiza con sus teclados una actuación asombrosa a la altura de los mejores pianistas de todos los tiempos, rebasando así sobradamente a Howe en el aspecto técnico e incluso melódico. De igual manera es una delicia la introducción de Wakeman para ‘Long Distance Runaround’ y el acompañamiento que realiza a Anderson hasta que van entrando el resto de miembros. Respecto al repertorio propio, esto es, de lo que publicaron en Anderson, Bruford, Wakeman & Howe, destaca ‘Brother Of Mine’ porque sus ganchos melódicos brillan con luz propia y Howe realiza un trabajo espectacular que aquí puede disfrutarse al sonar real y emotivo. Una lástima que en el último tercio aparezca la sección más convencional y desmonte su gloriosa implementación previa.

 

El concierto no puede decirse que sea muy brillante, pero sí contiene grandes momentos como los indicados. Quien más llega a fallar es el bueno de Anderson, a quien no acaban de salirle las notas altas en ‘And You And I’ o en algún momento de ‘Heart Of The Sunrise’, que es cuando en realidad debería demostrar por qué se mantenía al frente como vocalista. Pero bueno, a pesar de no tratarse de un concierto esencial, sirve para mantener la reputación de Yes aunque contractualmente no se les pueda llamar así. Una reputación que, por cierto, en el estudio estaban socavando, pero los clásicos de la banda y la técnica de los músicos están aquí.

TALK

Año de publicación: 1994

Puntuación:

1) The Calling; 2) I Am Waiting; 3) Real Love; 4) State Of Play; 5) Walls;

6) Where Will You Be; 7) Endless Dream.

Después de comprobar que la unión no hace necesariamente la fuerza, era evidente que los ocho músicos que habían grabado el álbum anterior no repetirían juntos de la misma manera. Desafortunadamente, quienes salieron de la formación fueron tres pesos pesados como Wakeman, Howe y Bruford, de tal manera que se volvía a la formación de Big Generator aunque sin Trevor Horn en la producción, una tarea que ahora recaía en exclusividad en el guitarrista y autor o coautor de todo el material: Trevor Rabin. Ver que hay pocos temas en el álbum y uno de ellos la suite de ‘Endless Dream’ que sobrepasa los quince minutos nos puede hacer pensar que han retomado de alguna manera la senda progresiva. Sin embargo, siguen siendo más accesibles que progresivos porque eso ya era un camino sin retorno, al menos mientras siguiera Rabin de aparente líder.

 

Empiezan con un estribillo amigable de los típicos de los ochenta (aunque estamos ya entrados los noventa) en ‘The Calling’, cuyo componente instrumental demuestra que el grupo sabía mantener el tipo. Todavía  con mayor claridad suenan a los ochenta en ‘Walls’, cuyo estribillo de felicidad algo pueril suena a lo típico de aquella década. De hecho, está compuesta junto a Roger Hodgson, quien fuera líder de los Supertramp válidos. Lo único reseñable que posee la canción es la entrada de la guitarra de Rabin pasados los dos minutos para dejarnos unos potentes acordes potenciados por la voz de Jon. El horror musical nos acecha desde la repulsiva guitarra metalera de ‘State Of Play’ y su pretencioso pero sin embargo indiferente estribillo no consigue más que dejar una sensación final menos vomitiva. Indiferencia es lo que también transmite ‘Where Will You Be’ a pesar de sonar agradable y con ciertos aires étnicos en la percusión y los coros.

 

Se ha de destacar con mucha diferencia ‘I Am Waiting’, ya que embriaga los sentidos desde su soberbia introducción de guitarra. Es una balada cuyo mayor potencial reside en un estribillo donde Anderson consigue transmitir mucha emotividad con su voz y la guitarra de Rabin incluso le supera en expresividad, algo que sólo podríamos haber esperado de Steve Howe y por ello supone el mayor logro de Rabin como guitarrista en Yes. Canciones como esta son las que siempre esperamos con esperanza de grupos que han dejado atrás su mejor época pero todavía atesoran, supuestamente, algo del talento que los encumbró. Por el contrario, decepcionan cuando una canción de casi nueve minutos como ‘Real Love’ se acaba olvidando por completo conforme acaba y no aporta nada más que la misma vulgaridad de los ochenta, a pesar de que no sea tampoco una mala composición.

 

Por último, la suite ‘Endless Dream’ está enfocada con ilusión y por ello presenta una introducción instrumental impactante de casi dos minutos que se acaba de manera abrupta para que contraste con la sección más larga, titulada como el álbum y que abarca casi doce minutos. Su comienzo es mediante un reposado piano mientras la voz de Anderson suena lejana y modificada. Cuando les llega el turno de lucirse a Rabin y Squire, lo malgastan por completo en un pasaje pretendidamente potente pero sintético e insulso, aunque luego Rabin añade unas líneas agudas y afiladas que arreglan un poco el desaguisado mientras Jon canta de manera más solemne. El problema es que luego ya no añaden nada más de interés y a lo sumo repiten las mismas ideas. La última sección de la suite es espiritual y para ello introducen un relajado canto coral.

 

La sensación final que deja este álbum, el último liderado por Rabin, es que este último intenta acercarse al legado de la banda y retomar su sonido clásico pero sin perder lo que él había aportado, que no es más que el comercialismo del momento. No obstante, el paso de Rabin por Yes queda como un lastre insalvable que les colocaba un tope artístico demasiado pobre. De hecho, Talk y 90125 representan lo máximo que pudieron alcanzar con estos mimbres. Así pues, se disolvió esta formación de la banda para que nuevamente resucitara la formación clásica y así intentaran todos reencontrarse a sí mismos; una tarea complicada.

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