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ARTHUR BROWN

THE CRAZY WORLD OF ARTHUR BROWN

CD I: 1) Prelude – Nightmare; 2) Fanfare – Fire Poem; 3) Fire; 4) Come & Buy;

5) Time – Confusion; 6) I Put A Spell On You; 7) Spontaneous Apple Creation;

8) Rest Cure; 9) I've Got Money; 10) Child Of My Kingdom.

 

CD II: 1) Devil's Grip; 2) Give Him A Flower; 3) Music Man; 4) Fire (first version);

5) Prelude – Nightmare (mono); 6) Fanfare - Fire Poem (mono); 7) Fire (mono);

8) Come & Buy (mono); 9) Time/Confusion (mono); 10) Interview with Brian Matthew; 11) Fire Poem – Fire ; 12) Come & Buy; 13) Nightmare.

Año de publicación: 1968 

Puntuación:

The Crazy World Of Arthur Brown fue en su momento una de las sensaciones del famoso club UFO de Londres junto a Pink Floyd y Soft Machine, lugar de peregrinación para todas aquellas personas interesadas en la vanguardia musical underground (incluidas imágenes y juegos de luces) que se cocinaba por la capital. Precisamente encontramos aquí una conexión clara con esos primeros Pink Floyd liderados por Syd Barrett en la caótica ‘Spontaneous Apple Creation’, que supera a estos en que Crane era mucho mejor teclista que Wright, al menos en esos inicios. Pero lo que verdaderamente diferenciaba a The Crazy World Of Arthur Brown del resto de bandas era su estilo entre soul y gótico (!) y, por supuesto, la puesta en escena de un Arthur Brown que se pintaba la cara, teatralizaba su interpretación y no se cortaba en colocarse un casco prendido de fuego en la cabeza, que algunos sustos le proporcionó.

 

Si nos evadimos de toda la parafernalia escenográfica, lo más característico de la banda es que no hay guitarrista, la parte musical recae en el órgano, el bajo y la batería, salvo cuando se añaden instrumentos orquestales. Tiene su mérito crear composiciones de rock sin emplear la guitarra, en eso se parecen a los primeros Soft Machine. Bueno, el mérito habría que acreditárselo en buena parte al organista Vincent Crane, futuro fundador de Atomic Rooster y que aquí tiene un papel tan importante como el del propio Arthur Brown, puesto que aparte es el responsable de los arreglos orquestales. Igual que hará en la banda acabada de citar, Crane crea fondos instrumentales inquietantes pero repletos de melodías y ganchos, con un tono tétrico ideal para la teatralización de la música, enfatizado todavía más por el bajo lóbrego que ayuda a crear una tensión sonora que seduce en su forma. Tenemos como productor a Kit Lambert (mánager de The Who en esa época) y al mismo Pete Townshend como productor asociado. De hecho, Townshend fue decisivo para convencer al tándem de Lambert y Stamp (mánagers de The Who) de que debían contratar a este extravagante grupo y que pudieran publicar su primer single en septiembre de 1967: ‘Devil's Grip’, un gran ejemplo de su estilo envolvente y sombrío, incluido aquí en el segundo disco.

 

En cuanto al álbum en sí, la primera parte puede tomarse como una obra conceptual de adoración al fuego. Según Brown, no le permitieron que todo el disco fuera conceptual. El preludio orquestal minimalista que lo inicia no previene ante lo que llega pasados los primeros treinta segundos. Enseguida la sección rítmica y el órgano envuelven y comienzan a abrumar con el poderío del sonido y su tono tenebroso, introduciéndonos en la pesadilla que trata el tema. La canción más exitosa del álbum y la única por la que se recuerda a Arthur Brown hoy en día es ‘Fire’, introducida por la famosa declamación que le encasillaría para siempre como un producto visual de su época: “I am the God of Hellfire and I bring you…”. Tanto la interpretación de Brown, como el pegadizo teclado y los diferentes cambios de ritmo que posee el tema, convirtieron este tema en todo un éxito en la época. Los alaridos de la recta final seguramente le dieron alguna que otra idea a Ian Gillan para cuando llegó a Deep Purple. ‘Rest Cure’ hubiera sido también una buena candidata para conseguir otro éxito gracias a su progresión rítmica que desemboca en un pegadizo estribillo.

 

En ‘Child Of My Kingdom’, Arthur canta en un tono más bajo y sombrío, sin que pueda desplegarse su talento como cantante de soul psicodélico. Crane también toca algo de boogie en el teclado y eso, junto a algunos silbidos que también se escuchan después, le da un toque desenfadado que acaba por dejar el tema como algo menor durante su primera mitad. Luego la cosa se anima mediante una inquietante base rítmica a la que acompaña el teclado de manera más inspirada. La única composición discreta que encontraremos aquí es ‘Fanfarre – Fire Poem’, que es precisamente eso mismo, una fanfarria de trompetas para seguir con una recitación de Arthur; todo lo demás es de primer nivel. En ‘Give Him A Flower’ (la cara B de ‘Devil's Grip’, el primer single) también podemos comprobar que cuando Brown se olvida de cantar de una manera melódica, el resultado se resiente.

 

No hay que dejar de destacar tampoco la espectacular versión del clásico del blues ‘I Put A Spell On You’ de Screamin' Jay Hawkins, donde Brown realiza una portentosa interpretación vocal y el órgano de Crane crea una atmósfera fantasmagórica y opresiva en la que parece que el sortilegio de la canción sea un acto de magia negra. Rivaliza con la versión que hicieron los Creedence Clearwater Revival como las mejores que se hayan grabado. La otra versión que encontramos en el álbum, ‘I've Got Money’ de James Brown, no se queda muy atrás y transmite una buena dosis de energía, con unos chillidos que rivalizan con el cantante original.

 

En el segundo disco, además de los singles citados anteriormente más otro de corte épico y emoción contenida (‘Music Man’), encontramos las versiones en mono de algunos de los temas, la presentación oficial del álbum en la BBC mediante la interpretación de dos temas (‘Fire Poem – Fire’ y ‘Come & Buy’), así como también una brutal interpretación de ‘Nightmare’ que formó parte de la película de culto The Committee, conocida también por poseer música de Pink Floyd.

 

El batería Carl Palmer (el de los futuros Emerson, Lake & Palmer) entraría brevemente para sustituir al batería original, que según Brown fue despedido porque Crane y él no se llevaban bien. A la hora de elegir cuál de los dos debía quedarse, la decisión estaba bien clara. De todas maneras, el grupo quedaría disuelto poco después porque Crane comenzaría a padecer los problemas mentales con los que cargaría toda su vida. Después, Crane y Palmer formarían la banda de culto Atomic Rooster, una de las precursoras del rock duro, por lo que The Crazy World Of Arthur Brown quedaría definitivamente como un vestigio de la psicodelia británica de los sesenta. A Brown solo le quedaba la opción de renovarse o morir.

1) Internal Messenger; 2) Space Plucks; 3) Galactic Zoo; 4) Metal Monster;

5) Simple Man; 6) Night Of The Pigs; 7) Sunrise; 8) Trouble; 9) Brains;

10) Medley: Galactic Zoo (Part Two)/Space Plucks (part Two)/Galactic Zoo (Part Three); 11) Creep; 12) Creation; 13) Gypsy Escape; 14) No Time;

[BONUS TRACKS:] 15) Sunrise (alternate version);

16) Metal Monster (alternate version); 17) Space Plucks Dem Bones.

GALACTIC ZOO DOSSIER

Año de publicación: 1971 

Puntuación:

Tras el intento fallido de unas grabaciones en 1969 que no verían la luz hasta 1988, dos años le costó a Arthur Brown volver a agrupar una serie de músicos nuevos para conformar una nueva banda, bautizada como Kingdom Come. En esta ocasión sí que habría guitarrista, el afortunado Andrew Kenneth Dalby que es además una de las estrellas del disco, más todavía que el órgano, donde desafortunadamente ya no está Vincent Crane pero su sustituto sigue siendo muy competente. Aunque lo que más sorprende es que haya un segundo vocalista junto a Brown, un tal Julian Paul Brown que no es familia de Arthur, por si alguien pensaba que había enchufado a su sobrino o algo así. Bueno, en el libreto se le define como vocalista aunque en el dossier de la portada podemos leer que se encarga también del sintetizador VCS (¡un sintetizador en 1971!). De todas maneras, es Arthur quien canta todos los temas excepto uno. El lapso transcurrido de tres años en esa época equivaldría hoy a estar doce años sin grabar nada, es decir, a desaparecer fugazmente del panorama musical y quedar encasillado en el recuerdo popular como un hippie pasado de moda. Bueno, en realidad el lapso había sido menor, porque siguió grabando pero todo quedaría archivado hasta veinte años después. Sorprendentemente, Arthur consiguió un contrato para grabar tres álbumes con Polydor y no desaprovechó la oportunidad con sus nuevos compañeros. No se vuelve accesible ni comercial por ello, puesto que en general lo que se hace es cambiar la psicodelia de los inicios por algunos de los estilos más en boga del momento como el rock progresivo o el duro, sin cambiar ese gusto por los armazones instrumentales liderados por el teclado y, en este caso, apoyados por la guitarra.

 

Aun así, ‘No Time’ es lo más parecido que encontraremos a los desfases psicodélicos de The Crazy World, pero está al final y tampoco afecta a esa percepción de evolución que transmite la música. Precisamente hacia el rock duro parece dirigirse la inicial ‘Internal Messenger’ por su riff pesado y repetitivo, aunque la percusión es demasiado ligera para catalogarlos como unos Deep Purple astrales (pero alguna idea le daría a Pete Townshend para componer la entrada de ‘The Real Me’), además de la manera desquiciada y poco ortodoxa de cantar de Arthur. Los cambios de ritmos son muy desconcertantes y no es hasta la recta final que llega la guitarra de Dalby para dar luz y dejarnos deleitados con su fiereza.

 

Piezas más vanguardistas como ‘Galactic Zoo’ no dejan de incluir detalles melódicos suficientes para poder escucharlas con agrado. ‘Metal Monster’ es más atascada y en ella juegan con el tempo sin que su simple riff pierda poder incisivo. Aunque donde se vuelven más atonales y complejos es en excentricidades como ‘Creep’, ‘Night Of The Pigs’ y la improvisación ‘Creation’, que sirven para recordar que Arthur en locura no se quedaba muy lejos de Syd Barrett. Un extraño canto coral de un minuto de duración (‘Brains’) antecede un ‘Medley’ que no aporta gran cosa hasta que ha transcurrido más de la mitad y repite con la guitarra un riff realizado previamente con el teclado en ‘Space Plucks’, para llegar a un final de infarto que sí merece nuestra atención. Si es la voz del cantante becario (Julian Paul Brown) la que escuchamos en ‘Trouble’, bien podría pasar por la de Jon Anderson de Yes, dando la misma sensación de ser un robot barítono. Al estar compuesta por Dalby, quizá sea este mismo quien la cante. El caso es que se trata de un breve tema acústico de corte progresivo, muy entretenido gracias a los variados sonidos que aporta el teclado.

 

Cuando se pasan al blues-rock, desarrollan en ‘Sunrise’ una excepcional progresión en la que poco a poco se va subiendo el tono hasta llegar a la catarsis emocional de los dos últimos minutos, donde la guitarra recuerda al mejor Clapton y Arthur se deja la garganta, los ganglios y todo lo que haga falta para potenciar la fuerza de su parte final. En el instrumental ‘Gypsy Escape’ se desata por fin la guitarra de Dalby desde el inicio, llevando el liderazgo absoluto aunque luego también hay lugar para otro potente solo de teclado. Este tema transita por diferentes estados y es todo un ejemplo de que, más que cantante o compositor, Arthur Brown era sobre todo un catalizador para el potencial que pudiera ofrecer la gente que le rodeaba en cada momento.

 

Para quien el álbum de debut de Arthur no acabe de encajarle en sus gustos, mejor que ni siquiera se aventure a escuchar este. Y podemos repetir lo mismo respecto del presente álbum y el siguiente. Cada vez se va estirando la cuerda más hacia la locura musical, pero aquí todavía encontramos estructuras musicales inteligibles y, cómo no, grandes pasajes instrumentales que vuelven a crear una combinación única junto al peculiar canto teatralizado de Arthur Brown. Una experiencia diferente que no deja indiferente y, por tanto, que debe tomarse con precauciones.

KINGDOM COME

Año de publicación: 1972 

Puntuación:

1) Water; 2) Love Is A Spirit That Will Never Die; 3) City Melody; 4) Traffic Light Song; 5) The Teacher; 6) The Experiment; 7) The Whirlpool; 8) The Hymn;

[BONUS TRACKS:] 9) Traffic Light Song (alternate version);

10) The Hymn (alternate version); 11) The Experiment (alternate version).

En este segundo LP como Kingdom Come, no sin algunos cambios en la formación, Arthur y compañía se sintieron más confiados para hacer algo todavía más intrépido experimentalmente, en teoría de una manera conceptual pero acabando de perder la orientación por el camino. El movimiento no podía ser más simplista: de haber hecho una obra semiconceptual sobre el fuego, se pasa aquí a adorar el agua. De todas maneras, todo sigue siendo demasiado difuso porque tampoco es el propósito de Brown sentar cátedra de nada. Estamos ante otra vuelta de tuerca más en la experimentación del grupo y todo lo demás es simplemente una manera de darle un envoltorio y presentarlo a la discográfica para que lo publique.

 

No obstante, no puede haber peor manera de comenzar un álbum que estar más de dos minutos con sonidos grabados o atonales, cuando tus seguidores están esperando escuchar otro fiero tema de guitarra y órgano. Pero ‘Water’ busca asemejarse a eso mismo, al fluir del agua, por lo que seguiremos escuchando todavía un acuoso y suave piano al que irán acompañando el resto de instrumentos sin perturbar la cadencia delicada. Hasta casi los cuatro minutos no empezamos a escuchar la voz de Arthur, que ya nos acompañará hasta el final sin más modificaciones que la prominente percusión marcial que aparece después. Lo más sorprendente es el último minuto, que es como si hubieran hecho un corta-pega para juntarlo con un segmento instrumental de un cuarteto de cuerdas y vientos. Las extravagancias no acaban precisamente ahí. El título de ‘City Melody’ ya avisa de que en algún momento podemos encontrar sonidos mundanos (sirenas de coche, voces de gente). El problema es que, aparte de lo inapropiado de rellenar espacio de esa manera (unos dos minutos), el resto de este tema es una jam sin mucha chispa ni gracia, donde podrían estar horas tocando porque no hay ninguna melodía destacable, aunque al menos tiene un ritmo animado. Para volver a desconcertarnos, al final del todo escuchamos un extracto del himno británico ‘God Save The Queen’ cantado a cappella por varias voces. A saber lo que se les pasaría por la cabeza para acabar de esa manera. El recorrido por la ciudad continúa en la siguiente ‘Traffic Light Song’, donde interpretan un ritmo funky repetitivo que sirve de base para una parte vocal infantiloide. En ‘The Experiment’ volverán de nuevo las ínfulas jam aunque no con tan flojo resultado como en ‘City Melody’, si bien se vuelve demasiado caótica por momentos, motivo por el cual la versión alternativa que encontramos en los bonus tracks deja mejor sensación al sonar más directa. Bueno, también la citada ‘Traffic Light Song’ mejora mucho en los bonus tracks sin tanta tontería.

 

Los temas en los que vuelve el Arthur Brown que conocemos y esperamos son obviamente lo mejor del álbum. En ‘Love Is A Spirit That Will Never Die’ recupera el soul psicodélico de sus inicios mediante esta melódica canción de amor, donde Dalby aparece para lanzar un potente solo de guitarra. En la final ‘The Hymn’ también destaca en primer término la guitarra, aunque la canción suena demasiado estándar a pesar de durar casi nueve minutos y en sucesivas escuchas nos damos cuenta de que la guitarra está repitiendo todo el tiempo la misma estructura, pero se salva porque es todo un portento. ‘The Whirlpool’ también devuelve esos temas lóbregos de sobrecogedoras melodías, pero sale damnificada por la introducción de efectos sonoros (¿para qué la interrumpen de momento con un sonido de reloj?) y por los desvaríos vocales de Arthur en la recta final. Resulta curioso que todavía podamos escuchar una de las composiciones de Brown junto a Vincent Crane, ‘The Teacher’, que seguramente fue un descarte de la primera época por su carácter desenfadado y cabaretero, aquí aprovechado para hacer una representación de un profesor con sus alumnos.

 

Muy complicados se estaban volviendo estos Kingdom Come para lograr notoriedad. De hecho, sus ventas fueron escasas y ahuyentaron a parte de los seguidores que habían quedado fascinados por Galactic Zoo Dossier. Seguían teniendo una cierta relevancia dentro del circuito underground británico, pero les quedaba una última oportunidad antes de finiquitar el contrato de tres álbumes con Polydor y, por este camino, quedaba claro que la renovación estaba completamente descartada.

2018

CD I: 1) Time Captives; 2) Tri­angles; 3) Gypsy; 4) Superficial Roadblocks;

5) Conception; 6) Spirit Of Joy; 7) Come Alive.

 

CD II: 1) Spirit Of Joy (single version); 2) Slow Rock;

3) Time Captives (alternate version); 4) Conception (alternate version);

5) Come Alive (alternate version); 6) Slow Rock; 7) Spirit Of Joy; 8) Triangles.

Puntuación:

Año de publicación: 1973 

JOURNEY

2018

Tercer y último álbum de la banda Kingdom Come, aunque bien podría pasar por otra banda totalmente diferente porque cualquier parecido entre este disco y los anteriores es puntual y casual. Físicamente, la variación más clarificadora está en la desaparición del batería, a quien no se sustituyó por nadie. Musicalmente, ese cambio se tradujo en el empleo de nuevas tecnologías por parte de Arthur Brown para solventar la necesidad de un batería, elemento imprescindible en la música rock. También se expande la paleta musical hacia la electrónica, creando unas peculiares texturas sonoras que ahondan en la parte más recóndita del subconsciente, buscando sonidos lóbregos y oníricos en una manera de modernizar súbitamente toda la psicodelia desaparecida unos años antes, si bien no deja de tener una continuidad en la esencia de lo que habían hecho en los dos álbumes anteriores.

 

Nada más comenzar el disco, con ‘Time Captives’ ya nos podemos quedar desconcertados: ¿Qué es esto? ¿Percusión programada? ¿en 1973? Bueno, en Alemania conjuntos como Kraftwerk ya habían demostrado las bondades de este recurso musical, pero en el mundo del rock anglosajón era ciertamente una novedad. Aparte de eso, Kingdom Come aprovecha mejor sus posibilidades y convierte este álbum en una experiencia accesible, a diferencia de, por ejemplo, los indigestos discos publicados por los citados Kraftwerk hasta 1973. Lo cierto es que la amenazante percusión y los sonidos de sintetizadores crean ejemplarmente un clima envolvente de inquietud que se salva en parte hacia la mitad, cuando entran unos solemnes sintetizadores que anteceden la parte vocal astral de Arthur, llegando al final a unos ceremoniosos coros. ¿Genialidad o experimento fallido y/o desfasado? Yo me decantaría por lo primero, pero cuando menos la singularidad de este tema es más que evidente, un ejemplo pionero de psicodelia electrónica. Evidentemente, no será un hecho aislado (bueno, para algunos sinvergüenzas, que haya una cantidad innumerable de hechos similares no es un impedimento para llamarlos “casos aislados”) y la práctica totalidad del álbum se mantiene en los mismos parámetros. Únicamente ‘Spirit Of Joy’ se acerca más a la estructura más ortodoxa de lo que debería ser una canción rock, pero sin perder su carga experimental. Como desde la discográfica les exigirían tener algún single de presentación, ese sería entonces el resultado. Muy destacado, por cierto.

 

Que el sonido de este álbum sea tan electrónico no es óbice para que el guitarrista Dalby aporte una composición propia empleando los mismos recursos, ‘Tri­angles’, un instrumental que poco tiene que ver con la guitarra y mucho con los sintetizadores y percusión programada que hemos escuchado en el resto de temas. Hacia la mitad aparece una sencilla pero pegadiza melodía que se desvanece rápidamente. En realidad, no es hasta que llegamos a ‘Gypsy’ que volvemos a encontrar unos pasajes de guitarra en primer plano, para otro tema de múltiples partes y registros donde lo mejor llega en el último tercio al acelerar el ritmo notablemente. Pero el mejor tema para disfrutar de la guitarra es sin duda el final ‘Come Alive’, verdadera síntesis de rock y electrónica donde todos los elementos (tan básicos como guitarra, bajo, teclado, percusión programada y, cómo no, la particular voz de Brown) crean notables pasajes instrumentales por sí mismos que únicamente nos permiten un ligero descanso hacia la mitad. El resto del tiempo solo hay que dejarse llevar con la mente bien abierta y disfrutar.

 

‘Superficial Roadblocks’ es otra pieza multiparte con un inquietante riff de guitarra a partir de los dos minutos, creando otro ambiente oprimente donde la voz de Arthur parece salida de una pesadilla, una sensación a la que vuelve a ayudar el lóbrego sonido de teclado. Aunque para pesadilla de la buena está sin duda la siguiente ‘Conception’, que durante su escasa duración de dos minutos transmite una inquietud apabullante mediante un preciso bajo, mientras que los gritos infrahumanos de Brown aterrorizan sin misericordia. En los bonus tracks hay una versión alternativa donde esos gritos salen sin retocar con efectos de estudio y pierden buena parte de su aterrador efecto.

 

El segundo disco de esta reedición expandida está dedicado a los bonus tracks, donde además de versiones alternativas y los tres últimos cortes pertenecientes a actuaciones en la BBC, encontramos la cara B del single de ‘Spirit Of Joy’, que es otro tema también más accesible titulado ‘Slow Rock’ e incide en los mismos ingredientes que el resto y por eso mismo ya presenta considerable interés. Ninguno de los músicos escatima en energía, aunque sigue destacando el teclista sobre todos. Estamos pues ante una obra muy homogénea pero inclasificable: tiene aires electrónicos, progresivos, psicodélicos, experimentales, pero ninguna de esas etiquetas por sí solas pueden definir su contenido. Y bueno, después de este álbum tan extraño obviamente se quedarían sin renovación de contrato y Kingdom Come acabaría disuelta como banda, por lo que Brown hubo de buscarse la vida de nuevo.

DANCE

Año de publicación: 1975 

Puntuación:

1) We Gotta Get Out Of This Place; 2) Helen With The Sun; 3) Take A Chance; 4) Crazy; 5) Hearts And Minds; 6) Dance; 7) Out Of Time; 8) Quietly With Tact; 9) Soul Garden; 10) The Lord Will Find A Way; 11) Is There Nothing Beyond God?.

Tras la disolución del proyecto de Kingdom Come, Arthur seguro que tuvo la sagaz idea de no dejar marchar al competente guitarrista Andy Dalby, pues había demostrado sobradamente que sabía mejorar el resultado de una composición con lo que transmitía su guitarra. En cuanto al álbum en sí, encontrar dos versiones entre su contenido, así como su título inapropiado para una época en que se iniciaba la era disco, puede dar una impresión equivocada de que se trate de una obra menor e irrelevante, además de que poco tiene que ver con la música de baile. Aunque se aleja bastante de la vertiente experimental de Kingdom Come y se aprecia una normalización en la estructura y ejecución de los temas, Arthur Brown demuestra al mismo tiempo que es capaz de adaptarse a cualquier estilo: rock progresivo, reggae, soul, góspel… lo que no excluye mezclar varios de ellos cuando la ocasión lo merezca. Casi cada canción es una historia diferente.

 

Por ejemplo, ecos de rock progresivo mezclado con sintetizadores y diversos cambios de ritmo asoman en la aguerrida ‘Take A Chance’. Es todo lo contrario que ‘Soul Garden’, un insulso reggae donde la parte vocal de Arthur, siempre en buena forma, no consigue salvarla de la mediocridad más absoluta. En cambio, el título de la breve ‘Crazy’ es ideal no solo por la letra sino por su ejecución demente, tanto en la parte vocal como en la instrumental, que recoge elementos del music-hall. Y siguiendo con la diversidad, encontramos nada menos que un góspel engarzado en un ritmo de funk bajo el título de ‘The Lord Will Find A Way’.

 

En la versión de ‘We Gotta Get Out Of This Place’, popularizada por The Animals una década antes, vuelve a aparecer un Arthur Brown que con su interpretación parece un Tom Jones desbocado, dado el poderío soul que transmite. Por el contrario, la versión de la balada de los Rolling Stones (‘Out Of Time’) es de lo más discreto porque no se deja ninguna impronta especial, simplemente se interpreta en clave soul y con un saxofón pululando. Siguiendo con la mención de bandas ilustres, aunque no sea mediante una versión, ‘Helen With The Sun’ sería la demostración de que Arthur y sus acompañantes podían sonar como Jethro Tull mucho mejor que los propios Jethro Tull de 1975. Es una composición de Dalby, al igual que ‘Quietly With Tact’, en la cual vuelve a brillar como guitarrista dentro de un estilo que recuerda al del Bowie de Ziggy Stardust.

 

En cuanto a melodías atractivas, uno de los mejores temas es sin duda ‘Hearts And Minds’, que paradójicamente es también una de las composiciones originales más ajustadas a lo que entenderíamos como un tema de rock de medio tempo y ritmo de guitarra acústica. Bueno, tampoco cae en convencionalismos como denota el nada trivial ritmo que acompaña las estrofas, hasta que llega al memorable y cantable estribillo (“Life is a game to play / We must use our hearts and minds, yeah”). Por otro lado, aunque su título parezca indicar otra cosa, el ritmo de ‘Dance’ es pausado y solemne, bien acompasado por notas sueltas de teclado.

 

La final ‘Is There Nothing Beyond God?’ posee un efecto mantraico que permite acabar este álbum de una manera sosegada y tranquila, para que pensemos en el puntazo de humor de Brown a la hora de titularlo Dance, aunque esté referido en realidad al título de una de las canciones. Para quien sienta decepción al escucharlo por primera vez, se le debe advertir de que este álbum gana con las consiguientes escuchas, pues son estas las que nos van revelando detalles imprevistos que denotan la autoría o participación de una mente tan impredecible como la de Arthur.

CHISHOLM IN MY BOSOM

Año de publicación: 1977 

Puntuación:

1) Need To Know; 2) Monkey Walk; 3) Let A Little Sunshine (In Your Life);

4) I Put A Spell On You; 5) She's On My Mind; 6) The Lord Is My Saviour;

7) Chisholm In My Bosom.

El proceso de normalización musical que habíamos observado en Dance se agudiza todavía más en este nuevo disco. Todo lo que se había explorado con anterioridad, se repite aquí pero con menos gracia. Entre la amplia lista de músicos participantes encontramos, además de al guitarrista Dalby de quien no se separaba, al percusionista Morris Pert (quien no tardaría mucho en comenzar a colaborar con artistas de prestigio como Kate Bush, Peter Gabriel o Mike Oldfield) y a su antiguo compañero Vincent Crane, ese maravilloso organista de la primera etapa con The Crazy World que había disuelto temporalmente su banda Atomic Rooster.

 

Que nadie se haga ilusiones observando que el tema que da título al álbum dura veinte minutos, porque no presenta apenas momentos relevantes. Es algo parecido a lo que le pasó a Cat Stevens en su disco Foreigner, solo que a este las veleidades progresivas le entraron en 1973, uno de los años importantes dentro del rock progresivo, mientras que en 1977 ya era un género desplazado de la primera línea musical en favor del punk y la Nueva Ola. En cualquier caso, ‘Chisholm In My Bosom’ es un batiburrillo de soft-rock alargado a base de secciones de ritmos diversos pero que paradójicamente no mantienen el interés del oyente, sobre todo porque Arthur va desvariando de vez en cuando y el acompañamiento instrumental suena bastante estándar. Quizá lo único destacable es la parte final (el último minuto, poco más) y no porque signifique que se acaba, que también, sino por esa alternancia con los coros femeninos y el cuidado ritmo pulsante que lo acompaña, aunque previamente se llega desde una sección de aires country que es bastante bochornosa.

 

Lo mejor lo encontraremos nada más comenzar el álbum, con el tema del guitarrista Dalby ‘Need To Know’. Aunque sea una composición relajada y sin pretensiones, al menos posee un reconocible riff y una cálida interpretación vocal de Brown. También puede destacarse ‘I Put A Spell On You’, aunque en realidad sea una innecesaria regrabación puesto que se nutre de la versión del álbum de 1968. Por ese motivo quizá sea de nuevo Vincent Crane el que toca las partes de teclado. O sea, que este tema sería la excusa para volver a juntarse los dos amigos y tocar algo, si bien aquí la guitarra de Dalby se deja notar aunque quede en una posición secundaria en comparación al teclado.

 

El resto del disco es casi mejor olvidarlo. El inicio a lo Rolling Stones de ‘Monkey Walk’ no oculta que se trata de un discreto tema de pub-rock que solo sirve para rellenar espacio de manera inofensiva y que en la recta final a Arthur le dé por emular infructuosamente a Mick Jagger. Aunque el tema más rockero es ‘She's On My Mind’, que no obstante queda un tanto desvirtuado por la cabezonería de Brown en entonar el estribillo como si fuera un tirolés, así que únicamente vale la pena quedarse con el fiero riff de guitarra de Dalby. Por otro lado, ‘Let A Little Sunshine (In Your Life)’ es una vulgar balada pop-rock, y como le había tomado el gusto al góspel (incluso interpretaba a un sacerdote en la película Tommy de 1975, adaptación de la ópera-rock de The Who), aquí no deja pasar la oportunidad de hacer su interpretación histriónica en ‘The Lord Is My Saviour’.

 

Solo algunos detalles salvan este álbum de ser un desastre, pero en cualquier caso no puede superar la barrera de la mediocridad. De un artista propiamente dicho siempre esperamos ese elemento diferenciador que aquí apenas existe. Pronto se despegaría de este letargo creativo gracias a un estímulo ajeno para embarcarse en un proyecto inesperado y de resultado imprevisible, que acabaría naufragando igualmente como veremos a continuación.

TIME ACTOR

Año de publicación: 1979 

Puntuación:

1) Time Actor; 2) Time Factory; 3) Charming The Wind; 4) Grandma's Clockwork;

5) Distorted Emission I; 6) The Silent Sound Of The Ground; 7) Time Echoes.

El nombre de Richard Wahnfried no le dice nada a nadie. No puede ser de otra manera, puesto que se trata de un pseudónimo que se puso el mago alemán de la electrónica Klaus Schulze. Para quienes no hayan escuchado nunca ese nombre, cabe señalar que Schulze fue uno de los fundadores de Tangerine Dream y de Ash Ra Tempel, pero pronto comenzó su propia carrera en solitario, muy prolífica y donde abundan piezas electrónicas muy extensas y normalmente complejas que no son aptas para todos los gustos, pero donde demuestra su afán experimentador. Precisamente unos meses antes de la grabación de este álbum, Arthur Brown había participado en Dune, que no era la banda sonora de la adaptación cinematográfica a cargo de David Lynch (eso no llegaría hasta 1984), sino el enésimo disco de Klaus Schulze. De acuerdo con el libreto del CD, ambos músicos se conocieron en 1976 cuando el alemán llamó por sorpresa al británico para que le acompañara en un concierto. Seguro que había llegado a escuchar las aventuradas incursiones en la electrónica de su etapa con Kingdom Come. Lo más curioso es que la segunda llamada de Klaus llegó cuando Arthur Brown acababa de volver de una larga estancia en Burundi, país desconocido en la escena musical.

 

Estas dos mentes excéntricas idearon este proyecto como una improvisación en el estudio, donde ambos músicos acudieron sin nada preparado en conjunto y dejaron que la inspiración del momento les guiara. Por parte de Schulze, debido a su bagaje musical, esto no parecía suponer un problema; en el caso de Brown, por muchos registros vocales que tuviera, la improvisación no parecía uno de sus fuertes cuando en la composición había demostrado en su álbum anterior que no estaba en su mejor momento. Por fortuna, solo en ‘Distorted Emission I’ nos toca padecer una parte vocal totalmente aciaga, que además no consigue encajar en ningún momento con el ritmo movido que imprime Schulze. Y bueno, no están ellos solos porque también participan otros músicos en el disco, como el gran Vincent Crane, del cual ni se nota la presencia porque no hay nada de órgano y prácticamente todo lo que escuchamos son sintetizadores de diferentes clases. Por cierto, en las voces viene acreditada una tal Harmony Brown, que bien podría ser una broma destinada a esconder la voz procesada de Arthur para que suene femenina, tal cual escuchamos en ‘Time Echoes’.

 

¿Y qué tenemos en general cuando unimos a un especialista de la parsimonia electrónica y las capas de sonido con un vendaval de inquietud como Arthur Brown? Pues ciertamente un producto nada convencional para ninguno de los dos y muy extravagante para el resto de mortales. La idea de extender los temas y que Arthur ocupe buena parte de ese tiempo cantando (o peor aún, recitando) no es la mejor de las ideas cuando no hay melodías o un propósito envolvente claro, algo difícil de conseguir mediante la voz. Lo mejor de este disco es precisamente el tema en el que no participa Brown, el instrumental ‘Grandma's Clockwork’, que es todo un ejemplo de música New Age bien elaborada y con suficientes detalles sutiles que permiten percibir las distintas variaciones de esa hipnótica melodía principal de tono más agudo. El tono más calmado de ‘Charming The Wind’, donde Arthur se muestra también más relajado, transmite al menos el mismo efecto y se hace agradable de escuchar. Por otro lado, el título de ‘The Silent Sound Of The Ground’ no puede ser más engañoso porque no tiene nada de silencioso, al contrario, Arthur comienza con unos alaridos y una manera de cantar en la que parece que esté intentando imitar a Camarón de la Isla. Luego se atempera un poco, pero aun así los quince minutos de duración de este tema llegan a provocar hartazgo.

 

Así pues, todo queda en un pintoresco pero fallido experimento, donde una cosa no compensa la otra. Pero bueno, es lo que ocurre siempre cuando se realiza una experiencia única sin precedentes, que los resultados son impredecibles. Así que quedémonos con el aspecto positivo de esta colaboración, que es el espíritu emprendedor y experimentador, algo que como mínimo crea una experiencia útil de cara a proyectos futuros.

FASTER THAN THE SPEED OF LIGHT

Año de publicación: 1980 

Puntuación:

1) Storm Clouds; 2) Nothing We Can Do; 3) No; 4) Bright Gateway; 5) Timeship; 6) Come And Join The Fun; 7) Stormwind; 8) Storm; 9) This Is It; 10) Tightrope;

11) Balance; 12) Faster Than The Speed Of Light.

La génesis de este álbum es uno de esos bellos ejemplos que representan lo que es la verdadera amistad, que nunca desaparece sean cuales sean las circunstancias. Como ya se comentó en el disco precedente, Arthur Brown se había largado una temporada a Burundi para, entre otras cosas, descubrir la música popular africana, cuando al poco de volver recibió la llamada de Klaus Schulze para invitarle a viajar a Alemania y participar en la grabación de un disco conjunto. En ese tiempo recibió también otra llamada de la mujer de Vincent Crane, ese descomunal organista que glorificó la etapa de The Crazy World, porque Crane llevaba meses depresivo y sin levantarse de la cama. Recordemos que Atomic Rooster, la banda fundada por Crane, se había disuelto en 1975 (aunque no habían publicado nada nuevo desde 1973) y sus problemas mentales le atosigaban y agravaban su estado de salud, de tal manera que se acabaría suicidando en 1989. Así pues, el bueno de Arthur Brown consiguió animar e ilusionar a su amigo con nuevos proyectos musicales que devolvieron a Crane al mundo de la música y a la actividad en general, en primer lugar participando –aunque discretamente– en Time Actor.

 

Como la condición que puso Brown a Klaus Schulze para colaborar con él fue que le permitieran después grabar un álbum propio, allá en Alemania se quedaron Vincent Crane y él para gestar lo que sería este Faster Than The Speed Of Light. Hubo una discrepancia importante entre los dos amigos y es que por esa época Brown estaba entusiasmado con los sintetizadores, una tecnología entonces muy novedosa y en vías de ser explorada, mientras que Crane no compartía ese entusiasmo, detalle importantísimo porque este último era el responsable de todo instrumento que llevara un teclado incorporado. Brown supo ceder para que Crane no perdiera motivación y a cambio consiguió que este aceptara la participación de una orquesta sinfónica (qué generosos los alemanes), para lo cual Crane escribió los arreglos e incluso dirigió la orquesta, prueba de su indudable valía como músico.

 

El tema que da título al álbum es el mejor ejemplo del empleo de la orquesta para las composiciones, ya que participa activamente tanto en la ejecución de la bella melodía principal como en las secciones más rápidas. Las transiciones tan marcadas son resueltas a la perfección, además de que la interpretación vocal es la mejor de todo el repertorio. Dura ocho minutos pero se hacen muy cortos por lo entretenido y por lo memorable. Y vaya, si esos gritos finales de Arthur no tienen truco y está grabado tal cual le salió, es toda una demostración de cualidades vocales muy por encima de la media. Previamente podemos escuchar otro alarido extendido en ‘No’. En el resto del disco, la orquesta ya no tendrá un papel tan plausible y destacado, salvo en las piezas instrumentales más breves que sirven de nexo entre las canciones, que están también entre lo más destacado salvo ‘Balance’, donde se acaba divagando un poco.

 

En ‘Storm’ parece que por fin ganó la intención de emplear sintetizadores y en su sección principal se crea un efecto musical raro que parece de música disco, pero que aporta mucho dinamismo, si bien acaba cansando al sonar por encima del resto de instrumentos y de manera muy prominente. Una lástima porque la parte vocal es de las más melódicas del álbum, aunque en las estrofas suene deliberadamente desacompasada con la parte instrumental. También sorprende porque hacia la mitad se transforma en una relajada pieza orquestal, nada que ver con lo que la envuelve. Otro tema que parece en principio enérgico y luego pasa por fases calmadas es ‘No’, donde lo mejor es precisamente la parte más potente, enfatizada por el órgano de Crane que convierte en irrelevante la ausencia de guitarra. Vuelve a ser Crane el protagonista en la mejor parte de ‘This Is It’, que es donde entra el florido teclado de corte barroco mientras Arthur va cantando “Here it is / Here it is / This is it”.

 

En la parte central del álbum parece condensarse lo más dramatizado, puesto que Brown parece interpretar un papel más que cantar. De todas maneras, la parte orquestal y el teclado de Crane, sin estar tampoco entre los más conseguidos del disco, son lo único que salvan ‘Timeship’ y ‘Come And Join The Fun’ del naufragio total, puesto que están planteadas de manera más narrativa pero lo único que escuchamos es a Arthur desvariando por momentos y teatralizando en exceso, mientras que las melodías vocales son muy vulgares. Bueno, en ‘Timeship’ hay una parte vocal destacable, cuando cantan: “Timeship, sailing across volcanic wastes as Earth was born”. Pero no es suficiente, como tampoco lo es el toque especial que Brown da en sus interpretaciones para levantar el vulgar funk de ‘Tightrope’, una metida de pata en toda regla.

 

Así pues, como curiosidad por el reencuentro de estos dos amigos en un proyecto común, vale la pena echarle un vistazo a este álbum, si bien el resultado no está a la altura que podríamos desear para lo que debiera de exigirse a esta pareja. Pero bueno, a ambos les serviría para espolear sus respectivas carreras, una noticia alegre. Crane retomaría inmediatamente el proyecto de Atomic Rooster y en ese mismo año 1980 publicarían un notable álbum homónimo de retorno.

SPEAK NO TECH

Año de publicación: 1981 

Puntuación:

1) King Of England; 2) Conversations; 3) Strange Romance; 4) Not Fade Away;

5) The Morning Was Cold; 6) Speak No Tech; 7) Names Are Names; 8) Love Lady;

9) Big Guns Don't Die; 10) Take A Picture;

[BONUS TRACKS:] 11) You Don't Know; 12) Old Friend My Colleague;

13) Lost My Soul In London; 14) Joined Forever; 15) Mandala; 16) Desert Floor.

Los avances tecnológicos en la producción musical han sido siempre una debilidad para Arthur Brown, quien siempre estaba dispuesto a investigar las posibilidades que pudiera ofrecer cualquier nuevo aparato musical, sin perder por ello su peculiar visión artística. Aunque anteriormente ya había flirteado con ellos, en este álbum se constata que el amor de Arthur Brown por los sintetizadores devino platónico. Y como productor y coautor está Craig Leon, el del mítico disco de debut de los Ramones, para que la extravagancia de la propuesta sea más evidente todavía. Entre ambos realizaron previamente unas grabaciones primerizas que no saldrían a la luz hasta mucho después bajo el título de The Complete Tapes Of Atoya, pero de todo ello saldría igualmente este Speak No Tech.

 

Se nota que había aprendido muy bien las lecciones con el maestro del sintetizador Klaus Schulze. La intención en buena parte del repertorio es crear ritmos hipnóticos mediante los sintetizadores y secuenciadores, si bien hay momentos en los cuales ese hipnotismo deviene más bien monotonía, tal cual ocurre en ‘The Morning Was Cold’, donde además Arthur recita en vez de cantar, como si estuviera emulando lo peor de Kraftwerk. Era evidente que no podía estar ajeno al movimiento musical del momento, atento al empleo que otros estaban haciendo de los nuevos artilugios electrónicos. Al escuchar ‘Strange Romance’ queda claro, por ese ritmo que parece detenerse a medias, que Arthur había escuchado esa joya del primer techno titulada ‘Fade To Grey’, de Visage. En cambio, en ‘Take A Picture’ podría parecer que se ha fijado más en Depeche Mode en la parte instrumental, algo anacrónico en realidad porque, aunque estos debutaban justo ese año, no sería hasta más adelante que adoptarían un tono más sombrío en su música.

 

Es curioso cómo Arthur juega con su voz de tal manera que parece estar haciendo un homenaje continuo a algunos de los cantantes más peculiares del rock. Por ejemplo, de haber cantado con una voz más ronca, en ‘King Of England’ hubiera pasado por un Captain Beefheart descubriendo la electrónica. De extravagante puede tacharse la versión de sintetizadores de ‘Not Fade Away’ cantando con una voz en la que por momentos parece Elvis Presley. Y si nos fijamos en ‘Conversations’, es como si un grupo de techno-pop se hubiera juntado con David Byrne, el de Talking Heads. Nada lejos se queda la introducción de ritmos brasileños en ‘Names Are Names’, donde descubrimos la mejor parte vocal del álbum y a partir de la cual (con permiso del tema que da título a la obra, más experimental) encontramos los temas más melódicos instrumentalmente y que, por tanto, mejor sensación dejan: ‘Love Lady’ y ‘Big Guns Don't Die’.

 

Los bonus tracks son toda una sorpresa, porque las primeras canciones nada tienen que ver con todo lo anterior, ni siquiera en el año que fueron grabados. Solo en ‘Mandala’ y la épica (¿electrónica y épica?) ‘Desert Floor’ se sigue el formato electrónico del resto del álbum. Ambas son de 1987 y toman inspiración de la música de Oriente Medio, aunque ‘Mandala’ podría pasar por una mezcla de sintetizadores y espíritu góspel. Pero en primer lugar encontramos un tema recuperado de una grabación nada menos que de 1965, ‘You Don't Know’, cuando en sus comienzos Arthur se juntó con una banda local llamada The Diamonds. La mala calidad de sonido ya denota su antigüedad para un tema que se basa en una pegadiza melodía de órgano, algo simplona también y con una guitarra muy amateur que en conjunto le da un toque naif. El resto de temas adicionales tampoco tienen nada que ver con la electrónica, por lo que incluso es un alivio escuchar instrumentos reales en la melódica y relajada ‘Old Friend My Colleague’, de 1990. Lo que queda luego son dos temas tranquilos del mismo año donde se escucha a Arthur acompañado únicamente de una guitarra eléctrica (‘Lost My Soul In London’ y ‘Joined Forever’) y que podrían pasar por demos.

 

Un álbum tan particular como este y con tanta saturación de sintetizadores gustará más o menos en función de que temas como el que le da título te hagan mayor o menor gracia. A mí en particular no me deja satisfecho aunque es evidente su experimentación y su vanguardismo, motivo por el que se le debe reconocer su importancia histórica.

REQUIEM

Año de publicación: 1982 

Puntuación:

1) Chant/Shades; 2) Animal People; 3) Spirits Take Flight; 4) Gabriel; 5) Requiem; 6) Machanicla Masseur; 7) Busha-Busha; 8) The Fire Ant And The Cockroaches; [BONUS TRACKS:] 9) Tear Down The Wall; 10) Santa Put A Spell On Me;

11) Pale Stars; 12) Chromatic Alley; 13) Falling Up.

Si el álbum anterior puede tomarse como la primera aventura en solitario de Arthur Brown en el mundo de los sintetizadores, en Requiem aprovecha esa experiencia para llevar todo un poco más al límite e intentar conseguir al mismo tiempo unos resultados que permitan disfrutar de la experiencia. Nuevamente, la pega mayor que puede ponerse a este álbum es lo anticuado que queda el sonido, basado íntegramente en los sintetizadores e indefectiblemente asociado a los años ochenta. La buena noticia es que Arthur consigue aprovechar esa tecnología de una manera lo más original posible, olvidándose de todo atisbo de comercialidad pero sin perder por ello el sentido del gancho y la melodía.

 

Como la frase anterior parece un oxímoron, más vale escuchar el álbum y entender mejor de qué trata esta indefinible obra, aunque lo primero que encontraremos será una ininteligible composición minimalista que no se corresponde con la verdadera naturaleza del resto. La sibilina ‘Chant/Shades’ es casi como si dejáramos el volumen en silencio durante cuatro minutos y medio, por lo que el verdadero comienzo del álbum es ‘Animal People’, un chute inicial de energía enfundada en sintetizadores empleados con gusto, si bien deja todavía una sensación amateur al estilo de Speak No Tech.

 

Ciertamente, tras escuchar todo al completo parece una cuestión de gustos seleccionar alguna canción como la mejor. O más que de gustos, de cómo entre por el oído del oyente la extravagancia de cada composición. En mi opinión, la construcción de ‘Machanicla Masseur’ es la más original de todas, creando momentos pegadizos por lo atípicos. Obviamente, no es música para escuchar repetidamente para no perder ese aura entre grotesca y experimental que es el punto fuerte del disco. El problema es que cuando llega a extremos más delirantes como ‘Busha-Busha’, puede llegar a resultar irritante si un@ no entra en su juego. También engañan muchos temas en la primera impresión, pues aunque el esqueleto musical de ‘Spirits Take Flight’ parece que se haya creado a partir de la aceleración de alguna canción ochentera de Olivia Newton-John, la manera en la que Arthur completa todo con la parte vocal le da un toque muy particular e interesante.

 

Por otro lado, aunque haya un tema titulado ‘Requiem’, que ya de por sí es bastante estrambótico en su desarrollo imprevisible, el verdadero réquiem del disco sería ‘Gabriel’, que está estructurado en dos partes bien diferenciadas, donde la primera se basa en un mantraico canto mientras que la segunda podría denominarse como el techno-bolero de Brown; así de extravagante es la propuesta. ¿Y cómo podría catalogarse algo tan original pero igualmente extravagante como ‘The Fire Ant And The Cockroaches’? si existiera el término techno-góspel, le vendría bastante bien, pero en cualquier caso es desconcertante la sensación que deja. Es curioso el entramado que monta imitando a unas marimbas.

 

Los bonus tracks vuelven a ser una sorpresa, nada o casi nada que ver con el estilo electrónico del álbum en sí. El más próximo sería ‘Tear Down The Wall’, al sonar muy ochentero con los sintetizadores, aparte de poseer un prominente bajo muy melódico y una parte vocal devota de la pasión de las baladas rockeras de esos años, pero sonando más convincente. Como si hubiera querido emular a Hall & Oates, grandes vendedores del momento, pero con algunos falsetes y pequeños desvaríos que nos recuerdan que esto no trata de volverse completamente comercial. Por otro lado, ‘Pale Stars’ es una gloriosa balada-rock de abundante energía, lamentablemente con una calidad de sonido no muy buena, como si hubiera entrado alguien al estudio con una grabadora externa de las de andar por casa. ‘Chromatic Alley’ no se queda atrás en su grandeza, desarrollando un reggae-rock que queda a medio camino entre The Police y The Clash y que sorprende por sus accesibles y pegadizas melodías. Más próximo a The Police todavía queda la final ‘Falling Up’, puesto que podría pasar por una canción de estos cantada por Arthur. La batería es puro Copeland y los destellos de guitarra están ejecutados al estilo de Andy Summers, tipo ‘Walking On The Moon’. Con una parte vocal más brillante hubiera sido otro sorprendente y fantástico tema adicional. Y bueno, queda un irrelevante reggae infantil-navideño (‘Santa Put A Spell On Me’) que podría haberse obviado.

 

Lo más evidente de este álbum es que, cuando se ha habido de recurrir a etiquetas insólitas a la hora de calificar algunos de los temas de este álbum, es debido a la originalidad de la propuesta. Que una obra artística sea original no asegura tampoco que se vaya a disfrutar, pero ha de valorarse todo en su justa medida. Los bonus tracks ayudan a mejorar su puntuación y ampliar su abanico estilístico, por lo que en conjunto queda como un álbum recomendable para cualquiera e imprescindible para quien desee conocer y adentrarse en la carrera musical de Brown.

STRANGELANDS

Año de publicación: 1988 

Puntuación:

1) Life Jacket; 2) Purple Airport Of Love; 3) All Over The Country; 4) The Lord Doesn't Want You; 5) The Sound Of The City; 6) All Forms And Distinctions;

7) Beyond The Sea; 8) Planets Of The Universe; 9) Twisted Wreckage;

10) Hold On Cosmos; 11) Endless Sleep; 12) Excitation Wavelength; 13) Litmus Transformation; 14) Opus Pocus; 15) Crystallized Petard; 16) Kinesis; 17) But That Was Then That Was But; 18) High Tide Play Rustic Hinge; 19) Macedonia.

Como ya vimos, el proyecto musical de The Crazy World Of Arthur Brown no tuvo mayor recorrido después del primer álbum. No fue porque no lo hubieran intentado, ya que este álbum recoge las grabaciones de 1969 que hubieran conformado un hipotético segundo LP de la banda. Eso sí, no encontraremos el impagable órgano de Vicent Crane, ni siquiera al baterista Carl Palmer, por lo que las expectativas no han de ser muy altas respecto a lo que vamos a escuchar. Así mismo, se añade como apéndice una serie de grabaciones instrumentales de una insólita banda de nombre Rustic Hinge y formada por miembros de The Crazy World, algunos de ellos miembros a su vez de la olvidada banda de rock progresivo High Tide. Por tanto, se divide en dos partes el contenido del disco.

 

La primera parte, donde interviene Arthur Brown, está a su vez subdividida en varias partes más, pero es un detalle superfluo. El aparente conceptualismo es irrelevante por el resultado obtenido. Una vez escuchado este álbum, queda meridianamente claro el porqué del archivo de las grabaciones, ya que asistimos a un vanguardismo extremo y disonante que nada tiene que ver con aquella música que maravilló al mundo en el disco de debut. La analogía más directa que nos puede venir a la mente tras escuchar este batiburrillo musical complejo y repleto de disonancias, es sin duda Trout Mask Replica de Captain Beefheart. Incluso Arthur acaba cantando de una manera similar a Beefheart, muy visible en ‘The Lord Doesn't Want You’. Más grotesca resulta ‘Endless Sleep’, puesto que le escuchamos hacer una imitación de Elvis Presley, lo cual si se toma como broma hasta se puede aceptar. En cualquier caso, no puede llegar ni de lejos al nivel de Captain Beefheart y todo queda en un experimento sin sentido.

 

Son solo ciertos detalles los que consiguen salvar unos pocos momentos (poquísimos) de esta primera parte del álbum, como es la distorsión que inicia ‘All Over The Country’, así como su ritmo futurista y bailable. Pero temas como ‘Beyond The Sea’ demuestran que tampoco estaban muy inspirados a la hora de adornar las composiciones, cuando el componente experimental de la música requeriría de una mayor creatividad para no caer en ensayos vacuos que no acaban aportando nada. ‘The Sound Of The City’ es un verdadero suplicio que hay que soportar hasta llegar a su excepcional final donde la guitarra brilla con una fiereza inaudita, que desgraciadamente se acaba muy pronto. La multiparte ‘Planets Of The Universe’ ni siquiera consigue eso, puesto que se desarrolla de forma errática sin ofrecer nada de interés en sus más de seis minutos de duración.

 

A partir del duodécimo tema inclusive, se corresponden con las grabaciones de Rustic Hinge, que son piezas íntegramente instrumentales y sin participación alguna por parte de Arthur Brown. De la banda High Tide tampoco está su miembro más carismático, el guitarrista Tony Hill que además podía cantar con una voz muy parecida a la de Jim Morrison. Cabe recordar que 1969 era el año de debut de High Tide mediante su recomendable Sea Shanties. Pero Rustic Hinge podría pasar más bien como The Magic Band, es decir, el grupo que acompañaba a Captain Beefheart, ya que en todos los temas se juega con las disonancias y la falta de compás.

 

Es, por tanto, todo de un estilo similar y poco vistoso, más destinado al público que aprecia este tipo de sonidos. Puede destacarse ‘Excitation Wavelength’, la cual parece que se atasca un poco pero al menos aporta algo de energía rockera, así como ‘Crystallized Petard’, de siete minutos de duración al poseer diferentes secciones, la mayoría de ellas muy interesantes. Habíamos dicho antes que Tony Hill no estaba en Rustic Hinge, pero precisamente el título de ‘High Tide Play Rustic Hinge’ ya nos avisa que ese es el único tema en que tocan los High Tide al completo, incluyéndolo a él, aunque tampoco se diferencia del resto de temas similares.

 

Si sacamos conclusiones de esta música, lo que queda claro es que The Crazy World Of Arthur Brown era un proyecto agotado y sin futuro en 1969. Su aspecto experimental ya estaba siendo desarrollado con mucho mejores resultados por gente como Frank Zappa, Captain Beefheart o los grupos alemanes vanguardistas de la época. Nadie necesitaba más cacofonías sin sentido, algo que por desgracia también proliferaba en aquellos años. En cuanto al proyecto de Rustic Hinge, obtienen un mejor resultado (que ya es decir) y por ello elevan la valoración global del disco, pero tampoco es nada esencial ni relevante. Así que es mejor alejarse de este álbum y pensar que The Crazy World no fue más allá de su imprescindible debut.

1) Fever; 2) Monkey Walk; 3) Unchain My Heart; 4) Got My Mojo Working;

5) Smokestack Lightnin'; 6) Hound Dog; 7) Help Me; 8) The Right Time;

9) Stand By Me; 10) The Lord Is My Friend.

Puntuación:

Año de publicación: 1991 

BROWN, BLACK & BLUE

La génesis de este álbum grabado entre 1987 y 1988 es bien curiosa y sorprendente. Bueno, la verdad es que raro es el disco de Arthur que no tenga una historia curiosa detrás. El caso es que con la música no tenía para vivir y se había ido a Austin (Texas) a trabajar de pintor y decorador, lugar donde coincidió casualmente con Jimmy Carl Black, a quien conocía por haber coincidido durante los sesenta, cuando Black formaba parte de los Mothers Of Invention, la banda de Frank Zappa (recordemos aquella frase “I'm Jimmy Carl Black and I'm the indian of the group” que tanto se repetía en We're Only In It For The Money). Jimmy acabó trabajando en el negocio de Brown y a ambos les entró el gusanillo de la música, por lo que comenzaron a tocar versiones ocasionalmente con otros músicos en clubs de la ciudad, de tal manera que acabaron grabando un álbum, aunque todavía tardaría en ver la luz unos pocos años.

 

Tampoco es que la humanidad se hubiera perdido algo relevante de haber quedado inédito este disco, ya que las versiones no son nada del otro mundo ni los músicos pretenden hacer nada novedoso con ellas. Pongámonos en situación: dos antiguos amigos que se juntan para cantar versiones y divertirse como hobby porque se ganan la vida de otra manera, y al final deciden grabar un álbum de todo ello.

 

En cuanto al repertorio, muchos de los títulos les resultarán familiares a l@s más conocedores de la música de los sesenta. ‘Got My Mojo Working’ la recordamos como la típica canción de R&B que ejecutaban muchos grupos ingleses de los sesenta en sus inicios, descuartizándola en la mayoría de los casos; aquí al menos salen airosos con una decente versión. Si nos fijamos en ‘Hound Dog’, está casi irreconocible en comparación con la versión más universal de Elvis Presley. Y si recordamos la horrenda versión de Creedence Clearwater Revival de ‘The Right Time’, aquí en comparación salen ganando. En cualquier caso, no son tampoco versiones para recordar e incluso sobrarían algunos trucos baratos tan evidentes como hacer un poco el mono en ‘Monkey Walk’, además de que en esta última acaba desvariando con su voz.

 

En la época de grabación de este álbum, ‘Unchain My Heart’ ya había sido inmortalizada en la conciencia colectiva por Joe Cocker, por lo que esta versión suena bien pero poco más, ya que Arthur no puede competir en ese campo con la voz de Cocker. Aun así, es de lo más destacado del disco junto a ‘Help Me’ y ‘Fever’, al sonar más compactas y profesionales. Sería todo lo contrario que ‘Stand By Me’, donde parecen una banda amateur intentando grabar un éxito acorde a sus limitaciones, pues incluso los pasajes instrumentales son para olvidar por su vacuidad.

 

Para el final, no podía faltar una canción de góspel, ‘The Lord Is My Friend’, que tanto era del gusto de Brown. Era como poner su broche personal a este irrelevante álbum que al menos les serviría a ambos amigos para elevar su autoestima. Aun así, si contamos que fue acabado de grabar en 1988, de Arthur Brown ya no tendríamos noticias hasta su retorno en una pequeña gira de la que saldría su siguiente disco en directo. Jimmy Carl Black tardaría un poco más en retomar su propia carrera, pero sin nada original que ofrecer al mundo.

ORDER FROM CHAOS - LIVE 1993

Año de publicación: 1993 

Puntuación:

1) When You Open The Door; 2) When You Open The Door Pt. 2; 3) King Of England; 4) Juices Of Love; 5) Night­mare; 6) Fire Poem; 7) Fire; 8) Come And Buy; 9) Pick It Up; 10) Mandela; 11) Time Captives; 12) I Put A Spell On You.

Quién sabe qué ocurrió en la vida o en la mente de Brown, pero algo le motivó para volver al escenario y rememorar su catálogo en directo. Eso sí, también para aprovechar y tocar algunos pocos temas nuevos, demostrando que el espíritu artístico no había muerto sino que había que resucitarlo. Tuvo la suerte de rodearse de unos músicos competentes que logran ejecutar las composiciones antiguas con la suficiente pericia como para no echar en falta a Vincent Crane o a Andy Dalby, aunque los primeros temas dejen una impresión equivocada de que el concierto es para olvidar.

 

Hasta tres temas nuevos estrena Arthur junto a su banda de acompañamiento, como aviso de que algo serio había en mente. Bueno, son dos temas en realidad si atendemos a que ‘When You Open The Door’ está dividida en dos partes, las cuales son bien diferentes pero que en la práctica parecen las mismas. Están bien construidas y ejecutadas, pero queda como una discreta emulación del sonido de los inicios en The Crazy World, sobre todo la primera parte donde destaca más el órgano, aunque Arthur se acaba flipando con sus aullidos. La lástima es que el guitarrista toca muy bien pero no transmite casi nada, como puede comprobarse nuevamente en el blues-rock de ‘Pick It Up’, otro tema original instrumental (sin participación de Brown) y donde solo en algunos momentos el guitarrista consigue levantar el ánimo. ‘Juices Of Love’ sí que está escrita únicamente por Arthur y tampoco llama la atención mucho más de la complejidad que presenta dentro de su estilo más característico entre soul y R&B.

 

Como cabe esperar en este concierto donde está acompañado por músicos de rock, sus álbumes electrónicos apenas hacen acto de presencia. ‘King Of England’ es el recuerdo de su insólita colaboración con el músico y productor Craig Leon, que dio como resultado unas grabaciones a principios de los ochenta que son ya muy difíciles de encontrar y que luego cobraron la forma de lo que sería Speak No Tech, pero ya podrían haber elegido otra opción menos aburrida, que aquí además casi dobla el tiempo de la original. El título de ‘Mandela’ puede inducir a error al hacer pensar en una mala transcripción del bonus track ‘Mandala’ del citado álbum, pero es en realidad una mezcla de ‘The Fire Ant And The Cockroaches’ de Requiem con unos segmentos de música inspirada totalmente en África donde no faltan los cantos a Mandela, quien ya había sido liberado de su largo cautiverio en prisión y no tardaría más que un año en ser presidente de Sudáfrica, un final feliz para él y para la eliminación definitiva del apartheid.

 

De la etapa de Kingdom Come se recupera una brillante interpretación de ‘Time Captives’, la cual contiene a su vez un inserto de ‘Spirits Of Joy’, ambas originalmente del álbum Journey. Por supuesto, no podían faltar temas de su álbum de debut y mucho menos su éxito ‘Fire’, en general más devotos de la nostalgia que de ser revisados de alguna manera. Excepto ‘I Put A Spell On You’, el resto de temas del debut están interpretados, o al menos colocados, de manera consecutiva, como si solo un momento determinado del concierto fuera el adecuado para tocar la música más antigua de todas. Emociona también volver a escuchar ‘Nightmare’, sobre todo en una interpretación tan incisiva y deslumbrante como esta que destaca entre todas las del debut, donde los músicos se nota que están dando lo mejor de sí. Al mismo tiempo lo están disfrutando, como denota que transcurrido un tercio de ‘Come And Buy’ el guitarrista toque la música de cumpleaños, debido a que un día antes del concierto había sido el de Brown.

 

Aunque el principio del disco deja una impresión bastante mediocre, lo cierto es que luego tanto el repertorio como las interpretaciones mejoran exponencialmente y por ello vale la pena recomendar esta demostración de que Arthur Brown en directo seguía siendo un portento igual que veinticinco años antes.

JAM

Año de publicación: 1995 

Puntuación:

1) Jungle Drums; 2) Inconstant Wisdom; 3) Water; 4) The Finger;

5) Early Morning; 6) Waterfall; 7) Beholdin'; 8) Water Is My Friend; 9) Elementality.

En los archivos de Arthur Brown seguían apareciendo grabaciones inéditas, pero la mayor sorpresa es que también se seguían publicando aunque fuera un artista de pocas ventas. En este caso le tocó el turno a su etapa en Kingdom Come, con el interés añadido de que las grabaciones son de 1970, es decir, de antes de que fuera publicado su álbum de debut. Puede tomarse como la continuación natural de Strangelands, esa horrenda recopilación de las grabaciones perdidas de The Crazy World antes de su definitiva disolución.

 

Andy Dalby no está todavía en la guitarra y quizá por ese motivo el contenido de este álbum recuerda más al sonido de The Crazy World que a lo que sería Kingdom Come en poco tiempo. Deben ser por tanto unas grabaciones bien primerizas, aunque encontramos el tema ‘Water’, que era uno de los títulos de Kingdom Come, el disco homónimo que grabarían posteriormente tras el debut de la banda mediante Galactic Zoo Dossier en 1971. Aunque la segunda mitad de ‘Waterfall’ sería lo más parecido a una de las secciones de la versión definitiva de aquella. De hecho, si recordamos que Kingdom Come estaba ideada originalmente como una obra conceptual sobre el agua que quedó truncada a medias, leer aquí títulos como los citados, ‘Water Is My Friend’ o ‘Elementality’, dan una idea de que todo tuvo un largo tiempo de maduración que no consiguió obtener un resultado conforme a lo esperado.

 

Cuando algunos temas comienzan a coger forma, como le ocurre a ‘Water’ o a ‘Waterfall’ una vez transcurrida la primera mitad, se vuelven interesantes aunque no dejan de tener ese aire de demo (de jam, en definitiva) que no les permite lograr nada importante. En cualquier caso, el calificativo de jam no es que pueda aplicarse libremente a cualquiera de los títulos aquí incluidos, solo unos pocos como ‘Beholdin'’ se ajustarían bien al término. Y como suele ocurrir con las jams, ‘Beholdin'’ es bastante difusa y confusa, alargándose además hasta unos nueve minutos excesivos.

 

Lo mejor del disco es ‘The Finger’, una acertada composición de soul psicodélico al estilo de ‘I Put A Spell On You’ donde Brown se mueve como pez en el agua, jugando con la tensión musical a la par que los instrumentos van elevando el tono coordinadamente con él, destacando el trabajo de teclado y órgano. Con un poco más de elaboración y ensayo (el bajista no es nada fino), estaríamos hablando de una joya perdida en los archivos de Arthur, pero se queda como un diamante en bruto.

 

Por desgracia, lo que más abunda son los excesos musicales y desvaríos vocales de Brown, que no merecían haberse publicado en un disco. Ello comprende más de la mitad del álbum, por lo que nos queda muy poco material salvable y su valoración baja enteros. Eso sí, que ningún fan de Arthur Brown se pierda ‘The Finger’, pues representa al artista en su mejor forma.

Vincent Crane se suicidó en 1989, consecuencia de sus trastornos mentales que le provocaban continuas depresiones, un final similar al de otro Vincent más famoso que se dedicaba a la pintura. Este disco póstumo suyo en el que participa Arthur Brown se incluye aquí porque, aunque se trata de composiciones de Crane, Arthur está omnipresente porque los únicos elementos de la música son su voz más el piano de Crane, salvo en la segunda parte que aparecen los instrumentos restantes de rock: guitarra, bajo y batería. Esta segunda parte es en realidad una versión alternativa de ‘Tomorrow Night’, uno de los temas que formaron parte de la mejor obra de Atomic Rooster: Death Walks Behind You. Es la única pieza corta, de poco más de tres minutos, ya que las otras dos tienen exactamente la misma duración de veintidós minutos y medio. Algunas partes de ellas también darían forma a algunas canciones posteriores de Atomic Rooster tras su breve reaparición a principios de los ochenta.

 

Pero vayamos a la génesis de este álbum. En 1976 Crane ideó esta suite en forma de demo en la que participó cantando su amigo Arthur Brown, pero quedó inédita aunque llegara a grabarse parte de ella con una banda de acompañamiento, que es lo que ahora sí ha quedado inédito. Así pues, se presenta esta demo como obra acabada en su forma más simple (salvo la segunda parte), que demuestra el inmenso talento de Crane con el piano, pues él solito crea el diverso fondo instrumental que nutre las dos piezas largas y que poseen un asombroso dinamismo lleno de cambios de ritmo. La voz de Brown suena muy juvenil, no parece ni él, y contribuye muy positivamente a que esta suite pueda ser llamada obra con propiedad, ya que la parte vocal está bien elaborada y hace más atractivas las piezas.

 

Para un álbum de estas características se hace casi imposible poder hacer un desglose y no caer en la repetición, porque todo sería del estilo de “en el minuto x, cuando el piano hace esto” o “en el minuto z, cuando Arthur canta lo otro”, así que es preferible acabar aquí recomendando su escucha. Ahora mismo no me vienen precedentes de álbumes del mundo del rock (en la música clásica ya estaríamos más que servidos con las Lieder de Schubert) en los que durante cuarenta y seis minutos casi seguidos estemos entretenidos con tan solo un pianista y un cantante. Ni Lluís Llach en sus tiempos de músico hubiera sido capaz de conseguir eso en la mitad de tiempo. O quizá algún locuelo como Jerry Lee Lewis pueda tener algo similar, pero en cualquier caso que nadie pierda la oportunidad de escuchar esta singular obra.

1) Taro Rota – Part 1; 2) Taro Rota – Part 2; 3) Taro Rota – Part 3.

Puntuación:

Año de publicación: 1997 

TARO ROTA

1) Paradise; 2) Tantric Lover; 3) The Bridge; 4) Circle Dance; 5) Swimfish;

6) Voice Of Love (From A Magic Hat); 7) Gabriel; 8) Love Is The Spirit;

9) Heartaches (From The Music Theatre Piece ʽAirʼ); 10) All The Bells;

11) Healing Sound; 12) Welcome.

Puntuación:

Año de publicación: 2000 

TANTRIC LOVER

Nada menos que veinte años habían transcurrido desde el último álbum de estudio con composiciones originales de Arthur. Más sorprendente aún resultaba el hecho de que viniera publicado bajo el nombre de The Crazy World of Arthur Brown, sobre todo porque el contenido nada tiene que ver con la psicodelia de finales de los sesenta, la única ocasión en que ese nombre había sido empleado, como tampoco había ningún miembro de aquella época para acompañarle. Por tanto, el motivo fue probablemente económico, a ver si de esa manera conseguía un mayor comercial. En cualquier caso, asistimos aquí al primer disco acústico de Brown si descontamos el caso de Taro Rota, que en realidad era una maqueta. Para la ocasión, además de rodearse de nuevos acompañantes (entre ellos, uno de los baterías que tuvo Gentle Giant), se emplean multitud de instrumentos exóticos: kora, udu, didgereedoo, derbake… No por ello vamos a encontrar una música diferente, ya que estos instrumentos tienen un papel secundario.

 

El comienzo del disco no deja buena impresión, porque escuchar en ‘Paradise’ durante cinco minutos a Arthur musitando casi todo el tiempo junto a la repetición de cuatro notas copiadas de ‘I'll Be Back’ de The Beatles, hacen pensar en una falta de inspiración y una pérdida de tiempo. No en vano, en ‘Swimfish’ suena igual que el primer Dylan, como un cantautor protesta que ha querido añadir el violín para dotar todo de un tono tradicional.

 

Respecto al factor de la diversidad, no es para quejarse porque hay mucha variedad. El problema es que no se sustenta en melodías que tengan un mínimo de gancho y por ello la gracia se pierde muy pronto. La floja ‘Tantric Lover’ parece una mezcla de reggae y cantos tribales africanos, la excusa perfecta para introducir un instrumento de percusión africano (el udu) y el didgereedoo australiano. También encontramos un banjo en la no menos floja ‘Healing Sound’. En ‘Voice Of Love’ leemos que Arthur toca los cuencos tibetanos, único aliciente que podría tener este patinazo de canción, pero ni siquiera se aprecian claramente, aunque tampoco hubieran conseguido nada más que satisfacer la curiosidad. El álbum está repleto de olvidables temas acústicos como ‘Love Is The Spirit’ (con la guitarra, que en realidad es una regrabación de ‘Love Is A Spirit That Will Never Die’ de la época de Kingdom Come) o ‘Heartaches’ (con el piano), así como una extraña actualización del blues-rock con sonido de cuello de botella en la guitarra bajo el título de ‘Gabriel’, que nada tiene que ver con la canción de mismo título de Requiem.

 

Hasta ritmos latinos encontramos en ‘Circle Dance’, que desembocan en un épico estribillo convirtiéndola en la mejor canción del disco. Le sobran esos irritantes aullidos tiroleses de la recta final, que evitan que sea una nueva joya en el catálogo de Brown. No hay mucho más que pueda destacarse porque el perfil de este disco es bien bajo. Hemos de aguantar hasta la final ‘Welcome’, una balada de  piano, para encontrar unas melodías vocales a la altura del legado de este artista, por lo que no hay mucho que rascar.

 

De poco sirve extenderse más ante un álbum tan heterogéneo pero que transmite una sensación homogénea de sincero aburrimiento. Como curiosidad final, en el libreto se asegura que fue Arthur quien animó a Peter Gabriel a darse un garbeo por África para conocer la música de allí.

FIRE! - THE STORY OF ARTHUR BROWN

Año de publicación: 2003 

Puntuación:

CD I: … 2) You Don't Know; 3) Don't Tell Me; 4) Baby You Know What You're Doing;

5) The Green Ball; … ; 14) Eternal Messenger; … ; 19) Time Captives (alt. take).

 

CD II: … 3) Eyesight To The Blind; 4) The Gremlin (The Song Of); 5) Universal Zoo; … ; 10) Lord Of The Dance; … ; 12) Let A Little Sunshine (In Your Life); … ;

14) A Hard Rain's A-Gonna Fall; 15) Silver Machine; 16) Fire (remix).

Era de justicia que se publicara algún recopilatorio de un artista tan variado e interesante como Arthur Brown. El que pasamos a comentar, recoge absolutamente toda su carrera hasta lo más reciente de entonces a lo largo de dos discos, incluyendo material de cuando ni siquiera había formado The Crazy World. Todo presentado en orden cronológico para que el oyente novel pueda hacerse una idea de la asombrosa versatilidad y experimentación de Brown. Aquí solo se comentará y se evaluará en base a los temas inéditos y rarezas que podemos encontrar, que son exactamente los títulos de arriba.

 

Su primer single publicado, ‘You Don't Know’ de 1965, cuando le acompañaban los llamados The Diamonds, ya lo habíamos podido escuchar como sorprendente bonus track en Speak No Tech, pero en una pésima calidad de sonido que aquí al menos está solucionado. Una primera muestra del alma de soul de Arthur la encontramos en la breve y alegre versión de ‘Baby You Know What You're Doing’. De igual manera, no podía faltar otro ejemplo primerizo de R&B mediante la pegadiza ‘Don't Tell Me’. Curiosamente, ambos temas están compuestos por una pareja de músicos franceses, lo que demostraba que Arthur era conocedor de la música del momento de fuera de las fronteras anglosajonas. ‘The Green Ball’ es también una olvidable canción de R&B que sigue los cánones del género, donde lo único destacable es el órgano que se escucha en algunos momentos.

 

De la época de Kingdom Come encontramos dos novedades. Una de ellas es una versión alternativa de ‘Time Captives’ que es prácticamente equivalente, mientras que el tema ‘Eternal Messenger’ no hay que confundirlo con ‘Internal Messenger’, que abría el primer disco con Kingdom Come, siendo el presente un sensacional rock dinámico donde brillan todos los músicos al máximo junto a una interpretación de Brown a la altura de sus mejores logros teatralizados. Igualmente teatral es ‘Eyesight To The Blind’, la versión de la adaptación fílmica de Tommy de The Who donde aparecía Arthur Brown haciendo de sacerdote pagano y donde le tomaba el testigo vocal a la primera parte cantada por Eric Clapton. Curiosamente, la versión que se incluiría en la banda sonora está cantada solo por Clapton, siendo la del presente recopilatorio justo la que puede escucharse en la citada película. Muy cercanas en el tiempo están tanto ‘The Gremlin (The Song Of)’ como ‘Universal Zoo’, concretamente de 1976, una fecha sorprendente para el sonido adelantado a su tiempo, sin que ello signifique que en lo musical sean necesariamente agradables. La primera de estas dos podría parecer extraída de la época electrónica de Speak No Tech, también por su estilo caótico. En cambio, en ‘Universal Zoo’ destaca la percusión tribal en el inicio, pero luego podría pasar perfectamente por una de las locuras disco-pop del Frank Zappa de finales de los setenta.

 

La patética ‘Lord Of The Dance’ fue un single publicado para la Navidad de 1985 que podrían haberse ahorrado, porque de todas formas el espíritu navideño se diluye en la extravagancia de Brown. En cuando a ‘Let A Little Sunshine (In Your Life)’, es una versión alternativa grabada en los ochenta no muy diferente a la que encontrábamos en Chisholm In My Bosom, que además era de lo más flojo de aquel álbum y aquí tampoco cambia esa impresión al ser demasiado lacrimógena, aunque siendo justos suena muy bien el piano.

 

Tras haber escuchado Tantric Lover y el estado de relajación en que se encontraba Arthur entonces, pocos podrían esperar encontrar un tema tan fiero como ‘Silver Machine’ de Hawkwind, ya que está grabado en directo en 2002. Por lo que leemos en el libreto, pertenece a una actuación con los mismos Hawkwind, o más bien con lo que quedaría de ellos en el siglo XXI. También encontraremos una extravagante versión en directo, datada en 2003, de ‘A Hard Rain's A-Gonna Fall’ de Bob Dylan donde destaca el empleo del violín aparte de la esquizofrénica interpretación vocal de Arthur, quien realiza tanto el papel de padre como del hijo, de acuerdo con la letra de la canción.

 

Para el final nos colocan una versión remix y modernizada de ‘Fire’ que quizá respondiera al hecho de que Prodigy habían realizado su particular versión de esta canción. Aquí queda un tanto fuera de lugar, pero como curiosidad tampoco molesta. Por lo demás, es entretenido leer en el libreto algunas de las vicisitudes de la carrera de Brown con su punto de humor particular, además de encontrar algunas fotos curiosas como una donde puede verse a Carl Palmer, quien brevemente estuvo en The Crazy World para fundar luego Atomic Rooster con Vincent Crane, u otra foto donde aparece Arthur junto a The Jimi Hendrix Experience.

VAMPIRE SUITE

Año de publicación: 2003 

Puntuación:

1) Introsuction; 2) Vampire Club; 3) SAS; 4) Africa; 5) Maybe My Soul; 6) In This Love; 7) Confession; 8) Vam­pire Love; 9) Completion; 10) Divers; 11) Re Vamp Your Soul; 12) Isness Is My Business; 13) Stay.

Nuevamente el nombre de The Crazy World adornaba un nuevo álbum de Arthur Brown sin motivo que lo justificara. Más si cabe cuando en esta ocasión había renovado al completo la plantilla de músicos respecto a Tantric Lover. Aquí se lanza al mundo anticuado de los álbumes conceptuales para introducirse en el universo de los vampiros, algo que augura una música tétrica de catacumbas pero al final se queda en un sonido muy accesible y reconocible en este artista. Se acompaña un segundo disco subtitulado como Dialogue que no es más que una historia narrada por Arthur, que además es la misma que podemos leer en el libreto, con lo cual ya no es solo el interés (nulo) que pueda tener la historia, sino quién es capaz de dedicar cincuenta minutos de su tiempo a escucharla.

 

El tono literario del álbum se refleja también en las canciones que contienen pasajes recitados, en algunos casos al completo (‘Confession’, ‘Completion’, ‘Isness Is My Business’, son simples recitaciones con sonidos ambientales de fondo) y en otros solo en parte, como por ejemplo en ‘Africa’, donde se hace acompañar de, cómo no, una percusión de aires africanos. Por suerte, luego ese ritmo se complementa con un melódico piano que le aporta un carácter diferente, más original, aunque el estribillo es más discreto. Queda como su personal homenaje a un continente tan importante en la evolución (y nacimiento, por qué no) de la música rock. La introducción recitada de piano de ‘SAS’ no hace presagiar su posterior desarrollo, de tono más inquietante debido sobre todo a las repetitivas líneas de bajo, aunque resulta imprevisible en los sucesivos cambios que van aconteciendo en el ritmo, así como en las partes donde vuelve a entrar el piano. En cuanto a ‘Divers’ se salva por una fantástica sección instrumental que aparece hacia la mitad, que luego nos devuelve a una parte cantada donde Brown suena más emotivo que nunca.

 

En los temas más claramente soul como ‘Maybe My Soul’ es donde se observa a Arthur más cómodo, dejando fluir su voz de manera natural, lo cual significa también que le aflora de vez en cuando ese punto de locura que tiene. El estilo de ‘Vampire Club’ quizá tomara varias ideas de aquel último single de George Harrison titulado ‘Horse To The Water’, ya que emplea una sección rítmica potente y prominentes vientos que la fortalecen. Más o menos es lo que repite con buen gusto y buen resultado más adelante en ‘Re Vamp Your Soul’. Tampoco es que resulte infalible cuando se encamina hacia la música soul, ya que ‘In This Love’ es más convencional.

 

Las ganas de tener una imagen de artista moderno dentro de la inevitable longevidad de su carrera lo encontramos en la introducción de un ritmo rápido tipo dance en ‘Vampire Love’, que aporta así algo de brío y variedad. Aunque el tema más aventurado en cuanto a su vanguardismo es ‘Stay’, puesto que se basa en un entramado instrumental conformado por una percusión tribal programada, sintetizadores y otros sonidos atonales entre los que sobresale la expresiva voz de Brown. Si nos fijamos en la letra, notaremos que es la misma que en ‘Gabriel’ del álbum previo, aunque musicalmente no tienen nada que ver. De todas maneras, seis minutos de duración es demasiado en ambos casos.

 

Al final, lo que nos queda es un disco irregular donde la idea conceptual no ha servido para mejorar especialmente. Hubiera quedado igual de bien como simple disco de soul con algunas veleidades experimentales, que es lo que finalmente tenemos. Con algo más de contenido musical y menos recitaciones, hubiera quedado mucho mejor.

1) Love Is The Spirit; 2) Gypsies; 3) Kites; 4) I Believe In You;

5) That's How Strong My Love Is; 6) The Voice Of Love; 7) All The Bells;

8) Shining Bright; 9) Birds Of A Feather; 10) Devil's Grip; 11) Safe Now &...

Puntuación:

Año de publicación: 2007 

THE VOICE OF LOVE

Una vez más, Arthur desintegró la banda que le había acompañado y se rodeó de nuevos músicos, donde curiosamente volvía el guitarrista Rick Patten, que había participado en Tantric Lover. De hecho, se vuelven a grabar dos canciones de aquel álbum. En esta ocasión cambió el nombre por el de The Amazing World of Arthur Brown, una buena idea para eliminar cualquier relación con la psicodelia que siempre conlleva la denominación de The Crazy World, sobre todo cuando estamos ante un disco de base acústica principalmente, si bien no deja de ser una mera treta publicitaria. También observamos cómo los líderes de la nueva formación son Arthur y el desconocido Nick Pynn, un multiinstrumentista a quien podemos ver con un laúd árabe en las fotos interiores.

 

En cuanto a las citadas regrabaciones, estas piezas que en Tantric Lover ya eran acústicas, aquí lo son también, por lo que las novedades son muy pocas. Eso sí, tanto en ‘Love Is The Spirit’ (que recordemos que pertenecía a la etapa de Kingdom Come) como en ‘All The Bells’ se nota la mejora en los arreglos, que insuflan mayor vida a unos temas que originalmente habían dejado una sensación de ser bien discretos. En ‘All The Bells’ por ejemplo se añade un violín, pero en ambas se nota también que Arthur está más expresivo en su canto, como si estuviera más contento de poder sacar mayor provecho de sus canciones. También vuelven a grabar el que fuera el primer single de The Crazy World Of Arthur Brown en 1967, ‘Devil's Grip’, transformado en un jazz en su inicio que luego fluctúa a lo largo de sus siete minutos por diferentes ritmos, siendo lo mejor su trepidante recta final, donde toda la energía de la guitarra acústica podría parecer extraída de lo que hizo Pete Townshend con The Who en Tommy. Este regrabación aporte algo de frescura y diversidad, como también lo hacen la versión de ‘Kites’ y su estilo de tango o los aires flamencos envolventes de ‘Gypsies’.

 

En un disco predominantemente acústico, no podían faltar las típicas baladas de guitarra (‘Birds Of A Feather’ y ‘I Believe In You’), agradables pero sin nada que pueda destacarse. Mejor impresión dejan tanto la canción que da título al disco como ‘Shining Bright’, ya que ambas poseen un estribillo más expresivo y con una melodía más acertada, además de un acompañamiento de guitarra menos superficial. Por el contrario, la versión acústica del clásico del soul ‘That's How Strong My Love Is’ nos deja una penosa interpretación de Brown, quien primero se dedica a cantar como un vulgar crooner para luego acabar realizando unos chillidos que ni en el peor flamenco se pueden soportar.

 

Los puntos suspensivos del título de ‘Safe Now &...’ están referidos a que, tras dos minutos de una convencional canción, hemos de esperar unos cinco minutos más para comenzar a escuchar otra historia narrada por Arthur. Se ve que le había cogido el gusto a hacer de cuentacuentos tras Vampire Suite. En cualquier caso, un aprobado muy ajustado se lleva este álbum que no aporta nada relevante al legado de Brown y su esperable fracaso de ventas le llevaría a no grabar nada más en muchos años.

1) Zim Zam Zim; 2) Want To Love; 3) Jungle Fever; 4) The Unknown; 5) Assun;

6) Muscle Of Love; 7) Junkyard King; 8) Light Your Light; 9) Touched By All;

10) The Formless Depths.

Puntuación:

Año de publicación: 2014

ZIM ZAM ZIM

Encontrar en 2014 un nuevo álbum de Arthur Brown era toda una sorpresa, aunque en las últimas entregas ya nos había dejado claro que su aportación a la escena musical ya no podía ser relevante, limitándose a hacer lo que le pidiera el cuerpo, lo cual por otro lado debe ser lo lógico para cualquier artista que no se deje llevar por las modas. El escepticismo que produce leer nuevamente el nombre de The Crazy World Of Arthur Brown al no haber encontrado, en los casos anteriores, correspondencia en un apartado musical cada vez más relajado y alejado del espíritu inicial, desaparece aquí nada más escuchar la declamación inicial de ‘Zim Zam Zim’, puesto que recuerda inmediatamente a aquella mítica frase “I am the God of Hellfire and I bring you…”. Y es que, a nivel general, este álbum supone un último impulso de energía para alguien que, aun teniendo un espíritu de soul, había desarrollado lo mejor de su carrera en los parámetros del rock.

 

La citada ‘Zim Zam Zim’ se basa en un intimidante ritmo marcado por los coros vocales, con un resultado bien conseguido. Si nos fijamos en la portada del álbum, bastante terrorífica, entendemos que en algunos de los temas se busque ese efecto de desasosiego hacia el oyente. Así, en ‘Muscle Of Love’, de resultado menos vistoso, volvemos a encontrarnos a un Brown convertido en ser perturbador, como si en su interior tuviera a un Robert Englund escondido. En ‘The Unknown’ parece que estemos escuchando a Captain Beefheart cantando un bolero con ritmos africanos. Ahí queda la definición para subrayar la excentricidad de este desconcertante tema que no acaba de dejar buena impresión. Más étnica resulta la final ‘The Formless Depths’, demasiado simplista en su propuesta de alternar una percusión tribal en primer plano con recitación en tono siniestro, sobre todo tras haber escuchado el resto del disco previamente. La voz exagerada y aullante en ‘Jungle Fever’ también podría dar a entender que el espíritu resucitado de Beefheart ha conquistado momentáneamente el cuerpo de Arthur, aunque la guitarra de country-western deja mejor sensación sin dejar de ser chocante también.

 

La elaborada estructura pianística de ‘Touched By All’ delata que este álbum no era un burdo trámite para intentar seguir metido en el mundo de la música, sino el intento de un músico por grabar un último manifiesto artístico para reflejar algunas ideas buenas, aunque para abarcar un disco completo tampoco le llegara. En este caso, incluso no resulta molesto que Brown se limite a recitar, pero quizá un poco que acabe delirando en la recta final en ese estilo desquiciado suyo. El blues aparece de forma notable en ‘Junkyard King’ gracias a un incisivo ritmo, bastante pegadizo, mediante el cual Arthur suena igual que cualquiera de los legendarios bluesmen. Una de sus mejores baladas los últimos años es sin duda ‘Light Your Light’, ya que posee emotivas melodías (una de teclado en la segunda mitad, los coros) que la elevan por encima de propuestas suyas más convencionales. En el polo opuesto, ‘Assun’ es una balada acústica arruinada por unos arreglos orquestales nada afortunados.

 

Una de las canciones más chocantes en comparación con el resto es ‘Want To Love’, debido al machacón ritmo que proviene directamente del primer techno de los ochenta, como si hubiera querido rememorar la época de Speak No Tech. Pero tiene uno de los mejores estribillos de todo el álbum. En cualquier caso, los momentos buenos, que los tiene, de este retorno de Arthur Brown, no son suficientes para sustentar un disco completo. Tristemente, su despedida en el aspecto creativo musical no ha sido tan buena como hubiera sido deseable, pero al menos lo ha hecho con cierta dignidad y dejando este álbum que, si bien no puede compararse ni de lejos con sus mejores obras, en el panorama musical de 2014 mejoraba el nivel de muchas otras más publicitadas y con mejores ventas.

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