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LOU REED

2024

LOU REED

Año de publicación: 1972 

Puntuación:

1) I Can't Stand It; 2) Going Down; 3) Walk And Talk It; 4) Lisa Says; 5) Berlin;

6) I Love You; 7) Wild Child; 8) Love Makes You Feel; 9) Ride Into The Sun; 10) Ocean.

2024

Lou Reed se fue de la Velvet Underground en 1970, pero no fue para comenzar su carrera en solitario sino para trabajar con su padre. Lo que hubiera podido derivar en una pérdida para el arte musical fue solamente una interrupción temporal porque Lou necesitaría desconectar del mundo de la música, del que no había obtenido mucha recompensa con su antigua banda. Finalmente decidió volver por sí mismo, bajo su propio nombre, aunque lo más curioso es que se marchó a Londres (él era neoyorquino) para grabar su debut, donde le acogieron con todos los honores y le proporcionaron un excepcional equipo de músicos entre los que se ha de destacar al excelso teclista Rick Wakeman y a los guitarristas Steve Howe (Yes) y Caleb Quaye (de la banda de Elton John). No puede decirse que en esos dos años de interrupción Lou Reed hubiera estado componiendo porque la mayoría de las canciones de este debut ya habían sido interpretadas en la época de la Velvet Underground, aunque no publicadas entonces (ya saldrían posteriormente recopilaciones de rarezas), pero lo que sí se aprecia de entrada es que Reed prosigue más o menos donde se había quedado en Loaded, es decir, olvidándose de la experimentación y haciendo un rock más directo. Eso sí, sin perder el gusto por los detalles artísticos que aparecen cuando menos se esperan.

 

Nada más comenzar el álbum nos abruma con ese efectivo proto-punk titulado ‘I Can't Stand It’, del estilo con el que nos había deleitado en su etapa en The Velvet Underground, así como con la precisa balada-rock ‘Going Down’, donde los punteos de guitarra son una delicia. Las influencias de Lou se reflejan claramente en algunas canciones que quedan así más despersonalizadas, lo cual es en realidad una excepción para un músico tan personal/personalista como él. Así pues, es inevitable escuchar ‘Walk And Talk It’ y no pensar en los Rolling Stones, más concretamente en ‘Brown Sugar’, una influencia clara porque la versión que podíamos escuchar en el recopilatorio de la Velvet Peel Slowly And See (titulado ‘Walk And Talk’) no poseía esa similitud. En cambio, emula el estilo de Bob Dylan (pero el de Blonde on Blonde) en ‘Wild Child’, un tema que puede hacerse algo repetitivo salvo que estemos interesados en conocer detalles sobre la gente que nombra, que solían ser personas reales del mundo bohemio de Nueva York.

 

No pierde la costumbre de colocar títulos como el de ‘Lisa Says’, como tampoco el de seguir creando memorables melodías bien acompañadas de una estructura instrumental consistente donde se ha de destacar una estupenda batería. Por medio incluye un sorprendente inciso en forma casi de vodevil, antes de volver a la parte principal. La magia de Lou Reed aparece cuando mayor expresividad demuestra tanto con su voz como con los instrumentos. Eso lo obtenemos en la portentosa ‘Berlin’, que va creciendo en intensidad conforme progresa y llega al sentido estribillo donde se puede sentir la amargura de Lou por la dolorosa despedida que nos canta. Pero es que ahí no acaba todo, pues a continuación llega un celestial pasaje instrumental donde la guitarra crea una memorable melodía perfectamente acompañada por un vibrante piano de estilo honky-tonk, toda una sinergia musical que contiene un cierto aire de cabaret alemán que es justo lo que había estado buscando David Bowie un año antes en Hunky Dory. Los aciertos llegan hasta a la coda, donde se acelera el ritmo y se completa la sensación de que estamos ante un grandísimo compositor. Es también el pasaje de guitarra que suena tras el estribillo lo que cabe destacar en la breve ‘I Love You’, aunque evidentemente no llegue al nivel de ‘Berlin’.

 

Con entramados de guitarra como el de ‘Love Makes You Feel’, en este caso bien punteado por el bajo, sólo cabe dejarse llevar por la cadencia y una progresión que nos llevará hasta un clímax de percusión cuando llevamos dos tercios de canción. En cambio, el sensacional inicio de ‘Ride Into The Sun’ acaba diluyéndose conforme avanza y únicamente vuelve al mismo nivel cuando llega el solo de guitarra. En modo épico comienza ‘Ocean’ y consigue transmitir mediante la música esa sensación de estar escuchándola mientras estamos sumergidos en el océano, sobre todo en los dos primeros y subyugantes incisos instrumentales. Eso sí, en el último minuto se le va de las manos y acaba adentrándose más bien en las cacofonías de la Velvet, una opción que aquí parecía querer evitar a toda costa.

 

En resumen, se trata de un formidable debut que, a pesar de nutrirse de material de unos años antes (aunque eso en realidad no es relevante), nos mostraba a un músico que poseía una inteligencia y una creatividad por encima de la media. La mayor objeción que se le puede poner es que la presencia de guitarristas invitados no permite saber qué partes están tocadas por Reed, aunque presumiblemente serán pocas, dada la calidad de los participantes y que Reed se iba a centrar más en componer que en mejorar su técnica de guitarra. Aparte, el viaje a Londres para estrenarse en solitario será crucial porque allí se cruzará con un tal David Robert Jones, quien le echará una mano para dar mejor forma a las próximas composiciones de un Lou Reed en estado de gracia.

TRANSFORMER

Año de publicación: 1972 

Puntuación:

1) Vicious; 2) Andy's Chest; 3) Perfect Day; 4) Hangin' Round;

5) Walk On The Wild Side; 6) Make Up; 7) Satellite Of Love; 8) Wagon Wheel;

9) New York Telephone Conversation; 10) I'm So Free; 11) Goodnight Ladies.

Llegaba muy pronto un momento crucial en la incipiente carrera de Lou Reed en solitario. Ese chico que se había puesto a trabajar de mecanógrafo con su padre tras la salida de The Velvet Underground, pasó de debutar en solitario a contar con la colaboración de David Bowie y su guitarrista Mick Ronson como productores y también como músicos de su segundo álbum. Esta colaboración suponía una influencia directa y evidente en la evolución de Reed, así como una apertura estilística hacia el glam-rock que se advierte desde la imagen en la portada, donde este músico parece una especie de Frankenstein glamuroso. El resto de músicos participantes son también nombres competentes de la época y cabe destacar la participación en algunas canciones del bajista alemán Klaus Voormann, aquel que tocaba en los álbumes en solitario de John Lennon y que creó la portada de Revolver de los Beatles.

 

En cuanto al contenido del disco, Lou sabe cómo epatar y lo hace desde el inicio del disco mediante el brutal y adictivo ritmo de ‘Vicious’, rematado por unos penetrantes restallidos de guitarra que nos acompañan mientras Lou canta en esa manera particular donde parece que esté recitando pero en realidad está siguiendo sus propias líneas melódicas, extrayendo oro tan sólo con su manera de pronunciar el título de la canción. El rock más clásico no puede faltar y aquí asoma en ‘Hangin' Round’ y ‘Wagon Wheel’, pero sin dejarse llevar por los tópicos, sobre todo en la segunda por sus súbito e inesperado parón del ritmo cuando ha transcurrido un minuto. Pero la mejor canción entre las que retoman el rock clásico es ‘I'm So Free’, pues en este caso suena al mismo tiempo moderna y actualizada y siendo poseedora de un apartado vocal con mucho gancho. Siempre será más deseable que se lance al rock que al music-hall, o al menos que amalgame ambos estilos de una manera original. En su debut ya había mostrado su gusto por el vodevil y aquí lo ejemplifica en dos canciones más: la somnolienta ‘Make Up’ y la más convencional ‘Goodnight Ladies’. Al menos estas canciones quedan mejor que la demasiado infantil ‘New York Telephone Conversation’.

 

Una de las canciones universales de Lou Reed es ‘Walk On The Wild Side’, reconocible por su sencillo pero deslumbrante ritmo jazzístico que tantas veces ha sido emulado desde entonces, donde el bajista Herbie Flowers se luce con diversos detalles técnicos. Parece mentira que un estribillo sin letra y que se basa en tararear acabe siendo tan adictivo, mientras que la construcción de la canción es bien precisa y se van añadiendo detalles conforme son necesarios. Su letra alude a personajes reales que conoció Lou en el inframundo neoyorquino en el que se movía, una temática recurrente en su carrera. Igualmente, se supone que el Andy del título de ‘Andy's Chest’ debe ser Warhol, aunque en la letra no se dice nada específico que le delate, pero podemos intuirlo por la veneración hacia quien va dirigido. Respecto a la canción en sí, tiene unas buenas transiciones entre partes lentas, más rápidas y el estribillo acompañado de coros. Y aunque no sea tan universal, una de las más grandes baladas de Reed es ‘Perfect Day’, la canción perfecta (nunca mejor dicho) para glosar la importancia de disfrutar de un día tranquilo cuando se está con la persona adecuada. Sus arreglos orquestales son atípicos de lo habitual en la música de Lou, pero están elegidos con gusto y potencian el clímax de la canción, cuyo incremento gradual de tensión le sirve para demostrar sus cualidades vocales. A destacar la vibrante melodía instrumental que aparece tras cada estribillo a partir del segundo.

 

Donde más percibimos la mano de David Bowie, como si en realidad hubiera sido una composición conjunta con Lou Reed (aunque todo sean composiciones originales de Lou), es en la excelsa ‘Satellite Of Love’. Su tono decadente y el piano de estilo clásico rememoran la atmósfera del Hunky Dory de Bowie (nuevamente nombramos este álbum y no es casualidad) e incluso puede discernirse la voz de éste en los coros que acompañan el sencillo estribillo, cuyo toque de genialidad lo apreciamos en el último verso inacabado. Por si fuera poco, el último minuto se destina a una memorable coda donde las voces y los coros se suceden, complementan y transfunden consiguiendo un efecto magistral. Esta canción llegó a ser grabada por la Velvet Underground, tal como se descubrió al ser incluida en el box set Peel Slowly And See, por lo que se puede descubrir cómo sonaba antes de tener la influencia de Bowie.

 

Mediante Transformer Lou Reed alcanzaba su punto álgido como compositor o intérprete. No todo es de primera calidad porque ya sabemos (como demostrará a lo largo de su carrera) que Lou hace lo que le apetece y cuando le apetece, y lo que menos le importa es la actitud receptiva o no del público. Pero esta colaboración con Bowie, aunque sea una obra de Lou Reed en todos los sentidos, es uno de esos momentos estelares e inolvidables en la historia de la música rock que todo el mundo debería conocer. Lou no es tan manejable como Iggy Pop, claro.

BERLIN

Año de publicación: 1973 

Puntuación:

1) Berlin; 2) Lady Day; 3) Men Of Good Fortune; 4) Caroline Says I;

5) How Do You Think It Feels; 6) Oh, Jim; 7) Caroline Says II; 8) The Kids;

9) The Bed; 10) Sad Song.

La apuesta seguía subiendo y, tras haber contado con los servicios de David Bowie, a Lou Reed se le ocurrió a continuación que podía contar una historia completa a lo largo de un álbum. Para dotar el acompañamiento musical de suficiente consistencia y acercarlo a la seriedad de una ópera-rock, se hizo con los servicios del productor Bob Ezrin, quien por entonces no tenía todavía un currículum amplio pero había sido el productor de los dos mejores álbumes de Alice Cooper, los sensacionales Love It To Death y Killer. La idea de narrar una historia en un disco siempre es emocionante, pero el gran problema suele ser que, si una persona se centra en contar una historia, ya no puede concentrarse tanto en la música. Y esto es lo que por desgracia le ocurre a Reed, puesto que se contenta con crear una ambientación concreta para sus letras y que desde el principio nos sintamos como si estuviéramos en la noche berlinesa. Para conseguir todo esto, se rodea de grandes músicos como Steve Winwood, los bajistas Jack Bruce (Cream) y Tony Levin (por entonces en el mundo del jazz con Herbie Mann), los bateristas Aynsley Dunbar (Frank Zappa) y B. J. Wilson (Procol Harum), o el guitarrista Dick Wagner (Alice Cooper). Con tan excelsos ayudantes lo único que hacía falta eran composiciones con grandes melodías que pudieran brillar en esas manos, pero esa es precisamente la gran carencia de esta obra.

 

El problema de este álbum es que encontramos los mejores ingredientes de la música de Lou Reed, interpretado todo por músicos de alta competencia, pero en el apartado melódico y vocal no consigue transmitir lo de anteriores ocasiones. Obviamente esto es debido a que no consigue memorables melodías a la altura de sus mejores canciones, así que este álbum se centra en recrear una ambientación particular y en eso sí triunfa. Pero claro, hay que introducirse en la obra o dejarse llevar adecuadamente para captar esa sensación única. Sólo hay que fijarse en la primera parte de ‘Caroline Says’ para entender todo esto, puesto que el apartado vocal carece de chispa pero la instrumentación es impecable y los músicos crean una especie de crescendo, llegando a un último minuto instrumental de gran emoción y belleza, quizá lo mejor de todo el álbum. En cambio, ‘Caroline Says II’ se desarrolla como la típica balada liderada por el piano y suena a lo ya conocido en Reed, aunque a nuestra Alaska le gustaría mucho porque de su letra tomaría ese nombre como pseudónimo artístico. También cabe decir que ‘Caroline Says II’ había sido grabada por la Velvet Underground con el título de ‘Stephanie Says’, aunque esta no saldría publicada hasta mediados de los ochenta en el disco de rarezas VU. Es significativo que tan sólo haya un único tema donde escucharemos acordes pesados de rock, ‘How Do You Think It Feels’, si bien sigue teniendo un ritmo lento y hay que esperar al desenfrenado solo de guitarra del final para captar su verdadera energía, acompañada por trompetas.

 

Demasiado caótica resulta ‘Oh, Jim’ y lo más curioso es que acaba como un rockabilly de guitarra acústica y voz. En cambio, la épica aparece en los cambios de ritmo de ‘Men Of Good Fortune’ y eso lo convierte en uno de los mejores temas del disco. La canción ‘Berlin’ nada tiene que ver, salvo en el título y la letra, con aquella que deslumbraba en el álbum de debut gracias a la alta emotividad que transmitía Lou. Aquí, tras una desconcertante introducción ambiental, como si estuviéramos entrando en un cabaret berlinés, llega una sección de piano solo donde de manera súbita entra la voz susurrante de Lou para cantar lo que queda al final como una balada nocturna de piano al estilo alemán. Más original y desconcertante, a partes iguales, no puede ser esta manera de comenzar la obra. A continuación llega ‘Lady Lay’ y ahí los instrumentos de rock entran por primera vez para hacer más reconocible esta música. Visto ya el gusto de Reed por el vodevil, en esta canción realiza una notable fusión de rock y vodevil, con cierto toque circense en el estribillo, sin perder esos aires germanófilos que recorren la obra.

 

Bordea el ridículo añadiendo a unos niños llorando y chillando en ‘The Kids’, una canción muy desgarradora en su letra porque habla de por qué le quitan los hijos a la protagonista, inmersa en un mundo de prostitución y drogas. Por el contrario, en ‘The Bed’ no se complica y se acaba poniendo directamente en modo ambiental. Se reserva un pretendido final apoteósico mediante ‘Sad Song’, pero nuevamente la falta de melodías originales lastra lo que hubiera sido un final de álbum potente y, aparte, sus casi siete minutos de duración se vuelven eternos. Esta última canción ejemplifica lo que se ha dicho previamente de este álbum, pues la falta de gancho melódico también malogra en conjunto un proyecto ambicioso y que hubiéramos deseado mucho mejor de lo que es. Pero Berlin es adorado por mucha gente e incluso el director de cine Julian Schnabel grabará una interpretación íntegra del álbum en directo por Lou Reed tres décadas después.

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