CLÁSICOS DEL ROCK
ANÁLISIS DE LAS DISCOGRAFÍAS DE LOS ARTISTAS Y GRUPOS IMPORTANTES EN LA HISTORIA DE LA MÚSICA ROCK
SOFT MACHINE
2018
1) Hope For Happiness; 2) Joy Of A Toy; 3) Hope For Happiness (reprise);
4) Why Am I So Short?; 5) So Boot If At All; 6) A Certain Kind; 7) Save Yourself;
8) Priscilla; 9) Lullabye Letter; 10) We Did It Again; 11) Plus Belle Qu'une Poubelle; 12) Why Are We Sleeping?; 13) Box 25/4 Lid.
THE SOFT MACHINE
Año de publicación: 1968
Puntuación:
2018
Soft Machine provenía originalmente de la banda The Wilde Flowers, una de las más originales de mediados de los sesenta en Canterbury, cuna de infinidad de bandas como la presente, amparadas bajo la denominación común de Canterbury Sound aunque nada tenía que ver el sonido de unas con otras. The Wilde Flowers nunca grabarían un álbum, pero pueden encontrarse todos los temas que grabaron (bastante interesantes) en la recopilación Tales Of Canterbury (1994). De las cenizas de esta banda siguieron el bajista y cantante Kevin Ayers más el batería y cantante Robert Wyatt, mientras que los hermanos Brian y Hugh Hopper se apartaron aunque no obstante aquí siguen apareciendo en la autoría de hasta cinco de los temas. A Wyatt y Ayers se les unió el teclista Mike Ratledge, conformando el trío Soft Machine, que pronto se convirtió en una de las sensaciones del mítico club UFO londinense junto a otros grupos como The Crazy World Of Arthur Brown o Pink Floyd, aunque tardarían más que estos últimos en poder grabar un LP.
Si en melodías e impacto musical no podían rivalizar entonces con Pink Floyd, en lo que Soft Machine les superaba claramente es en la destreza musical, puesto que la complejidad no solo estructural sino también técnica de interpretar muchos de los temas de este debut, estaba claramente fuera del alcance de Pink Floyd en ese momento. Además, la música aquí posee una fluidez que enfatiza la asombrosa diversidad sonora que consiguen tres simples músicos sin guitarrista. Si no estamos atentos al reproductor musical, en muchos momentos no sabremos dónde acaba un tema y comienza el siguiente, porque no hay apenas paradas y hay melodías y pasajes recurrentes a lo largo del álbum. Todo lo que escucharemos (salvo el último tema, que sería una especie de breve apéndice) podría catalogarse como jazz-rock psicodélico, una mezcla insólita y que no mantendrá indiferente a nadie. Igual que ocurre con The Piper At The Gates Of Dawn, este álbum es para amarlo u odiarlo, no hay término medio debido a su singularidad.
La desconcertante introducción de ‘Hope For Happiness’ mediante la voz de Wyatt cantando en una especie de scat decelerado puede ahuyentar a más de un@ sin que le queden ganas de seguir escuchando nada, principalmente porque algo así parece caótico como primera impresión. Pero pasado el primer minuto y medio entra la brutal sección rítmica que acompaña una parte vocal de complejidad melódica pero de una genialidad abrumadora una vez se le ha cogido el punto. El solo de órgano es también magnífico y se le perdona que el estribillo sea algo atascado. Luego de un breve retorno de la parte vocal llegará un inicialmente relajado segmento instrumental titulado ‘Joy Of A Toy’, donde experimentan con los timbres sonoros de los instrumentos. Cuando vuelve nuevamente ‘Hope For Happiness’, es ya el súmmum del poderío musical de Soft Machine.
La introducción de ‘Why Am I So Short?’ es también vocal e intrigante, porque no sabemos que vendrá a continuación, pero enseguida llega una impresionante progresión armónica del órgano acompañada de la fantástica batería de Wyatt. Sin que nos quede tiempo para respirar, se enlaza con el frenético instrumental ‘So Boot If At All’, una continuación en realidad del tema anterior que luego va transformándose a lo largo de sus más de siete minutos, entre los que escuchamos trazas de ‘We Did It Again’ (o de ‘You Really Got Me’, si hablamos con propiedad), sonidos orientales y hasta un entretenido solo de batería, finalizando todo con lo que era la introducción vocal de ‘Why Am I So Short?’. Tras el vendaval de sonido, llega otro momento calmado con la solemne ‘A Certain Kind’, donde lo mejor llega en su parte final instrumental, donde la voz coral de Wyatt nos envuelve junto a su prominente batería y
Siguiendo el orden, llega ‘Save Yourself’ que es de las más pegadizas del álbum, pues engancha desde su brillante introducción liderada por un desafiante órgano. Presenta también una estructura más formal (estrofa-estribillo-puente) que la mayoría de lo contenido en este álbum y luego vuelve a enlazar con otro tema instrumental titulado ‘Priscilla’. A continuación llega otro fenomenal tema más cercano al pop (‘Lullabye Letter’), con uno de los estribillos más memorables de todo el disco: “You're the sweetest thing I see / I'm telling you it's no lie”. Sencillo pero muy efectivo, como toda pieza maestra de pop.
De la hipnótica ‘We Did It Again’ ya se ha citado anteriormente lo que le debe a ‘You Really Got Me’ de The Kinks (de hecho, fue grabada una demo de esta última por los Wilde Flowers que saldría a la luz en la compilación de rarezas Canterburied Sounds, Vol.s 1-4), cuyo riff principal es transformado aquí admirablemente en un ritmo mantraico junto a las incombustibles voces que repiten el título con voz robótica y las notas alargadas del órgano. Puede parecer repetitiva, de hecho lo es, pero es mucho más sutil de lo que puede parecer si no nos fijamos lo suficiente. Después llega el breve pero también estupendo interludio instrumental de ‘Plus Belle Qu'une Poubelle’, que sirve de preludio de la majestuosa ‘Why Are We Sleeping?’, la cual viene introducida por un cálido órgano y una especie de marcha con la batería, donde esta vez canta Ayers apoyado en el solemne estribillo por los coros del trío femenino The Cake. Para el final nos dejan un breve instrumental que es lo más atípico de todo el álbum, puesto que ‘Box 25/4 Lid’ es una simple melodía pausada, tan pausada que posee gran cantidad de paradas. El bajo es interpretado por Hugh Hopper, próximo sustituto de Ayers.
Nunca más volverán a grabar un disco de este tipo, principalmente por la salida de Kevin Ayers tras su grabación, lo cual empujaría a Soft Machine hacía una dirección más vanguardista y jazzística, perdiendo el poso más pop que aportaba Ayers. También se perdería la veta psicodélica, casi una obligación para cuando llegaba 1969. Por tanto, a quien no le agrade especialmente el jazz-rock, quizá puede ser mejor opción parar aquí y no continuar escuchando nada más de esta banda (aunque a mediados de los setenta se revitalizaron) y echarle un vistazo a la escasa producción de los Wilde Flowers, porque al menos temas como ‘Impotence’ o ‘Memories’ son joyas perdidas además de curiosidades sin parangón en su época.
VOLUME TWO
Año de publicación: 1969
Puntuación:
1) Pataphysical Introduction (pt I); 2) A Concise British Alphabet (pt I);
3) Hibou, Anemone And Bear; 4) A Concise British Alphabet (pt II); 5) Hulloder;
6) Dada Was Here; 7) Thank You Pierrot Lunaire; 8) Have You Ever Bean Green?;
9) Pataphysical Introduction (pt II); 10) Out Of Tunes;
11) As Long As He Lies Perfectly Still; 12) Dedicated To You But You Weren't Listening; 13) Fire Engine Passing With Bells Clanging; 14) Pig; 15) Orange Skin Food; 16) A Door Opens And Closes; 17) 10:30 Returns To The Bedroom.
Sin el visionario de Kevin Ayers en la banda, se inicia el camino sin vuelta atrás hacia el jazz-rock puro y duro. Por suerte, todavía quedan trazas suficientes del rock luminoso que habían desplegado en el álbum de debut, que es lo que da más brillo al resultado final, puesto que la primera impresión que transmite es decepcionante si hemos escuchado previamente el disco anterior. El sustituto de Ayers fue Hugh Hopper, un buen amigo y cofundador de los Wilde Flowers, que además ya había participado en la composición de algunos temas del debut, igual que su hermano Brian, quien también toca aquí el saxofón.
Lo más característico de este disco es la gran cantidad de temas que lo componen, muchos de ellos piezas bastante cortas, algunas brevísimas como las pequeñas bromas de ‘A Concise British Alphabet’. Curiosamente, el tema más largo de todos, ‘Hibou, Anemone And Bear’, es también uno de los mejores porque durante sus seis minutos se desarrolla con variaciones una pegadiza melodía principal. Parece que va a ser un instrumental de jazz-rock melódico pero sobre los tres minutos Wyatt canta una letra adaptada a la citada melodía. Hay veces que las melodías brillantes duran tan poco que nos dejan casi con la miel en los labios, como ocurre en ‘Hulloder’, que además luego enlaza con ‘Dada Was Here’, disonante y cantada en castellano nivel B1, que además se hace demasiado pesada. Al menos contiene un deslumbrante aunque breve pasaje instrumental a los 2:30 que redime lo anterior. La palabra Dada en su título demuestra el interés de la banda por el surrealismo, de igual manera que en el más obvio ‘Pataphysical Introduction’, aunque ese surrealismo no llega a las letras del álbum.
Mediante ‘Thank You Pierrot Lunaire’ entran en el jazz calmado que luego les sirve para mostrar un educado agradecimiento en ‘Have You Ever Bean Green?’ a The Jimi Hendrix Experience: “Thank you Noel and Mitch / Thank You Jim for our exposure to the crowd”, puesto que Soft Machine en sus inicios llegaron a ser teloneros suyos. No hay que obviar tampoco la broma de ese título hacia el de ‘Have You Ever Been (To Electric Ladyland)’ de Hendrix. Como una especie de balada-jazz densa y caótica se desarrolla la pintoresca ‘As Long As He Lies Perfectly Still’. Cuando logramos acostumbrarnos a su espeso sonido, podemos apreciar la sutileza melódica de la parte vocal, otra demostración de que todavía no habían perdido originalidad en la vertiente pop que poco a poco se iba difuminando. Más sorprendente es encontrar una balada de guitarra acústica bajo el hilarante título de ‘Dedicated To You But You Weren't Listening’, que sirve de descanso sensorial.
Tampoco podía faltar algún que otro exceso en forma de caos instrumental, tal como nos toca soportar en ‘Fire Engine Passing With Bells Clanging’. Junto a los últimos temas siguientes se puede decir que conforman una especie de minisuite instrumental que se hace amena por el dinamismo con el que se pasa de uno a otro y los constantes cambios de ritmo.
Este segunda obra de Soft Machine es de las que van ganando puntos conforme se va escuchando más veces, tal como ocurría con su predecesora. Como ya se ha dicho, las expectativas que nos creamos cuando hemos conocido previamente el excepcional debut nos pueden crear una decepción con su continuación. Al entusiasmo inicial se le contrapone una mayor seriedad, pero los músicos siguen demostrando su talento y eso es lo que permite que este álbum se pueda escuchar con interés, puesto que hay suficientes detalles que van aflorando y que elevan el resultado por encima de cualquier álbum de jazz-rock. Actualmente, los dos primeros álbumes pueden adquirirse conjuntamente en una edición que reúne ambos en un único CD, por lo que escucharlos de una tacada es una experiencia fascinante y desconcertante a partes iguales.
THIRD
Año de publicación: 1970
Puntuación:
1) Facelift; 2) Slightly All The Time; 3) Moon In June; 4) Out-Bloody-Rageous.
A partir de este álbum comenzamos a entrar en terreno hostil. Es decir, hostil para quienes busquen melodías como sentido existencial musical, ya que el componente jazz de esta banda comenzaba a imponerse al resto. Cuatro piezas de casi veinte minutos conforman lo que originalmente era un doble LP, toda una declaración de intenciones del camino que deseaban seguir, pues contrasta sobremanera con el álbum previo, repleto de temas breves. Se mantiene el formato de cuarteto del álbum anterior, si bien el saxofonista, hermano del bajista Hugh Hopper, es sustituido aquí por Elton Dean, mucho más dotado técnicamente. También participan algunos músicos más de instrumentos de viento, según la pieza.
Las extremas atonalidades que inician el álbum mediante ‘Facelift’, ciertamente invitan a desconectar muy rápido. Los cinco minutos que están con esa introducción se hacen eternos, aunque luego mejora todo sobremanera a través de diferentes secciones que transitan por diferentes cambios de humor y velocidades. La mejor es la que comienza sobre los 7:20, pues en ella podemos disfrutar del gran trabajo de batería de Wyatt y de un Ratledge que se desmelena un poco con el teclado, pero todo con mucha energía. Mejor introducción es la de ‘Out-Bloody-Rageous’, también de cinco minutos pero más agradable al oído. Luego se mantiene en los mismos parámetros de todo el álbum, ensamblando secciones de jazz impecablemente ejecutadas pero más destinadas quizá a una clase de oyente determinado que entiende y valora esta clase de música, si bien este último puede abominar al mismo tiempo del ligero componente rock que posee. No es una música fácil de escuchar para quien no esté acostumbrad@, pero vale la pena dejarse llevar por la propuesta y fijar la atención en todas las exquisiteces y agudezas musicales que se dejan translucir durante su ejecución. Los últimos tres minutos también se los podrían haber ahorrado, aunque el formato de LP les debió exigir completarlo de alguna manera.
Para quien esté buscando escuchar la expresiva voz de Wyatt, no satisfará su inquietud hasta ‘Moon In June’ pero no quedará decepcionad@. Obviamente, la mayor parte del tiempo es instrumental y seguro que en un formato más reducido hubiera sido uno de sus grandes logros, pero sus diferentes secciones, salvo la última, rezuman emoción a raudales aunque sea dentro de los límites del jazz-rock. Y es que todo lo bueno que tiene en cuanto a contenido melódico se pierde en los últimos cinco minutos, dedicados a atonalidades varias que incluyen un chirriante violín. El único tema que consigue que no decaiga apenas el interés es ‘Slightly All The Time’, no porque se salga precisamente de los esquemas del jazz, sino porque se van sucediendo sutiles cambios a lo largo de su desarrollo, de cadencia apacible en buena parte, hasta que se llega a la recta final donde se acaba elevando el tono de una manera muy gradual y atrayente. Como un sprint final donde los músicos hacen el último esfuerzo antes del último minuto de retirada. Esto es lo que Caravan buscó sin llegar a conseguir en Waterloo Lilly.
No resulta muy apropiado evaluar un álbum de estas características en comparación con una producción enfocada hacia el rock, ya que los parámetros en los que se basan son bien diferentes. Igual que se hizo, por ejemplo, con Steely Dan, la visión que se mantiene en esta web no es la de un conocedor o simple oyente de música jazz, sino la de una visión respecto a los parámetros del rock, entendiendo este no como un estilo concreto, sino como una filosofía musical de evolución, integración, diversidad y originalidad, bajo cuyos conceptos este álbum se queda en una posición discreta sin que ello desmerezca su contenido de indudable interés y que entretendrá a cualquier amante de la música por su riqueza técnica no exenta de emoción en algunos tramos. También parece un candidato idóneo para mejorar con el tiempo la impresión que transmite. Eso sí, requerirá de muchísimo tiempo…
FOURTH
Año de publicación: 1971
Puntuación:
1) Teeth; 2) Kings And Queens; 3) Fletcher's Blemish; 4) Virtually Part 1;
5) Virtually Part 2; 6) Virtually Part 3; 7) Virtually Part 4.
El cuarto álbum de Soft Machine confirmaba que, al fin y al cabo, a lo que estábamos asistiendo en los últimos tiempos era a la gradual transformación de la banda en un combo de jazz sin apenas elementos de rock. Al pobre de Wyatt le vemos en la portada tímidamente en un lado, mirando como quien no sabe qué hace ahí y tampoco se atreve a preguntar. Ya ni siquiera le escucharemos cantar, mucho menos componer, limitándose a tocar la batería sin demasiada motivación; una actitud al estilo de George Harrison durante la grabación de Let It Be: “Decidme qué tengo que hacer y lo hago”. Como curiosidad, en un par de temas toca el clarinete el hermano de Pye Hastings (el líder de Caravan) entre los varios músicos de metales que participan.
Nada más definitorio de la transformación de Soft Machine que escuchar en ‘Teeth’ al saxofón de Dean como el instrumento que claramente lidera el tema dentro de sus parámetros de jazz tendente a la improvisación. Hacia la mitad parece coger un poco de forma, pero no es más que el interludio hacia otra exhibición de arrebatado saxofón. Siendo Ratledge su compositor, ya podía haber tomado el protagonismo él mismo con su teclado. ‘Kings And Queens’ sería el reverso del tema previo, ya que se desenvuelve en ritmos más lentos pero sin que ello signifique un relajamiento de Wyatt, quien rellena todo el espacio posible dentro de lo que debe ser un tono calmado. Eso sí, la primera composición de Dean en la banda resulta muy difícil digerir, puesto que ‘Fletcher's Blemish’ es todo un caos sonoro.
Lo que nos queda después es lo que originalmente constituía la cara B completa del LP, una suite de jazz dividida en cuatro cortes bajo el título genérico de ‘Virtually’. No deja de ser más de lo mismo que ya hemos escuchado aunque posea un inicio intrigante que capta pronto el interés. En esa primera parte se repiten tanto varios de los segmentos que se acaban volviendo cansinos, como si no tuvieran mesura a la hora de evaluar la estructura de las composiciones, ya que las improvisaciones son muy discretas para compensar la repetición rítmica. La segunda parte es el show de Dean con su saxofón y acaba empachando nuevamente, además de dirigirse a una inevitable tercera parte de atonalidades. Por tanto, nos queda como único alivio que la cuarta y última parte está desarrollada como un sutil crescendo que vale la pena apreciar como inteligente construcción musical.
No hay mucho más que decir ante un álbum instrumental que se sale casi por completo del lenguaje del rock y que requeriría de otro tipo de análisis enfocado a la música jazz. En cuanto a melodías y vitalidad se merece un cero con algunas décimas. La impecable ejecución y las estructuras complejas le otorgan una mejor valoración, pero nada más que aburrimiento encontrará quien no sea un verdadero entendido de la música jazz, y aun así se albergarían dudas sobre ello.
FIFTH
Año de publicación: 1972
Puntuación:
1) All White; 2) Drop; 3) M C; 4) As If; 5) L B O; 6) Pigling Bland; 7) Bone;
[BONUS TRACK:] 8) All White (take 2).
Sin Robert Wyatt en el grupo, los Soft Machine estaban condenados a quedar recluidos cada vez más en la música jazz, sin nada que pudiera engarzarlos con el mundo del rock, ni siquiera bajo el término de fusión. Esto supone un obstáculo insalvable para una web de rock (en su sentido más amplio) como esta, ya que el jazz requiere de un enfoque diferente y unos conocimientos específicos que escapan a lo que se puede ofrecer aquí. No obstante, dado que la/el visitante de esta web no será en principio una persona entendida en jazz, abordaremos su análisis desde la misma perspectiva que cualquier otro álbum de rock. Y bueno, el resultado es más bien desolador, ya que cualquier idea previa que se pueda tener sobre un disco de jazz es exactamente lo que un@ va a encontrar. Queda bien claro que era Wyatt quien aportaba esa visión diferente para encontrar puentes de unión entre estilos, aparte de que su ausencia significa que ya no encontraremos ningún tema cantado, es todo instrumental.
Tampoco es que nos encontremos ante un álbum ofensivo en su propuesta. Es jazz interpretado con profesionalidad e incluso con gusto en determinados momentos. Eso sí, casi dos minutos tarda en arrancar ‘All White’ en una introducción atmosférica pero quizá demasiado larga, aunque por suerte luego entretiene a base de introducir un amenazante ritmo. Como bonus track se incluye la toma dos, que se deja de preámbulos y va casi directa a lo que en realidad interesa. El mismo esquema de ‘All White’ sigue ‘Drop’, pero esta vez no arranca sino hasta los tres minutos, la única manera en la que se les ocurrió cómo sorprender, por lo que se ve. El ritmo es ligeramente más rápido y eso sirve para que deje también una buena sensación. Aunque la mejor pieza de todas es ‘Pigling Bland’, ya que al menos se aprecia una estructura y un propósito más allá de la mera improvisación programada, donde las transiciones rítmicas son graduales y la calidez del sonido invita a escucharla con agrado y con ganas de repetirla.
Los misteriosos títulos de ‘M C’ y ‘L B O’ no esconden más que cinco minutos de atonalidades y dos minutos de solo de batería, respectivamente. Al nuevo batería (a uno de ellos, porque hubo dos diferentes en las sesiones de grabación), sustituto de Wyatt, le dirían que podía incluir una composición propia y ahí que se lanzó a darle golpes a sus tambores. En cuanto a ‘Bone’, también se mueve entre atonalidades, pero como pieza atmosférica no acaba de fracasar del todo. El tema que se vuelve letárgico es ‘As If’, puesto que durante ocho minutos transita por diferentes secciones, causando cada cual mayor indiferencia que la anterior.
Como puede observarse, de manera no consciente he estado hablando repetidamente del tiempo de duración de cada pieza. Fijarse constantemente en el tiempo cuando se está escuchando música es indicativo del nivel de aburrimiento al que se puede llegar. Y este álbum es aburrido donde los haya.
2020
SIX
Año de publicación: 1973
Puntuación:
1) Fanfare; 2) All White; 3) Between; 4) Riff; 5) 37 1/2; 6) Gesolreut; 7) E.P.V.; 8) Lefty; 9) Stumble; 10) 5 From 13 (For Phil Seamen With Love & Thanks); 11) Riff II;
12) The Soft Weed Factor; 13) Stanley Stamps Gibbon Album (For B.O.);
14) Chloe And The Pirates; 15) 1983.
2020
Llegamos aquí a uno de los momentos clave en la tumultuosa carrera de los Soft Machine. Elton Dean y sus vientos ya no están y en su lugar entró Karl Jenkins, cuya capacidad como compositor superaba ampliamente la de su antecesor e incluso la de sus nuevos compañeros, tomando el liderazgo desde el primer momento. Conseguirá llevar al grupo a sus mejores logros de los setenta, dentro de los parámetros del jazz-rock, pero esto no será inmediato y requerirá su tiempo. En primer lugar, la idea fue crear este álbum conformado por una primera mitad interpretada en directo y la otra en el estudio, reflejando así la competencia y profesionalidad de los músicos. Sorprende por tanto la ausencia de Elton Dean, ya que su saxofón había alcanzado unas cotas de protagonismo exagerado para lo que debería ser el sonido de la banda.
En la parte en directo la sorpresa es encontrar composiciones nuevas, tan solo ‘All White’ pertenece a uno de los álbumes previos, justo del Fifth. En cualquier caso, piezas como ‘Fanfare’ y ‘Between’ quedan como introducciones para las que llegan a continuación. Si nos fijamos en ‘Gesolreut’, esta va creciendo gradualmente hasta que, sin darnos cuenta, estamos asistiendo a una precisa pieza rítmica que únicamente adolece de una cierta monotonía. Y es que es precisamente el componente rítmico el que parecen haber desarrollado con más énfasis por fin, puesto que temas como ‘Stumble’ suenan agradables y mantienen el interés sin problema, a diferencia de lo que ocurría en los últimos álbumes. En ‘E.P.V.’ parece que estuvieran pensando en ralentizar las notas introductorias de la Quinta Sinfonía de Beethoven, pero quitándole una nota.
A pesar de poseer una introducción que invita al suspense, ‘Lefty’ se pierde luego en atonalidades varias, aunque peor resulta el solo de batería de ‘5 From 13’, que justo al final se arregla para enlazarse mediante un pegadizo riff de bajo y a, valga la redundancia, ‘Riff II’, de tal manera que se acaba la mitad en directo de este disco. A destacar que la dedicatoria de ‘5 From 13’ está referida a un relevante batería de jazz que tocó con algunos de los grandes nombres del género y que habría fallecido poco antes de esa actuación.
Ese componente rítmico que ya ha sido destacado previamente, por suerte aparece también en la parte del álbum grabada en el estudio. Lo mejor de esta segunda parte y entre lo mejor de todo el álbum está ‘The Soft Weed Factor’, gracias sobre todo a la precisa y acertada génesis de creación en la que asistimos a la formación paulatina de la composición liderada por el etéreo teclado hasta que, pasados los tres minutos, llega al pegadizo ritmo a partir del cual se van añadiendo diferentes variaciones de los instrumentos implicados. Por otro lado, el saxofón adopta un tono muy agudo y desquiciado para no desentonar con el frenético ritmo de ‘Stanley Stamps Gibbon Album (For B.O.)’. En cambio, de ‘Chloe And The Pirates’ no se puede decir nada cuando acaba porque, aun durando casi diez minutos, se olvida de manera fugaz por su convencionalidad. Y quizá sea mejor así, visto lo visto, ya que en ‘1983’ se vuelven irritantes esos continuados sonidos, seguramente del teclado, que parecen de videojuego de los ochenta y de los que solo se libran la parte inicial y la final.
Resulta curioso que las tres últimas puntuaciones coincidan también con el título del álbum respectivo (no ha sido nada premeditado). Pero como ya se ha dicho, comenzaba una senda ascendente del grupo aunque todavía les costaría mejorar. Es decir, siempre hablando desde la perspectiva de cualquier persona que no sea seguidora del jazz y que se acerque a la música desde una perspectiva diferente a la de los amantes de este género, cuya visión es obviamente diferente. Lo de la portada bien podría ser un monstruito de las novelas más surrealista de Burroughs, otro guiño a este escritor aparte del nombre de la banda.
SEVEN
Año de publicación: 1973
Puntuación:
1) Nettle Bed; 2) Carol Ann; 3) Day's Eye; 4) Bone Fire; 5) Tarabos; 6) D.I.S.;
7) Snoland; 8) Penny Hitch; 9) Block; 10) Down The Road; 11) The German Lesson;
12) The French Lesson.
Seguían los movimientos convulsos en el seno de la banda. En esta ocasión, tocaba la salida de uno de los fundadores (aunque no participara como músico en el debut): el bajista Hugh Hopper. Su salida no fue traumática porque en los últimos años su faceta de compositor brillaba por su ausencia, aportando únicamente el penoso experimento de ‘M C’ en Fifth. Lejos quedaban los primeros tiempos en que era un miembro muy importante para la producción musical del grupo, aunque como bajista ha demostrado sobradamente su valía. Así pues, un tal Babbington fue el sustituto para facturar un nuevo álbum que mantenía los mismos parámetros ya vistos de jazz de fusión, todo instrumental, manteniendo el liderazgo de Jenkins tanto en la composición como, sobre todo, en las interpretaciones.
El comienzo mediante ‘Nettle Bed’, una composición de Jenkins, es más que prometedor, ya que se va desarrollando una pegadiza melodía a partir de la cual se introduce una improvisación de sintetizador. La forma de finalizar queda un poco abrupta, pero nada puede objetarse a lo que es una pieza acorde a lo que debería ser un jazz-rock, es decir, una manera de complementar el componente melódico del rock con la libertad formal del jazz. Encontramos varias piezas cortas que sirven para dar un mayor dinamismo al álbum, algunas de ellas siendo meras extensiones de los temas precedentes. El problema, como es más que previsible, está en que buena parte de esta música se olvida muy rápido tan pronto ha finalizado, ya que las melodías brillan por su ausencia, pero no obstante el sonido es agradable y en algunos momentos incluso ameno.
El ágil ritmo de ‘Tarabos’ sirve para convertirla en la otra composición verdaderamente interesante de todo el disco (aparte de la citada ‘Nettle Bed’), pero poco más cabe destacar de unos temas que podrían intercambiarse sin mayor problema, salvo cuando al baterista Marshall le permiten dejarse llevar por sus instintos vanguardistas y este nos deja unas percusiones disonantes en ‘D.I.S.’ que, sin menospreciar su originalidad, ciertamente resulta difícil de disfrutar. Y ‘Carol Ann’ es demasiado calmada para suscitar algún interés, quizá más si se emplea como música de relajación.
A pesar de que ‘Day's Eye’ es una composición de Ratledge, sigue siendo Jenkins el verdadero protagonista, en este caso en exceso. No será hasta el próximo álbum, con la entrada de un guitarrista (¡por fin!) en el grupo, que conseguirán por fin una obra notable y a la altura del prestigio que una vez adquirieron y que se había diluido de igual manera que su inspiración melódica entre tanta improvisación, aunque seguían asomando trazas que permitían albergar esperanzas. Aquí, de momento, se volvían a quedar con un disco profesional, técnicamente impecable, pero carente de gancho en su mayor parte y sustituible por casi cualquier otro álbum de similares características.
BUNDLES
Año de publicación: 1975
Puntuación:
[Hazard Profile]: 1) Part One; 2) Part Two (Toccatina); 3) Part Three; 4) Part Four;
5) Part Five; 6) Gone Sailing; 7) Bundles; 8) Land Of The Bag Snake;
9) The Man Who Waved At Trains; 10) Peff; 11) Four Gongs Two Drums;
12) The Floating World.
Una novedad importantísima marca este gran álbum de los Soft Machine y es precisamente la que formaliza el nuevo sonido de la banda y la sorprendente mejora conseguida: la incorporación del soberbio guitarrista Allan Holdsworth. Nunca antes se había escuchado una guitarra en un álbum de Soft Machine y tan solo alguna vieja grabación con Daevid Allen (el primer y único guitarrista que tuvieron antes de que se marchara a formar Gong) contiene este instrumento. Holdsworth llevaba danzando de grupo en grupo sin un destino claro desde que comenzara como músico de sesión a finales de los sesenta, por lo que fue una suerte que acabara recalando en los Soft Machine, cuya agonizante trayectoria no presentaba visos de mejora.
Los miembros del grupo seguro que se dieron cuenta muy pronto del potencial que atesoraba el nuevo guitarrista y por ello le permiten tomar el liderazgo a lo largo de casi todo el disco. Así, la pieza estrella es una suite instrumental escrita por Karl Jenkins y titulada ‘Hazard Profile’. Su primera parte es una demostración magistral de cómo realizar una improvisación de guitarra que parezca planificada y encaje a la perfección dentro de una pieza. La delicada segunda parte de piano y guitarra acústica da paso a unas breves pero emotivas tercera y cuarta partes donde en tan solo dos minutos vemos una excepcional progresión que acaba con la entrada de la sección rítmica y un memorable pasaje eléctrico en el estilo del mejor Zappa instrumental. La quinta y última parte sirve de excusa para la improvisación de teclado, que es más difusa pero no le quita protagonismo al ágil y adictivo ritmo donde el baterista Marshall ofrece toda una demostración de cómo ser un gran músico y saber entretener al personal al mismo tiempo.
Los momentos en los que brilla la guitarra son los momentos en los que brilla la música, como queda demostrado también en ‘Bundles’, otro de los grandes temas de este álbum y también compuesto por Jenkins. Viene precedido por una breve y algo atonal introducción acústica de Holdsworth titulada ‘Gone Sailing’. La guitarra aparece también en primer plano en ‘Land Of The Bag Snake’, pues se trata de otra composición de Holdsworth, para dirigir la composición por caminos más seguros pero no por ello menos deleitantes. En el polo opuesto, se ha de prestar bastante atención a ‘The Floating World’ para captar las sutilezas de su estudiada estructura, ya que no hay guitarra por medio y se basa en pequeñas variaciones que la primera vez pueden parecer repeticiones continuadas.
Una de las últimas composiciones de Ratledge con Soft Machine es la breve ‘Peff’, la cual precisamente sale beneficiada por su rápido ritmo y las florituras de Jenkins, bien enfatizadas al final con la maníaca batería y la frenética guitarra que le acaban acompañando, pero luego acaba todo divagando sin ninguna interrupción por medio cuando se enlaza con ‘Four Gongs Two Drums’, en la cual hacia la mitad comprendemos el porqué de su título, ya que se convierte en un pretexto para lanzarse a un solo de percusión, delatando quién es el autor del tema. La otro composición de Ratledge es ‘The Man Who Waved At Trains’, donde vuelven a caer en el pecado del convencionalismo y lo deja a él como principal culpable.
Quién sabe si esta diferencia respecto al gran nivel demostrado por sus compañeros en la composición y ejecución es lo que llevó a una reflexión al organista del grupo, pero el caso es que Mike Ratledge abandonó el grupo y por ello ya no quedó ninguno de sus miembros fundadores. A nivel compositivo esto tampoco resultó ningún drama por su bajo estado de forma creativo, pero ya comenzaba a resultar muy complicado aceptar la denominación de Soft Machine a todo lo que llegaría después. En cualquier caso, cabe liberarse de etiquetas y nombres para disfrutar de un disco que por fin sabe moverse en ese terreno difuso del jazz-rock para mantener la imprevisibilidad del primero con el entusiasmo y energía del segundo género.
SOFTS
Año de publicación: 1976
Puntuación:
1) Aubade; 2) The Tale Of Taliesin; 3) Ban-Ban Caliban; 4) Song Of Aeolus;
5) Out Of Season; 6) Second Bundle; 7) Kayoo; 8) The Camden Tandem; 9) Nexus;
10) One Over The Eight; 11) Etka.
La salida de Mike Ratledge del grupo significaba acabar con todo vestigio de los orígenes de Soft Machine, pero el cambio efectuado en la dirección musical significaba eliminar por completo cualquier conexión con el nombre del grupo, como si estuviéramos asistiendo a un disco de otro. Después de la enorme mejora cualitativa experimentada en Bundles, lo que parecía un suicidio era la salida del grupo del guitarrista Allan Holdsworth, verdadero artífice de la recuperación exhibida. Esto no significa menospreciar a su reemplazo, otro gran guitarrista llamado John Etheridge que provenía del mundo del jazz y el rock progresivo. Y es curioso que algunas piezas de este álbum, sobre todo de la primera mitad, ya no suenen a jazz ni a fusión de ningún tipo, para nada. Todo sigue siendo instrumental, eso no iba a cambiar, pero pronto notamos que algo ha cambiado.
Pensar en un inicio de álbum con una pieza tan bella de folk acústico como ‘Aubade’ hubiera sido una quimera años antes, pero aquí el saxofón suena humilde y melódico (está tocado por el primo de Rick Wakeman) para dejarnos esta evocadora pieza. Los momentos de tranquilidad y relajación están muy bien logrados, pues consiguen crear una ambientación precisa aunque sea a base de emplear ritmos sencillos como en ‘Song Of Aeolus’. Mejor todavía resulta ‘Out Of Season’, de una delicadeza y cuidadas melodías que nos hacen pensar en los mejores Genesis pastorales, como si le hubieran extraído la voz de Peter Gabriel a alguna composición de ese estilo.
Aires españoles asoman en ‘The Tale Of Taliesin’ a través de un extremadamente gradual crescendo que se acaba pasados los tres minutos al entrar en una frenética sección que es menos interesante, pero que sirve como marcado contraste hasta el retorno de la majestuosa primera sección. En la primera mitad de ‘Ban-Ban Caliban’ es como si hubieran querido acercarse a la música disco desde una perspectiva de jazz. Luego dejan un intermedio central para el lucimiento de Etheridge, quien demuestra su espectacular técnica aunque ya no consiga transmitir la emoción que sí conseguía Holdsworth. Donde sí consigue dejar mejor impresión es con la guitarra acústica en la final ‘Etka’, una composición suya que nos devuelve a los aires bucólicos del inicio pero con cierto regusto flamenco, aunque hacia la mitad asome una influencia de la guitarra clásica hispana.
La primera mitad del álbum es excelente y asombra el gran nivel exhibido en una música tan ajena respecto de casi todo lo que habían hecho hasta ese momento. A partir de ‘Second Bundles’, una experimentación sonora, ya nos damos cuenta de que no todo podía seguir en ese nivel. El baterista Marshall también busca su momento de experimentación y nos deja otra plomiza pieza de percusión sola (‘Kayoo’) que enlaza con otra pieza (‘The Candem Tandem’) en la que está acompañado por la maníaca guitarra de Etheridge y eso la salva de ser totalmente intragable. La breve ‘Nexus’ es la momentánea salvación que llega con el ritmo funk de ‘One Over The Eight’, tema en el que elevan el tono cuando ya comenzamos a cansarnos un poco, acabando todo en una cascada sonora.
En definitiva, este álbum es toda una sorpresa por alejarse de la rigidez monolítica del jazz-rock que habían estado desarrollando, proporcionando a cambio una insólita diversidad bien entendida. La lástima es que tanto Bundles como este disco quedarán como un oasis dentro del desierto en el que se convirtió la inspiración de los Soft Machine. Pero ahí ha quedado ese oasis para descubrirlo y disfrutarlo.
ALIVE AND WELL - RECORDED IN PARIS
Año de publicación: 1978
Puntuación:
1) White Kite; 2) EOS; 3) Odds Bullets And Blades Pt. I;
4) Odds Bullets And Blades Pt. II; 5) Song Of The Sunbird; 6) Puffin; 7) Huffin;
8) Number Three; 9) The Nodder; 10) Surrounding Silence; 11) Soft Space.
El título de este nuevo álbum puede inducir a error, pues se parte de unas grabaciones en directo recogidas de unos conciertos en París de 1977, pero luego hubo retoques y adiciones en el estudio. Solo hay que escuchar el último tema para saber que no fue grabado en directo, pues de otra manera los silbidos entre el público seguidor del jazz hubieran aflorado con seguridad y los hubiéramos escuchado. Nuevos cambios asomaban en la formación, donde ya no hay saxofonista pero a cambio hay un violinista, sin que ello signifique que los Soft Machine se habían encaminado hacia el folk-rock británico o la música country. El álbum es casi una alternancia continua entre piezas calmadas y otras de ritmo endiablado, donde han olvidado buena parte de los avances conseguidos en dirección al rock, volviendo a mirar más hacia el jazz, motivo por el cual se resiente más el resultado.
Algo ambientales se han vuelto también conforme escuchamos ‘White Kite’, un preliminar de tres minutos de sintetizadores que se antoja excesivo, sobre todo cuando la siguiente pieza (‘EOS’) muestra un destacada solo de guitarra de poco más de un minuto de duración. A continuación, en ‘Odds Bullets And Blades’ tan solo ofrecen una melodía reconocible en su primera parte, el resto es técnica y, en su segunda parte, velocidad. Después del momento obligado de relajación de ‘Song Of The Sunbird’, llegan dos temas de lo mejor de este álbum, ‘Puffin’ y ‘ Huffin’, pues en ellas se coloca Etheridge en primer plano y con toda la energía rockera que puede imprimir junto a los complejos ritmos marcados por Marshall en ‘Huffin’.
En el disco previo, Etheridge ya había dejado muestras de su gusto por la música española, lástima que aquí el nuevo ejemplo sea ‘Number Three’, un solo de guitarra flamenca que a los españoles nos suena como si uno de nuestros insignes guitarristas estuviera haciendo pruebas con la guitarra y además lo hubiera grabado. Afortunadamente se resarce en el siguiente tema, ‘The Nodder’, dejando algunos de los mejores pasajes de guitarra del álbum. Más afortunados somos de no tener ningún solo de batería de Marshall, pero sí acompaña brevemente en ‘Surrounding Silence’ a Ric Sanders (escrito Rick por error en el disco), quien es el autor y ejecutor de esta pieza consistente en un solo de violín.
Llegamos así al instante en que estos tipos deciden que deben hacer algo para llamar la atención. Lo más extravagante que se había escuchado en los últimos años de los Soft Machine probablemente sea ‘Soft Space’, pues parece un tema pionero de techno-pop de finales de los ochenta, algo más destinado a las pistas de baile, como si se hubieran inspirado al mismo tiempo en Kraftwerk y en las producciones de Giorgio Moroder. De hecho, parece una reescritura instrumental y más futurista de ‘I Feel Love’ de Donna Summer. No puede tildarse de comercial a ‘Soft Space’, sino de una experimentación más allá de lo que en principio estaban destinados a ofrecer, lo cual cabe alabar como parte del espíritu de superación.
En resumen, este álbum prosigue la línea descendente que llevaban desde que casi habían vuelto a llegar a lo máximo posible en Bundles, desandando el camino desde el rock hacia el jazz. Aun así, presenta suficientes momentos interesantes como para defenestrarlo, aunque se olvide todo muy rápidamente excepto el sorpresón del final, quién sabe si un pequeño tesoro perdido para las pistas de baile.
2021
LAND OF COCKAYNE
Año de publicación: 1981
Puntuación:
1) Over 'N' Above; 2) Lotus Groves; 3) Isle Of The Blessed; 4) Panoramania;
5) Behind The Crystal Curtain; 6) Palace Of Glass; 7) Hot-Biscuit Slim;
8) (Black) Velvet Mountain; 9) Sly Monkey; 10) 'A Lot Of What You Fancy...'.
2021
Nunca se acabarían las turbulencias en la formación de lo que todavía daba en llamarse como Soft Machine. Ahora las riendas absolutas las tomaba Karl Jenkins, pues se queda como único compositor de este nuevo y último álbum, con permiso del retorno que sucederá casi cuarenta años después. El guitarrista Etheridge ya no está, pero a cambio volvía Holdsworth, el héroe de Bundles, así que parecía una buena noticia para albergar esperanzas de mejora. La triste realidad es que su guitarra apenas se nota, más allá de los típicos alardes de técnica estériles, y parece que realiza el mismo rol que un guitarrista de sesión. Lo mismo ocurre con el bajista reclutado para la ocasión, nada menos que el gran Jack Bruce de Cream, quien también pasa desapercibido para el oyente medio.
Al tener todo el contenido la firma única y absoluta/absolutista de Jenkins, no podemos esperar sorpresas, aunque suena algo diverso y se nota que Jenkins quiere sonar agradable, lo cual al menos se agradece. Pero desafortunadamente no emplea en ningún momento el oboe que adornaba elegantemente algunos temas de Bundles. El comienzo del álbum es engañoso porque nos encontramos un tema muy accesible y con una reconocible melodía como ‘Over 'N' Above’, que en realidad es bastante lineal y en cierta manera repetitivo. El ritmo es de música disco decelerada y los coros también recuerdan ese estilo, pero los distintos detalles instrumentales que se van insertando, sobre todo por parte de la guitarra y el saxofón, evitan la monotonía. Eso ya no lo conseguirán en el siguiente tema, ‘Lotus Groves’, pues los detalles instrumentales son poco significativos y aquello que más resalta es el repetitivo ritmo de sintetizador.
Que Jenkins se lo pasó muy bien con sus sintetizadores se aprecia en la breve ‘Behind The Crystal Curtain’, aunque eso no significa que nosotros compartamos necesariamente tan buen momento, como tampoco con la aburrida música oriental de ‘Palace Of Glass’. En la orquestal ‘Isle Of The Blessed’ parece que hayan extraído un fragmento de alguna banda sonora convencional y parece una broma que aparezca en un álbum de los Soft Machine. Y todo para presentarnos ‘Panoramania’, otro interminable instrumental de siete minutos donde los teclados de Jenkins toman el liderazgo quién sabe con qué intención, porque es una divagación continua con algún que otro pequeño momento de interés. La citada pieza orquestal parece que la reciclen más adelante en ‘(Black) Velvet Mountain’, pero en esta al menos podemos escuchar a todos los músicos de Soft Machine junto a los músicos de orquesta, aunque sea en modo soft y sencillo, todo sea dicho sin retintín porque suenan placenteros.
El comienzo de ‘Sly Monkey’ es esperanzador con tanto aplomo que demuestran, pero desgraciadamente luego se desarrolla por caminos ya bien trillados dentro del jazz-rock, incluso por ellos mismos. En cambio, ‘Hot-Biscuit Slim’ es más animada de principio a final y eso sirve de empuje para que resulte algo más interesante de lo que encontramos en general en este disco, aunque lo más interesante es la melodía que podemos escuchar al inicio y que luego se repetirá un par de veces más. El resto, otra tanda de improvisaciones, esta vez con el saxofón como instrumento principal.
La breve pieza final ‘'A Lot Of What You Fancy...'’ parece un añadido final sin mayor importancia, que aquí quedaba como despedida de un mal álbum y de una banda definitivamente venida a menos y sin razón de ser. Esto es como el juego de ponerse varias personas en círculo y decirse algo al oído, de tal manera que la última persona recibe un comunicado completamente diferente al original. Aquí ya no hay nada que se parezca a la versión original de los Soft Machine (aunque eso ya venía de años atrás) y, lo peor de todo, no hay nada que los diferencie de cualquier grupo similar del montón. En teoría se llegaba aquí al final de todo, hasta que en 2018 el baterista Marshall y el guitarrista de los dos álbumes previos (Etheridge) se arrogarán el legado espiritual del grupo para volver con un nuevo e inesperado álbum.
HIDDEN DETAILS
Año de publicación: 2018
Puntuación:
1) Hidden Details; 2) The Man Who Waved At Trains; 3) Ground Lift;
4) Heart Off Guard; 5) Broken Hill; 6) Flight Of The Jett; 7) One Glove;
8) Out Bloody Intro; 9) Out Bloody Rageous (Part 1); 10) Drifting White;
11) Life On Bridges; 12) Fourteen Hour Dream; 13) Breathe;
[BONUS TRACK:] 14) Night Sky.
En pleno siglo XXI ya nadie podría esperar un nuevo álbum de los Soft Machine, más si cabe cuando algunos de los miembros de la última formación habían formado sus propias bandas tras la ruptura, con las que de alguna manera continuaban el legado de Soft Machine, grabando nuevos álbumes y saliendo de gira. Aquí se volvieron a reunir el baterista Marshall (el sustituto de Robert Wyatt), el bajista Babbington (convertido e miembro oficial a partir de Seven) y el guitarrista de la segunda mitad de los setenta, John Etheridge. A ellos se une aquí un nuevo miembro llamado Theo Travis: saxofonista, flautista y compositor de más de la mitad de los temas. Aquí puede decirse que retoman el estilo del grupo de la primera mitad de los setenta, enfilada hacia el jazz-rock, siendo todo el álbum instrumental (nadie quiso competir nunca con Wyatt como vocalista).
Quizá para justificar el uso del nombre del grupo, echan mano de un par de composiciones antiguas de uno de los miembros fundadores de los Soft Machine, Mike Ratledge. Así, podemos escuchar de nuevo ‘The Man Who Waved At Trains’, perteneciente a Bundles, y otra versión de ‘Out Bloody Rageous’ de Third, aquí en versión reducida aunque subdividida en dos partes, de tal manera que en la denominada como Part 1 se centran en una notable melodía que quedaba totalmente difuminada en los veinte minutos de duración de la pieza original. Rememorando lo peor de los setenta también, caen en la tentación de grabar una piezas atonales, como ocurre en ‘Flight Of The Jett’ y en la mayor parte de ‘Life On Bridges’, esta última llegando a unos insufribles ocho minutos. En cambio, ‘Ground Lift’ parece que va a ser también otro engendro musical pero en su segunda mitad despega para ofrecernos un interesante dueto de saxofón y guitarra eléctrica.
Igual que ocurría en Softs, es Etheridge quien aporta una visión diferente al jazz y más próxima al rock, siendo el ejemplo más evidente el tema ‘One Glove’, aunque en la recta final Travis se empeña en acaparar todo el protagonismo con su saxofón y rompe el encanto por unos instantes. Curiosamente, es un tema de este último (‘Fourteen Hour Dream’) el que también presenta un atractivo comienzo de estilo rock donde queda mucho mejor la flauta como instrumento principal, cediendo en este caso el testigo a la guitarra en el último tercio. Pero sigamos con las composiciones de Etheridge, pues encontraremos también algunas piezas para su lucimiento personal, como ‘Heart Off Guard’ donde toca la guitarra acústica; o ‘Broken Hill’ y ‘Drifting White’, en ambas con la eléctrica, siendo la segunda de ellas más discreta, quedando el bonus track ‘Night Sky’ como una versión mejorada.
Bien podrían haber titulado este álbum como Eight, pues de alguna manera retoma la senda marcada en Six y Seven que luego se vería truncada muy positivamente por Bundles. Queda así un álbum de retorno mediocre en cuanto a relevancia, ya que no se le puede objetar nada al apartado técnico. Quién sabe si tendrá una continuación, porque podría haberla perfectamente en cuanto a que este tipo de música da para grabar infinidad de discos similares. Escuchando ‘Breathe’, incluso podríamos imaginarnos a estos señores haciendo música para sesiones de meditación, lo cual les abriría un verdadero filón para aumentar la discografía de Soft Machine exponencialmente.