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PROCOL HARUM

PROCOL HARUM

Año de publicación: 1967

Puntuación:

1) Conquistador; 2) She Wandered Through The Garden Fence;

3) Something Following Me; 4) Mabel; 5) Cerdes (Outside The Gates Of);

6) A Christmas Camel; 7) Kaleidoscope; 8) Salad Days (Are Here Again);

9) Good Captain Clack; 10) Repent Walpurgis; 11) A Whiter Shade Of Pale;

[BONUS TRACKS]: 12) Lime Street Blues; 13) Homburg; 14) Salad Days (Earlier Alternate); 15) Mabel (Earlier Undubbed); 16) Cerdes (Outside The Gates Of) (Earlier Alternate); 17) Something Following Me (Earlier Alternate); 18) Magdalene (My Regal Zonophone) (Earlier Alternate); 19) Quite Rightly So (Earlier Undubbed); 20) Shine on Brightly (Earlier Alternate).

Cuando uno piensa en un disco de debut grabado por un grupo a partir del éxito de un single, lo primero que puede hacer es estremecerse ante otros horribles ejemplos que conozca (caso de The Kinks con su primer LP tras haber arrasado con ‘You Really Got Me’), pero al contrario de lo que se podría pensar, este disco es una obra maestra llena de melodías evocadoras, principalmente de órgano y piano, aunque la guitarra de Trower no queda lejos. De hecho, cuando grabaron el single ‘A Whiter Shade Of Pale’, éste todavía no había entrado en el grupo. Pero una de las características más reconocibles en el estilo de Procol Harum en esta primera fase es la interacción entre el piano de Gary Brooker y el órgano de Matthew Fisher.

 

Lo que sobrevuela todo el álbum es sin duda el sonido barroco, no solo por el uso directo de melodías tomadas de Bach o probablemente de otros autores de la época, sino también por el estilo contemplativo y evocador que se desprende en muchas de las canciones. Nada de ello queda más claro que en la introducción de órgano del famosísimo 'A Whiter Shade Of Pale', tomado prestado del mismo Bach y que sirve de hilo conductor para una balada poderosa y penetrante que presenta la curiosidad de no tener guitarra. Podemos encontrar otros grandes ejemplos de sonido barroco, como el que se puede disfrutar escuchando el glorioso solo de órgano pasado el minuto y medio de ‘She Wandered Through The Garden Fence’, un gran tema pop. Como no podía ser de otra manera para un grupo con este sonido, podemos encontrar un tema instrumental al más puro estilo barroco, como es ‘Repent Walpurgis’ (referencia a la Noche de Walpurgis), que es toda una delicia de escuchar mientras se van alternando en el protagonismo el órgano, la guitarra y el piano hasta llegar a una parte final llena de fuerza.

 

El primer tema del álbum, ‘Conquistador’, podría tomarse como el arquetipo del sonido del grupo en su vertiente más rockera, aunque la transición entre las estrofas y el estribillo no acaba de parecer cuajada del todo. Tiene hacia el final un frenético solo de órgano al más puro estilo Zombies, algo que toma más prominencia en ‘Kaleidoscope’ con buen resultado. En cambio, ‘Salad Days’ tiene un estilo más pop donde el órgano adopta un sonido diferente, más silbante y por ende menos memorable.

 

Por otro  lado, ‘Something Following Me’ es la aproximación del grupo a un sonido blues desde esa perspectiva barroca, por lo que consiguen un sonido muy particular pero atractivo, sobre todo por las líneas de piano. En ‘Cerdes’ también adoptan ese estilo blues aunque con mayor protagonismo de la guitarra de Robin Trower, primer y más conocido guitarrista del grupo, siendo su solo central lo mejor de esta canción.

 

También hay espacio para la incursión en el music-hall con la festiva ‘Mabel’, que es un tema que solo gustará a los aficionados a este estilo, de igual manera que ‘Captain Clack’, que lo que gana en la eliminación de efectos sonoros lo pierde totalmente en su estribillo infantil. Por otro lado, una de las mejores canciones en mi opinión es ‘A Christmas Camel’, pues las agresivas líneas de piano le confieren una gran fuerza, además de tener una memorable parte vocal y uno de los mejores solos de guitarra de la carrera del grupo.

 

Los bonus tracks son abundantes y encontramos un poco de todo, principalmente versiones primerizas de canciones contenidas en el LP original que vale la pena escuchar porque tienen ese encanto de los ensayos tocados en un estudio al unísono, solo hay que fijarse, por ejemplo, en la batería de ‘Something Following Me’. Sobre las novedades que podemos encontrar, podemos decir que en ‘Lime Street Blues’ recuerdan directamente al estilo más rítmico de Ray Charles. ‘Homburg’ es otro guiño claro al sonido barroco, quizá por ello fuera el single de continuación a ‘A Whiter Shade Of Pale’, que arrasó en ventas. Por último tenemos versiones tempranas de tres temas que serían incluidos en el siguiente disco Shine On Brightly: ‘Magdalene (My Regal Zonophone)’, ‘Quite Rightly So’ y el propio ‘Shine On Brightly’, que son una curiosidad pero tampoco nos hacen desear escuchar la versión final, sobre todo la segunda, con un sonido poco trabajado todavía. Y en ‘Shine On Brightly’ la gran melodía inicial de guitarra es sustituida por el piano, con peor resultado obviamente.

 

En resumen, magnífico y memorable inicio discográfico de Procol Harum, que nunca más alcanzará tan globalmente este nivel de excelencia, aunque sí nos dejarán todavía grandes discos por el camino. Y probablemente hasta ese momento nunca nadie puso tan directamente en los oídos de la gente una melodía de Bach integrada en una canción de pop-rock, aunque para 1967 ya era bastante palpable la influencia de la música barroca en el rock, y no me refiero solamente a grupos como los Zombies, The Doors o The Left Banke, sino también a temas como, por ejemplo, ‘In My Life’ de los Beatles.

SHINE ON BRIGHTLY

Año de publicación: 1968 

Puntuación:

1) Quite Rightly So; 2) Shine On Brightly; 3) Skip Softly (My Moonbeams);

4) Wish Me Well; 5) Rambling On; 6) Magdalene (My Regal Zonophone);

7) In Held Twas In I;

[BONUS TRACKS]: 8) Seem To Have The Blues (Mostly All The Time);

9) Monsieur Armand; 10) Alpha; 11) In The Wee Small Hours Of Sixpence (Mono);

12) In The Wee Small Hours Of Sixpence (Alternate take); 13) Quite Rightly So (Take 4 break down); 14) Quite Rightly So (Alternate lyrics take); 15) Il Tuo Diamante.

La máquina musical de Procol Harum no acababa sino de despegar y en su segundo disco ya se atreven a grabar una larga pieza de más de quince minutos (‘In Held Twas In I’), quizá porque Robin Trower ya estaba completamente integrado en el sonido de la banda y porque el talento que desbordaba alguna de las composiciones del disco de debut no podía ser flor de un día. Por lo demás, es una evolución razonable del grupo hacia un mayor profesionalismo no exento de sentimiento y un buen montón de ideas.

 

No se puede empezar de mejor manera este análisis que destacando ‘Shine On Brightly’, uno de los mejores temas en la carrera de Procol Harum, que además contiene los mejores ingredientes característicos del grupo: unas memorables melodías vocales, unas fieras líneas de guitarra de Robin Trower que son las que inician precisamente el tema y un intermedio instrumental celestial liderado por el órgano. De ‘Quite Rightly So’ se podría escribir de forma análoga, aunque en este caso le faltaría la brillante guitarra que podemos escuchar en el otro tema. Y dentro de esta bolsa de grandes temas rock de corte tranquilo liderados por el piano de Brooker podemos incluir ‘Rambling On’, que aporta otra gran parte vocal y muy buenas melodías acompañadas de una gran instrumentación.

 

El eclecticismo del grupo se sigue viendo en el resto del álbum. En ‘Skip Softly (My Moonbeams)’ consiguen una genial mezcla de estilos, pues por su inicio parece más bien inspirado por el music-hall, aunque en la parte del “which seen by some other such person as me” se transforma en un fiero tema de rock, sobre todo por las magníficas líneas de guitarra, además de por su frenética coda instrumental. ‘Wish Me Well’ es la inevitable incursión hacia el blues-rock, pero de forma suave y sin adentrarse realmente en él debido al piano, lo que proporciona unos minutos agradables y poco más. Por otro lado, la marcha militar de ‘Magdalene (My Regal Zonophone)’ ciertamente no queda muy bien estilísticamente y deja en un segundo plano el teclado que imita el clavecín, que es precisamente lo único interesante que presenta este tema, porque Brooker aquí parece que hasta cante sin ganas.

 

La sorpresa de este disco llega al final, con la suite ‘In Held Twas In I’, que empieza con una narración de Brooker sobre el Dalai Lama en un ambiente misterioso, lo cual desembocará en una primera descarga enérgica musical para luego dar paso a una parte de lo que parece un sitar seguido de unos solemnes coros. La recitación de historias no acaba ahí, pues pronto sigue otra más, y cuando ya estamos a punto de tirar la toalla respecto al contenido musical de esta suite, llega una colorida explosión de music-hall que no es para entusiasmarse precisamente. Hasta pasados los seis minutos no llegamos a un pasaje que pueda catalogarse como soberbio (“In the Autumn of my madness”), y en este caso con reservas, porque el órgano ha estado mejor en otros momentos del álbum. A partir de los nueve minutos empieza a formarse una nueva sección, en este caso gracias a la guitarra de Trower, que vuelve a brillar con esa fiereza contenida que transmite. Así llegaremos al pasaje más épico y quizá mejor de esta suite, iniciada con la línea “I know if I'd been wiser this would never have occurred”, que presenta una gran parte vocal de Brooker y que ya significará un plácido viaje hasta la finalización por medio de una parte instrumental acompañada de coros.

 

Los bonus tracks no aportan nada importante ni destacable. Tenemos en primer lugar tres canciones desechadas en su momento y con justicia: unos flojos y olvidables blues con ‘Seem To Have The Blues (Mostly All The Time)’ y ‘Alpha’, y la no menos olvidable ‘Monsieur Armand’, que al menos tiene una buena guitarra y un buen acompañamiento de piano y órgano. Tampoco aporta nada especial la cara B de single ‘In The Wee Small Hours Of Sixpence’, aunque al menos es agradable, pero no hacía falta incluir una toma alternativa, lo mismo que podríamos decir de la forzada versión cantada en italiano de ‘Shine On Brightly’. Al menos las tomas diferentes de ‘Quite Rightly So’ se pueden disfrutar.

 

Por tanto, en este segundo intento vuelven a rayar a un gran nivel aunque la suite haya que cogerla con pinzas por su interminable parte inicial que una vez conocida la historia que cuenta se vuelve tediosa. Quizá el único problema que puede atribuirse a este disco sea la necesidad de más ideas originales o de al menos seguir revitalizando en mayor medida el sonido del Barroco y fusionándolo con la impresionante guitarra de Trower. Pero bueno, por suerte eso es lo que seguirán ofreciéndonos.

1) A Salty Dog; 2) The Milk Of Human Kindness; 3) Too Much Between Us;

4) The Devil Came From Kansas; 5) Boredom; 6) Juicy John Pink;

7) Wreck Of The Hesperus; 8) All This And More; 9) Crucifiction Lane;

10) Pilgrim's Progress;

[BONUS TRACKS]: 11) Long Gone Geek; 12) All This And More (Take 1);

13) The Milk Of Human Kindness (Take 1); 14) Pilgrim's Progress (Take 1);

15) McGreggor; 16) Still There'll Be More (Take 8).

Puntuación:

Año de publicación: 1969

A SALTY DOG

Con la experiencia acumulada en sus dos primeros discos, Procol Harum por un lado se democratiza un poco por las incipientes aportaciones de Trower, incluidas las partes vocales, pues incluso éste último y Fisher se atreven a cantar pero obviamente sin poder destronar a Gary Brooker, que es el único que sabe alargar una nota con su voz. Por otro lado, consiguen una excelente combinación de grandes melodías y un sonido magistral y cohesionado, que lo convierte en su mejor disco junto al de debut. También hay que destacar que esa democratización probablemente vino derivada de las tensiones que empezaron a surgir en el grupo por la diferente visión musical que empezaba a tener cada uno de sus componentes. Pero ello no fue óbice para dejar plasmada una gran obra maestra como ésta.

 

La canción que da título al álbum recupera la solemnidad que sabe transmitir el grupo cuando es necesario, aunque en este caso le falte algún que otro detalle instrumental que lo destaque respecto a otras baladas del mismo estilo más convencionales. Al menos con sus sonidos iniciales y finales de gaviotas permite introducirnos en el ambiente marítimo que denota la portada. Precisamente esos detalles que faltan es lo que puede disfrutarse en la relajante ‘Too Much Between Us’, en este caso por una bonita melodía de lo que parece una celesta acompañada de una guitarra acústica. Los motivos marítimos vuelven a aparecer en ‘Boredom’, que al contrario de lo que airea su título, posee una agradable y entretenida melodía de ecos oceánicos.

 

Si lo que cualquiera podría echar en falta en la canción inicial del disco es la guitarra de Robin Trower, en la siguiente ‘The Milk Of Human Kindness’ podrá volver a disfrutarla con esa inquietante melodía que toca al inicio. Aquí en perfecta sincronización con la batería y el piano. El interés de Robin Trower por el blues queda ejemplificado en una de sus aportaciones conjuntas, ‘Juicy John Pink’, que es una demostración de buen blues eléctrico en todos los sentidos: fiera guitarra, interpretación vocal poderosa, armónica para subrayar los finales de estrofa y percusión ligera pero muy rítmica. Como curiosidad, también hay que destacar que Trower asume por primera vez el rol de cantante en ‘Crucifiction Lane’, una especie de blues-rock con una excelente instrumentación y un impresionante final que demuestra la pericia y cohesión de los músicos de este enorme grupo.

 

Si hay algo que se podría destacar en la carrera de Procol Harum es la grandiosidad épica que consiguen en sus mejores momentos, que en estos sus años álgidos como grupo aparece en bastantes ocasiones, como es el caso de ‘The Devil Came From Kansas’, que presenta un gran solo de guitarra tanto en su intermedio instrumental como en su parte final, y que no pierde nada de su intensidad ni siquiera en el estribillo coral que deja un contraste un tanto extraño. Esa épica del grupo la volvemos a encontrar en ‘Wreck Of The Hesperus’, cantada por Fisher (que no puede rivalizar con la gran voz de Brooker, quien probablemente hubiera mejorado todavía más el resultado final), donde lo mejor es sin duda su magnífica estructura instrumental y sus interludios donde empieza brillando la guitarra de Trower para dar paso a continuación a una apoteosis orquestal. ‘All This And More’ no se queda atrás con su perfecta simbiosis entre la melodía de piano principal y la prominencia posterior de sus grandes líneas de guitarra que se funden con la voz de Brooker mientras canta “shining you” y que actúan como estribillo instrumental.

 

Tampoco podía faltar una recreación del exitoso sonido de ‘A Whiter Shade Of Pale’, en este caso en la final ‘Pilgrim's Progress’, otra ocasión para disfrutar del órgano de Fisher (no tanto de su voz) y de un gentil final liderado por el piano y lleno de lo que parecen aplausos actuando como percusión.

 

Los bonus tracks están muy bien elegidos, por un lado tenemos dos temas inéditos: el single ‘Long Gone Geek’, que es la mayor descarga de energía rockera que podemos encontrar en todo el disco, gracias a su maníaco órgano, su potente percusión y, cómo no, la impresionante guitarra de Trower; el otro tema inédito es un descarte llamado ‘McGreggor’, que no suena muy elaborada y que quizá hubiera podido mejorarse de haberla trabajado más. El resto son las primeras tomas de varias de las canciones aquí contenidas y que vale la pena escuchar como curiosidad, para comprobar lo buenos músicos que eran a la hora de abordar las grabaciones –sobre todo porque dos de ellas son instrumentales–  y esas tomas ya suenan casi perfectas. Y también podemos disfrutar de una toma de grabación de una de las canciones que más me gustan a mí de su carrera y que estará contenida en su siguiente LP, la gran ‘Still There'll Be More’, que ya ensalzaré para el siguiente análisis.

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Año de publicación: 1970

Puntuación:

1) Whisky Train; 2) The Dead Man's Dream; 3) Still There'll Be More;

4) Nothing That I Didn't Know; 5) About To Die; 6) Barnyard Story; 7) Piggy Pig Pig;

8) Whaling Stories; 9) Your Own Choice;

[BONUS TRACKS]: 10) Rockin' Warm-Up/Go Go Go (Move On Down The Line) (Outtake); 11) The Dead Man's Dream (Take 7); 12) Procol Have a Laugh... (Outtake); 13) Still There'll Be More (Instrumental Take 3); 14) About To Die (Instrumental Take 1 Breakdown & Take 2); 15) Barnyard Story (Take 4 Remix); 16) Piggy Pig Pig (Take 2 Remix); 17) Your Own Choice (Take 14 Remix); 18) Whaling Stories (Take 2 Instrumental).

Llegados a un punto máximo con el sonido que habían ido desarrollando en su etapa inicial, probablemente las tensiones que surgieron hacia la nueva dirección que debía seguir el grupo provocaron la primera deserción importante respecto a la formación inicial de Procol Harum. Matthew Fisher, el organista que había sido clave en la definición del sonido más característico del grupo desde su éxito inicial, además de participar activamente en la escritura de canciones, abandonaría la formación antes de la grabación de este nuevo disco. El bajista también se iría, aunque ésa sería una baja menos sensible a priori, aunque el reemplazo de ambos fue una misma persona, un tal Chris Copping, que curiosamente desarrollaría el mismo rol que Ray Manzarek en The Doors, es decir, tocar el bajo y el órgano, pero no en el mismo instrumento como parece inferirse de una escucha detenida. El hecho es que como bajista destaca antes que por las escasas y poco memorables líneas de órgano que todavía podemos escuchar en algunos momentos. Así pues, musicalmente el grupo cambia hacia una dirección más directa y menos épica, sin renegar de su pasado pero potenciando la guitarra, bajo y percusión sobre el piano y el órgano, que quizá habían sido más prominentes hasta la fecha, hablando en general.

 

El mejor ejemplo de esta actualización del sonido es la gran ‘Still There'll Be More’, que posee un poco habitual ritmo rápido y una parte vocal ultra-melódica donde es una delicia escuchar a Brooker alargando las notas del final de los primeros versos, transportándonos a lo largo de este tema marcado principalmente por su sección rítmica, además de tener un gran solo de guitarra, la cual también actúa a la perfección en su parte rítmica. No hay que perderse tampoco la versión instrumental de los bonus tracks. Debe destacarse también que ‘Whisky Train’ es la incursión del grupo en el terreno del rock duro, tan en boga durante ese período, de hecho su ritmo probablemente sirviera de inspiración para la versión que realizarían Rainbow unos pocos años después del clásico de los Yardbirs ‘Still I'm Sad’. Obviamente, quien brilla en esta canción es Robin Trower con su incisiva guitarra, ya que además es su autor. Y precisamente la otra canción firmada por él junto al habitual letrista Keith Reid (‘About To Die’) es otra demostración de energía rockera que tiene una fenomenal melodía conducida por la guitarra y complementada por el órgano, aunque curiosamente el solo corresponde al piano.

 

Situada en un punto intermedio de estos dos aspectos señalados (el sonido más tradicional y el más novedoso) encontramos casi al final ‘Whaling Stories’, que nos presenta también ambas caras musicales del grupo en este momento: la solemne y calmada en su inicio, y posteriormente la más enérgica y potente, rayando en la épica, donde lo mejor es su instrumentación, de ahí que se disfrute todavía más la toma instrumental que aparece en los bonus tracks, ya que la parte vocal tampoco aporta nada interesante. Precisamente, el sonido barroco más tradicional regresa enseguida con la balada ‘The Dead Man's Dream’, la cual en su parte vocal recuerda a alguna de las secciones de la suite ‘In Held Twas In I’ del disco Shine On Brightly. Y si hay que seguir hablando de baladas, encontramos varias más, como la inicialmente acústica ‘Nothing That I Didn't Know’ que presenta otra impecable ejecución. Todavía en plan más minimalista llega ‘Barnyard Story’, donde Brooker se acompaña únicamente de su piano y del órgano.

 

Por otro lado, cuando leemos el gracioso título de ‘Piggy Pig Pig’, ello nos puede hacer pensar en otro de esos temas de ambiente festivo y desasosegado que encontrábamos en sus primeros álbumes, pero por el contrario se trata de un tema rockero de medio tempo con letra velada pero crítica y que en su parte final se transforma en una apisonadora sónica con una fiera guitarra, locos berreos y el siempre efectivo órgano adornando.

 

Para finalizar el LP original, nos dejan con un gentil tema de ritmo agradable (parece que esta forma de acabar los discos era su manera de dejar un buen sabor de boca) liderado por el piano y con una sorprendente armónica que aparece por el final. Los bonus tracks vuelven a presentar en su amplia mayoría tomas alternativas de canciones contenidas en el disco, que por supuesto son interesantes de escuchar. La única novedad es el medley de rock'n'roll ‘Rockin' Warm-Up/Go Go Go’, un homenaje a los años cincuenta que tampoco aporta nada aparte de diversidad, además de que no es un estilo que congenie con Procol Harum. Un divertimento sin más para el grupo.

 

Al final, la idea más relevante de este disco es comprobar como la muy sensible baja de Fisher como organista no afectó a la grandiosidad del grupo para seguir facturando grandes discos repletos de buenas y elaboradas composiciones, simplemente alejando su música del lado más barroco y adaptándose algo a los nuevos tiempos sin perder la idiosincrasia de su sonido.

BROKEN BARRICADES

Año de publicación: 1971

Puntuación:

1) Simple Sister; 2) Broken Barricades; 3) Memorial Drive; 4) Luskus Delph;

5) Power Failure; 6) Song For A Dreamer; 7) Playmate Of The Mouth;

8) Poor Mohammed; ;

[BONUS TRACKS]: 9) Broken Barricades (Edit, Mono); 10) Power Failure (Edit, Mono); 11) Simple Sister (Mono).

La evolución continuada de Procol Harum, manteniendo ahora los mismos componentes que en el disco anterior, les lleva en este nuevo disco a desviarse hacia una línea más dura con prominencia de la guitarra de Robin trower en muchas ocasiones, algo curioso puesto que la carrera en solitario de éste, que comenzará tras el presente álbum y su salida del grupo, se dirigirá hacia el terreno del blues-rock. Pero musicalmente hablando tampoco se alejan aquí de su estilo más discernible, sino que vuelven a pasarlo por un tamiz diferente, en este caso con una dosis extra de energía en más de la mitad de sus canciones, lo cual le sirve para diversificar el amplio rango de registros que abarca la banda sin perder su propio estilo.

 

Cuando se escucha este disco, resulta curioso comprobar como se van alternando los temas más enérgicos con los más tranquilos, como si quisieran dosificar la fuerza sonora que caracteriza su evolución musical en este álbum. Así, ‘Simple Sister’ inaugura un sonido más duro de lo habitual mediante su afilado riff de guitarra que introduce la canción. También su gran melodía de piano que llega después de los trallazos de guitarra no se queda muy atrás, tocada en notas graves que acentúan la fuerza de este tema. En ‘Memorial Drive’, compuesta por Trower, volveremos a disfrutar de la guitarra, muy prominente aunque el piano tiene un momento de solaz y parece que Brooker toque más para entretenerse a él mismo que a los oyentes, pero en cualquier caso se agradece la fiereza global de este tema. Y siguiendo con la alternancia entre los temas más tranquilos y los más enérgicos, más adelante vuelve a llegar otro tema (‘Power Failure’) bien complementado por la guitarra y en el que se atreven a endosarnos un solo de batería, que si bien B. J. Wilson –el batería que siempre tuvo el grupo, hasta que su fallecimiento le impidió participar en el retorno de los noventa– es muy competente y profesional, en este solo adolece de inventiva y técnica suficiente para que pueda resultar entretenido. Así que ‘Power Failure’ pierde puntos en el intento. Por otro lado, lo que pierde ‘Playmate Of The Mouth’ en este caso debido a su poco inspirada parte vocal, lo gana en su incisivo solo de guitarra que rellena la mitad de la canción y parte de la otra. Y siguiendo la secuencia ordinal señalada, cuando esperamos que la final ‘Poor Mohammed’ sea un tranquilo final de álbum, nos encontramos en cambio con uno de los ritmos más movidos en la carrera de Procol Harum (algo que podríamos deducir también con solo mirar que Trower es el compositor), llevado por el bajo y el piano, que junto a una parte vocal del propio Trower más agresiva de lo habitual nos dirigen a un impresionante final aderezado por otro magnífico solo de guitarra.

 

Como ya se ha comentado, el resto de temas alternados con los anteriores presentan un propósito diferente, siendo más calmados pero no por ello relajados del todo. En cuanto a lo que podría ser la balada más arquetípica del grupo, ‘Broken Barricades’ no parece presentar nada destacado aparte del empleo de un sonido de teclado que se aproxima al sintetizador moog y que ejecuta una melodía muy barroca en cuanto a florida. En los medios tempos donde se suele mover más el grupo encontramos ‘Luskus Delph’, adornada con algunos arreglos orquestales y donde destaca la melodía barroca que emplean como estribillo instrumental, que obviamente no llega a la altura de Bach pero que al menos aporta un agradable momento. Y separándose de todo el contenido del álbum tenemos la rareza de ‘Song For A Dreamer’ que, como su nombre indica, es una canción de aires oníricos conseguidos con sus vocales etéreas, el eco de la guitarra y su percusión grave. Instrumentalmente recuerda a ‘Albatross’ de Fleetwood Mac o incluso a su prima-hermana ‘Sun King’ de The Beatles. El único problema aquí es que se alarga demasiado para la poca variedad que ofrece, por mucho que Trower se inspirara en Jimi Hendrix para componerla, tras la trágica muerte de aquél.

 

Por último, señalar que en los bonus tracks no hay nada que destacar, pues se trata de versiones en mono (dos de ellas editadas) de canciones aquí aparecidas que poco aportan salvo para quien se entretenga intentando distinguir alguna diferencia. Por cierto, que a la versión editada de ‘Power Failure’ ya podrían haberle eliminado el solo de batería, que vuelve a aparecer para lastrar nuevamente la canción.

1) Conquistador; 2) Whaling Stories; 3) A Salty Dog; 4) All This And More;

5) In Held Twas In I; 6) Luskus Delph.

Puntuación:

Año de publicación: 1972

LIVE IN CONCERT WITH THE EDMONTON SYMPHONY ORCHESTRA

Grabado en noviembre del año anterior, este concierto con acompañamiento de orquesta representa uno de los primeros ejemplos de actuaciones de este tipo, algo que afloraría años después como balón de oxígeno para muchos grupos, cuando las ideas originales comenzaban a escasear. E igual de novedoso que el empleo de orquesta es la deserción de Robin Trower como gran guitarrista del grupo, siendo sustituido por un tal Dave Ball, que al menos cumple a la perfección su papel de sustituto. El resto de la banda también está a gran altura, con un Gary Brooker cantando a la perfección sin dejarse una sola nota por el camino.

 

El inicio de este disco no puede ser más prometedor, pues ‘Conquistador’ se beneficia claramente de la orquesta, con unos vientos que acrecientan una inquietud que no transmitía el original, además de una trompeta que enfatiza una mayor épica. Además, se mejora enormemente la transición entre versos y estribillo, y la guitarra brilla en un potente solo aderezado con la orquesta, solo igualado por el frenético de órgano que aparece al final y que también supera al original. Sin embargo, del resto de canciones poco se puede decir, pues el acompañamiento orquestal realiza un perfecto acompañamiento pero tampoco varía el carácter del tema ni tampoco refuerza o desvirtúa apenas nada respecto de las versiones originales. Es simplemente un enfoque diferente que aplican para conseguir buenos resultados, algo que por otro lado era previsible tratándose de este grupo y de una música tan inspirada en primer término por las grandes obras clásicas del Barroco.

 

Pero supongo que a cualquiera le puede interesar escuchar la versión de la larga suite del Shine On Brightly ‘In Held Twas In I’, puesto que la extensión de este tema permite un mayor juego con sus diferentes partes y los arreglos específicos para la ocasión. Así que, además de los obligatorios coros que siempre lucen mucho, los instrumentos orquestales se van sucediendo en diferentes momentos con arranques ornamentales aparte de los propios como música de trasfondo, sin llegar a recargar en ningún momento el sonido y contribuyendo a la fuerza que transmiten algunas partes, llegando incluso al caos sonoro sobre los ocho minutos, pero un caos bien calculado y controlado. Sigue siendo memorable su última sección vocal, así como el grandioso final donde podemos disfrutar continuadamente de un solo de piano y otro de guitarra eléctrica, que junto a los coros y los vientos de la orquesta proporcionan un majestuoso final, que originalmente representaba también el final del LP, aunque en las ediciones en CD se le añadiría también la canción ‘Luskus Delph’.

 

En resumen, es una curiosidad en la discografía del grupo que vale la pena escuchar para comprobar cómo cuando hay inteligencia por medio, los arreglos alternativos son básicamente un medio de conseguir propósitos originales y no un fin que sirva para justificar la edición de un nuevo álbum y sus consiguientes ganancias. De hecho, este disco sería su mayor éxito de ventas en los Estados Unidos, si es que el dato puede servir para extraer alguna conclusión.

GRAND HOTEL

Año de publicación: 1973

Puntuación:

1) Grand Hotel; 2) Toujours L'Amour; 3) A Rum Tale; 4) TV Caesar;

5) A Souvenir Of London; 6) Bringing Home The Bacon; 7) For Liquorice John;

8) Fires (Which Burn Brightly); 9) Robert's Box.

Precisamente cuando Robin Trower consiguió hasta cantar en un disco de Procol Harum, es cuando decidió abandonar el grupo para iniciar su carrera en solitario. Ya habíamos visto que para el disco en directo con la orquesta sinfónica se había contratado un nuevo guitarrista, pero éste sería sustituido al poco de comenzar por un tal Mick Grabham, que cumple su papel y mantiene el mismo estilo que sus predecesores en este instrumento. En cualquier caso, uno de los detalles principales y definitorios de este nuevo álbum es el puesto exclusivo como organista de Chris Copping. Éste se había alternado entre el bajo y el órgano desde su llegada a la banda, pero predominando obviamente el puesto de bajista sobre algunos eventuales escarceos con el órgano, en general poco relevantes, sin hacer peligrar el liderazgo del piano de Brooker. Sin embargo, aquí Copping despliega un saber hacer que le acerca a la figura mítica del primer gran organista de la banda, Matthew Fisher, aportando un aire barroco al conjunto.

 

Uno de los temas que más se puede asociar a ese barroquismo es ‘Fires (Which Burn Brightly)’, donde brillan tanto el órgano y el piano y además se añade una voz femenina coral para enfatizar la solemnidad del sonido y enriquecer el conjunto, que por momentos nos hace pensar en la prima hermana de Annie Haslam. En ‘Toujours L'Amour’ destaca ese riff inicial de órgano mezclado con guitarra, que a estas alturas ya no suena novedoso pero que es igualmente efectivo. Precisamente los pasajes instrumentales son los que también engrandecen ‘Bringing Home The Bacon’, uno de los pocos momentos de fiereza del álbum junto a ‘Toujours L'Amour’, donde se alternan un gran solo de guitarra y otro de órgano. Las baladas solemnes de piano llegan con ‘A Rum Tale’, en primer lugar con este instrumento como único acompañante de la voz de Brooker, para después incorporar el resto de instrumentos y el siempre memorable empleo del órgano por parte de Copping, que se complementa con el piano en una perfecta simbiosis musical, característica genuina de Procol Harum.

 

El único propósito que parece tener el extenso tema (seis minutos) que da título al disco es el deseo de Gary Brooker de tocar un vals. Como interpretar un vals de entrada hubiera parecido un movimiento un tanto chabacano (todavía no habían llegado los Stranglers para sorprender al personal con su solemne ‘Golden Brown’), en ‘Grand Hotel’ interpretan lo que podría etiquetarse como la balada típica liderada por el piano de Procol Harum para realizar, en un inesperado giro y por dos ocasiones, un ritmo de vals que rápidamente se acelera hasta retornar al tema principal. El resultado queda más bien discreto. Es pues de lo menos destacable junto a ‘Robert's Box’ y uno de los momentos de distensión típicos en los álbumes de Procol Harum, ‘A Souvenir Of London’, poseedora de una melodía que recuerda a las tonadas marineras. En cambio, a ‘TV Caesar’ se le perdona su tonta letra (tanto escuchar “mighty mouse” puede llegar a cansar) porque sus melodías son excepcionales, sobre todo el épico estribillo, con grandes pasajes instrumentales entre versos y un gran solo de guitarra de regalo.

 

Así pues, mediante este álbum se realiza una factible mezcla entre el estilo inicial de la banda, más barroco, con el más épico y rockero de los setenta. Otra recomendable adquisición de este formidable grupo. Como curiosidad, señalar que es la tía de Victoria Legrand (la chica del dúo de digna trayectoria Beach House) quien pone su voz para engrandecer la citada ‘Fires (Which Burn Brightly)’. ¿Y qué mejor que escuchar ‘Take Care’ de Beach House para entroncar casi cuarenta años después con la épica y solemnidad de este álbum desde una perspectiva minimalista?

EXOTIC BIRDS AND FRUIT

Año de publicación: 1974

Puntuación:

1) Nothing But The Truth; 2) Beyond The Pale; 3) As Strong As Samson; 4) The Idol;

5) The Thin End Of The Wedge; 6) Monsieur R. Monde; 7) Fresh Fruit;

8) Butterfly Boys; 9) New Lamps For Old;

[BONUS TRACKS:] 10) Drunk Again; 11) As Strong As Samson (single version).

Sin ningún cambio en la formación y demostrando el buen estado de forma en que se encontraban, especialmente Gary Brooker en la composición, volvió Procol Harum con un nuevo LP todavía más inspirado que el anterior. Además, se despliega una cierta variedad estilística que redunda en un mayor interés. Quizá cueste un poco hacerse con las melodías en algunos temas, pero en su mayor parte éstas son magníficas y con el tiempo convierten este disco en uno de los más destacados de su carrera.

 

Respecto a la variedad, el gusto de Gary Brooker por los valses queda reflejado aquí nuevamente en la agradable ‘Beyond The Pale’. Cuando ya parecía olvidada la etapa de rock más duro de la banda, llega ‘Monsieur R. Monde’ para recuperar la garra de esa vertiente más explotada en Broken Barricades. El inicio discreto de ‘The Thin End Of The Wedge’ no presagia la opresiva atmósfera que se comienza a forjar mediante unas disonantes notas de piano y una guitarra que se alterna entre la participación en la atmósfera inquietante y la interpretación de algunas líneas melódicas destacables.

 

Las melodías memorables que Procol Harum conseguían en sus mejores momentos aquí llegan con ‘As Strong As Samson’, bien adornada por el órgano y con un aparentemente discreto estribillo que acaba en la emocionante entonación de “When you're being held to ransom”. Hay que destacar también su letra reivindicativa, sin llegar a la concreción aguerrida de un Lennon, pero señalando la culpabilidad de toda la cúpula político-económica mundial (“Black men and white men, and Arabs and Jews”, “Ain't no use in preachers preaching / When they don't know what they're teaching”). Recordemos que todas las letras de la banda las escribía Keith Reid, que no era músico pero que podía considerarse un miembro más de Procol Harum por este motivo. No obstante, si seguimos hablando de reivindicaciones, más crudeza demuestran en la potente ‘Butterfly Boys’, crítica de los ejecutivos discográficos que no saben apreciar la música y que critican a los “trogloditas” músicos que tienen contratados pero sin hacerle ascos a todo el dinero que ganan por su obra.

 

Una gran épica se consigue en ‘The Idol’, empleando una estructura cíclica y repetitiva que no parece tal por lo grandioso de las melodías. De hecho, es el tema más extenso del álbum y transita entre momentos más tranquilos con otros de mayor fuerza expresiva. Por otro lado, ‘New Lamps For Old’ es una preciosa reescritura de ‘A Whiter Shade Of Pale’ con una emotiva entonación del título, donde podemos disfrutar nuevamente de esa magia/sinergia resultante de la unión de un piano y un órgano.

 

De lo poco que podríamos catalogar como discreto (no hay nada malo ni flojo en este consistente álbum) están el divertimento típico que se suele incluir en los álbumes, ‘Fresh Fruit’, así como la canción que inicia este disco. Y es que la melodía principal de ‘Nothing But The Truth’ queda un poco arrastrada y simplona para lo que es capaz de ofrecer Procol Harum. También podemos englobar en esta categoría el tema inédito que encontramos en los bonus tracks, una cara B de single titulada ‘Drunk Again’ que no pasa de ser un convencional rock de corte más clásico, es decir, de finales de los años cincuenta.

 

Echando la vista atrás, resulta impresionante verificar cómo habían grabado solamente grandes discos hasta ese momento, algo probablemente insólito en cualquier otro grupo o artista salvo The Beatles. Es triste comprobar el olvido en el que cayó Procol Harum, pero eso convierte en toda una recompensa el descubrimiento de su discografía en este período de tiempo. Desafortunadamente, a partir de ahora las cosas irán en ineludible descenso.

PROCOL'S NINTH

Año de publicación: 1975

Puntuación:

1) Pandora's Box; 2) Fool's Gold; 3) Taking The Time; 4) The Unquiet Zone;

5) The Final Thrust; 6) I Keep Forgetting; 7) Without A Doubt; 8) The Piper's Tune;

9) Typewriter Torment; 10) Eight Days A Week;

[BONUS TRACKS:] 11) Adagio di Albinoni; 12) Blue Danube.

¿Qué ocurrió en el lapso de tiempo entre este nuevo disco y el anterior? Los músicos seguían siendo los mismos pero la creatividad a la hora de componer y ejecutar parecía haberse decrementado. De hecho, por primera vez encontramos composiciones no originales en un álbum de Procol Harum y no se trata de un caso aislado, sino de hasta tres de las canciones de lo que era el LP original. Más curioso resulta ver que los productores del disco son nada más y nada menos que los legendarios compositores Leiber y Stoller, autores de grandes éxitos de Elvis Presley como ‘Hound Dog’ y ‘Jailhouse Rock’. Aquí su presencia no se deja traslucir, en el sentido de que no encontramos un sonido más clásico sino más bien a los Procol Harum de siempre, quizá con menor inspiración. Lo que sí aprovecha este dúo es para colar una composición propia (‘I Keep Forgetting’) de 1962, quizá para dotar de algún tema soul de cierto nivel al álbum, puesto que la variedad y apertura musical es una de las características que presenta. El problema que presenta abrirse a nuevos sonidos es que se necesita cierto dominio en un lenguaje musical nuevo para no caer en los tópicos del estilo en cuestión, algo que no siempre consiguen suplir aquí con la profesionalidad de los músicos.

 

La percusión que inicia ‘Pandora's Box’ hace cavilar si Procol Harum no se han convertido en un combo de fusión latina al estilo de Santana. En realidad, se trata de una composición rescatada de sus inicios, que fue descartada para el disco de debut de la banda. La citada variedad estilística continua con ‘Taking The Time’, un flojo tema de blues que se repite demasiado para la duración que tiene. La incursión en una especie de funk la encontramos en ‘The Unquiet Zone’, buena excusa para que la guitarra y el órgano se desmelenen un poco. En cambio, ‘Without A Doubt’ representa una extraña mezcla de soul de prominentes trompetas y ritmos reggae intercalados, que no acaban de engarzar bien del todo ni de despegar.

 

Las canciones en las que se recupera la épica de la banda empleando un entramado potente de teclado y guitarra, como en ‘Fool's Gold’ o ‘Typewriter Torment’, es cuando consiguen los mejores resultados. El sonido más barroco y característico de la vertiente más apacible del grupo lo encontramos en ‘The Piper's Tune’, que presenta un gran pasaje instrumental donde los instrumentos se funden en una envoltura sonora de tintes clásicos.

 

Por otro lado, ‘The Final Thrust’ parece una canción de relleno escrita en cinco minutos. Que hubieran de echar mano de un descarte antiguo o de una composición de los productores no es la única muestra de la falta de creatividad de Brooker y Reid para la composición, pues también echan mano de los Beatles para grabar una sorpresiva versión de ‘Eight Days A Week’, que en las manos de Procol Harum queda un tanto ridícula. El pop comercial no era precisamente un estilo apropiado para ellos.

 

Los bonus tracks son de inspiración clásica, pues se trata en primer lugar de una interesante variación y desarrollo del famoso ‘Adagio en sol menor’ de Albinoni; luego realizan su versión del vals de Johann Strauss ‘El Danubio azul’, pero ésta queda más floja por no denotar demasiada inspiración u originalidad. Y es que precisamente estos dos conceptos son la clave para valorar si Procol Harum debían tomarse un respiro o no. Algo que no harán y que traerá consecuencias negativas, tal como veremos en su siguiente obra.

SOMETHING MAGIC

Año de publicación: 1977

Puntuación:

1) Something Magic; 2) Skating On Thin Ice; 3) Wizard Man; 4) The Mark Of The Claw; 5) Strangers In Space; 6) The Worm And The Tree (part 1);

7) The Worm And The Tree (part 2); 8) The Worm And The Tree (part 3);

[BONUS TRACK:] 9) Backgammon.

Todo lo bueno se acaba, pero al menos que acabe de una buena manera también. No es el caso de este último disco de la etapa dorada de Procol Harum, que no se sabe bien por qué fue grabado en Miami, porque no hacía falta ninguna desplazarse tanto para hacer lo mismo de siempre pero con menos ganas. El ligero bajón de Procol's Ninth no hace sino agravarse un poco más porque la creatividad necesaria en el rock parecía ir desvaneciéndose poco a poco, sustituyéndola por una complacencia que les llevaba directamente a una mediocridad que no merecían.

 

Aun así, parece que querían dar sensación de alegría como elemento novedoso. Es por ello que ‘Wizard Man’, una olvidable pieza de pop jovial, increíblemente fue publicada como single, cuando para nada representa ni el sonido de Procol Harum ni el de este álbum. Más irrisorio es el asunto si cabe porque estamos en 1977, el año de la explosión definitiva del punk y el ostracismo de bandas como ésta. Como tema añadido a la reedición del disco, recuperan la cara B instrumental titulada ‘Backgammon’, que no está mal y toma un brío especial cada vez que entra ese teclado que imita al clavicordio, tocando una rápida melodía al más puro estilo del Barroco. Encontramos un par de baladas, lo cual no es una buena noticia a estas alturas, como si la complacencia en el sonido sea parte de una resignación general ante la música interpretada. ‘Skating On Thin Ice’ suena bien pero deja indiferente. ‘Strangers In Space’ es extremadamente lenta y su extensa duración de seis minutos juega en su contra, puesto que los avances son tan escasos e imperceptibles que provoca sobre todo aburrimiento.

 

En cambio, ‘Something Magic’ es una buena manera de iniciar el álbum, pues su pomposa introducción ya crea un interés de entrada que no se pierde durante el resto del tema por sus variados cambios de ritmo, gracias a un gran trabajo del batería de siempre B.J. Wilson. Esta canción presenta notables detalles instrumentales pero le hubiera faltada una mayor elaboración de la parte vocal para haber sido uno de los mejores temas del disco. Ese honor va hacia ‘The Mark Of The Claw’, por lo pegadiza que resulta, su estructura no trivial y el gran solo de guitarra que podemos disfrutar. Eso sí, ¿no podrían haber recortado esa parte final en la que no paran de repetir una y otra vez el mismo riff como si fueran a acabar? Se juntan como cuatro falsos finales que ponen de los nervios. Con decir que se debería haber eliminado el último minuto, es suficiente.

 

En la suite final ‘The Worm And The Tree’ parece que querían emular la estructura multiparte que ya realizaran años atrás con ‘In Held Twas In I’, pero en este caso como tres partes diferenciadas donde la frescura y la originalidad se han quedado por el camino. Brooker ni siquiera se molesta en cantar, únicamente se dedica a narrar de forma intermitente un cuento sobre un gusano y un árbol que  no le interesa a nadie. La etiquetada como primera parte es un solemne aburrimiento hasta que pasados los cinco minutos llega un bello pasaje instrumental que al menos compensa un poco la espera. La segunda parte comienza con una especie de ritmo funky que suena bien y poco más, y nuevamente es hacia el final (concretamente a partir de los 3:45) que llega otro brillante pasaje instrumental donde podemos escuchar un gran solo de guitarra, de los pocos destacables de todo el álbum. La tercera y última parte ya es un relleno instrumental que suena a lo de siempre pero sin chispa, donde ya no podemos aguantar más a Brooker y su cuento infantil, pues ya resulta cargante. Valdría la pena que lo hubieran dejado solo para leer y que hubiera quedado todo como una suite instrumental.

 

Se puede resumir este álbum como un ejemplo de mucha profesionalidad pero poca originalidad. La banda se disolvería sin mayor repercusión tras una gira de promoción y no retornaría hasta los años noventa. Comenzaría así la recomendable carrera en solitario de Gary Brooker, que únicamente produjo cuatro álbumes (uno de ellos en directo) y donde los dos primeros, No More Fear Of Flying y Lead Me To The Water, merecen ser escuchados sin que sea necesario ser seguidor de Procol Harum, porque son dos discos distintos al estilo de la banda y además muy buenos. De hecho, la mejor versión que se puede encontrar de la mítica canción ‘Say It Ain't So, Joe’ es la de Gary Brooker, no solo por su brillante y expresiva interpretación vocal, sino también por su memorable solo de guitarra al más puro estilo de David Gilmour. Ciertamente, la versión supera con creces a la de Roger Daltrey, la de The Hollies y, me atrevería a decir, a la original.

THE PRODIGAL STRANGER

Año de publicación: 1991

Puntuación:

1) The Truth Won't Fade Away; 2) Holding On; 3) Man With A Mission;

4) (You Can't) Turn Back The Page; 5) One More Time; 6) A Dream In Ev'ry Home;

7) The Band That Rocks The Cradle; 8) The King Of Hearts; 9) All Our Dreams Are Sold; 10) Perpetual Motion; 11) Learn To Fly; 12) The Pursuit Of Happiness; 

[BONUS TRACK:] 13) Into The Flood.

Buenas noticias llegaban cuando los miembros originales de Procol Harum se volvían a juntar para grabar juntos otra vez. Bueno, faltaban el bajista original, que no era relevante, y el batería B. J. Wilson, que había sido uno de los miembros estables de la formación pero que había tristemente fallecido. La batería sí que la iban a echar en falta porque este retorno no lo fue por la puerta grande, sino que parecieron resucitar el nombre de la banda para sacarse un dinero extra, puesto que todos participan en la creación y grabación del disco pero las composiciones son muy flojas. Tampoco vemos apenas nada de las características que impulsaron a los primeros Procol Harum a la primera línea musical, en especial el órgano de Fisher y la guitarra de Robin Trower, quienes parecen limitarse a cumplir con el cometido de rellenar el espacio vacío de un disco de alguna manera. El paraguas de la portada parece un aviso de que hemos de prevenirnos ante lo que escucharemos.

 

La percusión programada y los sintetizadores de ‘The Truth Won't Fade Away’ ya nos anuncian de entrada lo que nos vamos a encontrar en este retorno por la puerta de atrás. No puede decirse que sean malas composiciones lo que nos vamos a encontrar, pero son tan mediocres y tan flojas que da lástima pensar en la grandeza que veinte años antes lograron alcanzar. Baladas comerciales al estilo de los Toto o Foreigner más vulgares (‘(You Can't) Turn Back The Page’, ‘A Dream In Ev'ry Home’), aunque la aseveración parezca un pleonasmo, o incluso un góspel con ‘Holding On’ no hacen honor al magnífico sonido que tenía la banda antes de su disolución. La intención de hacer algo pasable es clara, porque se limitan a poner el piloto automático y ejecutar canción mediocre tras canción de mediocre, con la excepción de ‘The King Of Hearts’, donde rebasan completamente los límites del buen gusto con una balada que solo habría aceptado cantar Michael Bolton.

 

En la recta final se arregla un poco el desaguisado total de este disco, pero que nadie se prepare para lanzar cohetes porque mejorar lo escuchado hasta ese momento es bastante fácil. Es decir, pasamos de la categoría de flojo o malo a la de aceptable. Que ‘All Our Dreams Are Sold’ posea un incisivo ritmo no la salva de la indiferencia que produce al final. Y otros temas como ‘Perpetual Motion’ o ‘The Pursuit Of Happiness’ son simplemente las baladas típicas que esperaríamos de Procol Harum a estas alturas, sin mayores pretensiones.

 

La única canción que podría destacarse para la posteridad es irónicamente la que no pertenecía al disco original. ‘Into The Flood’ podría pasar perfectamente por un tema de la carrera en solitario de Gary Brooker, pero es el único de todo el álbum que presenta buenas melodías vocales, lo cual unido a un potente ritmo permite imprimir una fuerza de la que carece el resto del disco. Es difícil entender por qué una banda vuelve a la escena musical para acabar con la reputación que de buena manera adquirió en su gran época. Quizá era eso lo que pensaron: “Oye, no tenemos ningún disco malo… ¡Hemos de arreglarlo!”.

THE LONG GOODBYE

Año de publicación: 1995

Puntuación:

1) Conquistador; 2) Homburg; 3) Grand Hotel; 4) Simple Sister; 5) A Salty Dog;

6) Pandora's Box; 7) A Whiter Shade Of Pale; 8) Repent Walpurgis;

9) (You Can't) Turn Back The Page; 10) Strangers In Space; 11) Butterfly Boys;

12) The Long Goodbye.

En 1995 la idea de grabar un disco con versiones orquestales de canciones antiguas ya no era ninguna novedad, sino más bien otro más a añadir a los del mismo estilo. Así, Gary Brooker realizó una selección de canciones de toda su carrera, incluidos los últimos álbumes publicados en detrimento de otros mejores. El criterio escogido para seleccionar el repertorio no está claro, pero en algunos casos no se eligen las, en principio, mejores canciones de algunos discos (¿‘Strangers In Space’ de Something Magic? Adónde hemos llegado…). Aparecen también invitados a lo largo del disco, algunos de ellos exmiembros de Procol Harum, aunque este disco es eminentemente orquestal (es decir, no se trata de un grupo de rock más orquesta, sino de la orquesta con algún acompañamiento puntual de los músicos de rock) y en muchos momentos instrumental. Así que advertido está el oyente que se acerque a él con otras expectativas.

 

Que se incluya una versión de ‘A Whiter Shade Of Pale’ es lo más previsible ante un disco como éste, pero sorprende lo tediosa que se vuelve sin la adición de un ritmo y sin el maravilloso órgano de Fisher que tenía la original. Precisamente Fisher, junto al primer guitarrista de la banda Robin Trower, participan en la regrabación de ‘Repent Walpurgis’, uno de los mejores momentos del álbum. No los esperamos cuando comenzamos a escuchar la extensa introducción orquestal, pero pasado el primer minuto y medio entran la batería y la guitarra eléctrica, mejorando notablemente a partir de ese momento. Aparte de ‘Repent Walpurgis’, dos son las canciones que vale la pena escuchar por el acierto en los arreglos para la orquesta clásica. Los poderosos violines que dotan de carácter a ‘Conquistador’, no así las castañuelas, sirven de soporte a una de las pocas interpretaciones en las que predominan los instrumentos rock sobre los clásicos, muy al estilo de la prodigiosa interpretación que grabaran en el Live In Concert With The Edmonton Symphony Orchestra en 1972. Más adelante, la introducción de ‘Simple Sister’ mediante un marcado ritmo liderado por los timbales, más los vientos y los coros (donde se añade la guitarra eléctrica) crean una potente ambientación enérgica a la que se añade la voz invitada de Tom Jones, quien ciertamente lo hace muy bien, sin excederse en su protagonismo.

 

Del resto de canciones, poco se puede decir porque no encontraremos nada que nos haga apreciarlas más ni tampoco nada que justifique su traslación al lenguaje clásico. Y menos cuando encontramos hasta un tema del penoso disco anterior. Otro ejemplo desafortunado lo encontramos en la transformación de ‘Grand Hotel’ en una aria operística, una idea no muy acertada, aparte de que en los pasajes instrumentales parece que estén tocando un pasodoble en vez del vals original, lo cual tampoco cambia mucho la mala impresión que transmite. O la ejecución de ‘Strangers In Space’ como aburrida pieza coral.

 

En principio vemos un tema inédito que en realidad no es tal. ‘The Long Goodbye’ no es de Procol Harum sino del tercer disco en solitario de Brooker, el nada recomendable Echoes In The Night de 1985, donde precisamente ‘The Long Goodbye’ era la mejor canción, sin ser tampoco algo excepcional. Los dos primeros álbumes de Gary Brooker sí que están muy bien y vale la pena descubrirlos, no así el tercero. Tampoco se perderá nada especial quien no escuche estas regrabaciones orquestales, puesto que nada aportan al valioso legado de Procol Harum.

PANDORA'S BOX

Año de publicación: 1999

Puntuación:

1) Conquistador; 2) Something Following Me; 3) Cerdes (Outside The Gates Of);

4) Kaleidoscope; 5) Repent Walpurgis; 6) Pandora's Box (instrumental); 7) In The Wee Small Hours Of Sixpence; 8) Wish Me Well (Aka The Gospel According To Matthew); 9) Repent Walpurgis (long version); 10) A Whiter Shade Of Pale.

Procol Harum no parece en principio la banda indicada para publicar un disco de tomas alternativas. Cierto es que tenían muy buena técnica instrumental y que la selección incluida se centra exclusivamente en su primer año de vida como grupo, pero tampoco fueron una banda que se prodigara en probar con diferentes arreglos, perspectivas y trucos de estudio para elaborar sus composiciones. Así, no encontramos nada que llame realmente la atención, puesto que las diferencias que puedan haber respecto de las tomas que finalmente fueron publicadas son irrelevantes.

 

Al menos nos podemos contentar con que hayan tomado una etapa significativa de su carrera, como fueron los comienzos llenos de entusiasmo y con un sonido muy particular que recogía influencias barrocas bien implementadas dentro del lenguaje rock. Si acaso, lo más destacable sea la canción que da título a este álbum, pues ‘Pandora's Box’ no la conocimos hasta mitad de los setenta, pero aquí encontramos la segunda toma instrumental que realizaron en sus inicios para luego dejarla archivada durante casi una década. Si comparamos ambas versiones, es evidente que la toma aquí incluida sigue el patrón del sonido del disco de debut, como no podía ser de otra manera. Esa semejanza quizá fuera lo que motivó su descarte. Aparte de ella, lo demás está destinado únicamente a satisfacer relativamente al conocedor de la obra de la banda, que puede volver a escuchar lo de siempre con algún matiz diferente. En cualquier caso, siempre es un placer poder volver a escuchar tomas diferentes de ‘Repent Walpurgis’ (etiquetada como versión larga) y de ‘A Whiter Shade Of Pale’, aunque tampoco aportan nada sobre el proceso de gestación o grabación.

 

Que nadie se gaste dinero en adquirirlo, porque es un disco innecesario, se mire por donde se mire. Lo más honesto sería añadir estas tomas como bonus tracks a las reediciones de los discos originales. Lo demás es pura mercadotecnia para embolsarse dinero de los seguidores de la banda.

BBC LIVE IN CONCERT

Año de publicación: 2000

Puntuación:

1) Conquistador; 2) Bringing Home The Bacon; 3) Whaling Stories;

4) New Lamps For Old; 5) Beyond The Pale; 6) As Strong As Samson; 7) Simple Sister; 8) The Idol; 9) Grand Hotel; 10) Butterfly Boys; 11) Nothing But The Truth.

El 22 de marzo de 1974 la BBC grabó este concierto de Procol Harum en Londres, dos años después del acaecido junto a la orquesta sinfónica y que sí fue publicado en su momento. Por tanto, aquí podemos escuchar a la banda sin el refuerzo de una orquesta, llevando el peso del sonido por sí mismos. Hasta seis de las canciones pertenecen al que era su más reciente álbum, Exotic Birds And Fruit, detalle que demuestra lo conscientes que eran de la grandeza de ese disco. No se dedican a tocar los éxitos de siempre, pues ni siquiera interpretan ‘A Whiter Shade Of Pale’, que es como si Massiel actuara y no cantara el ‘La La La’, si se permite la broma. Pero no, Procol Harum fueron mucho más que una simple canción de éxito y en directo dejan claro que poseen un repertorio envidiable repleto de magníficos temas.

 

Solamente se les puede objetar la similitud de la mayoría de canciones con sus equivalentes de estudio. Cuando se esfuerzan un poco más en ser originales, los resultados mejoran mucho, tal como ocurre en las dos mejores interpretaciones del álbum. ‘Conquistador’ vuelve a deleitar mucho más en directo a como lo hacía en el LP de debut, con el teclado de Chris Copping sustituyendo las florituras de la orquesta y con un gran solo de guitarra y varios punteos que corroboran la brillantez de su ejecución. Es la única canción de los sesenta que interpretan. Más adelante, ‘The Idol’ fascina por todos los sutiles detalles instrumentales que van añadiéndose durante su transcurso, hasta llegar a una última sección instrumental brutal, donde vuelve a brillar el guitarrista Grabham.

 

Para el resto de temas, agradarán más o menos en función de si lo hicieron en el correspondiente álbum. Por tanto, sin ser tampoco una experiencia novedosa, este disco puede disfrutarse lo suficiente como para recomendarlo sin dudar.

THE WELL'S ON FIRE

Año de publicación: 2003

Puntuación:

1) An Old English Dream; 2) Shadow Boxed; 3) A Robe Of Silk; 4) The Blink Of An Eye; 5) The VIP Room; 6) The Question; 7) This World Is Rich (For Stephen Maboe);

8) Fellow Travellers; 9) The Wall Street Blues; 10) The Emperor's New Clothes;

11) So Far Behind; 12) Every Dog Will Have His Day;

13) Weisselklenzenacht (The Signature).

Tras el fiasco una década antes del retorno de la banda con The Prodigal Stranger, pocos hubieran apostado por un nuevo disco de estudio. Robin Trower ya no quiso saber nada del proyecto, aunque para lo que hizo en la última ocasión no se le iba a echar en falta. Como curiosidad, el bajista contratado para este álbum es el hijo de Dave Pegg, que recordemos había sido bajista de bandas tan importantes como Fairport Convention y Jethro Tull.

 

Solo dos composiciones podrían salvarse para la posteridad, aunque seguramente estos dos temas destaquen más bien por el contraste con tanta vulgaridad que recorre el álbum que por su verdadera valía. Así, pueden destacarse ‘So Far Behind’, por su animado ritmo y la afilada guitarra que por fin toma las riendas de la música, y la final ‘Weisselklenzenacht (The Signature)’, compuesta por Fisher, que parece una variación instrumental de ‘A Whiter Shade Of Pale’ y por ello merece algo de atención. Como curiosidad, Fisher pondría una demanda para que lo reconocieran como coautor de ese éxito imperecedero de Procol Harum y ganaría posteriormente el juicio, en 2005.

 

Fuera de esos dos temas, poco más puede decirse porque las canciones se suceden y no dejan apenas ningún rastro. Los mejores momentos los encontramos en breves destellos de la guitarra o del teclado de Fisher, tal como ocurre en la amigable ‘A Robe Of Silk’. ‘Shadow Boxed’ tiene de interesante la participación en los coros de Roger Taylor (el batería de Queen), aunque apenas se nota. En general, el sonido es tan lejano a lo que entendemos que debe ser Procol Harum, que incluso en la composición de Fisher ‘A Question’ parecen unos Steely Dan menos sofisticados.

 

Esa alienación del estilo de la banda ya ocurrió en The Prodigal Stranger, puesto que tras tantos años de inactividad se habían perdido los elementos característicos de su sonido y estaba todo directamente entroncado con la carrera en solitario de Gary Brooker, que además deja mejor impresión en su mayoría. Aquí nos toca lidiar también con unos cuantos temas flojos como ‘The VIP Room’ o la imitación del estilo antiguo en ‘Fellow Travellers’. A Brooker se le va un poco la bola por momentos y en ‘Every Dog Will Have His Day’ le da por aullar para ambientar mejor este patético tema que no está peor valorado porque su parte instrumental es salvable.

 

De lo único que podemos dar gracias tras escuchar este álbum es de que no haya realmente nada que pueda ser ofensivo al buen gusto, puesto que más o menos transcurre por la misma vulgaridad con algunas excepciones positivas o negativas como las comentadas. Tras este disco, aunque más concretamente del posterior directo Live At Union Chapel de 2004, volvería a dejar la banda el organista Matthew Fisher, lo que en principio dejaba sin ningún sentido continuar bajo el nombre de Procol Harum si además Gary Brooker realizaba lo mismo que hacía en solitario. Pero la nostalgia (y quizá el gancho comercial del nombre) nos llevará la contraria otra década después.

NOVUM

Año de publicación: 2017

Puntuación:

1) I Told On You; 2) Last Chance Motel; 3) Image Of The Beast; 4) Soldier;

5) Don't Get Caught; 6) Neighbour; 7) Sunday Morning; 8) Businessman;

9) Can't Say That; 10) The Only One; 11) Somewhen.

50 años se cumplían desde el debut de Procol Harum y Gary Brooker pensó que la mejor manera de rendir homenaje a tan señalada efeméride era grabar un álbum con material nuevo tras cumplirse más de cuarenta años desde que publicaran el último disco de nivel aceptable. Paradojas de la vida. De entrada, la portada ya hace un guiño a la del álbum de debut, en ese estilo que recuerda a las inolvidables ilustraciones que hiciera el gran artista irlandés Harry Clarke para los cuentos de Edgar Allan Poe. Es el primer disco de Procol Harum en el que las letras no están escritas por Keith Reid, que es sustituido por Pete Brown, aquél que en los sesenta colaborara con Cream en varias de sus mejores composiciones. Si recordamos que el organista Fisher ya había abandonado la formación tras el anterior disco, el único miembro que nos queda desde la formación original es, obviamente, Gary Brooker. Así pues, no encontraremos apenas nada que conecte esta música con la que les dio una merecida reputación durante sus primeros ocho años de recorrido. Más todavía, no encontraremos apenas nada que merezca ser escuchado, pues parece que el genio creativo de Brooker se había desvanecido y colaborar en la composición con el nuevo organista contratado para la ocasión no sirve para conseguir resultados ni tan siquiera vulgares.

 

Que la agradable introducción de piano de ‘I Told On You’ no engañe a nadie, porque solo puede servir de tema de relleno. El problema es que la mayoría son mucho peores. Ni siquiera el humor y los aires ingleses de ‘Neighbour’ la salvan de la indiferencia más absoluta. En general, las canciones divagan y divagan sin apenas diferenciarse unas de otras. Y en algunos casos los detalles diferenciales no son nada originales, pues por ejemplo en ‘Sunday Morning’ lo único reseñable es la imitación que hacen con el piano y los vientos del Canon en re mayor de Johann Pachelbel, pasado el minuto y medio, repitiendo esos acordes alguna vez más. En ‘Can't Say That’ el organista y el guitarrista asumen el liderazgo por una vez en extensos pasajes instrumentales, pero no consiguen transmitir emoción en ningún momento.

 

Lo único que puede recomendarse de este disco son dos canciones. Una es el ejercicio de nostalgia de ‘The Only One’, puesto que es el único tema que recoge algo de la esencia de su debut cincuenta años antes al ser una balada evocadora con, por fin, grandes punteos de guitarra que van adornando los versos cantados por Brooker, además de un estribillo pretendidamente majestuoso al que le falta la magia de antaño pero que al menos deja buena sensación. La otra canción destacable es ‘Businessman’, que sería también la mejor del disco, pues consigue aunar por una vez un ritmo animado y una progresión bien conjuntada con una buena letra que denuncia la miserable insensibilidad a la que llegan muchos hombres de negocios, pues en las grandes corporaciones el trabajo consiste en cuadrar y maquillar cuentas sin importar que las personas perjudicadas por ello sean las más desfavorecidas. Los beneficios de una empresa deben estar asociados a la calidad de su producto o servicio, nunca en relación directa con el ahorro económico sobre sus recursos humanos. Pero bueno, volviendo a la canción, es casi la única que presenta diferentes melodías y detalles instrumentales notables, por lo que al menos hace honor al nombre de Procol Harum.

 

La final ‘Somewhen’ está acreditada a Brooker como único autor y se trata de él mismo con su piano cantando sin melodías reconocibles y sin ningún aliciente. Una triste manera de corroborar el estado vegetativo en que se encuentra su creatividad y de finalizar un también triste álbum que pretendía ser un homenaje pero que se convierte en un inmerecido epílogo a lo que fue varias décadas atrás una trayectoria inmaculada. En resumen, hasta a los fans más acérrimos de la banda (que alguno habrá), les aconsejo hacerse con un póster con la portada del disco, para enmarcarlo y colgarlo, y no malgastar el dinero comprando este penoso álbum. Visto lo visto, y que me perdone cualquier fanático de Procol Harum, esperemos que ya no vuelvan a grabar nuevo material nunca más.

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