CLÁSICOS DEL ROCK
ANÁLISIS DE LAS DISCOGRAFÍAS DE LOS ARTISTAS Y GRUPOS IMPORTANTES EN LA HISTORIA DE LA MÚSICA ROCK
PINK FLOYD
THE PIPER AT THE GATES OF DAWN
Año de publicación: 1967
Puntuación:
1) Astronomy Domine; 2) Lucifer Sam; 3) Matilda Mother; 4) Flaming; 5) Pow R Toc H; 6) Take Up Thy Stethoscope And Walk; 7) Interstellar Overdrive; 8) The Gnome;
9) Chapter 24; 10) Scarecrow; 11) Bike.
Estamos en el principio y casi el fin de la primera etapa de Pink Floyd, marcada por la figura del guitarrista, principal vocalista y principal compositor del grupo, además de ser quien ideó el nombre. Y es que Syd Barrett fue un ejemplo de vida llevada al límite con un final trágico. No murió entonces pero tras Pink Floyd solo grabó un par de discos en solitario hasta que quedó con sus facultades mentales disminuidas y nunca más volvió a hacer música. Quienes solo estén familiarizados con los discos más conocidos del grupo (los que van desde The Dark Side Of The Moon hasta The Wall) deben ir prevenidos ante lo que van a escuchar, pues no tiene nada que ver, o apenas nada, con esa etapa de los setenta. Estamos aquí ante un disco de pop psicodélico y de exploración sonora, para estimarlo u odiarlo a partes iguales. Además, en su escucha se adivina una falta de maestría propia de músicos novatos, lo que podría haberle dado más vida a los desarrollos instrumentales de algunas canciones.
Aun así, estamos ante una experiencia musical única, una obra con espíritu artístico más que comercial; parece que de lo segundo no pudieron captar mucho de una gran obra que se estaba grabando en los mismos estudios de Abbey Road y al mismo tiempo que ellos: Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. En cualquier caso, el inicio del disco es buenísimo con los primeros sonidos de ‘Astronomy Domine’, canción que se puede considerar como el inicio de la denominación space-rock, y es que resulta increíble que unos chavales que empezaron tocando blues y R&B acabaran creando una música así. Todo lo que suena en este tema ya lleva el sello de la psicodelia: guitarra esquizoide, voces corales o que parece que provengan del más allá, y una letra entre fantástica (como aquí) e infantil en otros casos. En ‘Astronomy Domine’ la letra versa sobre planetas y estrellas, y el estilo pulsante del bajo de Waters más la gran batería de Mason le conceden ese sabor espacial/especial que se ha comentado antes.
A continuación, llega ‘Lucifer Sam’, que al lado de la anterior suena convencional pero que igualmente es muy buena, con un gran ritmo que podría servir de gran banda sonora de una película de acción y una letra infantil y algunos sonidos que nos recuerdan que esto es psicodelia. ‘Matilda Mother’ si que tiene una clara inspiración infantil (que no infantiloide) y una buena melodía y coros, aunque la parte instrumental adolezca del problema comentado anteriormente, que es la falta de maestría en la ejecución. Pero se le perdona por la singularidad del tema en sí. A continuación viene uno de los puntos fuertes del disco en mi opinión, ‘Flaming’, una canción que escuchada de pasada ni siquiera se aprecia nada especial, pues no tiene estribillo y puede parecer una repetición continua de una melodía agradable. Pero fijándonos bien en cómo está estructurada e interpretada, podremos ir comprobando cómo cada vez que se retoma esa misma melodía, van añadiéndose instrumentos y sonidos igual que si fuera un sinuoso crescendo, en una amalgama final magistral y perfecta donde destaca la guitarra acústica de Barrett.
Tras esta secuencia de temas arrolladora en lo sonoro, pasamos a transitar por terrenos más escabrosos. ‘Pow R Toc H’ comienza con Syd Barrett haciéndonos callar (me refiero al “Shhhhh, shhhhh”) para meternos en un pasaje instrumental tipo jazz aceptable pero que no lleva a ningún sitio. Mucho peor todavía es la primera y única composición de Roger Waters que encontramos aquí (‘Take Up Thy Stethoscope And Walk’), con un comienzo, desarrollo y final, además de la letra, que compiten entre sí en atrocidad. Después de algo así, empezar a escuchar ‘Insterstellar Overdrive’ resulta toda una bendición, además de que en su inicio tenemos por fin un gran riff rockero. El problema de esta pieza es nuevamente lo ya comentado, que todavía no tienen maestría suficiente para hacer interesante de principio a fin un desarrollo instrumental tan largo, por lo que se dedican a extraer sonidos más bien atonales de sus respectivos instrumentos para retomar al final el riff inicial pero de forma más caótica.
Después de tanta rayada experimental, podemos respirar de nuevo con ‘The Gnome’, otra canción más pop y coral del estilo de ‘Matilda Mother’, con un gran trabajo de Richard Wright en los teclados, que mejoraría todavía más en ‘Scarecrow’, gran canción con algo de influencia folk, sin apenas guitarra y una percusión que parece de juguete, donde demuestran tener unas armonías vocales fenomenales (de Barrett y Wright, supongo, no sé si Waters haría algo). Por otro lado, ‘Chapter 24’, en la primera escucha, se puede hacer hasta agradable, pero al final resulta una canción muy aburrida, con un estribillo muy simple y una parte instrumental todavía más simple. Y por último llegamos a la controvertida ‘Bike’, que es una canción semi-infantil (se podría decir que el equivalente del grupo al ‘Yellow Submarine’ de The Beatles), con unos sonidos de engranajes y como de patos al final de todo (algo que Graham Coxon, guitarrista de Blur, dijo en un documental sobre Barrett que le volvía loco cada vez que lo escuchaba), donde lo único que se puede destacar, pero en mayúsculas, es el pseudo-estribillo “You're the kind of girl that fits in with my world / I'll give you anything, everything if you want things”, mensaje lanzado desde el subconsciente por Syd Barrett para decirnos que el secreto para entender su música es encajar en su mundo.
En definitiva, estamos ante un debut histórico con un sonido novedoso tan solo lastrado por la falta de experiencia. Solo diré que le añado una estrella extra por ser un disco único e inimitable (igual que Syd), psicodelia pura.
A SAUCERFUL OF SECRETS
Año de publicación: 1968
Puntuación:
1) Let There Be More Light; 2) Remember A Day;
3) Set The Controls For The Heart Of The Sun; 4) Corporal Clegg;
5) A Saucerful Of Secrets; 6) See-Saw; 7) Jugband Blues.
Disco transicional por la caída en picado, en todos los niveles, del que había sido su líder y compositor principal, Syd Barrett. Debido a su carácter errático, que había arruinado sus actuaciones en directo o incluso en playback (en una de ellas Syd se quedó completamente quieto mientras sonaba la música), además de sus ausencias inesperadas en el estudio de grabación, en principio optaron por contratar a un guitarrista nuevo (David Gilmour) para las actuaciones en directo, mientras que Syd seguiría componiendo canciones para el grupo, al estilo de Brian Wilson en los Beach Boys. Pero esta situación duraría solo unos meses, ni siquiera se esperó a finalizar la grabación del disco, porque el resto del grupo razonó algo más y decidió prescindir de Syd Barrett, aunque posteriormente Waters y Gilmour le ayudarían en la producción de sus álbumes en solitario.
Así que la única composición de Syd que tenemos aquí es ‘Jugband Blues’, un último ejemplo claro de la personalidad de su autor, una canción que va cambiando su ritmo, melodía y estructura a mayor velocidad que Lady Gaga de vestuario. Canción caótica donde las haya, con alusión incluida a los Beatles y su submarino (“And the sea isn't green”), pero una curiosidad que no hay que perderse. Y haciendo referencia a los Beatles, tenemos también la primera canción, ‘Let There Be More Light’, donde se nombra a “Lucy in the sky”. Aunque realmente el disco no denota influencias musicales de los de Liverpool, salvo en el afán experimental. Y precisamente desde el comienzo de este tema ya intuimos que nos encontramos ante un disco de escucha complicada, con un bajo hipnótico de Waters que se sumerge en un sonido de platillos para adentrarnos en un canto místico con toques orientales, hasta llegar a un estribillo poderoso que parece cantado por Barrett, pero leí que era realmente Waters.
Hay algo que no he comentado todavía, y es que la falta de composiciones de Barrett es suplida básicamente por Waters y Wright, este último con buena nota. Además, se incluyen composiciones de larga duración, o incluso se alarga innecesariamente alguna canción, que eso siempre ayuda a rellenar un disco.
Y hablando de Wright, éste nos presenta dos grandes composiciones: ‘Remember A Day’ y ‘See-Saw’. La primera es brillante, comienza con unas buenas líneas de piano que nos adentran en una gran pieza liderada por una percusión repetitiva y mantraica de Mason junto a unas notas de piano que ayudan a marcar el ritmo, además de la voz del mismo Wright, con ese efecto psicodélico que le da a las voces un toque etéreo, como si vinieran de otro lugar. El intermedio instrumental es algo más flojo, devoto del disco anterior, pero pronto retoman la estructura inicial para volver a deleitarnos de nuevo con los mismos ingredientes. La otra canción, ‘See-Saw’, es una balada psicodélica algo más convencional (¡aunque una balada psicodélica no es nada habitual!), pero aun así es una buena canción, amenizada por esos acelerones que tiene de momento (por ejemplo, tras el “She doesn't mind”) y con un sonido orquestal adecuado.
Y si en la primera canción hablábamos de un sonido que recuerda al Medio Oriente, en ‘Set The Controls For The Heart Of The Sun’ tenemos una pieza que podría parecer tocada por unos músicos de Bagdad, con una percusión que hasta parece tocada con las manos. Si los adjetivos que se suelen utilizar para describir la música de Pink Floyd son hipnótico y mantraico, esta canción es uno de sus ejemplos más estrictos. Y la letra e interpretación vocal susurrante de Waters contribuyen perfectamente a crear ese ambiente.
También tenemos la pieza conflictiva que da título al disco. Conflictiva porque consta de dos partes, la primera de ellas un collage musical con sonidos que van creando a la par que Mason mantiene una percusión agresiva y repetitiva. Se supone que están narrando instrumentalmente una batalla, y que la segunda parte será el réquiem, pero a mí personalmente ni me hace pensar en una batalla ni me parece nada entretenido estar escuchando semejante catarata de sonidos. Como decía, la segunda parte es el réquiem, sin percusión, donde Wright brilla con una preciosa melodía de teclado y un sonido semejante al de un órgano, además de unos coros que transmiten bien esa majestuosidad. Esta segunda parte sería mejorada en directo, con una memorable percusión de Mason, tal como se puede comprobar en el vídeo de su concierto en las ruinas de Pompeya.
Por último, que así ha quedado, comentar el punto más flojo del disco, la horrible ‘Corporal Clegg’. Con una guitarra estridente y asonante, un flojo y pesado estribillo, y una parte instrumental que suena a música de feria (¿un guiño al Sgt. Pepper's?), pero con una melodía irritante.
En definitiva, tenemos un buen disco del grupo pero en una posición menor dentro de su discografía. Como veremos en los próximos discos, sin Syd Barrett el grupo fue divagando un poco hasta que logró descubrir sus puntos fuertes y débiles y pudo encaminarse de esa manera por el camino del éxito crítico y comercial.
MORE
Año de publicación: 1969
Puntuación:
1) Cirrus Minor; 2) The Nile Song; 3) Crying Song; 4) Up The Khyber;
5) Green Is The Colour; 6) Cymbaline; 7) Party Sequence; 8) Main Theme; 9) Ibiza Bar; 10) More Blues; 11) Quicksilver; 12) A Spanish Piece; 13) Dramatic Theme.
¡Una banda sonora! Visto el tipo de música que habían comenzado a hacer en A Saucerful Of Secrets, era cuestión de tiempo que alguien quisiera aprovechar ese sonido para encajarlo visualmente con imágenes, y ése fue el caso del director Barbet Schroeder en su ópera prima, que además repetiría la experiencia en su siguiente película. Pero no es la primera BSO del grupo, pues antes de firmar por EMI y editar su primer disco, estos chicos grabaron la banda sonora de Tonite Let's All Make Love In London, un film sobre la escena cultural y social de la juventud londinense del momento, pero no perderé tiempo dedicándole un análisis individual porque son solo dos canciones: 1) Una versión primeriza de ‘Interstellar Overdrive’ con las mismas virtudes y defectos que la versión de The Piper At The Gates Of Dawn; 2) Un, digamos, collage musical de más de diez minutos llamado ‘Nick’s Boogie’, que ni los más fanáticos del grupo escucharán más de una vez salvo que también cumplan la condición de vivir internados en un centro psiquiátrico.
Hablando ya de este disco, podemos afirmar que al menos en este caso si que tenemos una banda sonora completa, esto es, que completa un LP, y además aquí demuestran que en ocasiones son capaces de componer grandes melodías pop, aunque al ser música para una película encontramos los típicos momentos que parecen compuestos simplemente para acompañar las imágenes, no para captar la atención del oyente.
El comienzo del disco (‘Cirrus Minor’) ya es bastante raro, con unos sonidos de Wright al teclado que recuerdan al canto de los pájaros durante un rato, hasta que empiezan a llegarnos los acordes de una guitarra acústica, con un sonido decadente y misterioso, así como una interpretación vocal sobria pero efectiva para transmitirlo, además de un final majestuoso de teclado que recuerda al del tema de ‘A Saucerful Of Secrets’. Y es que parece que ésa fue la pieza que gustó al director Schroeder, porque el instrumental ‘Up The Khyber’ tiene una percusión que también recuerda a la de ‘Saucerful’, junto con un piano disonante que la vuelve incómoda de escuchar (qué podemos esperar si solo tocan Mason y Wright…), y luego tenemos ‘Main Theme’, otro instrumental que tiene un inicio que nos recuerda también al de ‘Saucerful’, aunque en este caso tiene una estructura y una melodía más aceptables.
En el disco aparecen también dos canciones que lindan con el hard-rock, de lo más rockero que grabó el grupo en su carrera. Tenemos primero ‘The Nile Song’, que tiene una interpretación vocal atroz y hace que el resultado final baje enteros, pero más adelante ‘Ibiza Bar’ consigue mucho mejor resultado por estar mejor cantada y por tener una melodía más elaborada.
Con la atmósfera acústica-decadente que envuelve buena parte del disco tenemos dos canciones más, la aceptable ‘Crying Song’, que es demasiado sencilla para ser destacada, y la magnífica ‘Cymbaline’, muy bien llevada por todo el grupo hasta el clímax del estribillo (“And it's high time, Cymbaline / Please wake me”), que tiene una cuidada letra onírica mezclada con algo del mundo de la música y una perfecta interpretación vocal de Gilmour. También tiene otro majestuoso final liderado por el teclado de Wright. Como contraste a este ambiente musical decadente, tenemos una gran balada que suena optimista. Se trata de ‘Green Is The Colour’, pieza acústica con una bella melodía y una buena parte instrumental.
Lo que nos queda son pasajes básicamente instrumentales que, o no aportan nada al legado del grupo (‘Party Sequence’, ‘Dramatic Theme’) o son muy malos, como ‘More Blues’, que es algo que tocaría cualquier grupo amateur, o ‘Quicksilver’, una cacofonía pura y dura. Al menos Gilmour pone una nota de humor con la flamenca ‘A Spanish Piece’, donde escuchamos a un borracho bebiendo tequila y delirando. Pero no pasa de eso, una simple nota de humor.
Acabado el disco, lo que vemos es un algo visible predominio compositivo de Waters sobre el resto del grupo, y un sonido del que no podemos sacar conclusiones al estar relacionado con una película, es decir, un encargo, pero se puede considerar un buen disco (‘Cymbaline’ es una de las grandes canciones de la carrera de Pink Floyd) que desafortunadamente adolece de algunos momentos muy flojos que obliga a tener el mando cerca, para pasarlos de largo. Sobre la película en sí, diremos brevemente que es un desfasado producto de su época sobre hippies y la consabida temática de sexo, drogas y rock'n'roll, sobre todo las dos primeras porque la música pasa más desapercibida.
ZABRISKIE POINT
Año de publicación: 1970
Puntuación: Varios Artistas
1) Heart Beat, Pig Meat; 2) Brother Mary; 3) Excerpt From Dark Star;
4) Crumbling Land; 5) Tennessee Waltz; 6) Sugar Babe; 7) Love Scene;
8) I Wish I Was A Single Girl Again; 9) Mickey’s Tune; 10) Dance Of Death;
11) Come In Number 51, Your Time Is Up.
¡Parece que la cosa va subiendo de nivel intelectual! Aquí tenemos otra banda sonora pero en este caso de uno de los directores más prestigiosos del momento, Antonioni. El mismo que unos años antes en su película Blow-up había querido captar el mundo fashion londinense y había confundido a los Yardbirds con The Who, y por eso en la película Jeff Beck acaba destrozando los amplificadores y su guitarra. Aprovecho pues para recomendar el visionado de esa canción (‘Stroll On’) en la película, por lo buena que es y porque también aparece Jimmy Page, entonces en su breve período en los Yardbirds. En cambio, de esta película no se puede hacer ninguna recomendación, salvo a quien le enamore la deslumbrante pareja protagonista.
Pero sigamos con esta banda sonora, donde solo encontramos tres canciones de Pink Floyd, aunque algo más de música incidental por parte de ellos se puede encontrar en la película. En todo caso, no se puede considerar un disco de Pink Floyd, obviamente. El resto de música es muy variado, pero tampoco aporta apenas nada a la escena musical.
Respecto a lo de Pink Floyd, al inicio tenemos ‘Heart Beat, Pig Meat’, que no llega a ser ni canción, una percusión que podríamos tocar cualquiera de nosotros, con voces que se van escuchando sin sentido, además de sonidos que también se van alternando para que al final nos demos cuenta de la pérdida de tiempo que ha resultado ser. ‘Crumbling Land’ suena entre country y pop, una canción que no parece de ellos y que tiene un ritmo entretenido y unas voces corales muy buenas, aunque es gracias a esos intermedios –con sonido de gong incluido– por lo que reconocemos que se trata de un grupo diferente. Como se escucha durante una secuencia en que la protagonista va conduciendo en coche, quizá los Pink Floyd supieron de ello y recordaron que en Easy Rider se escuchaba el country-rock de The Byrds en la secuencia en que paseaban Peter Fonda y Dennis Hopper con sus motos. Por último, ‘Come In Number 51, Your Time Is Up’ es simplemente una versión de estudio de ‘Careful With That Axe, Eugene’, que una vez hayamos escuchado la versión en directo de Ummagumma, nos sabrá a muy poco, porque aquí no logran crear la magistral tensión inicial del directo. En la película se utiliza en una escena final de recreación tecnológica ya desfasada. Muy al estilo de los vídeos que utilizaron más adelante los propios Pink Floyd, por cierto.
Por otro lado, ‘Brother Mary’ es una canción pop tranquila y convencional de un grupo llamado The Kaleidoscope, que también incluyen ‘Mickey's Tune’, un instrumental casi bailable pero olvidable, aunque más olvidable es el instrumental que le sigue, ‘Dance Of Death’. Los Grateful Dead brillan más, con un extracto de su adictiva improvisación psicodélica ‘Dark Star’, donde podemos degustar la gran guitarra de Jerry Garcia, el cual además presenta una composición propia, ‘Love Scene’, otro instrumental que tarda en arrancar para regalarnos una buena melodía, pero que al final se pierde por recodos improvisados. ‘Tennessee Waltz’ es eso mismo, un vals pero que suena anticuado por todos los lados, cantado por una tal Patti Page, que debe ser como la versión americana de Isabel Pantoja. Aunque para sonido anticuado el de ‘I Wish I Was A Single Girl Again’, con un banjo y una voz cantando al estilo americano sureño. Los Youngbloods aportan ‘Sugar Babe’, canción con un estilo country y una buena armónica, que al menos resulta entretenida de escuchar.
No voy a puntuar este disco porque se trata de varios artistas, y únicamente diré que lo compré hace muchos años en Inglaterra y barato, pero que no vale la pena tenerlo salvo para coleccionistas. Lo único destacable son ‘Crumbling Land’ de Pink Floyd y ‘Dark Star’ de Grateful Dead. Y bueno, la película en sí es un producto de su época, un intento de mensaje anticonformista hacia la juventud rebelde. Un mensaje siempre necesario para que nunca miremos hacia otro lado ante las injusticias, aunque Antonioni no supiera reflejarlo de una manera atemporal. Eso sí, visualmente se nota la mano del director y eso se agradece.
UMMAGUMMA
Año de publicación: 1969
Puntuación:
CD I: 1) Astronomy Domine; 2) Careful With That Axe Eugene;
3) Set The Controls For The Heart Of The Sun; 4) A Saucerful Of Secrets.
CD II: 1) Sysyphus Part One; 2) Sysyphus Part Two; 3) Sysyphus Part Three;
4) Sysyphus Part Four; 5) Grantchester Meadows; 6) Several Species Of Small Furry Animals Gathered Together In A Cave And Grooving With A Pict; 7) The Narrow Way Part One; 8) The Narrow Way Part Two; 9) The Narrow Way Part Three;
10) The Grand Vizier's Garden Party (Entrance); 11) The Grand Vizier's Garden Party (Entertainment); 12) The Grand Vizier's Garden Party (Exit).
Llegamos aquí a uno de los discos controvertidos del grupo. Es un disco doble que consta de un volumen completamente en directo, con cuatro canciones suficientemente alargadas para llenarlo, y un segundo volumen de estudio con composiciones nuevas. El problema llega con este segundo disco, pues cada componente del grupo compone por separado y aporta sus piezas correspondientes, todas ellas de carácter experimental, sin ningún propósito de llegar al Top of the Pops. El problema empieza cuando uno piensa en el batería Mason componiendo en solitario, que es como pensar en un niño diseñando un puente, donde sabes que solo puede salir algo simple y sencillo en el mejor de los casos. Curiosamente, este álbum sería el primero de Pink Floyd en publicarse de forma oficial en España. Nuestros guardianes de la moral de entonces parece que no le vieron nada que atentara contra el nacionalcatolicismo.
Pero bueno, hablemos en primer lugar de lo mejor, que es sin duda el volumen en directo. A cualquier persona enamorada de las matemáticas le encantará, porque aquí encontramos unas interpretaciones calculadas, meticulosas, desarrolladas con criterio… por decirlo de alguna manera, de una precisión matemática. El disco empieza con una pequeña sorpresa, puesto que poquísimas serán las ocasiones en que toquen en directo alguna canción de The Piper At The Gates Of Dawn, y aquí tenemos la gran ‘Astronomy Domine’, donde podrían decirnos perfectamente que toca Syd Barrett, pero no es el caso pues se trata de Gilmour imitando ese sonido de guitarra entre psicodélico y esquizoide, a la perfección. Las paradas y comienzos de este tema son ejecutados magistralmente, alargando la duración de la canción original un poco más por la repetición de la primera estrofa, pero aun así es de lo mejor del disco.
Y si hablaba antes de matemáticas, ¿qué mejor expresión la de “precisión matemática” para describir ‘Careful With That Axe, Eugene’? El grupo crea una atmósfera inicial inquietante con el bajo pulsante de Waters, la percusión de Mason y el sonido de teclado de Wright. Esta inquietud se va acrecentado con los sonidos que vamos escuchando hasta que, de momento, notamos engañosamente que todo se va tranquilizando, truco sutil que se mantiene hasta que llega el clímax de la canción con el grito terrorífico de Waters y todos los instrumentos entrando con fuerza en una jam demoledora que nos hará levantarnos de nuestros asientos. Una joya de la creación atmosférica y del dominio de la tensión musical.
Por otro lado, ‘Set The Controls For The Heart Of The Sun’ captura en directo la magia oriental que transmite el original, del cual no difiere demasiado, aunque nos sirve para comprobar la maestría del grupo en reproducir todo tipo de atmósferas y sonidos, tal cual lo consiguen en un estudio. Finalmente, el volumen en directo finaliza con una recreación de ‘A Saucerful Of Secrets’ que mejora la versión de estudio. Tiene una buena introducción con una breve melodía de Waters al bajo acompañada por el teclado de Wright. La parte de la batalla se hace más llevadera y entretenida que en la versión original y en la gran parte final añaden una buena percusión de Mason además de que Gilmour canta solo la parte coral, con lo que demuestra que es también un buen cantante, aunque discreto, claro.
Hablando ya de la parte de estudio, es muy irregular. Si bien para ser un disco experimental se puede escuchar más o menos agradablemente, no deja de ser un paso intermedio en la evolución del grupo hasta cotas mayores de las conseguidas.
Las piezas de Wright, llamadas ‘Sysyphus’ y divididas en cuatro partes, tienen un buen comienzo con una melodía podríamos decir que hasta épica y que podría formar parte de cualquier buena banda sonora, pues también nos sirve para poder visualizar a Sísifo empujando la piedra por la pendiente según el castigo divino de la mitología griega. La segunda parte recuerda a las obras de piano de principios del siglo XX, como un Albéniz más desbocado. La tercera parte es directamente un cúmulo de sonidos y disonancias, como si de Albéniz hubiéramos pasado a un Stravinski todavía más desbocado. Por último, la cuarta parte empieza con un sonido pastoral interrumpido bruscamente por un sonido fuerte de sintetizador y batería, llegando a un intermedio instrumental que recuerda a ‘A Saucerful Of Secrets’, el cual finalmente va desvaneciéndose para volver a la melodía de la primera parte de ‘Sysyphus’, pero en un tempo más lento.
Waters aporta dos composiciones, la balada folk ‘Grantchester Meadows’ y una cacofonía de larguísimo título que me niego a reescribir, ni siquiera dándole a las teclas Ctrl+V. La balada comienza con unos sonidos de pájaros y una guitarra española que va subiendo gradualmente de volumen hasta que Waters empieza a cantar (la primera voz que encontramos en el disco de estudio) en un tono cálido y bucólico que nos transporta a la naturaleza rural que nos describe. Es una buena canción, lastrada un poco quizá por su intermedio instrumental discreto que se hace muy repetitivo (la guitarra y los pájaros) y parece tocado por un aficionado. Finalmente se retoma la bella melodía inicial para acabar de mejor manera. De la cacofonía mejor ni hablar, empieza a escucharla y dale a stop tan pronto como quieras porque no vas a encontrar nada diferente.
La parte de Gilmour es la más rockera y para mí la más interesante, pues se escuchan sonidos interesantes en la guitarra. ‘The Narrow Way’ consta de tres partes: la primera es acústica y suena a balada blues, con un sonido tipo slide de guitarra que va apareciendo a ratos mientras se desarrolla la canción. La segunda parte tiene un sonido eléctrico, con una melodía oscura e intrigante que se va repitiendo mientras aparecen otros sonidos de teclado que consiguen crear un clima opresivo mientras lo escuchamos, aunque al final quizá se le vaya todo un poco de las manos. Por suerte, la tercera parte es una grandísima canción rock, con un sonido de guitarra que parece salido de una guitarra hawaiana pero electrificada. Y es que solo con ese sonido de guitarra nos podríamos deleitar, pero aparte Gilmour canta una gran melodía y el estribillo es algo más discreto pero también agradable, con unas voces dobladas y el uso de armónicas, algo atípico en el grupo. Y bueno, el final instrumental es de los mejores momentos del disco.
Para lo último de este volumen experimental nos dejan lo peor, puede que pensando que mucha gente ni llegaría a escucharlo. Así pues, Mason se lanzó a componer temas experimentales y complejos y lo único que consiguió fue una melodía de flauta simplona, aunque por suerte al menos logrando que suene de forma agradable. Ése es el inicio. La segunda parte es Mason jugando con los sonidos de una forma pueril; parece que a lo único que aspira es a competir con la cacofonía de Waters como peor composición de la historia del grupo. Finalmente, lo único que puede hacer Mason al final es repetir esa melodía de flauta bonita que le había salido al principio y darle alguna pequeña variación.
En definitiva, estamos ante un disco transicional donde cada uno de los componentes hace sus propias pruebas musicales de forma individual, pero que al fin y al cabo no pasaría de ser uno de sus discos más flojos si no fuera por sus canciones en directo. Aún así, un disco muy valiente y con una portada muy creativa, obra de los habituales Hipgnosis. ¿Que se vea el LP de la banda sonora de Gigi es una broma o un guiño artístico?
1) Atom Heart Mother; 2) If; 3) Summer '68; 4) Fat Old Sun;
5) Alan's Psychedelic Breakfast.
Puntuación:
Año de publicación: 1970
ATOM HEART MOTHER
La transición ocurrida desde los inicios psicodélicos hacia una música más devota de las atmósferas y efectos envolventes, llega aquí a su conclusión lógica con la creación de una suite de corte sinfónico que les sirve para colocarse en la primera línea del emergente movimiento progresivo. La democracia igualitaria se mantiene y todos los miembros participan con mayor o menor grado en la conformación de los temas. Bueno, el batería Mason es obviamente el más limitado en ese sentido. Así pues, mediante este disco de desconcertante portada el grupo toma el camino del rock progresivo gracias a una larga suite de más de veinte minutos de duración que da título al álbum, compuesta por ellos junto a Ron Geesin. ¡Y aquí ya tenemos a Alan Parsons de ingeniero de sonido!
Si ya hemos dicho que la portada es desconcertante, el inicio de la suite no lo es menos, pues empezamos a escuchar sonidos de trompetas sin un sentido determinado, como si estuvieran empezando a ensayar una marcha mora para una comparsa, todo durante algo más de un minuto hasta que por fin llega la épica melodía principal y por partida doble, melodía que será como el leitmotiv de la pieza puesto que se repite hasta cuatro veces, aunque la segunda no llega hasta casi los quince minutos. A continuación y pasados ya los tres minutos, llega uno de los momentos más dulces cuando el bajo de Waters marca una melodía que pronto es acompañada por el teclado de Wright, un violoncelo y una melódica y apacible guitarra que pronto sube de tono para devolver el tono épico que acompaña toda la pieza. Tras esta subida de tono y de ritmo, volvemos a la tranquilidad con la sutil entrada de unos coros casi a cappella que aportan un aire de réquiem clasicista hasta la nueva entrada del bajo y la batería. Por cierto, según el CD la suite está dividida en seis partes, pero al no indicar la duración no sabría decir cuál es cada una, aunque seguramente la sección que viene a continuación (a los 10:20), por su ritmo más funk, sea obviamente ‘Funky Dung’. Avanzada esta parte funky, reaparecen los coros pero esta vez para cantar lo que parecen palabras inventadas, hasta llegar otra vez a la repetición de la gran melodía principal. Tras ella llega la parte más aburrida, una serie de sonidos atonales donde pasados unos minutos empezamos a escuchar de fondo las trompetas del inicio, que auguran la llegada de la tercera repetición de la melodía principal, con el retorno también acto seguido de la ya citada dulce melodía de bajo y teclado, y otro momento brillante de Gilmour a la guitarra. Finalmente, y aprovechando la cuarta repetición de la melodía principal, se multiplica el gran efecto épico que posee con la adición de los coros, lo cual lo convierte en una apoteosis final y en el gran broche que merece semejante pieza.
El resto de canciones son sendas composiciones cortas de Waters, Wright y Gilmour, así como otra larga pero en este caso aburrida pieza final. La canción de Waters, ‘If’, es una simple balada acústica bastante convencional que no parece de Pink Floyd, más bien de lo que sería la carrera en solitario del propio Waters. ‘Summer '68’, del teclista Wright, es mejor, con una bonita melodía y una parte vocal muy buena, aunque el contraste entre la melodía principal y la sección instrumental que la interrumpe no está muy bien conseguido, queda como pegado con cola. Por suerte Gilmour vuelve a dejar el listón algo más alto con su balada tranquila ‘Fat Old Sun’, poseedora de otra bonita melodía que esta vez sí que da paso a una gran parte instrumental con unos solos de guitarra muy emotivos.
Para el final tenemos lo que debe tomarse como una broma para no sentirse ofendido. Durante más de diez minutos tenemos otra larga pieza instrumental con tres partes diferenciadas, siendo las dos primeras melodías de guitarra totalmente insulsas y aburridas. La única interesante es la tercera y última, donde todo el grupo se une para tocar una pieza tranquila pero más inspirada. Todas las partes vienen enlazadas por los sonidos del tal Alan (que dudo que sea Alan Parsons) preparando el desayuno inglés, sonidos que incluso se pueden escuchar dentro de las mismas secciones musicales. La verdad que no fue una buena idea.
Al final, lo que sí marca este disco es el esquema a seguir en su futuro más próximo, piezas largas con diferentes partes instrumentales que sirvan para crear atmósferas de diferente carácter según el efecto buscado. Y todavía falta mucho para que Waters se erija en líder absoluto. El potencial de la suite ‘Atom Heart Mother’ como música para acompañar imágenes lo sabrá valorar el director de La conjura (La macchinazione, 2016), película italiana sobre el complot ultraderechista (a nivel de grupúsculos y a nivel de aparato de estado) que hubo detrás del asesinato de Pasolini. De hecho, parece que Pink Floyd fue un grupo importante en Italia en los setenta porque otra película ambientada en hechos históricos de esa época empleaba ‘Shine On You Crazy Diamond’ como música para los momentos importantes. Nos referimos a Buenos días, noche (Buongiorno, notte, de 2003), dirigida por Marco Bellocchio, sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro en Italia.
RELICS
Año de publicación: 1971
Puntuación:
1) Arnold Layne; 2) Interstellar Overdrive; 3) See Emily Play; 4) Remember A Day;
5) Paintbox; 6) Julia Dream; 7) Careful With That Axe, Eugene; 8) Cirrus Minor;
9) The Nile Song; 10) Biding My Time; 11) Bike.
Disco recopilatorio de sus primeros discos además de algunos de singles (razón por la cual lo estoy comentando) e incluso una canción inédita. La verdad que como recopilación de “grandes éxitos” sería un desastre, porque los temas ya publicados en LP que fueron seleccionados para éste en general no están entre lo mejor de ninguno de esos álbumes originales. Los he tachado para diferenciarlos del material novedoso. Si nos fijamos en los temas inéditos, ciertamente el nivel es muy notable.
De ‘Careful With That Axe, Eugene’ ya habíamos escuchado su insuperable versión en directo del Ummagumma, así que aquí tenemos la versión de estudio que también está bien pero que pierde algo de fuerza comparada con la anterior y comparada con otras versiones en directo, donde el grupo demostraba más poderío, además de que aquí su duración se ve reducida.
Pero lo mejor son sin duda los singles recuperados para la ocasión. Tenemos el primero que publicaron en su carrera, la psicodélica ‘Arnold Layne’, canción sobre un travestido que robaba la ropa tendida por sus vecinos. En ella encontramos los elementos que hicieron a The Piper Of The Gates Of Dawn una obra maestra de la psicodelia: bajo pulsante, guitarra esquizoide, un teclado creando una atmósfera de sonido y la grandiosa interpretación vocal de Syd Barrett. El intermedio instrumental caótico es también marca psicodélica de la casa. Pero si hubiera que nombrar a una única canción como obra maestra de la psicodelia, yo elegiría sin duda ‘See Emily Play’ por su memorable y pegadiza melodía y su etérea y majestuosa parte vocal, con una de las mejores armonías creadas por el grupo. Lástima que no incluyeran otros singles de la época de Barrett como ‘Scream Thy Last Scream’ o ‘Candy And A Current Bun’, que pueden gustar más o menos pero tienen un estilo inconfundible e inimitable.
Ya con Barrett recién salido del grupo (o quizá a punto de salir) tenemos un par de singles más. Uno es ‘Paintbox’, poseedor de un magnífico inicio con una alternancia interactiva y enérgica entre guitarra, bajo y batería, seguida de una bonita melodía cantada por Wright (que es también el compositor). La lástima es el estribillo poco inspirado que tiene, que además queda como forzado. ‘Julia Dream’ es mucho mejor, una balada decadente del estilo de ‘Cymbaline’, con un buen estribillo y una atmósfera reposada muy bien conseguida.
La canción nueva, ‘Biding My Time’, por desgracia es una metedura de pata; un intento de Waters de hacer un tema entre big-band y cabaret, pero que a mí no me convence para nada. Además, este tipo de música es el que menos podría casar con el grupo.
Por último se puede destacar la portada, que en la edición en CD es la maqueta fabricada a partir de la portada original del LP, que era un boceto gráfico realizado nada más y nada menos que por el batería Mason. Y es que parece que hubo un tiempo en que este chico le echaba ganas y creatividad a lo que hacía, excepto para componer.
MEDDLE
Año de publicación: 1971
Puntuación:
1) One Of These Days; 2) A Pillow Of Winds; 3) Fearless; 4) San Tropez;
5) Seamus; 6) Echoes.
Siguiendo el esquema de Atom Heart Mother, los Pink Floyd vuelven a proponernos un álbum formado por una larga suite de más de veinte minutos y el resto temas más cortos y la mayoría olvidables. El único tema que no debemos olvidar para nada es el inicial ‘One Of These Days’, un poderoso instrumental que incluso volvieron a recuperar para el repertorio en directo en su última etapa sin Waters. Además, proporciona un gran inicio para el LP, pues empezamos escuchando un sonido de viento y unas notas sueltas de bajo que nos hacen intrigarnos pensando en lo que vendrá a continuación, que pronto llega con un gran ritmo marcado por el bajo (y otro bajo adicional que entrará pronto), que empieza a crear una tensión que será reforzada por el teclado y una medida percusión, en un crescendo infernal que no deberías escuchar si eres una persona que sufre de crisis nerviosas. Esta tensión incremental tendrá un ligero respiro mientras el batería Mason suelta unas palabras con su voz distorsionada, que dará paso a una poderosa jam instrumental donde sustituyen la atmósfera de tensión creada por un derroche de energía.
Pasado este gran inicio de disco (¡hay que ver de qué magistral manera suelen empezar sus discos este grupo!), entramos en la parte de relleno del álbum donde encontramos en primer lugar ‘A Pillow Of Winds’, un intento de balada acústica atmosférica poco inspirada y sin estribillo, que aburre más que nada, pues parece música de la que pondrías mientras tomas un café con la familia. La siguiente canción es la mejor de todo este relleno interior, pues en ‘Fearless’ al menos tenemos buenas armonías vocales y un gran estribillo, aunque el resultado final queda lastrado por la excesiva repetición del riff principal de guitarra y por la ridícula inclusión al final del canto de ‘You'll Never Walk Alone’ popularizado por los aficionados del equipo de fútbol del Liverpool (y siendo los Pink Floyd de Cambridge, bastante lejos de allí, no le acabo de encontrar el sentido).
A continuación tenemos ‘San Tropez’, que es otro intento fallido de hacer música seria de otros estilos, en este caso de un jazz comercial, pero a estas alturas ya sabemos que lo de Waters son las atmósferas y los estados mentales, no la música para pasar el rato. No es que suene mal, pero a nadie le quedarán ganas de volverlo a escuchar repetidamente. Y bueno, lo que sí es de delito es ‘Seamus’, un blues de lo más convencional aderezado por un perro aullando de fondo. La misma idea pero con otro nombre la podemos ver en su concierto en Pompeya, donde directamente le ponen un micrófono delante a un perro para escuchar sus aullidos mientras tocan un vulgar blues instrumental.
Por suerte, al final llegamos a la majestuosa ‘Echoes’, un etéreo viaje para dejarse llevar por los sonidos y melodías que van apareciendo. Comienza con un simple sonido que podría recordar al de un radar detectando un punto de llegada, y a continuación poco a poco vamos escuchando como entran los instrumentos, como si estuviéramos presenciando la creación de la canción in situ. Así, llegamos a la primera sección cantada, a doble voz de Gilmour y Wright en armonía celestial y con un gran riff que se repite tras cada estrofa. Tras esta gran parte vocal, la suite se enlaza y se ensalza con otra gran parte instrumental donde destaca el solo de guitarra, en un sentido lineal que nos lleva hasta los siete minutos, donde cambia el panorama por completo y entramos en un terreno lindante con el funk pero con un estilo igualmente progresivo, liderado por los arranques de guitarra y el teclado complementándola. De ahí pasamos al peor momento de la suite, un divertimento de Wright (y nadie más que él lo puede encontrar divertido) donde empieza a encadenar diversos sonidos que solo él sabrá su intención, durante varios minutos. Todo ello hasta que empieza a sonar una nota larga y continuada de sintetizador de fondo que poco a poco va emergiendo, surgiendo también ese sonido de radar inicial, pero más continuado cada vez y que da paso a una entrada de instrumentos que crean un magistral crescendo con una gran percusión primero de platillos y una gran guitarra final que marca la entrada, hasta que se retoma la melodía inicial y nos cantan la última memorable estrofa, con un posterior desarrollo instrumental del gran riff que lleva asociado y que nos lleva a una delicada coda instrumental donde el sonido de teclado y de guitarra interactúan para crear una última memorable melodía que poco a poco se va desvaneciendo en un sonido de viento para darle un sentido circular por su relación con el comienzo del álbum.
Grandioso final para un disco que curiosamente tiene la misma puntuación que prácticamente todos sus predecesores, lo cual puede dar una sensación de poca evolución, pero al contrario. Lo que veo en Pink Floyd es una buena actitud de ir buscando el camino adecuado a lo que pueden aportar, el cual ya van encontrando poco a poco, pero todavía necesitan el salto de calidad necesario en sus composiciones para eliminar todo lo posible los excesivos momentos aburridos que presentan sus discos tras la marcha de Syd Barrett, y ya veremos que no tardarán en cosechar sus buenos frutos.
OBSCURED BY CLOUDS
Año de publicación: 1972
Puntuación:
1) Obscured By Clouds; 2) When You're In; 3) Burning Bridges;
4) The Gold It's In The…; 5) Wot's... Uh The Deal; 6) Mudmen;
7) Childhood's End; 8) Free Four; 9) Stay; 10) Absolutely Curtains.
Otra banda sonora para una película de Barbet Schroeder, y quizá por ello pase desapercibida dentro de la discografía del grupo, aun siendo evidente la importancia que tiene dentro de su evolución musical. Ya no tenemos largas suites ni tampoco piezas atmosféricas salvo un par de excepciones; son canciones rock de corte estándar pero con unas melodías inspiradas que convierten el disco en uno de los recomendables dentro de su discografía. Sobre la película, solo cabe comentar que es un flojo film antropológico con un par de diálogos interesantes, sobre todo aquél en el que se confronta la supuesta libertad de una tribu perdida en la jungla con la realidad de su organización tradicional machista donde la mujer ocupa el nivel inferior.
El álbum se inicia con dos temas instrumentales, donde el segundo parece como la continuación lógica del primero. Precisamente ‘Obscured By Clouds’ es un buen comienzo, con su ritmo pausado acompañado de un potente sonido de teclado de fondo, que crea una atmósfera inquietante para que la guitarra de Gilmour se luzca liderando el tema con solos aleatorios hasta la llegada de ‘When You're In’, que es donde el ritmo se acelera un poco más y además la guitarra interpreta una buena melodía más reconocible.
A continuación tenemos una bonita balada llamada ‘Burning Bridges’, con unas buenas armonías vocales y una buena interpretación de Gilmour tanto cantando como tocando la guitarra. En cierta manera, después tenemos un reprise instrumental de este tema en ‘Mudmen’. Y precisamente las canciones lentas están entre los puntos fuertes de este álbum, como es el caso de ‘Wot's... Uh The Deal’, que empieza con ritmo acústico para llegar al final a un buen solo eléctrico, teniendo por medio unas agradables melodía y estribillo. Y en ‘Stay’, cantada por Wright (siendo coautor también junto a Waters), también tenemos otro momento relajado en un estilo que supera a la que será su balada de renombre ‘Us And Them’ en The Dark Side Of The Moon. Y digo que la supera porque aunque el estribillo en este caso no tiene la épica y majestuosidad del de ‘Us And Them’, el resto del tema es más melódico, suena mejor y no aburre en ningún momento, además de tener un toque diferente con su guitarra distorsionada.
Al acercarse los Pink Floyd a un sonido más accesible, tenemos también un par de canciones pop-rock más convencionales, que son ‘The Gold It's In The…’ y ‘Free Four’, donde en ambas solo se puede destacar su perfecta ejecución (la verdad que a unos músicos como estos les viene sobrado este tipo de música) y en la segunda al menos tenemos unas buenas partes instrumentales tras cada estrofa, con una incisiva guitarra de Gilmour. Pero el mejor tema pop-rock y el mejor del disco, en mi opinión, es la composición de David Gilmour ‘Childhood's End’, que tiene un grandísimo comienzo donde poco a poco desde la nada va apareciendo un fabuloso ritmo algo devoto del reggae, y en el cual tanto la interpretación vocal de Gilmour como sus solos de guitarra le imprimen una agresividad y fiereza que se palpa a cada momento.
Para el final tenemos un polémico tema semi-instrumental y atmosférico, que tiene un buen comienzo precursor del tipo de sonido futurístico y espacial que encontraremos por ejemplo en ‘Shine On You Crazy Diamond’ del Wish You Were Here. Y lo de polémico lo digo porque tiene una segunda parte donde escuchamos unos cantos tribales que no tienen ningún interés salvo que te dediques a la antropología. En cualquier caso, estamos ante un buen disco que merece una mejor puntuación que sus antecesores por su consistencia compositiva ya que, aunque no tenga ningún gran éxito del grupo, apenas presenta altibajos –únicamente ese canto tribal final– dentro del alto nivel general del conjunto de canciones. Y, por cierto, en la película la música no casa nada bien porque no se acaba de relacionar con unas exploraciones en la jungla, aunque sea por un grupo de hippies.
THE DARK SIDE OF THE MOON
Año de publicación: 1973
Puntuación:
1) Speak To Me/Breathe; 2) On The Run; 3) Time; 4) The Great Gig In The Sky;
5) Money; 6) Us And Them; 7) Any Colour You Like; 8) Brain Damage; 9) Eclipse.
Aquí llegamos al LP más famoso del grupo (con permiso de The Wall) y uno de los más famosos de la historia del rock, batiendo el récord de permanencia en las listas estadounidenses (¡15 años!), con su famosa portada del prisma óptico atravesado por un haz de luz, que en las reediciones en CD no sé por qué motivo han ido variando su diseño. Pero que las estadísticas no te cieguen y te hagan pensar que estamos aquí ante la gran obra de todos los tiempos, pues nada más lejos de la realidad. Sí, estamos ante una obra maestra, pero nada comparable ante los mejores discos de los Beatles, Dylan o los Kinks. Y además, no es un disco de fácil escucha, que resulta desconcertante si es el primero de Pink Floyd que escuchas en tu vida después de que ‘Another Brick In The Wall, Part 2’ haya sido tu única experiencia previa con el grupo (que es lo que me sucedió a mí).
Por otro lado, es un disco más o menos conceptual, sin casi pausas entre canciones, donde se trata principalmente la problemática de la vida moderna, con su estrés, su materialismo, su ritmo frenético y la ceguera que transmite ante la belleza real de lo que nos rodea. También se aborda en ‘Brain Damage’ la figura errática de Syd Barrett, pequeño homenaje que volverán a repetir durante su carrera. Y un aspecto importante, aquí por primera vez Waters asume la autoría de todas las letras.
Nada más empezar, suena el famoso inicio marcado por una percusión que parece un latido de corazón, donde se van sucediendo diferentes elementos que irán apareciendo a lo largo del disco, todo ello en un crescendo que acabará con la entrada de la magnífica y majestuosa ‘Breathe’, que tiene un perfecto ensamblaje entre el prominente teclado de Wright, la guitarra rítmica, el bajo y la batería. Curiosamente, su ritmo recuerda a ‘Live With Me’ de Humble Pie. El final de este tema se enlaza con el inicio de ‘On The Run’, un engendro de sonidos sintetizados que ni la explicación de lo que pretende emular la salva. Por suerte, el sonido de despertador que llega a continuación nos anima a prestar atención de nuevo, pues nos introduce a uno de los grandes momentos de este disco, que es la canción ‘Time’. El sonido acompasado de un reloj sirve de base para una recreación atmosférica solemne del desasosiego cotidiano, con otro gran teclado de Wright y la batería de Mason que es la que acaba dando paso a la épica y memorable parte vocal de Gilmour, que transmite toda la rabia contenida de observarnos a nosotros mismos posiblemente desperdiciando buena parte de nuestra vida en cosas que no nos aportan nada, muchas veces forzados por las circunstancias, como ocurre con el trabajo de muchas personas. Tengo que decir que este tema tiene uno de los mejores solos de guitarra rock que haya escuchado en mi vida, pues dentro de ese intermedio instrumental sigue transmitiendo la misma rabia e incluso con mayor convicción. Al final de este tema, llega un reprise de ‘Breathe’ para devolvernos a la dura realidad y a la necesidad de asumir la situación y al menos valorar lo que poseemos (“Home, home again / I like to be here when I can”). Casi instantáneamente tras el final del reprise, llegan las primeras notas de piano de la gran introducción de ‘The Great Gig In The Sky’, que es lo mejor de un tema que después resulta muy impactante por dar paso a los gritos de lamento de Clare Tory. Que ese impacto sea positivo o negativo dependerá de tus gustos y tu tolerancia a este tipo de temas.
En cassette, la cara B comenzaba con la archiconocida ‘Money’. Es inolvidable su introducción con el sonido de una caja registradora, que acaba sonando magistralmente acompasada con el bajo de Waters y su famoso tempo (un 7/4 o algo así, nada común en una pieza rock), además de una letra reivindicativa sobre la vileza del dinero y su poder de corromper a la gente. Posee una extensa parte instrumental, donde primero hay un poco destacable solo de saxofón y luego por suerte aparece la guitarra de Gilmour en un fiero y enérgico solo que sitúa definitivamente a ‘Money’ entre los temas imprescindibles de Pink Floyd.
A continuación, tras una de las pocas pausas que encontramos en este disco, llega la tranquila ‘Us And Them’, basada en una buena melodía de piano de Wright reciclada de una composición que descartó Antonioni para la banda sonora de Zabriskie Point. No está mal este tema, pero tras escuchar la primera estrofa y el primer estribillo, lo demás ya suena repetitivo. Al final se acaba enlazando con el instrumental ‘Any Colour You Like’, que presenta dos partes: la primera llena de disonancias y vacía de inspiración, y la segunda bastante mejor, algo más melódica. Y sin pausa alguna llegamos a la guitarra que introduce ‘Brain Damage’, canción pop que tiene un poderoso estribillo del que se deriva el título de este disco. Como una especie de coda de la anterior, llega ‘Eclipse’, memorable final como corresponde a una gran obra, con su anáfora lírica (la estructura “all that you…”) que va creciendo en intensidad hasta su finalización, donde aparecerá nuevamente el latido del inicio para darle una estructura circular a todo el álbum, recurso que utilizarán en otros discos posteriores como Animals o The Wall.
El éxito comercial de este LP cambiaría definitivamente sus vidas, y los avances experimentales respecto al sonido serían a partir de ahora más escasos. Pero tampoco se debería pedir mucho más a un grupo que dedicó tantos años a ir buscando su camino y puliendo su música, por lo que a partir de ahora lo mejor que podrán hacer será deleitarnos con aquello que saben hacer mejor, además de que durante el resto de la década publicarán sus últimos grandes discos.
WISH YOU WERE HERE
Año de publicación: 1975
Puntuación:
1) Shine On You Crazy Diamond (Part One); 2) Welcome To The Machine;
3) Have A Cigar; 4) Wish You Were Here;
5) Shine On You Crazy Diamond (Part Two).
Gran continuación de su éxito de ventas anterior, este disco tampoco se quedó corto y es también uno de los más recordados, aunque la experimentación y evolución a pasos agigantados que había sido una de las características principales de Pink Floyd, ahora dejan paso a un sonido más complaciente pero que de todas formas todavía se puede situar en la vanguardia musical. Temáticamente, vuelve a estar presente la figura de Syd Barrett (de ahí el título del álbum, “Ojalá estuvieras aquí”), de hecho ellos mismos cuentan que durante la grabación del disco apareció un día Syd por los estudios y al principio no lograron reconocerle porque estaba gordo y calvo, pero al final supieron que era él por esa mirada particular que tenía y que no había perdido (como cantan en ‘Shine On You Crazy Diamond’, “Now there's a look in your eyes / Like black holes in the sky”).
En cualquier caso, Pink Floyd siguen siendo los reyes de las atmósferas y de los comienzos creativos y originales, y con la suite que inicia este LP siguen demostrando un insuperable nivel en esos aspectos. Su comienzo espacial es de los que transportan a otro lugar con solo dejarse llevar por el sonido, el cual por momentos parece inspirado en Así Habló Zarathustra de Richard Strauss. La primera entrada de la guitarra de Gilmour le añade una carga épica adicional, como si estuvieran haciendo un tema instrumental metamusical y estuviéramos asistiendo al nacimiento de una obra. Esto nos lleva hasta un fade-in que dará paso a la entrada de las cuatro famosas notas de guitarra que introducen la siguiente sección, que van creando un aura de intriga y misterio que se interrumpe con la irrupción de la batería y el bajo en un gran momento de fortaleza en el que podremos disfrutar de otro gran solo de guitarra. De esta manera, llegaremos a la gran parte cantada donde las armonías vocales fluyen para no perder nada de la ambientación espacial que desprende esta suite, adornado todo ello con un gran riff intermedio entre estrofa y estrofa. Por desgracia, esta primera parte acaba con un solo de saxofón… y digo por desgracia porque el saxofón es un instrumento que hay que coger con pinzas, pues cuando un instrumento de viento toma el liderazgo en un disco de rock y por un músico externo al grupo original, lo debe hacer lo suficientemente bien para no caer en lo convencional que cualquiera asociaríamos con el timbre característico de este instrumento. Por tanto, no es que esté mal, pero a mí no me entusiasma para nada.
En ediciones más modernas de este álbum, ‘Shine On You Crazy Diamond’ viene desglosada en más partes (concretamente nueve) que en la que tengo yo, donde se divide en las dos partes que inician y finalizan el disco. La segunda parte se puede entender como una especie de jam variada. Para empezar, tiene un comienzo del estilo de ‘One Of These Days’ pero más lento, es decir, con unas líneas de bajo marcando el inicio mientras de fondo escuchamos varios efectos de sintetizador. A continuación llegará un solo de teclado y seguidamente otro de guitarra pero sin la brillantez de lo ofrecido en la primera parte de la suite, para dar paso al reprise de la sensacional parte vocal, introducida por el memorable riff intermedio que pudimos escuchar entre las estrofas cantadas de la parte primera. Tras esto, volveremos otra vez al modo jam con dos secciones instrumentales diferentes más, la primera un tanto anodina pero salvada por un gran trabajo de Waters en el bajo, aportando un entretenido y asombroso ritmo funky. Como finalización, Wright se erige como líder y su teclado crea una especie de réquiem que refuerza todavía más el sentimiento entre lástima y culpabilidad que tuvieron los componentes del grupo respecto de la abrupta salida de Syd Barrett.
Entre medio de la suite comentada encontramos tres canciones de diferente índole y con resultado dispar. Para empezar, ‘Welcome To The Machine’ siempre me ha resultado horrorosa, sobre todo por la parte final donde se escucha el irritante solo de teclado que probablemente buscaba ese mismo efecto pero que no es precisamente para disfrutarlo. Y el caso es que tiene un inicio interesante, escuchando cómo se van acompasando la guitarra acústica y los sonidos y efectos del teclado. La temática de la letra es sobre el mundo de la música, algo que repetirán a continuación en ‘Have A Cigar’, en este caso con un ritmo más rock y que sorprendentemente es cantada por alguien ajeno al grupo, Roy Harper. Lo mejor de esta canción es su parte final instrumental, donde Gilmour se luce con la guitarra.
La canción que da título al álbum es una de las más conocidas y recordadas del grupo, una gran balada de agradable melodía rítmica y con un intermedio y coda instrumental maravillosos, con unos agudos de fondo cantados por Gilmour que aquí parecen caídos del cielo aunque en directo perdieran luego bastante de su gracia por no poder reproducir la misma cadencia con la voz.
Durante la etapa de The Division Bell, los miembros supervivientes del grupo (o sea, todos menos Waters) recordarían con nostalgia el disco Wish You Were Here como el último en el que se sintieron como un grupo, con todos sus miembros aportando cosas en mayor o menor medida. Como veremos, a partir de ahora Pink Floyd parecerá en la mayoría de ocasiones el grupo de acompañamiento de Roger Waters, quien ya desde The Dark Side Of The Moon se había erigido como único letrista pero que en la música todavía dejaba lugar para la composición y participación del resto, principalmente Gilmour y Wright.
ANIMALS
Año de publicación: 1977
Puntuación:
1) Pigs On The Wing 1; 2) Dogs; 3) Pigs (Three Different Ones); 4) Sheep;
5) Pigs On The Wing 2.
“¿¡¿Cómo es eso?!? ¿¡¿Animals el mejor disco de Pink Floyd?!? Alguien que es capaz de aseverar una barbaridad así no debe estar en su sano juicio”. Probablemente esto es lo que podría pensar el oyente medio y lo que quizá hubiera pensado yo mismo hasta hace no demasiado tiempo. No es éste un disco muy conocido, pues en popularidad obviamente estarían antes su disco de debut, The Dark Side Of The Moon, The Wall e incluso Wish You Were Here, y probablemente también los discos sin Waters por ser más recientes en la memoria colectiva. Pero Animals es un álbum que gana con el tiempo todo lo que los demás van perdiendo. Sus letras alegóricas pero muy directas (en clara referencia al mundo animal orwelliano de Rebelión en la granja), pero sobre todo su sonido agresivo y directo, con menos florituras de teclado de lo habitual, lo convierten en toda una experiencia catártica y desgarradora sobre la visión pesimista y negativa de la sociedad en la que vivimos según Roger Waters. Cabe destacar también que dos de sus canciones (‘Dogs’ y ‘Sheep’) ya formaban parte del repertorio en directo durante la gira del disco anterior, aunque presentadas con un título diferente.
En cualquier caso, el disco se inicia y se acaba de igual manera, con una canción acústica y relajada llamada ‘Pigs On The Wing’, que es al menos un soplo de aire algo más positivo, aunque breve, para intentar compensar todo el pesimismo opresivo y concentrado que encontramos entre medio. El título de esta canción, dividida en dos partes, es la que inspira la portada del cerdo sobrevolando el complejo industrial de la Battersea Power Station de Londres, inactivo actualmente.
Tras este calmado inicio, seguidamente llega la guitarra acústica que introduce ‘Dogs’, la cual junto a los sonidos inquietantes de teclado que escuchamos crea una atmósfera de incomodidad e incertidumbre perfecta para que Gilmour cante esos malvados consejos escritos por Waters –autor de la letra y coautor de la música junto a Gilmour– para sobrevivir en un entorno laboral competitivo, donde generalmente se asciende a base de pisotear a otros y crearse una falsa apariencia de superioridad sustentada en actuaciones hipócritas (“a firm handshake, a certain look in the eye and a easy smile”), además de aparentar ser honrado para actuar de forma contraria (“You have to be trusted by the people that you lie to” --> “Tienes que obtener la confianza de aquéllos a los que mientes”), algo también relacionado con la taimada jerga de la moralidad. Se podría entender este tema como una especie de mini-suite punk pero con estilo y sofisticación, pues cada una de sus diferentes partes es tan opresiva y desoladora como las restantes. Después de una primera estrofa acústica y claustrofóbica, entra la guitarra eléctrica de Gilmour para ir soltando líneas incisivas tras cada verso cantado, que es como si estuviéramos visualizando cada una de las puñaladas en la espalda que se relatan en la letra. Así llegaremos a un frenético solo de guitarra de Gilmour que enlazará seguidamente, mediante otro solo que asemeja un épico lamento, con lo que sería una sección más pausada pero con otra desoladora letra (“And when you lose control...”) cantada por él mismo y que al menos sugiere una especie de justicia moral al contarnos cómo ese ritmo de vida suele provocar que más pronto o más tarde uno sea víctima del comportamiento miserable que ha sembrado a su alrededor. A continuación, tendremos la sección menos musical de todas, pues se trata de unas frases algo disonantes de teclado acompañadas de una percusión pausada y monótona (aunque vaya variando) y unos sonidos que recuerdan al ladrido de los perros. Todo ello mantendrá el efecto de desolación y pesadumbre hasta el retorno de la guitarra acústica y la sección inicial, en este caso cantada por Waters y donde se expresa la angustia existencial resultante de ese momento en el que alguna de esta gentuza descrita en la primera parte empieza a reflexionar sobre su vida, el sentido de lo que está haciendo y lo que le está reportando hacia sí mismo la gente de su entorno, la cual acaba obviamente viciada en su comportamiento por la vida de hipocresía en la que se han visto reflejadas: “Gotta admit that I'm a little bit confused / Sometimes it seems to me as if I'm just being used”. Volviendo a repetir el épico solo de guitarra que equivalía al lamento sobre la hipocresía y falta de humanismo descritas, se llega a la apoteosis final, donde Waters repite el empleo del recurso estilístico de la anáfora, tal como hiciera en el final de The Dark Side Of The Moon, en este caso con el “Who was...” y unas declamaciones que justifican el título elegido para este impresionante tema.
Justo a continuación, unos ruidos de cerdos y un calmado teclado nos hacen respirar por momentos respecto del puñetazo en el estómago que representa ‘Dogs’, y además introducen la memorable ‘Pigs (Three Different Ones)’. Pero enseguida empiezan a sonar los primeros acordes de la guitarra de Gilmour para recordarnos que, cuando Waters expone su lado más crítico y mordaz, podemos pensar en todo menos en descanso o relax, y así sucede también nada más empezar la letra: “Big man, pig man”. La guitarra de Gilmour va apareciendo para soltar líneas enérgicas e incisivas, y además cada vez que Waters canta “Ha ha, charade you are”, acaba dándole una entonación diferente al final, mezclando así la rabia y la desolación que transmite conjuntamente el descubrimiento personal de los entramados reales existentes de intereses propios de la gente poderosa tanto económica como políticamente. Pasados los cuatro minutos llegamos a una sección instrumental que en primera instancia parece de corte gentil pero que pronto pasa a tener un carácter opresivo debido a los chillidos de cerdos que vamos escuchando, no se sabe bien si son voces manipuladas o sonidos artificiales. Así, habrá un retorno de la parte inicial precedido por otro lucimiento de la guitarra de Gilmour, quien repetirá en la coda instrumental con un rabioso y frenético solo que transmite toda la impotencia que se puede sentir cuando se observa el comportamiento abusivo de algunos de los que están arriba y no se puede hacer nada para evitarlo o compensarlo. Por cierto, que las referencias de la letra a una persona apellidada Whitehouse y al nombre Mary parecen hacer referencia a la activista ultraconservadora (qué raras suenan esas dos palabras juntas) Mary Whitehouse, que luchaba contra lo que ella entendía como pornografía en los medios cuando el sentido común mayoritario no lo ve así. Pero los setenta eran tiempos más difíciles para las libertades individuales y por ello hay que agradecerle a Waters su valentía al señalar de esta manera la intolerancia como una de las lacras de la convivencia en sociedad.
Igual que la anterior, ‘Sheep’ tiene un comienzo calmado de teclado, un pequeño respiro porque este tema es el más fiero de todos ya que, tras la tregua inicial, en breve nos introducirán en un ritmo infernal acompañado de la delirante voz de Waters, que en cada final de estrofa se funde con la música en un efecto totalmente catártico. En la letra se nos habla aquí de las ovejas, es decir, de ese comportamiento inherente a las masas de población que hasta hace muy poco seguían y confiaban ciegamente en sus líderes, quienes se aprovechaban de ese regalo de forma descarada para sus intereses particulares y de la gente poderosa. Esa indiferencia de una población que es testigo presencial de los abusos sufridos y que prefiere mirar para otro lado y centrarse en disfrutar de su propia vida, mientras no sean ellos mismos los que padezcan los oprobios que ya han sufrido el resto, como si creyeran en una especie de justicia divina que delimita a los privilegiados, que son los que viven sin problemas esenciales, y el resto de gente, que algo habrá hecho para estar en esa situación de abuso y desamparo. Por suerte, parece que en 2015 las ovejas en España están despertando de su sueño, o más bien de su abulia. Volviendo a la canción, uno de sus mejores momentos es la sección instrumental que sigue a la recitación de un sacrílego texto en una voz distorsionada casi indescifrable, pues esta sección instrumental sirve de retorno a la parte inicial y sirve de momento estelar para Mason, que con sus golpeos de batería que van creciendo gradualmente transmite a la perfección esa transición de la apatía a la acción de las ovejas y su rebelión ante la abusiva situación imperante, hasta que vuelve a llegar la terrorífica voz de Waters para poner los pelos de punta al personal. Como final tendremos una coda instrumental algo repetitiva que se irá desvaneciendo gradualmente para que vuelva a llegar la calma final con la segunda parte de ‘Pigs On The Wing’.
En definitiva, estamos ante una experiencia única e inolvidable, un disco para reflexionar por los mensajes que lanza Waters, para disfrutar de su música con todas las memorables melodías y pasajes instrumentales que aparecen, de los que avanzan lentamente pero que al final llegan a lo más hondo, puesto que la unión de música y letra consigue un efecto sinérgico aplastante que empequeñece en primer lugar al oyente, pero que finalmente consigue el efecto de reforzar la actitud crítica de una persona ante el mundo que le rodea. Nada más y nada menos. De ahí la máxima puntuación y el pico creativo de la máquina sonora de Pink Floyd.
THE WALL
CD I: 1) In The Flesh?; 2) The Thin Ice; 3) Another Brick In The Wall (Part 1);
4) The Happiest Days Of Our Lives; 5) Another Brick In The Wall (Part 2);
6) Mother; 7) Goodbye Blue Sky; 8) Empty Spaces; 9) Young Lust;
10) One Of My Turns; 11) Don't Leave Me Now;
12) Another Brick In The Wall (Part 3); 13) Goodbye Cruel World.
CD II: 1) Hey You; 2) Is There Anybody Out There?; 3) Nobody Home; 4) Vera;
5) Bring The Boys Back Home; 6) Comfortably Numb; 7) The Show Must Go On;
8) In The Flesh; 9) Run Like Hell; 10) Waiting For The Worms; 11) Stop;
12) The Trial; 13) Outside The Wall.
Puntuación:
Año de publicación: 1979
Llegamos por fin a la gran obra megalómana de Roger Waters, que tuvo su origen en una crisis existencial del propio Waters durante una de las actuaciones de la gira de Animals (denominada por cierto como In The Flesh Tour), cuando acabó escupiendo en la cara a uno de sus fans. Fue una respuesta histérica a la sensación alienante de que mediaba un abismo entre el aura de megaestrellas que habían adquirido y la multitud rugiente de fans rendidos a todo lo que provenga de sus ídolos.
Pero no es ésta precisamente la única temática que nutre el contenido lírico de este doble álbum faraónico, pues se podría desglosar en diferentes vertientes:
- La nostalgia del periodo de la infancia.
- El antibelicismo (pues fue en la Segunda Guerra Mundial donde Waters perdió a su padre).
- La vida vacía de las estrellas de la música y su incapacidad de relacionarse con el mundo exterior.
- El fracaso matrimonial.
- Los totalitarismos que seducen a las masas.
Todas ellas con el personaje de Pink como hilo conductor y protagonista directo de todas las interioridades que se desnudan aquí, personaje que sería una mezcla de rasgos de Waters con los de Syd Barrett (otra demostración más de que la salida del primer líder del grupo fue un trauma difícil de superar). En cualquier caso, todo este batiburrillo de ideas queda algo más claro cuando se ve la película que filmó Alan Parker tres años más tarde, pero lo que queda claramente en evidencia es que Waters no es ensayista ni filósofo, por lo que todos los conceptos citados quedan diluidos de tal manera que únicamente aquéllos que conozcan bien la obra podrán seguir el hilo narrativo e inferir las ideas que se pretenden expresar. Es el obvio resultado de mezclar pensamiento profundo con música, pues solo se puede ser grande en uno de los dos campos. Con pensar en Ortega y Gasset componiendo una obra musical a partir de España invertebrada o a Joan Fuster ídem de lo mismo con Nosaltres els valencians, nos podemos hacer una idea del horror de la analogía inversa.
En este caso al menos no es un horror, más bien un error en algunos momentos, pero ello no quita que estemos ante la última gran obra de Pink Floyd, desconcertante y sorprendente a partes iguales, que fue ofrecida por Waters al resto del grupo y elegida por ellos en favor de otra maqueta conceptual correspondiente a lo que se convertiría años más tarde en The Prons And Cons Of Hitch-Hiking, el primer disco en solitario de Waters tras la disolución inicial de Pink Floyd dictada por él. Y es que esta transformación de Waters en un líder único y sin capacidad de aceptar críticas por parte del resto acabaría desintegrando la cohesión del grupo y de paso creando obras intimidantes y demasiado personales para perpetuar la producción musical de la banda.
Se trata también de una obra cíclica, pues la canción final ‘Outside The Wall’ acaba con una frase que se corta a medias y sigue en la que inicia la obra, ‘In The Flesh?’, la cual augura buenas sensaciones al impactar casi desde el principio (puesto que lo primero que se escucha es una calmada melodía) con un potente riff, si bien la parte cantada nos introduce en esa descripción del fan que va a un concierto para adorar incondicionalmente a su ídolo y perder de esa manera toda capacidad crítica. En el segundo volumen de la obra encontraremos un reprise llamado ‘In The Flesh’ (sin signo de interrogación) donde se indaga más en el contenido de la letra, que trata sobre las ínfulas grandilocuentes, parciales y prejuiciosas en las que quedan atrapados algunos líderes de masas cuando identifican a la humanidad con el escaso nivel intelectual que distingue a su séquito incondicional, siendo esto último (el escaso nivel crítico y analítico) algo muy habitual y que podemos encontrar, por ejemplo, en esos casos en que los seguidores de un equipo de fútbol critican descarnadamente a un jugador del contrario hasta que éste recala en su propio equipo y pasan entonces a defender con uñas y dientes su comportamiento y figura. La crítica de la sociedad contemporánea continúa en ‘The Thin Ice’, donde las apariencias que alguna gente se empeña en mantener, cual si fueran una delgada capa de hielo, algún día pueden romperse y dejar a uno sin nada de lo que presumía, ni siquiera la apariencia. La progresión que sigue la canción es destacable, puesto que se pasa de la placidez que aporta la vida aparentemente tranquila e ideal (“Mama loves her baby”), al recordatorio de la incierta realidad (“Don't be surprised when a crack in the ice appears under your feet”) y el potente final instrumental donde la guitarra de Gilmour suena desgarradora ante el ineludible descalabro socioeconómico al que puede verse abocado cualquiera.
A continuación llega la primera de las tres versiones diferentes de la archiconocida ‘Another Brick In The Wall’, siendo esta primera la peor de todas por su tempo demasiado lento, aunque no deja de tener el ritmo ultra-pegadizo que lo caracteriza. La ‘Segunda Parte’ es la que editaron en single con gran éxito, convertida en un himno contra la educación a base de humillaciones que era demasiado común en tiempos no tan pasados. Está estructurada en tres secciones: la primera cantada por Gilmour, la segunda por un coro de niños y la tercera una coda instrumental con un impresionante solo de guitarra de Gilmour. El coro de niños sirve para proporcionarle su tono reivindicativo, pues justo en la canción anterior (titulada irónicamente ‘The Happiest Days Of Our Lives’, con unos cuidados efectos sonoros) Waters ya se preocupa en describirnos cómo eran los métodos educativos de algunos maestros de escuela, humillando en ocasiones a los alumnos para sentirse mejor, producto según él de descargar en sus pupilos la frustración de ser un títere sin voz en su propia casa. El retorno a la infancia continúa en ‘Mother’, recreando esa nostalgia idealizada con la que nos engañan los recuerdos, pues normalmente nuestro cerebro selectivamente elige los buenos momentos para crearnos la idea de que “tiempos pasados fueron mejores”, cuando lo que realmente ocurre es que en cada etapa de la vida existen los momentos buenos, los malos, las frustraciones y las sorpresas agradables, acordes a la escala de necesidades y valores asociados a cada edad. El tono de este tema es calmado y hasta amigable, algo que continúa pero solo musicalmente en la siguiente ‘Goodbye Blue Sky’, pues la gran melodía acústica de guitarra y las bellas armonías corales acompañan a una descripción apocalíptica de la desaparición de todo bienestar debido a las guerras.
Las canciones que llegan a continuación son una descripción rápida y concisa de una relación de pareja cuando ya han pasado los años y cuando uno de ellos es una estrella del rock. En primer lugar, en ‘Empty Spaces’ se habla del deterioro comunicativo (“What shall we use to fill the empty spaces / Where we used to talk?”) que se produce como consecuencia de llevar vidas profesionales completamente distintas que, tratándose de una estrella musical, también comporta la necesidad de viajar y estar alejado de casa periódicamente. Este tema es esencialmente instrumental, creando una atmósfera que transmite la zozobra del personaje ante una situación de la que parece querer salir, e inmediatamente llega el rock duro de ‘Young Lust’ para señalar el desenfreno de las estrellas rockeras cuando salen de gira, empleando un repetitivo riff de guitarra no demasiado inspirado y un estribillo pegadizo (“Oooh, I need a dirty woman”). Después llega la enajenación a la que puede llegar una persona que toma alcohol, drogas y sustancias prohibidas (‘One Of My Turns’), que está referida a la entrada de una groupie en el camerino de la estrella pero donde la víctima podría ser perfectamente su mujer, ya que la letra de la siguiente canción así lo da a entender. Pero ‘One Of My Turns’ es sobrecogedora por la calma que transmite el sonido de teclado y la voz de Waters, algo que cambiará por completo cuando el protagonista sufra un ataque violento de ira y la voz de Waters se vuelva neurótica y escalofriante, acabando en la huida precipitada de la compañera: “Why are you running away?”. Así, ‘Don't Leave Me Now’ es el desgarrador lamento en el que el protagonista suplica a su mujer que vuelva, con una voz de Waters nada melódica y bastante irritante que no obstante vuelve a transmitir la penalidad a la que se enfrenta el protagonista, condenado a la soledad. En cambio, la coda instrumental de este tema es de lo mejor del disco, con unos melódicos “Oooh babe” que aderezan una gran melodía de Gilmour, donde la guitarra expresa esos afligidos sentimientos a la perfección.
Justo a continuación llega la ‘Tercera Parte’ de ‘Another Brick In The Wall’, que es la más breve y también la más enérgica, pues expresa la rabia no aplacable del protagonista, quien necesita desconectar de todo lo que le rodea para superar sus graves problemas personales y psicológicos, creándose un muro de aislamiento a su alrededor donde cada ladrillo lo forma cada revés, error o problema que ha repercutido negativamente en su vida. Debido a este aislamiento el primer volumen acaba con el breve ‘Goodbye Cruel World’.
El segundo volumen continúa desarrollando la sensación de soledad del protagonista y se inicia mediante una de las mejores canciones de la obra, ‘Hey You’, magnífico tema que comienza con una gran melodía de guitarra acústica donde van apareciendo líneas de bajo que crean una atmósfera algo depresiva para que entre la voz pesarosa de Gilmour y una sencilla pero efectiva batería. Tiene un gran parte instrumental intermedia que sirve para la entrada del puente, precisamente uno de los mejores momentos (“But it was only fantasy”), para que luego entre la segunda parte cantada por Waters con su voz chillona que no puede competir con la de Gilmour en esta ocasión. La soledad buscada y encontrada por el protagonista se torna en inquietud en ‘Is There Anybody Out There?’, la cual presenta dos partes bien diferentes donde la primera es atmosférica (al estilo de ‘Welcome To The Machine’ pero sin irritar) y la segunda, que llega cuando se repite por última vez la pregunta del título, es una buena pieza acústica donde Gilmour vuelve a brillar.
A partir de aquí, aunque la difusa temática de las letras dificulta un análisis acertado, el aislamiento del protagonista dentro de su muro le lleva a volver al pasado, a la infancia, a los momentos en los que no existían los problemas que le han llevado a su aislamiento: ‘Nobody Home’ es una balada de piano donde, cuando llegan las notas vocales más altas, Waters demuestra que no sirve de cantante en ese estilo; ‘Vera’ es más de lo mismo, donde lo único destacable es la breve pero gran melodía de teclado que antecede el irritante grito de Waters “Vera, Vera, what has become of you?”, aunque más irritante todavía es escucharle en la siguiente ‘Bring The Boys Back Home’, que aun siendo antibelicista se trata de una especie de marcha militar que ni agrada ni entretiene. Al menos a continuación llega una de las mejores canciones de la carrera del grupo, ‘Comfortably Numb’, donde se alternan cantando Waters y Gilmour (éste en el estribillo) con brillante resultado y con algunas de las mejores melodías del disco. A destacar el impresionante trabajo de Gilmour con la guitarra, imprescindible.
Para abandonar la temática del aislamiento y la vuelta a la infancia llega un momento de tranquilidad musical aunque no lírica, pues en la letra de ‘The Show Must Go On’ se habla del miedo escénico y del punto al que puede llegar un artista de no disfrutar con lo que está haciendo. Al menos viene envuelto en un estilo vocal más propio de los Beach Boys y es todo un respiro al sonar menos opresiva o trágica de lo que llevábamos escuchando en este segundo volumen. Así pues, la salida a escena llega con la citada ‘In The Flesh’, donde la visualización de los fans entregados incondicionalmente lleva al protagonista a sentirse como un líder de masas, aspecto que mal entendido desata las intenciones totalitaristas que vienen reflejadas en la conocida ‘Run Like Hell’, la cual presenta su característico riff repetido hasta la saciedad pero que tampoco vale la pena escucharlo tanto. Lo mejor es la parte vocal de Waters, que consigue un efecto aterrador con su entonación, lo cual queda perfecto para el tono amenazante de esta canción. A continuación, ‘Waiting For The Worms’ engaña por su inicio coral y angelical, como un aviso de lo que son los regímenes totalitarios, primero engatusan con buenas palabras para después aferrarse al poder con violencia y coacción, de ahí que luego este tema se transforme en otro amenazante discurso de amedrentamiento general, con una voz de megáfono que recuerda a tiempos felizmente ya superados. Su coda podría servir de banda sonora para los vídeos que mostraban la barbaridad nazi, por lo que el “stop!” que viene a continuación sorprende la primera vez por el abrupto final que provoca después de tanta tensión, dando paso a lo que será el juicio final de ‘The Trial’. En un tono de opereta que resulta totalmente irritante si no se está viendo la película, en este tema se acaba acusando al protagonista y obligando a derrumbar el muro que se había ido creando con sus traumas, fobias y nostalgias. Y esa caída del muro se transforma en una especie de olvidable réquiem final llamado ‘Outside The Wall’, que finiquita esta tremenda obra de descomunales proporciones/desproporciones.
Hay que señalar que este disco supuso la salida del grupo de Rick Wright, acusado de vagancia y bajo nivel por parte de Waters, quien por otro lado actuó de una manera tan despótica y autoritaria que resquebrajaría los cimientos personales del grupo de tal manera que duraría poco más bajo su mando. De hecho, al tratarse de una obra tan personal, quizá Waters cayera en el error de confundir a Pink Floyd con su propia persona y de transmutarse en eso mismo que justamente había denunciado en canciones como ‘Run Like Hell’, sabedor de la importancia y el dominio que había adquirido en el seno del grupo en la segunda mitad de los setenta.
THE FINAL CUT
Año de publicación: 1983
Puntuación:
1) The Post War Dream; 2) Your Possible Pasts; 3) One Of The Few;
4) When The Tigers Broke Free [Bonus Track]; 5) The Hero's Return;
6) The Gunner's Dream; 7) Paranoid Eyes; 8) Get Your Filthy Hands Off My Desert; 9) The Fletcher Memorial Home; 10) Southampton Dock; 11) The Final Cut;
12) Not Now John; 13) Two Suns In The Sunset.
Con el apéndice que podemos leer en el libreto del CD de “A requiem for the post war dream by Roger Waters, performed by Pink Floyd”, nos podemos hacer una idea de que nos encontramos ante una creación muy personal de Waters que apenas contó con la participación del resto del grupo, de hecho ya ni siquiera estaba Wright por allí para aportar algo interesante con su teclado. Precisamente este disco puede servir de referencia para quienes nunca hayan escuchado la carrera en solitario de Waters, pues una de las características principales de éste será buscar una especie de intimidación del oyente a base de cataratas de sonido y gritos terroríficos alternados con momentos calmados, tal como podemos experimentar en este álbum.
La canción que inicia el disco, ‘The Post War Dream’, podría tomarse como el arquetipo del sonido de Waters en solitario pero en su peor acepción, puesto que la ausencia de melodías y esos cambios bruscos de tono cuando pasa del tempo tranquilo a uno desquiciado, además de emplear erróneamente un convencional sonido de saxofón para intentar potenciar las transiciones, produce un efecto más desalentador que optimista hacia este disco y hacia la carrera en solitario de Waters en general. La canción que da título al álbum también está ejecutada en ese mismo estilo y sin apenas melodías ni detalles para destacar, salvo el solo de guitarra de Gilmour, el cual por otra parte está alejado de sus mejores momentos. Algo mejor queda ese efecto de contraste entre estrofas principales y estribillo, pero por supuesto sin llegar a entusiasmar, en la siguiente ‘Your Possible Pasts’, que al menos transmite cierta crudeza de la vida conyugal en su estribillo: “Do you remember me? / How we used to be? / Do you think we should be closer?”.
Que la voz de Waters tampoco es la más adecuada para cantar temas tranquilos por su falta de rango, que no por falta de sentimiento, queda patente en canciones como ‘One Of The Few’ (algo que podría haber compuesto yo mismo, sin saber nada de música) o ‘The Gunner's Dream’, la cual encima nos provoca un susto de muerte con el grito que antecede un vulgar solo de saxofón. Únicamente gana algunos puntos cuando se muestra calmado y consigue que las melodías y los instrumentos tomen la iniciativa sobre su voz, como es el caso de ‘Paranoid Eyes’, donde el piano y la música orquestal crean una atmósfera íntima ideal para la introspección de su autor, o ‘Southampton Dock’. Esto también lo consigue en la poesía antinuclear de la canción final ‘Two Suns In The Sunset’, donde se narra de manera cruda el antes, durante (con el súbito cambio en la voz de Waters en su vertiente histriónica) y después de la caída de una bomba, con una de esas frases lapidarias como final del horrible holocausto: “Ashes, diamonds / Foe and friend / We were all equal in the end”. Le sobra su coda instrumental, que no aporta nada nuevo y alarga innecesariamente lo que había sido una brillante canción hasta ese momento. Como curiosidad, señalar que Mason no podía ejecutar el tempo y los cambios de ritmo de este tema y Andy Newmark (que había trabajado con John Lennon o Roxy Music) le sustituyó, realizando un gran trabajo, todo sea dicho.
Lo que era la segunda cara del vinilo original se abría con el sonido estruendoso de la explosión de una bomba en ‘Get Your Filthy Hands Off My Desert’, que contrasta enormemente con los sonidos de violín que introducen la breve diatriba de Waters contra varios líderes imperialistas de la época, donde Margaret Thatcher le demostró al argentino Galtieri que los tenía bien puestos respecto a la invasión de las Islas Malvinas. Pero que nadie piense que se trata de un apoyo a la Thatcher, sino todo lo contrario, pues se la nombra en más de una ocasión en el disco (como Maggie) de forma crítica, aunque si lo comparamos con la canción que compusiera Morrissey (‘Margaret On The Guillotine’), Waters hasta parece gentil.
Apenas hay nada que anime un poco este álbum. Engaña bastante el inicio de ‘The Hero's Return’, además de sonar un tanto artificial la guitarra. La única explosión real de furia de todo el disco la encontramos casi al final en ‘Not Now John’, con Gilmour cantando de una manera muy agresiva, poco habitual en él, además de ser el único tema en el que ponga su voz y el único donde aparece como coautor, aunque turnándose con el omnipresente Waters, que se reserva las partes más rápidas y el desbocamiento final.
Como bonus track (aunque en la cuarta posición) se recupera la canción incluida en la película The Wall, ‘When The Tigers Broke Free’, que es otro horroroso himno que sin las imágenes de acompañamiento (el pequeño Pink vistiéndose con la ropa militar del padre muerto) resulta infumable por la histriónica voz de Roger.
En cualquier caso, este disco debería llevar el nombre de Roger Waters y no el de Pink Floyd, pues musicalmente puede adscribirse a la trayectoria que seguirá el primero en solitario, además de que poco tiene que ver con la carrera del grupo hasta el momento. Un testamento de Waters, que quiso poner así punto final a Pink Floyd aunque finalmente le saldría el tiro por la culata, puesto que Gilmour y Mason no se quedarían ahí y resucitarían al dinosaurio unos años después, tras una larga serie de pleitos judiciales de Waters para prohibir que emplearan el nombre del grupo. Una curiosa manera de este último de manifestar que lo suyo con Pink Floyd no era una simbiosis, sino más bien una completa identificación con su persona. Además, un flojísimo final para unos músicos que consiguieron tan grandes resultados en la década anterior.
A MOMENTARY LAPSE OF REASON
Año de publicación: 1987
Puntuación:
1) Signs Of Life; 2) Learning To Fly; 3) The Dogs Of War; 4) One Slip;
5) On The Turning Away; 6) Yet Another Movie; 7) A New Machine (part 1);
8) Terminal Frost; 9) A New Machine (part 2); 10) Sorrow.
Entramos aquí en la última y decadente etapa de Pink Floyd. Sin Roger Waters aportando inventiva o consistencia lírica (aunque en The Final Cut la inventiva desapareciera también) y con un Richard Wright en horas bajas y reenganchado al final, David Gilmour asumió el mando para aportar nuevo material con el que publicar un nuevo disco con el nombre del grupo, puesto que el batería Mason también estaría con él apoyándole en todo momento. Pues a Mason no se le puede exigir ninguna aportación artística porque no es lo suyo; de hecho, ya es bastante que siguiera tocando con el bajón técnico que demostró y que provocó que buena parte de la batería recayera en manos de dos impecables y veteranos músicos como Jim Keltner (conocido por su participación en discos de George Harrison, John Lennon, Bob Dylan o Richard Thompson) y Carmine Appice (que grabó junto a Jeff Beck o Rod Stewart).
El misterioso inicio con ‘Signs Of Life’ nos puede hacer pensar en el retorno de la vertiente experimental del grupo, que nunca se perdió, pero que tampoco aquí sale bien parada, pues una cosa es experimentar con un sentido artístico o melódico, y otra bien distinta aprovechar simplemente las novedades tecnológicas para hacer cualquier cosa, como ocurre en las estomagantes ‘A New Machine’ o en ‘Dogs Of War’. Pero bueno, al menos ‘Signs Of Life’ rememora mejores tiempos como el inicio de ‘Shine On You Crazy Diamond’, para dar paso a continuación al single de presentación del disco, la grandiosa ‘Learning To Fly’, que poco tiene que ver con la trayectoria del grupo hasta ese momento pero que engancha igualmente con sus detalles sonoros y su potente estribillo, además de transmitir ese entusiasmo por la aviación del que tanto Gilmour como Mason eran aficionados.
Tras ‘Learning To Fly’ comienza el descenso (nunca mejor dicho) hacia la mediocridad más absoluta, cuando no hacia el mal gusto como en ‘Dogs Of War’, donde la artificialidad de la instrumentación sumada a la irritante parte vocal la convierten en una de las peores canciones de la historia de Pink Floyd. Muy atrás no se encuentra el intento de volver a realizar otro ‘Welcome To The Machine’, el cual finalmente deja como resultado una incoherente demo a capela con voz distorsionada mediante vocoder llamada ‘A New Machine’. Incoherente, desfasada y horrorosa, para más señales, que además nos regalan en dos partes para que nuestra indigestión no se transforme en algo peor. En medio nos meten un instrumental (‘Terminal Frost’) que por momentos parece que sea una composición de Kenny G más que de Pink Floyd. Música para rellenar espacios vacíos más que con un propósito artístico.
Los intentos de crear música seria también caen en el pozo del despropósito, pues si al inicio de ‘One Slip’, donde intentan imitar el estilo de gente como Talking Heads con mucha menos inspiración, se le suma la instrumentación nuevamente artificial (más propia de un disco de éxito de Alanis Morissette) y un estribillo de lo más simple y vulgar que puede ofrecernos un grupo de rock (muy al estilo de los ochenta), lo único que podemos esperar son cinco minutos de tedio continuado. Para el final, en ‘Sorrow’ vuelven a repetir los mismos ingredientes, aunque al menos el sonido artificioso de guitarra de su inicio tiene algo de interés. Pero lo que sigue a continuación son más melodías simplonas y nada inspiradas.
Para el resto de canciones parece que Gilmour volvió su vista a The Wall, aunque sin apenas nada de la genialidad que aparecía por allí en algunos momentos (recordemos que The Wall fue obra de Waters, básicamente). Tanto ‘Yet Another Movie’ como ‘On The Turning Away’ parecen inspirarse en ‘Hey You’ de aquel disco, la primera por su pretendido sentido épico que queda perdido en el camino al carecer de una mejor parte vocal y poseer un solo de guitarra demasiado genérico que por momentos parece que vaya a recordar los grandes solos de Gilmour pero que se queda a medias. En cambio, si la primera parte de ‘On The Turning Away’ puede hasta resultar algo empalagosa, a partir del primer solemne solo de guitarra y de ese interludio con el bajo (éste último, pasados los 2:30) que está inspirado en el mismo ‘Hey You’, el retorno del estribillo y la impresionante coda instrumental sí que nos vuelven a recordar que Pink Floyd fue un grupo muy bueno. Sobre todo a partir de los cuatro minutos, cuando se acelera el ritmo, la guitarra de Gilmour transmite más emoción que la práctica totalidad del resto del álbum.
Parece que la avidez por nuevo material del grupo sirvió para que este nuevo disco fuera un éxito de ventas, así como la gira mundial posterior del grupo, pero lo cierto es que aquí parecen una parodia de sí mismos. Lo único que recuerda a etapas anteriores suena a reciclado o a desfasado, y en las pocas novedades mejoran algo pero podrían haberse incluido más bien en un disco de Gilmour en solitario que en un disco bajo el nombre de Pink Floyd. Vaya desastre. ¿A que nadie se podría imaginar que en este álbum el bajo lo toca el gran Tony Levin?
DELICATE SOUND OF THUNDER
Año de publicación: 1988
Puntuación:
CD I: 1) Shine On You Crazy Diamond; 2) Learning To Fly; 3) Yet Another Movie;
4) Round And Around; 5) Sorrow; 6) The Dogs Of War;
7) On The Turning Away.
CD II: 1) One Of These Days; 2) Time; 3) Wish You Were Here; 4) Us And Them;
5) Money; 6) Another Brick In The Wall (part 2); 7) Comfortably Numb;
8) Run Like Hell.
Doble álbum compuesto de una selección de canciones pertenecientes a cinco conciertos seguidos acaecidos en Nueva York en agosto de 1988, como colofón a la gira promocional de A Momentary Lapse Of Reason. Como puede comprobarse leyendo el listado de temas seleccionados, casi la mitad están dedicados a su desastrosa pero reciente publicación de estudio, lo cual ya es un indicador del poco interés que debería suscitar en el público salvo por la original portada, marca de la casa. Y cuando en concierto echen la vista atrás, esta última encarnación de Pink Floyd se centrará siempre básicamente en los discos The Dark Side Of The Moon, Wish You Were Here y The Wall. También podemos comprobar aquí que Gilmour busca un sonido grandioso, denso, impactante (algo que echa por tierra una parte de la esencia de Pink Floyd, pues el muro de sonido vuelve más convencionales los temas), por lo que se rodea de bastantes músicos no solo para tapar las vergüenzas de Mason mediante un segundo batería, sino incluso con un segundo teclista.
Así pues, es una sorpresa que al menos una vez se salgan del guión predecible en cuanto al repertorio y recuperen algo diferente como es el caso de ‘One Of These Days’ del Meddle, que tampoco es que pueda tacharse de inesperada selección, pero que al menos sirve para echar la vista algo atrás y es uno de los momentos con más poderío de este directo.
En cualquier caso, casi lo mejor de este álbum en directo lo tenemos en el mismo inicio, con una gran interpretación de ‘Shine On You Crazy Diamond’, donde lo mejor es sin duda el impecable trabajo de Gilmour en la guitarra, el único salvo algunos retazos de Wright que mantiene el recuerdo de la esencia del grupo en este álbum. Del mismo álbum que ‘Shine On You Crazy Diamond’ encontramos la obvia ‘Wish You Were Here’, donde lo que no me gusta es cómo David comienza a hacer esos sonidos casi de falsete en conjunción con su guitarra acústica en las partes intermedia y final de la canción.
Los cortes de The Dark Side Of The Moon suenan totalmente previsibles con la salvedad de ‘Money’, donde las novedades aportan un resultado peor, pues tanto los coros femeninos (que vulgarizan su fortaleza original) como esa sección instrumental intermedia donde se alarga todo de manera innecesaria con un lento ritmo que parece de reggae, convierten esa sección en un bochorno que emborrona lo que hubiera sido una demostración de fuerza guitarrera de Gilmour. Y para las canciones de The Wall, tres cuartos de lo mismo, pues suenan más a grupo-homenaje que otra cosa, pero al menos Gilmour puede mantener el pabellón con dignidad porque sus solos de guitarra en ‘Comfortably Numb’ son siempre un acierto seguro. Y bueno, alargar una canción tan repetitiva como ‘Run Like Hell’ hasta los siete minutos no es una buena decisión.
En definitiva, nadie debería perder tiempo escuchando este disco, pues el nuevo material de Gilmour ya vimos que era de un nivel muy bajo para Pink Floyd, y para escuchar las grandes canciones de su trayectoria vale la pena buscar conciertos de los setenta, con todo el grupo al completo (si olvidamos a Barrett) y en su época de mayor esplendor.
THE DIVISION BELL
Año de publicación: 1994
Puntuación:
1) Cluster One; 2) What Do You Want From Me; 3) Poles Apart; 4) Marooned;
5) A Great Day For Freedom; 6) Wearing The Inside Out; 7) Take It Back;
8) Coming Back To Life; 9) Keep Talking; 10) Lost For Words; 11) High Hopes.
Parece que algo de vergüenza propia pasaría David Gilmour (o no, porque las ventas son las ventas) antes de volver a decidirse a grabar nuevas canciones bajo el nombre de la banda. Lo que iba a ser el último disco de estudio formal de Pink Floyd, mejora bastante el abominable A Momentary Lapse Of Reason, lo cual tampoco significa que estemos ante una buena obra, pues mejorar aquél no era tarea harto dificultosa. La mejor noticia que encontramos aquí es que por fin vuelve Wright de verdad, colaborando con Gilmour en la composición de bastantes canciones e incluso alguna propia como ‘Wearing The Inside Out’ (aunque la letra no sea suya), como en los viejos tiempos y con un resultado bueno comparado con las atrocidades que grabara el propio Wright en su exigua carrera en solitario.
El inicio con el misterioso instrumental ‘Cluster One’ nos hace pensar que nada ha cambiado en el grupo, pero tras el enlace hacia la poderosa sección rítmica que introduce ‘What Do You Want From Me’, comenzamos a pensar que algo ha cambiado en realidad. El blues-rock no había sido un estilo demasiado empleado por Pink Floyd, pero aquí aparece con una fiereza inaudita gracias a la afilada guitarra de Gilmour y su forma de cantar agresiva, enfatizada por unos acertados coros femeninos.
Lo que abundan son temas previsibles y de corte más bien pop (!), que salvo algunos destellos concretos no parecen de Pink Floyd. Pocos podrían asociar ese sonido al mismo grupo que en los setenta maravilló al mundo entero. Así, ‘Poles Apart’ produce una indiferencia absoluta, pues lo único destacable es ese pasaje instrumental a partir de los 2:20 que recuerda vagamente a ‘The Great Gig In The Sky’. El resto de sus siete minutos no acaban de convencer y menos cuando hacia la mitad introducen un intermedio de sonidos que parecen sacados de película de terror de muñecos asesinos. El single de presentación, ‘Take It Back’, no queda muy atrás, pues al inicio instrumental en el que parecen U2 luego se añade una parte vocal al más puro estilo AOR y también introducen un intermedio sonoro pretenciosamente creativo, lo cual en su conjunto no deja de ser un pálido reflejo de ‘Learning To Fly’. Mejor sensación dejan en ‘Coming Back To Life’ (magistral hasta los 2:30, donde aparece una horrible sección rítmica hasta el final que lo arruina todo) y ‘Lost For Words’, esta última poseedora de una curiosa y trabajada introducción que suena como si hubieran hecho una variación de la introducción de ‘Wish You Were Here’ a mayor velocidad. Después, la melodía vocal está tomada de ‘Desolation Row’ de Bob Dylan, cantando Gilmour las primeras estrofas incluso en la misma entonación que tendría Bob. ¿No resulta curioso escuchar algo así? También toman prestada la antigua idea de Pere Ubu en ‘The Modern Dance’ de utilizar sonidos reales (o industriales) para contrastar momentos más tensos con otros más descansados.
Si atendemos a los parecidos razonables respecto a la propia obra de Pink Floyd, ‘High Hopes’ puede considerarse el ‘Echoes’ de los noventa, mucho más corto pero igualmente inquietante. Ese inicio de sonido de campana al que van acompasándose unas notas de piano recuerdan tiempos mucho mejores. Está muy bien pensado ese detalle rítmico que aparece para los finales de estrofa y que antecede su explosivo estribillo, uno de los pocos pero grandiosos momentos de esta última etapa del grupo, además de una parte final instrumental que incluye un impresionante solo de guitarra y unos destellos de teclado magníficos. En el polo opuesto, ‘A Great Day For Freedom’ es una reescritura de ‘On The Turning Away’, pero mucho menos inspirada y con una coda instrumental que deja totalmente indiferente, al contrario de ese gran final de la canción de A Momentary Lapse Of Reason. Para algo que había bueno allí, van y no lo repiten.
Por otro lado, ‘Wearing The Inside Out’ es el último soplo de inspiración de Wright. Una canción de tono intimista que posee una carga extra de emotividad al volver a escuchar la voz del propio Wright cantándola, de una manera cálida y apacible. Tiene un potente intermedio instrumental que recuerda por momentos a ‘Shine On You Crazy Diamond’, al igual que el instrumental ‘Marooned’, aunque éste más por la ambientación que crea que por alguna melodía en sí.
En definitiva, aunque este álbum contiene un par de grandes canciones a la altura del legado de la banda y también algunos momentos notables, lo cierto es que abundan igualmente demasiados préstamos y reciclajes tomados como para poder disfrutar de la música. Ese camino parece que fue casi obligado para intentar hacer más melódico el resultado final, puesto que la capacidad creativa de Pink Floyd ya no era la misma que antaño, ni siquiera aunque hubiera vuelto Roger Waters, pues la carrera en solitario de éste no era para tirar cohetes precisamente.
PULSE
Año de publicación: 1995
Puntuación:
CD I: 1) Shine On You Crazy Diamond; 2) Astronomy Domine;
3) What Do You Want From Me; 4) Learning To Fly; 5) Keep Talking;
6) Coming Back To Life; 7) Hey You; 8) A Great Day For Freedom; 9) Sorrow;
10) High Hopes; 11) Another Brick In The Wall (part 2).
CD II: 1) Speak To Me; 2) Breathe; 3) On The Run; 4) Time; 5) The Great Gig In The Sky; 6) Money; 7) Us And Them; 8) Any Colour You Like; 9) Brain Damage; 10) Eclipse; 11) Wish You Were Here; 12) Comfortably Numb; 13) Run Like Hell.
El trasfondo económico del retorno de Gilmour y compañía bajo el nombre de Pink Floyd queda todavía más claro cuando comprobamos que su producción musical consistía en un disco de estudio seguido de un disco doble en directo. Los solapamientos entre las canciones de los dos álbumes en directo son obvias, por lo que tomaron aquí la decisión de incluir varios temas de The Division Bell, alguna sorpresa y, lo más destacado a priori, ejecutar en su totalidad y en riguroso orden su disco más icónico, The Dark Side Of The Moon. Como estrategia de marketing, en las primeras ediciones del CD se incluía un pequeño piloto luminoso que se encendía y apagaba intermitentemente para captar la atención del comprador casual. Parece que la estrategia comercial funcionó, puesto que este álbum fue número uno en ventas en muchos países, para frustración de Roger Waters.
Lo que aquí encontraremos es lo que ya sabíamos del Delicate Sound Of Thunder, a saber, que en directo se añadían varios músicos más y por ello el sonido está más estandarizado y es menos expresivo. No obstante, tras años de interpretación de ‘Shine On You Crazy Diamond’ en directo, aquí parecen alcanzar la excelencia necesaria para no hacernos pensar en la versión de estudio, lo cual unido a una alta expresividad de la guitarra de Gilmour, el perfecto trasfondo de teclado de Wright y el contenido saxofón de Dick Parry (quien precisamente lo tocaba en la versión de estudio del Wish You Were Here), convierten a este tema en la mejor recreación post-Waters de una canción de la era Waters.
La citada sorpresa como gancho comercial de este álbum la encontramos en un inesperado guiño al pasado con la interpretación de ‘Astronomy Domine’, el mítico tema que abría The Piper At The Gates Of Dawn y también el directo de Ummagumma. Todo un homenaje a Syd Barrett, todavía vivo por aquel entonces. Mayor homenaje si cabe cuando comprobamos que la ejecución es impecable y la guitarra de Gilmour suena más afilada y esquizoide que nunca. Y es que el material ya conocido produce más bien indiferencia, salvo que un@ sea neófit@ en la discografía de la banda. Por ejemplo, en ‘Another Brick In The Wall’ hacen una especie de mezcla entre lo que era su primera parte, más el coro final de ‘The Happiest Days Of Our Lives’ para que entre la conocida segunda parte. No está mal la ocurrencia como novedad, pero luego el extenso solo final suena demasiado autoindulgente y muy poco expresivo, como si Gilmour ya estuviera cansado de haberla interpretado cientos de veces.
El mayor error es sin duda incluir bodrios de los dos últimos discos de estudio, como es el caso de ‘Keep Talking’, del álbum anterior, y de ‘Sorrow’, donde únicamente se puede salvar su introducción distorsionada pero que luego se alarga innecesariamente hasta sobrepasar los diez minutos a base de solos de guitarra insustanciales. En cambio, una canción que originalmente era ya muy destacable como ‘High Hopes’, aquí lo sigue siendo, puesto que la coda instrumental queda espectacular en directo.
El segundo volumen del álbum se corresponde con la interpretación íntegra de The Dark Side Of The Moon más la adición de tres temas adicionales al final. Aunque no vayamos a encontrar nada novedoso, la nostalgia y la curiosidad son una mezcla perfecta para crear interés en escucharlo. De hecho las pocas novedades de los temas son las mismas que veíamos en el Delicate Sound Of Thunder, pues en ‘Money’ mantienen el mismo intermedio reggae que ciertamente no encaja nada bien en esta canción. Y bueno, los falsetes de Gilmour no son para todos los gustos, y para el mío no lo es. En cualquier caso, siempre se agradece poder volver a escuchar ‘Time’ y su excepcional solo de guitarra, además de lo emotivo que resulta ‘Eclipse’ como epílogo de tan encomiable obra.
Quien no escuche este directo no va a perderse nada, por supuesto, aunque históricamente queda como el documento musical de la última gira que habrá bajo el nombre de Pink Floyd. Nunca más se volverá a ver a esta banda en directo salvo ese momento mágico en 2005 en que por última vez Waters, Gilmour, Wright y Mason se juntarían en un escenario por una causa justa y necesaria, tal cual fue el Live 8. Por último, destacar esa portada en la que se ejemplifica el agua como elemento esencial y origen de la vida en el planeta, una demostración también de la conciencia por la conservación del mundo.
IS THERE ANYBODY OUT THERE? THE WALL LIVE 1980-1981
Año de publicación: 2000
Puntuación:
CD I: 1) MC: Atmos; 2) In The Flesh?; 3) The Thin Ice;
4) Another Brick In The Wall (part 1); 5) The Happiest Days Of Our Lives;
6) Another Brick In The Wall (part 2); 7) Mother; 8) Goodbye Blue Sky;
9) Empty Spaces; 10) What Shall We Do Now?; 11) Young Lust;
12) One Of My Turns; 13) Don't Leave Me Now; 14) Another Brick In The Wall (part 3); 15) The Last Few Bricks; 16) Goodbye Cruel World.
CD II: 1) Hey You; 2) Is There Anybody Out There?; 3) Nobody Home; 4) Vera;
5) Bring The Boys Back Home; 6) Comfortably Numb; 7) The Show Must Go On;
8) MC: Atmos; 9) In The Flesh; 10) Run Like Hell; 11) Waiting For The Worms;
12) Stop; 13) The Trial; 14) Outside The Wall.
Por fin salieron a la luz las grabaciones sonoras de los míticos y escasos conciertos que ofrecieron en la gira de The Wall, muy costosos en su implementación. En este doble álbum se recoge una selección ordenada según la obra original de los diferentes conciertos que acaecieron en Londres en 1980 y 1981. Además del faraónico montaje de un gigantesco muro con ladrillos de cartón-piedra y una gran cantidad de muñecos inflables gigantes, participaron en los conciertos una gran cantidad de músicos adicionales, puesto que los miembros de Pink Floyd entraban en la parte teatral del concierto, sobre todo Roger Waters. De ahí las caretas que pueden verse en la portada de Waters, Gilmour, Wright y Mason, pues los músicos sustitutos se las colocaban cuando alguno de aquellos debía hacer de actor.
Debido a este componente teatral importante, la música no presenta apenas diferencias respecto a las versiones de estudio, puesto que la clave de una obra teatral musical es la sincronización entre música y movimientos, por lo que hay poco margen para la libertad creativa, aunque aquí no se trate de un ballet precisamente. De hecho, las únicas diferencias que encontraremos son básicamente el alargamiento de algunos pasajes instrumentales en los que se alargan los solos, algunas veces sin demasiada inspiración. En ‘Another Brick In The Wall (part 2)’ tenemos nada menos que cuatro minutos de improvisación instrumental que incluye un extenso solo de guitarra por parte de Gilmour. Una lástima que no hubiera demasiado inspiración para haber hecho de esa coda un momento de catarsis a la vieja usanza, pues simplemente suena a notas sueltas sin expresividad alguna. El solo de órgano de Wright que suena a continuación, queda incluso mejor. Mucho mejor sin duda es el solo de la coda de ‘Comfortably Numb’, donde Gilmour por fin demuestra su maestría y crea uno de tantos momentos mágicos que hicieron grandes a Pink Floyd. ‘Mother’ también presenta fragmentos novedosos en el pasaje instrumental intermedio.
Las únicas novedades respecto a la obra original que encontraremos son, por un lado, la interpretación del descarte ‘What Shall We Do Now?’, el cual ya conocíamos por aparecer en la película de The Wall, y que es la continuación natural de ‘Empty Spaces’, a la que interrumpe con una brutal percusión y unas notas de guitarra que anteceden la denuncia anti-consumista cantada por Waters con notable fiereza. Por otro lado, ‘The Last Few Bricks’ es un simple intermedio instrumental que recoge retazos de la mayoría de canciones que se han escuchado hasta ese momento.
Encontraremos también otras curiosidades más. En ‘The Show Must Go On’ Gilmour canta algunas líneas que aparecían en el libreto del CD pero que en la versión de estudio no eran cantadas. Eso es una buena sorpresa, porque la mala llega justo al final, cuando ‘Outside The Wall’ es interpretada como si lo estuvieran tocando The Band tras una larga borrachera, lo cual no parece una buena idea. En cualquier caso, nadie que tenga la obra original y que haya visto la película necesita este álbum. Está más dirigido para completistas. Además, lo que resultaría realmente interesante sería poder ver un concierto completo grabado de aquella época, algo que parece no existir, bien porque no se llegara a grabar (lo cual dudo, vista la ambición de Waters y que existen breves documentales de la época que recogen momentos de la actuación) o porque Waters no estuviera contento con el resultado final, puesto que se antoja muy complicado poder quedar satisfecho ante un concierto que requería el acierto de muchos participantes, desde la gran cantidad de músicos hasta los figurantes y técnicos de puesta en escena.
CD II: 1) Speak To Me; 2) Breathe; 3) On The Run; 4) Time;
5) The Great Gig In The Sky; 6) Money; 7) Us And Them; 8) Any Colour You Like;
9) Brain Damage; 10) Eclipse.
CD VI: 1) Breathe (In The Air); 2) On The Run; 3) Time; 4) The Great Gig In The Sky; 5) Money; 6) Us And Them; 7) Any Colour You Like; 8) Brain Damage; 9) Eclipse; 10) The Hard Way; 11) Us And Them (Richard Wright Demo);
12) The Travel Sequence; 13) The Mortality Sequence; 14) Any Colour You Like; 15) The Travel Sequence; 16) Money.
Puntuación:
Año de publicación: 2011
THE DARK SIDE OF THE MOON – IMMERSION BOX SET
Llegó el año 2011 y es cuando Pink Floyd, tras haber limado las asperezas que habían separado a Waters de sus ex-compañeros, comenzó a rebuscar en sus archivos y a sacar todo lo que podía resultar de interés respecto a su época más gloriosa, la de los años setenta, separado todo en función de cada uno de los discos publicados. Se inició todo con The Dark Side Of The Moon, aquí reeditado en una caja de tres CD’s, dos DVD’s y un Blu-ray, además de parafernalia diversa de la época. Nos centraremos en el segundo disco, que recoge un concierto de Wembley registrado en 1974, y en el cuarto disco, que contiene rarezas varias.
De ese concierto de Wembley poco puede decirse salvo que no aporta apenas nada nuevo y el grupo suena más bien cansado, como si a esas alturas de 1974 ya estuvieran más que aburridos de tocar el mismo disco en directo una y otra vez, ya que se trata del Dark Side Of The Moon en su completitud. En la sección intermedia instrumental de ‘Money’ realizan algo de improvisación pero totalmente irrelevante, con Gilmour dejando notas simples y Waters tocando un ritmo de jazz con su bajo. Pero en general, suena todo igual que como lo hace en el álbum de estudio, lo cual también tiene su mérito.
El cuarto disco es más interesante a priori y en él encontramos en primer lugar una mezcla temprana del disco de 1972, que básicamente es lo mismo que la mezcla final salvo algunas diferencias más o menos significativas, como por ejemplo: 1) Ausencia o diferencia de efectos sonoros (con unas risas demasiado estruendosas e irritantes en ‘Brain Damage’); 2) La parte cantada por Wright en ‘Time’ suena sin acompañamiento de batería, por lo que queda algo huérfana; 3) En ‘The Great Gig In The Sky’ no se escucha ninguna voz femenina, sino una voz masculina distorsionada hablando; 4) El comienzo más pausado de ‘Us And Them’; 5) Una gran guitarra que inicia y acompaña ‘Eclipse’ como instrumento principal.
Del proyecto abortado Household Objects Project, aquel disco que iba a componerse de música creada con objetos cotidianos no musicales (menos mal que lo desecharon), se recoge aquí el instrumental ‘The Hard Way’, que parece más bien el esqueleto de una base instrumental que no se elaboró más. La demo de ‘Us And Them’ no debería haberse incluido, puesto que son cinco minutos escuchando prácticamente las mismas notas de piano y justo entonces, en los últimos treinta segundos, aparece la variación del estribillo que es lo único que vale la pena.
‘The Travel Sequence’ era el nombre original de ‘On The Run’, enfocado inicialmente como un instrumental inquietante del estilo de las bandas sonoras que habían grabado previamente. Aquí la encontramos en primer lugar interpretada en directo en Brighton, donde comienza bien pero luego acaba divagando sin demasiado interés, problema que aparece solucionado en la versión de estudio que encontramos después, ya que es más concisa y compacta, eliminando secciones superfluas. Del mismo directo de 1972 son también ‘The Mortality Sequence’ (una amalgama de sonidos ambientales sin carácter musical) y ‘Any Colour You Like’, que más bien se parece a ‘Breathe’ que a otra cosa. En el DVD encontramos dos temas más de ese concierto, ‘Careful With That Axe, Eugene’ y ‘Set The Controls For The Heart Of The Sun’, los cuales aparecían en la olvidada película Rock City de 1973. La demo acústica de ‘Money’, interpretada y cantada por Waters, no tiene más interés que la curiosidad de escuchar cómo sonaba en su primer intento, que es de un enfoque más blues.
Así que llega la pregunta del millón: ¿necesita un seguidor de Pink Floyd conocer este box set? Y la respuesta es sencilla: no. Ya hemos visto que las diferencias entre las versiones de estudio, en directo, y en mezclas primigenias de The Dark Side Of The Moon son muy escasas, y las otras rarezas son en general flojas. Y con la de documentales que existen sobre este álbum, tampoco se va a echar de menos el incluido aquí, de menos de media hora de duración, demasiado escaso. Ya hay que ser seguidor incondicional para querer ver también las imágenes que proyectaban en los conciertos, aunque no deja de tener su carga mordaz el poner imágenes de mandatarios polémicos (por no decir otros calificativos) en ‘Brain Damage’. Eso sí, escuchar el álbum en formato 5.1 es algo que debería hacerse al menos una vez en la vida.
1) Shine On You Crazy Diamond; 2) Raving And Drooling;
3) You've Got to Be Crazy; 4) Wine Glasses; 5) Have A Cigar;
6) Wish You Were Here.
Puntuación:
Año de publicación: 2011
WISH YOU WERE HERE – IMMERSION
BOX SET
Siguiendo con las reediciones megalómanas de las obras más exitosas de la banda, le tocó el turno a Wish You Were Here y es la que menos novedades aporta. Tan solo encontramos un disco que lleva actuaciones en directo, versiones alternativas y otro tema de los descartados para el proyecto abandonado Household Objects Project. Los temas en directo son de un concierto de 1974 en Wembley, por lo que probablemente pertenezcan al mismo del cual podíamos escuchar en su totalidad The Dark Side Of The Moon en el Box Set correspondiente.
En directo, ‘Shine On You Crazy Diamond’ no aporta nada interesante respecto a lo ya conocido. Hay que recordar que estamos en 1974 y el álbum no saldría publicado hasta el año siguiente, por lo que todavía está algo verde el tema y faltaría ese poquito de elaboración necesario para convertirlo en el verdadero himno eterno en que se convertiría poco después. El inicio es diferente, con una parte de teclado menos sorpresiva y más contemplativa. De hecho, el origen de la introducción de la versión final lo podemos observar en ‘Wine Glasses’ (la pieza del Household Objects Project), donde las capas de teclado crean ese sonido envolvente que tan magistralmente desarrollarían para la introducción de ‘Shine On You Crazy Diamond’. También en directo encontramos dos temas que formarían parte tres años después del disco Animals. En primer lugar, ‘Raving And Drooling’ es un boceto de lo que luego conoceríamos como ‘Sheep’, pues todavía no presenta la meticulosa estructura que acabaría poseyendo. De igual manera, ‘You've Got to Be Crazy’ es la versión primigenia de ‘Dogs’, con una letra más directa y más cruda en la que se mete el dedo en la llaga todavía más al hablar de las relaciones sociales contemporáneas (“You gotta be trusted, gotta tell lies”, “You can tell a sucker from a friend / But you still raise the knife to stranger, lover, friend and foe alike”), aunque estén menos elaboradas que las aparecidas en la versión final.
Lo que nos queda después son dos tomas alternativas que quedaron archivadas. En primer lugar, la versión alternativa de ‘Have A Cigar’ no aporta nada nuevo, por lo que solamente es una versión menor. Y ‘Wish You Were Here’ también es prácticamente igual, aunque la única diferencia que ofrece es sorprendente y singular: la participación del gran violinista de jazz francés Stéphane Grappelli. Por aquel entonces ya estaba cerca de los setenta años, así que debía ser una especie de homenaje que quisieron hacerle, aunque luego se quedara guardado en los archivos. Tampoco es que se pueda lucir con el violín, puesto que el tono calmado y la lentitud del tema no favorecen virtuosismos. Pero ahí queda la colaboración, que añade su granito de arena al interés algo mayor que ofrece esta edición de Wish You Were Here. Menos mal que no incluyeron tomas instrumentales de ‘Welcome To The Machine’…
THE WALL - IMMERSION BOX SET
Año de publicación: 2012
Puntuación:
CD V: 1) Prelude (Vera Lynn); 2) Another Brick In The Wall (part 2); 3) Mother;
4) Young Lust; 5) Another Brick In The Wall (part 2); 6) Empty Spaces; 7) Mother; 8) Backs To The Wall; 9) Don't Leave Me Now; 10) Goodbye Blue Sky; 11) Don't Leave Me Now; 12) Another Brick In The Wall (part 3); 13) Goodbye Cruel World; 14) Hey You; 15) Is There Anybody Out There?; 16) Vera; 17) Bring The Boys Back Home; 18) The Show Must Go On; 19) Waiting For The Worms; 20) Run Like Hell; 21) The Trial; 22) Outside The Wall; 23) Prelude (Vera Lynn); 24) Another Brick In The Wall (part 1); 25) The Thin Ice; 26) Goodbye Blue Sky; 27) Teacher, Teacher; 28) Another Brick In The Wall (part 2); 29) Empty Spaces; 30) Young Lust;
31) Mother; 32) Don't Leave Me Now; 33) Sexual Revolution; 34) Another Brick In The Wall (part 3); 35) Goodbye Cruel World; 36) In The Flesh?; 37) The Thin Ice; 38) Another Brick In The Wall (part 1); 39) The Happiest Days Of Our Lives;
40) Another Brick In The Wall (part 2); 41) Mother.
CD VI: 1) Is There Anybody Out There?; 2) Vera; 3) Bring The Boys Back Home;
4) Hey You; 5) The Doctor (Comfortably Numb); 6) In The Flesh; 7) Run Like Hell; 8) Waiting For The Worms; 9) The Trial; 10) The Show Must Go On; 11) Outside The Wall; 12) The Thin Ice Reprise; 13) Outside The Wall; 14) It's Never Too Late; 15) The Doctor (Comfortably Numb); 16) One Of My Turns; 17) Don't Leave Me Now; 18) Empty Spaces; 19) Backs To The Wall; 20) Another Brick In The Wall (part 3); 21) Goodbye Cruel World; 22) Comfortably Numb (David Gilmour Original Demo); 23) Run Like Hell (David Gilmour Original Demo).
Continuando con estas reediciones de la serie Immersion, y saltándose Animals por el camino, le tocó el turno a The Wall con un total de seis CD’s y un DVD. En el análisis que se hizo en su momento, ya se comentó toda la parafernalia que rodeó al nacimiento de esta obra faraónica, por lo que los dos últimos CD’s reflejarían esa gestación a partir de las demos iniciales. El repertorio seleccionado se clasifica en tres categorías:
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Demos de Roger Waters: las que enseñó al resto del grupo para que eligieran entre grabar The Wall o lo que hubiera sido el mediocre The Prons And Cons Of Hitch-Hiking.
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Demos de Pink Floyd: tal como se fueron grabando en el estudio.
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Demos de David Gilmour: dos de las composiciones que aportó él, es decir, ‘Comfortably Numb’ y ‘Run Like Hell’ (quizá esto quiera decir que ‘Young Lust’ fue idea inicial de Waters).
En primer lugar encontramos las demos de Waters, las cuales aparecen editadas en su duración para no hacerlas muy aburridas por lo básico de su sonido. Que se hayan escogidos extractos en algunos casos es un alivio, pues con escuchar lo horrorosas que suenan ‘Empty Spaces’, ‘Backs To The Wall’ (futura ‘What Shall We Do Now?’) o ‘Bring The Boys Back Home’, por escribir algunos ejemplos, ya nos podemos imaginar lo que hubiera sido escucharlas completamente. Es evidente que las demos no están pensadas para ser escuchadas por nadie, sino como una herramienta de trabajo de los músicos en la que basarse para ir creando la música y darle una forma final. Y Pink Floyd no son los Beatles, quienes creaban melodías magníficas desde el inicio. Las dos demos de David Gilmour son más de lo mismo, tarareando por un lado ‘Comfortably Numb’ y por otro aportando el especial sonido de guitarra de ‘Run Like Hell’ sin acompañamiento alguno. Todas ellas tienen únicamente un interés histórico porque presentan nada más que trazos sin desarrollar de lo que llegarían a ser.
Al menos las demos interpretadas por la banda al completo presentan ya una elaboración que nos da algún indicio de su evolución y pueden al menos entretener, aunque nadie salvo los fans más acérrimos querrán volver a escucharlas. Mediante ellas comprobamos cómo ‘Another Brick In The Wall’ sufrió una mitosis musical, ya que originalmente se puede decir que las dos primeras partes iban acopladas en una, es decir, juntando lo que fue la primera parte más ambiental con la segunda más rockera. También comprobamos que ‘Young Lust’ era cantada por Gilmour originalmente en un estilo casi rap, opción que no acababa de encajar del todo pero que le hubiera proporcionado un toque moderno. Otra curiosidad es que ‘Comfortably Numb’ se tituló inicialmente como ‘The Doctor’ y poseía una letra diferente en las estrofas.
Encontramos también un par de temas que quedarían descartados para la obra final de The Wall: ‘Teacher, Teacher’ es el origen de la futura ‘The Hero's Return’ de The Final Cut, donde acabaría mutando la letra y evolucionando a peor. Sorprende algo más encontrarnos con ‘Sexual Revolution’, uno de los temas que formarían parte del primer álbum en solitario de Waters tras la disolución unilateral de Pink Floyd, el citado The Prons And Cons Of Hitch-Hiking. No está mal, suena entretenida pero la versión final quedaría mucho mejor unos años después gracias a la guitarra de Eric Clapton, quien recordemos que fue el colaborador estelar de Waters en ese mediocre primer álbum y en la gira correspondiente. Todo un lujazo.
No hace falta extenderse más para un compendio de demos sin mayor alcance ni trascendencia que la curiosidad que nos puede suscitar escuchar una serie de viñetas musicales sobre la grabación del último gran disco de Pink Floyd. Totalmente innecesario.
THE ENDLESS RIVER
Año de publicación: 2014
Puntuación:
1) Things Left Unsaid; 2) It's What We Do; 3) Ebb and Flow; 4) Sum; 5) Skins;
6) Unsung; 7) Anisina; 8) The Lost Art Of Conversation; 9) On Noodle Street;
10) Night Light; 11) Allons-y (1); 12) Autumn '68; 13) Allons-y (2);
14) Talkin' Hawkin'; 15) Calling; 16) Eyes To Pearls; 17) Surfacing;
18) Louder Than Words; [BONUS TRACKS:] 19) TBS9; 20) TBS14; 21) Nervana.
Este aparente nuevo disco de la banda veinte años después de su última obra de estudio se publicitó como un homenaje a Rick Wright, fallecido de cáncer en 2008, pues se compone básicamente de demos y descartes de esa época. Tras escucharlo, llamarlo homenaje parece una broma de mal gusto. Según una entrevista que recuerdo a David Gilmour durante la promoción de The Division Bell, éste afirmó que el álbum se componía de una selección de canciones entre decenas (no recuerdo el número exacto, quizá dijera setenta) que habían estado componiendo y ensayando para la ocasión. Desde entonces, visto el parón súbito que sufrió la producción de la banda (cuando se supone por sus palabras que estaban en un estado de creatividad muy prolífico), esa afirmación se había quedado en mi mente como una fanfarronada que no encajaba nada bien con la imagen de persona educada y humilde de Gilmour. Pasados los años, este The Endless River (título extraído de un verso de ‘High Hopes’) demuestra que David decía la verdad, si bien es una verdad que cuando menos deja claro que no hubo dudas sobre qué material hubo de formar parte de The Division Bell.
De acuerdo con la mayoría de temas que encontramos aquí, podríamos denominar este álbum como el disco de New Age de Pink Floyd, algo casi tan extravagante como si existiera un disco de flamenco de Pink Floyd (de hecho, algo de eso encontrábamos en More). También es evidente la poca originalidad con la que afrontaban en los noventa esos ensayos para la grabación de un nuevo disco, porque hay muchos temas que no dejan de sonar a variaciones de composiciones antiguas, como si quisieran inspirarse en aciertos anteriores para conseguir algo decente, eso en el mejor de los casos. Así, podríamos realizar una clasificación del estilo:
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Variaciones sobre ‘Shine On You Crazy Diamond’: ‘What We Do’, ‘Autumn '68’.
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Variaciones sobre ‘Us And Them’: ‘Anisina’ (con solo de saxofón incluido).
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Variaciones sobre ‘Run Like Hell’: ‘Allons-y (1)’.
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Variaciones sobre cualquiera de los inicios de los dos álbumes de estudio sin Roger Waters: ‘Things Left Unsaid’, ‘Unsung’, ‘Calling’… y probablemente una tercera parte del disco.
El curioso título de ‘Talkin' Hawkin'’ es debido a que utiliza grabaciones de la voz de Stephen Hawking, tal como ya hicieron en la fatídica ‘Keep Talking’ de The Division Bell, aquí acompañada de una instrumentación más placentera pero olvidable. Y es que encontramos muchos ejemplos de estériles demostraciones de técnica de guitarra por parte de Gilmour: ‘Sum’, ‘Allons-y (2)’, ‘Surfacing’, ‘TBS14’… y probablemente otra tercera parte del disco. El asunto todavía puede ponerse peor, puesto que por ejemplo ‘Eyes To Pearls’ se basa en dos notas (bueno, digamos tres) todo el tiempo; y en ‘The Lost Art of Conversation’ parece que Wright está simplemente probando la afinación de su piano, porque nada nos hace pensar que sea ni siquiera un indicio de composición.
Solo encontraremos una canción que pueda llamarse como tal, ‘Louder Than Words’, pues es la única que posee letra y estribillo. Tampoco va a pasar a la posteridad, pero su estribillo sí que está a la altura de lo mejor que podía ofrecer Gilmour, con cierto sabor épico que recuerda a mejores épocas y un solo de guitarra que al menos transmite algo de sentimiento, aunque realmente todo suena más a Gilmour en solitario que a Pink Floyd. Que se publicara como single de presentación está más que justificado, aunque de lo que sirvió probablemente es de anzuelo para los numerosos fans de la banda, que seguro esperarían encontrarse otra cosa, ya que ‘Louder Than Words’ es una aguja en el pajar. Aparte de este tema, apenas hay nada de interés, salvo quizá la conseguida atmósfera envolvente de corte jazzístico en ‘On Noddle Street’, que nada tiene que ver con el sonido de Pink Floyd pero donde al menos se nota un propósito más claro de crear algo perdurable.
Tras tanto relajamiento e indiferencia, colocar al final la broma de ‘Nervana’ (que más que a Nirvana suena a unos Pixies deslucidos) hasta queda bien para despertarnos de la modorra que produce escuchar el álbum entero. Fue anunciado también como el último disco de Pink Floyd que, visto el resultado, es una buena noticia. Mejor noticia hubiera sido que no se publicara, pero eso ya no se puede remediar. Menos mal que todavía nos queda Roger Waters tocando The Wall por el mundo y denunciando los abusos de los países poderosos sobre los más indefensos.
1965: THEIR FIRST RECORDINGS [EP]
Año de publicación: 2015
Puntuación:
1) Lucy Leave; 2) Double O Bo; 3) Remember Me; 4) Walk With Me Sydney;
5) Butterfly; 6) I'm A King Bee.
Este EP sí que es verdadera prehistoria de la banda. Nada menos que seis canciones recuperadas de cuando ni siquiera se llamaban Pink Floyd y había un segundo guitarrista, Bob Klose, que acompañaba a Barrett, Waters, Wright y Mason. Nada más que curiosidad es lo que puede suscitar esta etapa en la que se iniciaron como un grupo de R&B devoto de la música estadounidense, que tanto fascinó a esa generación de británicos. Barrett ya estaba perfilado como líder, puesto que además de cantar también compone cuatro de las seis canciones.
Mediante ‘Lucy Leave’ demuestran que en sus inicios eran una banda en la estela de The Who, con fuerza y poderío, sabiendo mantener un pegadizo ritmo y añadiendo unos buenos solos de guitarra que sorprenden por tener una cierta complejidad para tratarse de un grupo novato. Y bueno, Syd Barrett cantaba mucho mejor de lo que lo hacía Roger Daltrey en sus comienzos. Con quienes no podían competir era sin duda con los Rolling Stones, como queda demostrado en la discreta versión de ‘I'm A King Bee’, de Slim Harpo.
Por lo demás, aparte de la citada ‘Lucy Leave’, no hay nada más digno de ser escuchado repetidas veces. ‘Double O Bo’ es una simple imitación de los ritmos de Bo Diddley, más o menos repetido en ‘Remember Me’ pero con la guitarra rítmica como elemento principal. Y el único interés que puede tener ‘Walk With Me Sydney’, compuesta por Waters, es que éste canta los coros junto a la que entonces era la mujer de Wright. El único tema que presagia ligeramente la metamorfosis que sufrirían durante los siguientes meses es ‘Butterfly’. El sorprendente tratamiento blues del teclado de Wright no hace pensar en nada especial, pero el estribillo etéreo y casi coral le da un toque especial proto-psicodélico que sirve para engarzar esta fase primigenia de la banda con su explosión psicodélica posterior.
Y ya que hemos nombrado a The Who, para acabar resaltaremos las curiosas similitudes entre ‘Lucy Leave’ y ‘The Good's Gone’, como si Pete Townshend hubiera pensado realizar una versión mejorada. Este álbum está dirigido a los fans de la banda y a quienes les interese su historia, porque musicalmente no aporta nada. Pero cuando menos, resulta curiosa la evolución desde un R&B básico al colorido musical de ‘Arnold Layne’, ‘See Emily Play’ y The Piper At The Gates Of Dawn.
THE EARLY YEARS 1965-1967: CAMBRIDGE ST/ATION
Año de publicación: 2016
Puntuación:
CD I: … 9) Apples And Oranges; 10) Candy And A Currant Bun; 11) Paintbox;
12) Matilda Mother (2010 mix); 13) Jugband Blues (2010 mix);
14) In The Beechwoods (2010 mix); 15) Vegetable Man (2010 mix);
16) Scream Thy Last Scream (2010 mix).
CD II: 1) Introduction; 2) Reaction in G; 3) Matilda Mother; 4) Pow R. Toc H.;
5) Scream Thy Last Scream; 6) Set The Controls For The Heart Of The Sun;
7) See Emily Play; 8) Interstellar Overdrive; 9) John Latham Version 1;
10) John Latham Version 2; 11) John Latham Version 3; 12) John Latham Version 4; 13) John Latham Version 5; 14) John Latham Version 6; 15) John Latham Version 7; 16) John Latham Version 8; 17) John Latham Version 9.
Siguiendo con la revisión del material de archivo de Pink Floyd, le tocaba ya el turno a la época pre-Dark Side y en este caso se agrupó todo en un mismo boxset, aunque también se puede adquirir cada volumen por separado, motivo por el cual aquí se comentarán por separado igualmente y proporcionar así una mejor perspectiva sobre tan ingente contenido. El primer volumen recoge el período desde sus inicios como banda hasta el debut con The Piper At The Gates Of Dawn, período asociado indisolublemente a la figura de Syd Barrett y a la transición desde el R&B hasta el liderazgo dentro del vanguardismo musical y la psicodelia más pura.
Las seis primeras canciones se corresponden exactamente con el EP anteriormente comentado 1965: Their First Recordings y por ello no se han vuelto a copiar otra vez, así como tampoco los singles ‘Arnold Layne’ y ‘See Emily Play’. De manera análoga, otros singles más oscuros de la época como ‘Apples And Oranges’ y ‘Candy and a Currant Bun’ ya se habían comentado en el apartado de recopilatorios cuando se habló de Masters Of Rock, así que a él me remito. Las remasterizaciones o remixes de temas ya conocidos no presentan diferencias apreciables, salvo en el caso de ‘Matilda Mother’, que se puede tomar como una versión alternativa porque posee una letra diferente. La verdad es que concuerda bien como continuación de la original gracias a esos “Oh, mother, tell me more” que dejan la puerta abierta a hablar de cualquier cosa. Además, descubrimos que la coda fue editada en el álbum original y aquí podemos escucharla al completo, aunque no deja de ser una mera improvisación extendida.
En un documental sobre Syd Barrett se comentaba que ‘Vegetable Man’ había sido escrita en unos minutos mientras Syd esperaba para entrar a una reunión en la que debía presentar una nueva composición para lanzar como single. Lo abrupto y cacofónico de las estrofas corroboraría esa versión, aunque luego en su segunda mitad mejora bastante por sonar más melódica. Eso sí, el momento cuando cantan “And all the lot is what I got / It's what I wear, it's what you see / It must be me, it's what I am” parece que gustó a David Bowie (un fan declarado de Barrett) para imitarlo en su propia canción ‘Queen Bitch’, en la parte que canta “Yes, she's leading him on, and she'll lay him right down / But it could have been me, yes, it could have been me”. Pero no es para todos los gustos ese tema de Syd. El punto más esquizoide de este demente lisérgico lo encontramos en la extravagante ‘Scream Thy Last Scream’, que suena con toda la frescura que pudiera tener una mente alucinada como la suya en esa época, además de emplear unos coros procesados donde parece que le estén acompañando unos duendes cantando. A destacar el psicodélico solo de guitarra que se marca Syd pasado el primer minuto. Por otro lado, ‘In The Beechwoods’ es un instrumental inédito que es como si hubieran hecho una variación desarrollada de ‘Bike’, pero nada importante.
El segundo disco sí que es toda una sorpresa porque recoge en primer lugar un concierto en Estocolmo de septiembre de 1967, es decir, con Syd Barrett, más una serie de piezas grabadas para una película desconocida o al menos no estrenada en España. Todo lo que tiene de revelador y de ilusionante descubrir el concierto de Estocolmo, se pierde al completo cuando llega esa recta final de piezas recogidas bajo el epígrafe ‘John Latham’. Son simples improvisaciones sin guion, estructura ni propósito alguno, que podrían pasar por precedentes directas de los peores experimentos de Ummagumma.
Respecto al concierto, es una lástima que la grabación no se hiciera nada bien porque no se escuchan las voces, solo la de Waters en ‘Set The Controls For The Heart Of The Sun’ y la de Barrett en algunos momentos de ‘Matilda Mother’ como una especie de eco, es decir, que es a través de otros elementos que nos llega su voz, no del micrófono. Aun sin poder escuchar voces en la mayoría de casos, lo cierto es que las ejecuciones instrumentales son muy buenas, por lo que queda como un documento histórico para reflejar que no eran precisamente una banda amateur o con falta de experiencia, sino que habían conseguido un sonido consistente forjado en las actuaciones en directo como las de los míticos clubs londinenses Marquee y UFO. Eso sí, ‘See Emily Play’ queda un poco rara en plan mudo.
Aunque de los temas largos podamos esperar rayadas y excesos típicos de las improvisaciones que realizaba la banda en su primera etapa, precisamente al estilo de la habitual ‘Interstellar Overdrive’, lo cierto es que el resto están mejor construidos y se les aprecia mayor sentido y coherencia. Por ejemplo, ‘Reaction In G’ es una pieza instrumental de las típicas de los primeros Pink Floyd, quizá la mejor porque puede escucharse con interés de principio a fin al ir desarrollándose por diferentes tempos durante los cuales la guitarra va adoptando un rol distinto, sea para sumergirse en la estructura sonora o para liderar y darle empuje en los momentos necesarios, que son unos cuantos, sin olvidar el buen trabajo de Mason en la batería. Siguiendo ese mismo estilo y con resultado también notable encontramos una interpretación de ‘Pow R. Toc H.’ con mucha más mordiente y extendida hasta casi doce minutos, en los que demuestran un sorprendente dominio de la tensión sonora. Por otro lado, gracias a la inclusión de ‘Set The Controls For The Heart Of The Sun’ podemos hacernos una idea de lo que supuso la salida de Barrett al año siguiente, ya que el tono intimista se difumina en pro de un mayor dinamismo más acorde a los primeros tiempos.
En cuanto al DVD/Blu-ray, en su mayor parte solo tiene interés como documento histórico al estar conformado en su mayor parte por vídeos musicales de escasa calidad creativa (la calidad visual en algunos casos es horrible, como en ‘See Emily Play’, aunque ha primado su valor histórico), improvisaciones sonoras con juegos de luces psicodélicos e imágenes de la banda en el estudio y actuando en los clubs de moda. Lo mejor es sin duda el extracto del programa de la BBC The Look of the Week donde, tras una introducción del presentador en la que los critica a base de bien, interpretan en directo una excepcional ‘Astronomy Domine’ con un Syd Barrett que se come la pantalla con su presencia y nos deja grabada en la retina su imagen con los brazos alzados mientras canta. Luego el mismo presentador los entrevista y podemos ver y escuchar a ese Syd que una vez fuera el verdadero líder de la banda. Lo que deja bien claro este DVD es que, en su época de lucidez, tenía un carisma y un aura de estrella que le hubiera mantenido en lo más alto de no haberse producido su trágico delirio mental. Hay una segunda y breve entrevista tras una actuación en una televisión estadounidense haciendo mímica en ‘Apples And Oranges’, bastante inútil por basarse en preguntas típicas e irrelevantes (¿preguntar a Pink Floyd su opinión sobre la comida? Hasta ahí hemos llegado), en la que Syd ya se le ve más ausente y sin mucha capacidad de reacción, incluso habiendo playback. Mayor pesadumbre transmite su expresión en el vídeo de ‘Jugband Blues’, la de alguien que solo está físicamente mientras su mente divaga por otra dimensión impenetrable.
Resulta muy complicado valorar un álbum donde se recupera material inédito con diferencias cualitativas tan evidentes. Pero como vale la pena echarle un vistazo (bueno, menos a los grotescos experimentos para ‘John Latham’), lo dejaremos con una puntuación que en Pink Floyd equivale a un aprobado justo, indicador de que hay morralla musical a descartar. Al mismo tiempo, dejará a cualquiera medianamente satisfech@ poder disfrutar de una buena parte del resto de novedades, sobre todo por la música tan particular y genuina que desplegaron en estos inicios.
THE EARLY YEARS 1968: GERMIN/ATION
Año de publicación: 2016
Puntuación:
1) Point Me At The Sky; 2) It Would Be So Nice; 3) Julia Dream;
4) Careful With That Axe, Eugene; 5) Song 1; 6) Roger's Boogie;
7) Murderotic Woman; 8) The Massed Gadgets Of Hercules;
9) Let There Be More Light; 10) Julia Dream; 11) Point Me At The Sky;
12) Embryo; 13) Interstellar Overdrive.
Manteniendo el orden de esta recopilación de rarezas, el segundo volumen recoge los primeros pasos de Pink Floyd sin Barrett (en la práctica) y tras la llegada de Gilmour para comenzar una fase de incertidumbre donde había que definir una nueva dirección musical. Los singles de ‘Julia Dream’ y ‘Careful With That Axe, Eugene’ ya los conocíamos por venir incluidos en la recopilación Relics de 1971, motivo por el cual aparecen tachados en el listado de arriba. Aparte de eso, el fallido single de Wright ‘It Would Be So Nice’ ya se ha comentado en el recopilatorio Masters Of Rock en la sección correspondiente de más abajo. Por lo demás, encontramos un poco de todo en cuanto a novedades: singles, temas inéditos e interpretaciones en directo, pero en menor cantidad y todo en un único disco.
Tanto en temática como musicalmente, ‘Point Me At The Sky’ es algo así como la versión mejorada de la pachanga disonante de ‘Corporal Clegg’. Las estrofas principales son lentas y delicadas, muy en el estilo del Gilmour de la época (por algo las canta también), lo cual crea un contraste con el estribillo desquiciado cantado por Waters. En la coda se desmadra un poco, pero en general deja buena sensación este nuevo tema sobre la aviación.
Lo más sorprendente es encontrar dos nuevos temas inéditos que ni siquiera tienen un título propiamente dicho. En el instrumental ‘Song 1’ se nota enseguida que su comienzo es calcado a ‘Cymbaline’, pero el desarrollo posterior es diferente y muy interesante, con algunos momentos épicos. En cambio, en el místico ‘Roger's Boogie’ parecen un grupo de folk psicodélico al estilo de la Incredible String Band, pero queda todo un tanto disperso y necesitado de una mayor elaboración que nunca llegaría.
A continuación se encuentran varias actuaciones en la BBC, con la singularidad de que los cuatro primeros temas fueron grabados el 25 junio de 1968, una semana antes de la publicación de A Saucerful Of Secrets. Es por ello que son meras traslaciones directas de los temas de estudio, incluidos el single ‘Julia Dream’. Los últimos tres temas son de otra sesión diferente grabada el 2 de diciembre, por lo que comprobamos que era una época en la que todavía dedicaban tiempo a promocionar sus singles, aunque muy pronto acabaría esa costumbre para dedicarse íntegramente a los álbumes y olvidarse de todo el mercadeo de los singles, excepto fuera del Reino Unido, donde a veces las discográficas se saltarían a la torera esa decisión del grupo.
‘Embryo’ es una de las joyas perdidas en los archivos de la banda, aunque esta versión en directo no es la mejor que se puede encontrar, pues por ejemplo falla un poco la última parte vocal al añadir un feo efecto de reverberación, que aun siendo ligero no oculta algo de desafinamiento. En cualquier caso, es un tema que recoge el estilo de balada folk onírica que desarrollarían luego en More, pero con un enfoque quizá más progresivo, lo cual en 1968 representa un humilde precedente de la música que llegaría en breve. Se incluye también una interpretación en directo de ‘Careful With That Axe, Eugene’ bajo el título de ‘Murderotic Woman’ que adolece de la precisión y la estructura matemática (ni siquiera está el escalofriante chillido) de otras magníficas versiones como la del concierto de Pompeya o la insuperable de Ummagumma. También bajo diferente nombre, todavía más estrambótico (‘The Massed Gadgets Of Hercules’) interpretan ‘A Saucerful Of Secrets’ de la misma manera a la versión del álbum de estudio, por lo que quedan bastante sospechosas las perfectas voces corales que podemos escuchar. Ahora bien, la interpretación de ‘Interstellar Overdrive’ es un verdadero despropósito. Era de esperar que en su sección central se dedicaran a improvisar sin la inventiva de Barrett (quien tampoco puede decirse que hiciera disfrutar al oyente), el problema es que las secciones inicial y final, donde en teoría deberían lucirse con el riff principal, ejecutan este de una manera tan lenta y deslucida que es un verdadero desastre, quizá la peor que hayan hecho en su historia.
El DVD/Blu-ray de acompañamiento vuelve a contener material superfluo en su mayor parte, al estar conformado por una gran cantidad de playbacks en programas de televisión que se antojan ridículos para una música y un grupo de la envergadura de Pink Floyd. Incluso en la primera actuación el rótulo del programa dice “Pink Floid”, como si no fueran importantes, aunque entonces no lo eran tanto. En directo tampoco demuestran estar en buena forma tras la incorporación forzada de Gilmour. En particular, ‘Flaming’ es un rotundo desastre, como puede comprobarse por partida doble, puesto que desafinan los instrumentos y la voz, ni siquiera saben conjuntarse apropiadamente porque, en la primera de las interpretaciones de esta canción, hay un momento en que Gilmour canta en el final de verso “but then I might” mientras que en los labios de Wright (su micrófono no funciona) se lee claramente “but I can you”, erróneamente por su parte. Y bueno, la sombra de Barrett es bien alargada, como demuestra la continua interpretación de ‘Astronomy Domine’ y otros temas de la primera época. También se repite en exceso ‘Let There Be More Light’, pero al menos está ejecutada con mayor pericia.
Al final, volvemos a encontrarnos con un material que no resulta imprescindible pero que permite satisfacer la curiosidad y posee muchos momentos de interés, los suficientes para recomendar este segundo volumen incluso por encima del primero, en cuanto a lo que es en sí el contenido musical. La importancia histórica ni se tiene en cuenta porque es más que evidente.
CD I: 1) Hollywood; 2) Theme (beat version); 3) More Blues (alternative version);
4) Seabirds; 5) Embryo; 6) Grantchester Meadows; 7) Cymbaline; 8) The Narrow Way; 9) Green Is The Colour; 10) Careful With That Axe, Eugene; 11) Interstellar Overdrive; 12) Set The Controls For The Heart Of The Sun; 13) Careful With That Axe, Eugene; 14) A Saucerful Of Secrets.
CD II: 1) Daybreak; 2) Work; 3) Afternoon; 4) Doing It; 5) Sleeping; 6) Nightmare;
7) Labyrinth; 8) The Beginning; 9) Beset By Creatures Of The Deep; 10) The Narrow Way, Part 3; 11) The Pink Jungle; 12) The Labyrinths Of Auximines;
13) Footsteps/Doors; 14) Behold The Temple Of Light; 15) The End Of The Beginning.
Puntuación:
Año de publicación: 2016
THE EARLY YEARS 1969: DRAMATIS/ATION
Siguiente volumen de esta serie recopilatoria de archivos y llegamos al año 1969, el de la transición/desorientación donde publicaron una banda sonora y una obra experimental poco atractiva. Obligados a reinventarse y cerrar por completo la etapa psicodélica y post-psicodélica, se dirigieron por el camino del art-rock que habían comenzado a explorar en A Saucerful Of Secrets.
Cronológicamente, lo primero que encontramos son grabaciones pertenecientes a la etapa de More. Aunque los títulos puedan dar a entender otra cosa, lo cierto es que novedades tampoco hay muchas. Por ejemplo, ‘Hollywood’ es como una versión instrumental alternativa de la primera parte de ‘Cymbaline’. De manera análoga, ‘Seabirds’ parece un ensayo atonal de lo que sería la sección final de la citada ‘Cymbaline’, todavía sin nada definido. En cuanto a ‘Theme’, es en realidad una versión alternativa con batería y ritmo rápido de ‘Main Theme’, lo cual le aporta un mayor dinamismo, que es lo mismo que se le puede valorar a la versión alternativa de ‘More Blues’, pues gracias a la batería de Mason ya no suena tan inacabable como en la versión de la banda sonora. La versión de estudio de ‘Embryo’ tampoco es la más brillante que se pueda encontrar al poseer un ritmo ligeramente más lento que otras interpretaciones en directo que pueden encontrarse en algunos bootlegs. Los mismos Pink Floyd no estaban satisfechos con ella y cogieron un enfado grande cuando se enteraron que la discográfica la había incluido en un recopilatorio de varios de sus artistas.
De unas sesiones en la BBC de mayo de 1969 se recogen cinco temas, el primero de ellos la fácil balada acústica ‘Grantchester Meadows’ de Ummagumma, donde Roger canta un poco desacompasado al principio para intentar darle un pequeño toque diferente. En la parte final, Wright añade algo de piano disonante sin mayor relevancia. Mayor y más agradable sorpresa es encontrar el mejor tema de la parte experimental de dicho álbum, que es la tercera parte de ‘The Narrow Way’, aunque está ejecutada de manera casi calcada al equivalente de estudio. Más adelante la volveremos a encontrar nuevamente en directo al formar parte también de la suite experimental The Man and The Journey, aunque en ese caso el resultado es inferior porque Gilmour desafina bastante con su voz. Una de las curiosidades de estas sesiones es encontrar una versión suave de ‘Careful With That Axe, Eugene’, sin gritos ni estridencias, que aparece enlazada a continuación de ‘Green Is The Colour’, como si fuera la coda rítmica de la segunda. No es una casualidad, ya que en el segundo disco podemos comprobar que ambas seguían ese orden en The Man and The Journey.
El primer disco finaliza con cuatro temas extraídos de un concierto en Amsterdam en agosto, donde la mayor sorpresa es asistir a la mutación de ‘Interstellar Overdrive’ desde la psicodelia más surrealista al rock progresivo, muy bien logrado y significativo del cambio de dirección que había tomado la banda. El resto de temas son los previsibles de esa época, los mismos de la parte en directo de Ummagumma, con la peculiaridad de que nadie canta aunque se pueden escuchar algunos susurros de Waters en ‘Set The Controls For The Heart Of The Sun’ y casi inaudible el canto de Gilmour en el final de ‘A Saucerful Of Secrets’, por lo que el problema parece que estuvo en un fallo de grabación de los micrófonos.
El segundo disco está dedicado íntegramente a la interpretación de la citada suite The Man and The Journey, en una grabación para la radio holandesa. Esta pretenciosa suite está dividida en dos partes, dando a entender que la primera (The Man) trata de un monótono día en la vida de una persona, mientras que la segunda parte (The Journey) habla de un viaje imaginario. Como ya se ha visto, en la suite se estrenaban composiciones nuevas y se encajaban algunas anteriores, por lo que hay una gran cantidad de equivalencias. En primer lugar, ‘Daybreak’ se corresponde con ‘Grantchester Meadows’. Tras unos sonidos atonales, ‘Afternoon’ se descubre como una versión primeriza de ‘Biding My Time’, que en directo no deja tan mala sensación respecto a como lo hacía en Relics, pero la trompeta de la parte instrumental sigue sonando fatal, toda una incongruencia para un grupo profesional. Menos mal que en la recta final llega un fiero solo de guitarra de Gilmour para dejar el pabellón alto. En cuanto a ‘Nightmare’, es una versión extendida de la poética ‘Cymbaline’, donde lo mejor es el clímax al que se llega tras la última parte cantada, demostración de la poderosa energía que surgía entre los músicos.
Ya en la segunda parte de la suite, la delicada ‘Green Is The Colour’ aparece bajo el título de ‘The Beginning’. Lo más gracioso es la versión alternativa de ‘Pow R Toc H’ (recuperada nada menos que de The Piper At The Gates Of Dawn), escondida en el título de ‘The Pink Jungle’ e incluso mejorada porque los músicos también han evolucionado en esos dos años de distancia. Quizá estaban tan cansados de tocar en tantas ocasiones ‘A Saucerful Of Secrets’ de forma íntegra que se inventaron el título de ‘The End Of The Beginning’ para aprovechar su tercera parte apoteósica y poder desarrollarla enlazando las tres maneras que tenían de interpretarla: con el teclado de Wright (casi) como único instrumento; con la sección rítmica creando un emotivo crescendo; o con la voz de Gilmour intentando hacer olvidar los coros clasicistas de la versión de estudio.
Lo peor de la suite son los rellenos cacofónicos que complementan algunos segmentos entre las canciones propiamente dichas, donde no faltan atonalidades perversas (‘Sleeping’) o trucos sonoros baratos (‘Footsteps/Doors’). ‘Work’ es una lamentable pieza de percusión que parece una broma y demuestra que Mason no servía para entretener al personal por sí mismo. En ‘Doing It’ parece que estén copiando la parte central de ‘A Saucerful Of Secrets’ y ‘Behold The Temple Of Light’ es una especie de crescendo que les sirve para darle utilidad al gong.
El DVD/Blu-ray contiene inevitablemente algunos inútiles playbacks más, aunque ya solo representan una pequeña parte del contenido total y se concentran al principio, ya que el resto es todo en directo. Aparecen también imágenes de los ensayos antes de un concierto donde lo más curioso es verles ensayar el olvidado tema ‘Biding My Time’, aquella fallida incursión en el lounge jazz más vulgar, con Wright tocando una trompeta de varas en la sección de vientos. La mayor sorpresa con diferencia del DVD es encontrar, justo al final, una actuación con Frank Zappa como invitado en la que realizan una improvisación sobre ‘Interstellar Overdrive’ que ni siquiera presenta su riff característico, todo expuesto a la inspiración de los músicos. En cualquier caso, no pasa de ser una simple curiosidad, ¡pero menuda sorpresa encontrar a Zappa con Pink Floyd! Los ingleses son otro nombre más en la lista de celebridades que han compartido escenario con Zappa en algún momento de su vida, prueba del respeto y admiración que sentía el mundo de la música por el genio de Baltimore. Lo peor de todo es la fatal interpretación vocal de Gilmour en ‘Green Is The Colour’, en el concierto en Bélgica. Intenta emular a un cantante melódico, incluso haciendo reverberaciones naturales con la voz, quedando al nivel de un borracho en un karaoke. A eso se debe añadir la fatal decisión de David de tararear durante la segunda parte de ‘Careful With That Axe, Eugene’ en una actuación en Alemania. Ahí ya sobrepasaría a un David Coverdale borracho en un karaoke, que ya es decir.
CD I: 1) Atom Heart Mother; 2) Embryo; 3) Fat Old Sun; 4) Green Is The Colour;
5) Careful With That Axe, Eugene; 6) If; 7) Atom Heart Mother.
CD II: 1) On The Highway; 2) Auto Scene Version 2; 3) Auto Scene Version 3;
4) Aeroplane; 5) Explosion; 6) The Riot Scene; 7) Looking At Map;
8) Love Scene Version 7; 9) Love Scene Version 1; 10) Take Off;
11) Take Off Version 2; 12) Love Scene Version 2; 13) Love Scene (take 1);
14) Unknown Song (take 1); 15) Love Scene (take 2); 16) Crumbling Land (take 1);
17) Atom Heart Mother (early studio version).
Puntuación:
Año de publicación: 2016
THE EARLY YEARS 1970: DEVI/ATION
Llegamos aquí al año 1970, el del álbum Atom Heart Mother y la colaboración con Antonioni para la banda sonora de Zabriskie Point. Por un lado, la confianza que habían adquirido les permitía seguir por la senda del rock progresivo y la música compleja y vanguardista. Por otro lado, la banda sonora les servía para explorar su lado más melódico y accesible, de tal manera que ambas vertientes confluirían con el devenir de los años.
La famosa suite de la vaca es, obviamente, la pieza principal de este volumen y por ello se incluyen varias versiones. La primera interpretación de ‘Atom Heart Mother’ que encontramos pertenece a un concierto en Montreux (Suiza), sin orquesta ni otros músicos apoyándolos y en una versión ligeramente más reducida. Se apañan bien para ejecutar la sección coral, seguramente por parte de Gilmour y/o Wright, aunque a Mason no se le escucha muy atinado en la última sección instrumental antes del retorno del leitmotiv de la suite. La segunda interpretación, perteneciente a una sesión en la BBC, es impecable puesto que, gracias a la ayuda de instrumentos orquestales y un coro, es posible recrear a la perfección la suite al completo, casi nota por nota. Bueno, hay algún momento en que parece que a los vientos se les va alguna nota, pero no es nada relevante. La tercera versión de ‘Atom Heart Mother’ es al mismo tiempo una de las primeras que tendrían acabadas en el estudio, sin ningún ingrediente más que los cuatro músicos de Pink Floyd en plenitud, toda una gloria para los oídos porque suena todo muy cercano, muy directo, como si estuviéramos asistiendo nosotr@s mism@s a la grabación. Como ya tendrían en mente la idea de añadir orquesta, existen partes donde solo escuchamos batería o donde no escuchamos nada, pero en conjunto se palpa el entusiasmo que les reportaría crear una suite como esta.
Excepto la primera versión de ‘Atom Heart Mother’, el resto del primer disco contiene unas grabaciones en la BBC del 16 de julio, en las cuales por fin encontramos una brutal interpretación de ‘Embryo’, que gana muchos puntos alejándola de la decadencia acústica del estilo de More para acercarla a la épica sinfónica de Atom Heart Mother. Le sobrarían los efectos sonoros donde se escuchan voces de niños, pero por lo demás la ejecución es inmaculada por parte de los cuatro músicos, dejando caer algunas ideas que un año después se retomarían para ‘Echoes’ mientras que otras recuerdan también a la suite de ‘Atom Heart Mother’. Aunque a estas alturas ya podamos estar un poco hartos de volvernos a encontrar con la enésima interpretación de ‘Careful With That Axe, Eugene’, lo cierto es que en esta ocasión lo bordan y queda como una de las mejores junto a la del disco en directo de Ummagumma. En cambio, poner a Gilmour a tararear en ‘Green Is The Colour’ ya habíamos visto en repetidas ocasiones que no era una idea nada acertada.
El segundo disco está dedicado casi por entero a la música que grabaron para Zabriskie Point y que Antonioni acabó rechazando casi por completo. Un error mayúsculo, pero que sirvió para que Pink Floyd retomaran algunas de sus ideas desechadas en los siguientes años y las elaboraran algo más. El enfoque de la música incidental es claramente melódico, con el propósito de hacer más agradable el visionado de las imágenes de la película. Eso les obliga a mirar a otros músicos porque el instinto de Pink Floyd no va por ese camino, de tal manera que encontramos piezas como ‘Auto Scene Version 3’ (que podría pasar por Booker T. & the M.G.'s), ‘Aeroplane’ (como Deep Purple) o simple rock duro como es el caso de ‘Take Off’, la cual atempera el registro en su segunda versión. ‘On The Highway’ es una versión alternativa del inicio de ‘Crumbling Land’, tema del cual su primera toma es de estructura idéntica pero con evidente falta de más ensayos. También de influencias claras en la música de raíces estadounidense, sobre todo del country, son ‘Looking At Map’, ‘Love Scene Version 7’ y ‘Unknown Song’, donde en esta última encontramos ecos bien claros de ‘Atom Heart Mother’ en la repetitiva línea de bajo de Waters.
Encontramos también guiños más o menos evidentes a otras composiciones de la propia banda como ‘Love Scene Version 1’, que es como una variación de la sección final de ‘A Saucerful Of Secrets’. En cuanto a ‘The Riot Scene’, es el precedente directo de la futura ‘Us And Them’ de The Dark Side Of The Moon, una pieza de piano solo de Wright donde este desgrana las preciosas melodías que nutrirían su posterior evolución. Antonioni no sabía lo que hacía cuando rechazó piezas como esta. La primera toma de ‘Love Scene’ es también de piano solo, aunque en este caso no hay melodías evidentes y su propósito es más envolvente, pero hubiera aguantado muy bien como pieza instrumental aislada de las imágenes. Para quien pensara que no la iba a encontrar más veces, que tenga en cuenta que ‘Explosion’ es la enésima versión de ‘Careful With That Axe, Eugene’, con un teclado de Wright más prominente que en otras versiones como detalle novedoso. Waters también se desgañita con el bajo, pero queda ensombrecido por la fiera percusión de Mason y los efectivos trallazos de guitarra de Gilmour.
Este segundo disco es, en definitiva, muy entretenido de escuchar y muy agradable salvo momentos más atonales como ‘Love Scene Version 1’ o la ultra-aburrida ‘Love Scene (take 2)’, esta última más plomiza que un concierto de cuencos tibetanos. En cualquier caso, se trata de una perspectiva más accesible y desconocida de Pink Floyd, que no avanzó más pero dejó algunos mimbres para lo que sería el éxito arrollador que obtendrían en pocos años.
En este volumen encontramos dos DVD’s/un Blu-ray conteniendo, aparte de los vídeos, la versión cuadrafónica de Atom Heart Mother. Afortunadamente, ya no hay más playbacks y todo lo que podemos ver son actuaciones en directo, sean en concierto o en televisión, con calidad de sonido variable. Como curiosidad, podemos ver que Waters y Gilmour se alternan cantando ‘Grantchester Meadows’, el primero las estrofas principales y el segundo el estribillo. También encontramos un concierto en Saint-Tropez, lujosa ciudad turística francesa donde Waters se inspiró para componer aquel flojo tema de Meddle. Las improvisaciones grabadas para Roland Petit ya sabemos que no acabaron en nada y tampoco aportan nada interesante, mientras que como apéndice final se incluye una grabación particular que alguien hizo de un concierto en Hyde Park donde Pink Floyd interpretaron ‘Atom Heart Mother’ acompañados por una orquesta y unos coros. La calidad de la grabación es bastante mala porque es totalmente amateur y con una misma cámara, pero se agradece el detalle de poder echarle un vistazo a un acontecimiento como aquel.
Al incluirse en este volumen piezas tan largas y algunas tan repetidas, un@ puede acabar exhaust@, pero la calidad del grupo va asomando y eso es lo que busca cualquier fan o simple melóman@. En cualquier caso, si no sientes predilección por la suite ‘Atom Heart Mother’, entonces no valorarás este volumen muy por encima de los del resto de la colección de The Early Years.
THE EARLY YEARS 1971: REVERBER/ATION
Año de publicación: 2016
Puntuación:
1) Nothing Part 14; 2) Fat Old Sun; 3) One Of These Days; 4) Embryo; 5) Echoes.
Quinto volumen de la colección para situarnos en la época de Meddle y del concierto en Pompeya. Se dejaban de orquestas y se lanzaban a las piezas largas tocadas íntegramente por ellos mismos, que la capacidad y la técnica ya la poseían de sobra. Dada la ingente cantidad de material existente en estos volúmenes, sorprende encontrar un único disco con tan solo cinco temas, si bien todos son bien extensos.
El título de ‘Nothing Part 14’ no esconde otra cosa que un extracto de una de las tomas de ‘Echoes’, que recoge concretamente la sección instrumental que precedía al retorno de la segunda sección cantada. No revela nada nuevo, así que resulta prescindible a todas luces. El resto de temas se corresponden con una grabación en la BBC del 30 de septiembre de 1971, donde todavía interpretan material previo a Meddle. Escuchar quince minutos de ‘Fat Old Sun’ significa que realizan una extensa improvisación instrumental central, bastante interesante por cierto, aunque presenta ecos de ‘Atom Heart Mother’ e incluso algo de ‘Echoes’, motivo por el cual tampoco resulta tan novedoso como cabría esperar. Pero a estas alturas Pink Floyd en directo son siempre una delicia, salvo que se dediquen a improvisaciones atonales. De ‘Embryo’ ya no vamos a descubrir nada porque la soberbia interpretación incluida sigue los parámetros de la que habíamos escuchado en el volumen anterior, es decir, casi imposible de mejorar. Y bueno, de ‘Echoes’ y ‘One Of These Days’ tampoco puede añadirse nada a lo que ya se dijera en su momento porque son dos descomunales interpretaciones que demuestran una cohesión y seguridad que las engrandecen más si cabe. Bueno, en ‘Echoes’ se les podría objetar que el retorno de la sección cantada tenga una percusión tan suave, pero no ensombrece para nada todo lo demás.
El apartado de vídeos se hace entretenido, puesto que lo primero que encontramos es un reportaje de la televisión alemana con fragmentos de entrevistas que están bastante bien en un sentido metamusical, ya que las preguntas van encaminadas a endiosar el trabajo de Pink Floyd mientras que las respuestas de estos son todo lo contrario, demostrando una gran seguridad en lo que estaban realizando y con la mente bien lúcida respecto a su posición y aportación dentro del panorama musical. Eso mismo es lo que reflejan las sucesivas entrevistas que encontramos en el DVD. Todo un ejemplo de dignidad. Lo mejor es el apartado donde se hablan de los discos piratas y graban a los cuatro sentados en el estudio mientras escuchan cómo suena uno de ellos. Los caretos que tienen ante la pésima calidad de sonido es para enmarcar. De ‘Atom Heart Mother’ solo encontraremos breves pasajes (los dos primeros, solo la parte final), excepto en la grabación amateur final en Japón, que está casi íntegra.
Y para acabar, no lo habíamos dicho en las anteriores ocasiones, pero ¡ver a Mason tocar la batería en su época álgida es muy emocionante! Se palpa cada golpeo y se aprecia un estilo personal que nutre cada pieza del grupo. Una lástima que años más tarde decayera de manera tan vergonzosa su estado de forma y su manera de tocar. Ley de vida para quien pierde la motivación.
THE EARLY YEARS 1972: OBFUSC/ATION
Año de publicación: 2016
Puntuación: ?
CD: Obscured By Clouds (2016 Remix).
De todos los volúmenes de este boxset, Obfusc/ation es sin duda el menos interesante porque apenas ofrece novedades. En cuanto al CD ninguna, ya que se trata del álbum Obscured By Clouds aunque sea en un nuevo remix. Como suele ocurrir con los nuevas mezclas de grabaciones antiguas, no vamos a encontrar nada nuevo pero sí una sensación de cristalinidad en el sonido. Es lo mismo, pero posee una nueva luminosidad que incluso lo convierte en más atractivo. Viene muy bien recordar el comentario que escribió el gran crítico musical Diego A. Manrique a propósito de las últimas remasterizaciones de los álbumes de los Beatles, algo así como que el resultado sonoro era el equivalente a entrar en una habitación, mover ligeramente los muebles y hacer una limpieza.
Lo único novedoso lo encontraremos por tanto en el DVD, aunque la interpretación en directo de ‘Careful With That Axe, Eugene’ perteneciente al Brighton Dome es la misma que podía encontrarse en la película documental Rock City de 1973. También del mismo concierto se incluye ‘Set The Controls For The Heart Of The Sun’, siendo ambos temas los únicos que podremos escuchar íntegros en directo. Para entonces ya formaban parte del repertorio trucos escénicos hoy día barateros como encender un círculo de fuego alrededor del gong o llenar el escenario de humo blanco. Lo más curioso son las impagables grabaciones del ballet coreografiado por Roland Petit con la música de Pink Floyd tocada en directo. Una lástima que solo se vean extractos y algunos de ellos ni siquiera se corresponden con la música que suena porque, de haberse grabado al completo, hubiera sido todo un hito en la unión de ballet y rock. A los miembros de la banda no se les ve demasiado entusiasmados tocando, encorsetados como están en unas interpretaciones donde prima la ejecución exacta de ritmos y compases para que los bailarines puedan realizar su trabajo. De hecho, si nos atenemos a las palabras de David Gilmour en una de las poquísimas biografías que podían encontrarse en los noventa sobre Pink Floyd, escrita por Jordi Bianciotto (Ed. La Máscara), para ellos fue una experiencia muy poco agradable. Pero bueno, al final ha quedado como una singularidad más de esta magnífica banda.
1) Flaming; 2) The Scarecrow; 3) The Gnome; 4) Matilda Mother; 5) Reaction In G;
6) Set The Controls For The Heart Of The Sun; 7) Scream Thy Last Scream;
8) Vegetable Man; 9) Pow R. Toc H.; 10) Jugband Blues;
11) Baby Blue Shuffle In D Minor; 12) Blues; 13) US radio ad;
14) Music From ‘The Committee’ No.1 1968;
15) Music From ‘The Committee’ No.2 1968; 16) Moonhead; 17) Echoes.
Puntuación:
Año de publicación: 2016
THE EARLY YEARS 1967-1972: CONTINU/ATION
Mediante este último volumen del box set, se recogen otra tanda de rarezas varias de todo el período completo que no habían entrado en los volúmenes anteriores. En el correspondiente doble DVD/Blu-Ray se incluyen, además de material audiovisual inédito del grupo, las tres películas de las cuales participaron en la banda sonora: The Committee, More y La Vallée. De las dos últimas ya se escribieron algunas pinceladas en las reseñas de los álbumes correspondientes y con The Committee (de 1968) tampoco es necesario extenderse mucho, ya que se trata de una película corta (una hora escasa) que ha quedado anticuada al estilo del cine político-sociológico que hacía Godard en esa época. El protagonista es el que había sido cantante de los primeros Manfred Mann, Paul Jones, pero lo mejor es la aparición imprevista de Arthur Brown cantando ‘Nightmare’ con su casco de fuego incluido, aunque la sincronización con la música grabada deja bastante que desear por parte del director.
En cuanto a la música de este cofre, más de la mitad del contenido son actuaciones de la etapa de Syd Barrett y las primeras seis canciones, correspondientes a una sesión de septiembre de 1967, son además con buena calidad de sonido, así que, ¿qué más se puede pedir? Tampoco es que nos vayamos a asombrar con las interpretaciones, puesto que algunos problemas ya los conocíamos: el sutil crescendo de ‘Flaming’ es extremadamente difícil de conseguir en directo y aquí no es una excepción. Pero resulta curioso escuchar en ‘The Gnome’ cómo juegan con el público en esa exclamación tan efusiva cuando cantan “Hooray!”. También sorprende encontrar una interpretación de ‘Set The Controls For The Heart Of The Sun’, aunque gracias al primer volumen de este boxset ya habíamos descubierto que formaba parte también del repertorio de un concierto en Estocolmo de finales de 1967. En cualquier caso, es igual a la versión de estudio que aparecería en A Saucerful Of Secrets. Por otro lado, ‘Reaction In G’ es una improvisación psicodélica de la cual solo se recoge un breve fragmento de medio minuto.
Por desgracia, el sonido en las sesiones de diciembre de 1967 es bastante deficiente, aunque la emoción de poder escuchar psicodelia en estado puro con Barrett de protagonista en temas histriónicos e inigualables como ‘Scream Thy Last Scream’, ‘Vegetable Man’ y ‘Jugband Blues’, compensa con creces la calidad sonora. En particular, no hay que perderse el solo de guitarra de ‘Vegetable Man’, cuyo segmento deja la sensación de que estemos escuchando a la Velvet Underground en vez de a Pink Floyd.
En la sesión de 1968 el sonido sí que es espantoso y los dos temas presentados en ella no tienen ni la mitad de interés que los anteriores. La aportación de David Gilmour a Ummagumma, ‘The Narrow Way’, aparece aquí en una versión primeriza bajo el título de ‘Baby Blue Shuffle In D Minor’, que no es más que una improvisación instrumental sin mucho sentido porque no acaba proponiendo nada. Más resuelta suena la siguiente pieza de la misma sesión. Como reza su título, ‘Blues’ es una pieza de este género, instrumental y sin mucho interés, ya que Pink Floyd nunca fueron una banda de blues aunque bebieran de esa fuente en sus primeros pasos, cuando eran un quinteto. Eso sí, en el último minuto dejan aflorar toda la energía posible y hacen olvidar por un momento la monotonía previa. El anuncio de radio es bastante ridículo, ya que reproduce algunos ruidos de aquella pieza experimental de Waters de título kilométrico contenida en Ummagumma. También de 1968 son las dos piezas recogidas de la película The Committee, las cuales son en realidad dos variaciones a partir de una misma melodía. La primera, rápida y directa, que en tan solo un minuto deja muy buena sensación. La segunda es más lenta y contemplativa, de tal manera que pueda degustarse mejor la emotiva melodía en la cual se basa. Tampoco es que se escuche mucho más en la película, solo el inicio de ‘Careful With That Axe, Eugene’ en una de las secuencias finales.
De 1969 encontramos una improvisación de muchas atonalidades y escasa inspiración bajo el nombre de ‘Moonhead’, cuyo título podría dar a entender que es un precedente de ya-sabemos-qué-disco pero obviamente nada tiene que ver y además se alarga durante siete eternos minutos. Respecto a encontrar una interpretación de ‘Echoes’ en directo, no tendría mayor importancia si no fuera porque proviene de 1974, la época del Dark Side Of The Moon. Es por ello que se adapta al nuevo estilo de la banda y podemos escuchar una parte de saxofón, aparte de la adición de coros femeninos. Gilmour cambia la entonación y canta como si lo estuviera haciendo en ‘Breathe’, mientras que Wright añade en el retorno una parte de teclado nueva, que adelanta la solemnidad de la futura ‘Shine On You Crazy Diamond’. Toda una curiosidad, en definitiva.
El DVD/Blu-Ray de acompañamiento contiene algunas rarezas más, de interés para el investigador más sesudo de la banda, puesto que resulta todo un hallazgo encontrar un vídeo musical inédito de ‘Arnold Layne’, valioso por las pocas imágenes de Syd Barrett que han quedado para la historia. En cambio, verlos en un programa de televisión interpretando ‘A Saucerful Of Secrets’ en playback, parece una broma de mal gusto. Más de la mitad del contenido del disco está dedicado a dos festivales en Holanda, que por desgracia está grabado con cámara amateur. Así, es una lástima que la calidad del sonido sea tan mala, ya que, por ejemplo, en la interpretación de la coda de ‘A Saucerful Of Secrets’ en un festival de Rotterdam de 1970 se ve a todo el grupo dando lo mejor de sí; o en ‘Careful With That Axe, Eugene’ del otro concierto. Pero bueno, como curiosidad y si un@ no ha acabado saturad@ con los DVD’s anteriores, resulta interesante escucharlos.
THE LATER YEARS
Año de publicación: 2019
Puntuación:
CD I: A Momentary Lapse Of Reason (Updated & Remixed).
CD II: … 2) Signs Of Life; … ; 6) A New Machine (Part 1); 7) Terminal Frost;
8) A New Machine (Part 2); ...
CD III: … 3) On The Run; 4) The Great Gig In The Sky; … ;
6) Welcome To The Machine; … ; 11) One Slip; …
CD IV: 1) One Of These Days; 2) Astronomy Domine; 3) The Dogs Of War;
4) On The Turning Away; 5) Run Like Hell; 6) Blues 1; 7) Slippery Guitar;
8) Rick's Theme; 9) David's Blues; 10) Marooned Jam; 11) Nervana;
12) High Hopes (early version).
CD V: 1) Shine On You Crazy Diamond; 2) The Great Gig In The Sky;
3) Wish You Were Here; 4) Sorrow; 5) Money; 6) Comfortably Numb; 7) Run Like Hell.
Como ya había quedado claro, Pink Floyd se había convertido en una marca comercial que hacía todo a lo grande. Tras haber repasado exhaustivamente sus primeros años, así como previamente sus álbumes clásicos de los setenta, llegaba el turno del período post-Waters donde David Gilmour tomó el liderazgo y mantuvo vivo el nombre del grupo para volverlo irrelevante y dejarlo como un vestigio del pasado. Como podemos observar con perspicacia, The Final Cut ha quedado finalmente proscrito entre ambos períodos y afortunadamente no se espera ninguna edición especial de él. Así pues, el conjunto de cinco CD, cinco Blu-Ray y cinco DVD, junto a una barbaridad de contenido gráfico como recuerdo del componente visual de sus publicaciones y los conciertos, nos deja un box set mastodóntico o más bien cabría calificar como faraónico, dado el período de decadencia que abarca. Las únicas novedades que encontraremos son piezas instrumentales de la época de grabación de The Division Bell. El resto es en realidad más de lo mismo que ya conocíamos o que cualquier fan del grupo ya debería conocer. Pero para eso están también este tipo de recopilaciones de atractivo diseño, para captar el impulso consumista del fan acérrimo.
El primer disco contiene íntegramente el álbum A Momentary Lapse Of Reason con la coletilla de Updated & Remixed, lo cual quiere decir que toda la parte de batería ha sido regrabada por Mason, así como algunas partes de teclado han sido sustituidas por las equivalentes grabadas por Wright, pues recordemos que este había quedado en principio fuera del grupo. Para unas composiciones tan flojas como las incluidas en este álbum, ciertamente no se aprecia diferencia alguna con las versiones originales y tan solo sirve para reavivar la polémica sobre si esto es Pink Floyd o no, más allá del nombre. El segundo y tercer disco se corresponden con la una remezcla ampliada del directo Delicate Sound Of Thunder, cuyas novedades respecto al repertorio original son las que se han escrito arriba en los títulos, aparte de que se extiende la duración de algunos temas. También se incluye en DVD/Blu-ray el vídeo de mismo título, además de un bonus con algunas canciones que tampoco entraron en la edición original en VHS, que son todas de A Momentary Lapse Of Reason. Respecto a los temas añadidos al concierto, no aportan nada, pero se podrían haber ahorrado perfectamente esos horrorosos incisos de ‘A New Machine’, pues probablemente se incluyeron para mantener el mismo orden que en el álbum de estudio, ya que por medio aparece una insulsa interpretación de ‘Terminal Frost’. Y lo mismo podríamos decir de ‘On The Run’, pues resulta horrorosa sin un acompañamiento visual que haga inteligible tanto ruido de sintetizadores.
El cuarto disco se divide en caras B de single, que son todo interpretaciones en directo de temas ya conocidos (los cinco primeros), más una tanda de grabaciones inéditas. Las interpretaciones en directo no difieren de lo que ya conocemos de esta versión tardía y endeble de Pink Floyd mediante sus álbumes oficiales en directo, pero cabe destacar la soberbia interpretación de ‘Astronomy Domine’, pues la emoción que transmite la música nos traslada a su etapa espacial de los primeros años, como si fueran todavía los mismos chavales de Ummagumma, destacando el descomunal solo de guitarra que se marca Gilmour mientras Wright engrandece las texturas de teclado mejor que nunca, como si la experiencia fuera de verdad un grado. Aunque en Pulse ya hubiéramos escuchado otra interpretación análoga, no está de más volver a escuchar algo de este nivel y con una música tan diferente.
Las novedades de estudio (todas de la época de grabación de The Division Bell) que se incluyen se han de tomar con prevención. Son piezas instrumentales que debieron grabar en momentos en los que estaban en modo jam, donde únicamente se atisba poca originalidad (se observan trazas de otras composiciones por todos lados) pero mucha profesionalidad. Nos podemos imaginar a los músicos metidos en el barco de Gilmour y tocando horas y horas para ver si surge algo útil por medio. Así pues, pueden tomarse al mismo tiempo como descartes de The Endless River. De hecho, ‘Nervana’ ya aparecía en aquel álbum y aquí parece que se trata de una toma diferente. Pero lo demás se reparte entre variaciones de ‘One Of These Days’ (‘Blues 1’), variaciones de ‘Us And Them’ (‘Slippery Guitar’ y ‘Rick's Theme’) o simplemente la música suena a los Pink Floyd tardíos y convencionales que producen indiferencia, como es el caso de ‘David's Blues’.
El quinto disco contiene el concierto íntegro de Knebworth, del cual ya se conocían algunas interpretaciones por el disco y el vídeo que se publicaron en su momento, donde compartieron cartel con otros grandes nombres como Paul McCartney, Genesis, Dire Straits o Eric Clapton. De este concierto también se pueden encontrar sus imágenes en los DVD/Blu-ray de la caja, así que tampoco era necesario incluir aparte el formato exclusivo en audio. Por esa razón, lo comentaremos brevemente a continuación en lo que respecta al contenido audiovisual de este box set.
Así pues, en el contenido en DVD/Blu-Ray, además de los vídeos de Delicate Sound Of Thunder y de Pulse, que ya aparecen comentados más abajo en la sección de vídeos de esta página web, encontramos aquí el famoso concierto en Venecia de 1989, más famoso por la localización que por lo interpretado. Colocaron un escenario flotante frente al Palacio Ducal, lo cual provocó el agolpamiento de público en los alrededores y al día siguiente Venecia amaneció sucia y revuelta, lo cual conllevó consecuencias políticas para el gobierno local. Los Pink Floyd no se quedaron lejos de tal torpeza y cometen el sacrilegio de aprovechar la introducción de ‘Shine On You Crazy Diamond’ para colarnos ‘Learning To Fly’ y dedicar así medio concierto a A Momentary Lapse Of Reason. No encontraremos ninguna sorpresa más porque el resto del repertorio son los clásicos previsibles. A Mason casi no lo enfocan porque da lástima verlo con una batería variada y enorme, completamente desaprovechada, pues es el segundo percusionista quien hace todo el trabajo complicado (¡y de pie!) y quien se lleva merecidamente el protagonismo. Como es de noche, apenas puede verse nada de Venecia, aunque por el final sí que enfocan a unas góndolas apelotonadas y llenas de espectadores.
La actuación en el festival de Knebworth de 1990 ese año era con fines caritativos y recogió ilustres nombres en su cartel. Se había publicado previamente un doble DVD con una selección de los diferentes artistas que actuaron, donde estaban incluidas ‘Shine On You Crazy Diamond’ y ‘Run Like Hell’, que son las piezas que abren y cierran la actuación, respectivamente. Emociona ver a Wright tocando la introducción de ‘Shine On You Crazy Diamond’ nada más comenzar el concierto y eso es lo único que vale la pena ver, pues lo demás es lo mismo de los últimos años. Contiene varias curiosidades, entre ellas que en ‘The Great Gig In The Sky’ canta la vocalista original, Clare Torry; y en los coros están Sam Brown y su madre Vicki Brown, quien moriría de cáncer un año después.
Hay un breve documental promocional de diez minutos sobre The Endless River, álbum que podemos escuchar también aquí acompañado de imágenes surrealistas con el típico símbolo inquietante que va apareciendo de vez en cuando. El acompañamiento visual permite al álbum transmitir una mejor sensación, aunque verlo de forma continuada resulta pesado. De hecho, algunos de los vídeos incluidos en este box set son innecesarios, como el del globo dirigible fletado para anunciar la gira de 1994 o la fiesta de presentación de The Endless River. Tampoco resulta nada interesante (salvo para verdader@s fans de Pink Floyd) que nos adjunten las imágenes proyectadas en los conciertos post-Waters, todas ellas marcadas por el mismo patrón de surrealismo visual.
Se recoge también un tributo a Syd Barrett donde Wright, Gilmour y Mason (más un bajista y un segundo teclista) interpretan una versión algo descafeinada de ‘Arnold Layne’ cantada por Wright, donde lo más curioso es ver a Chrissie Hynde entre bastidores antes de la salida al escenario. Suena incluso mejor el ensayo entre sofás y sin teclados que podemos encontrar también. En cambio, resulta bastante triste verlos recoger el premio de ingreso en el Rock and Roll Hall of Fame sin Roger Waters, pues en 1996 todavía estaban abiertamente enfrentados. Billy Corgan de los Smashing Pumpkins es el encargado de presentarlos y luego aparece tocando la segunda guitarra en una versión acústica y discreta de ‘Wish You Were Here’ junto a Gilmour y Wright (Mason parece que prefirió centrarse en la fiesta). Por último, destacar sendos vídeos de los montajes fotográficos para las portadas tanto de las camas de A Momentary Lapse Of Reason como de la inquietante estatua duplicada de The Division Bell, dirigido a quienes se pensaran que esas imágenes estaban retocadas artificialmente.
RECOPILATORIOS
MASTERS OF ROCK
Año de publicación: 1974
Extraño recopilatorio de indecente portada que, vista la fecha de publicación, queda claro que fue editado para aprovechar el interés que la banda había suscitado tras la publicación de The Dark Side Of The Moon. Recoge una selección de su primera etapa psicodélica, que incluye singles (algunos de ellos ya publicados en Relics) y tres canciones de The Piper At The Gates of Dawn. Solo encontraremos tres novedades, que son las siguientes: ‘Candy and a Currant Bun’ fue la cara B de ‘Arnold Layne’, el primer single de Pink Floyd. Es Syd Barrett en estado puro, en otra de sus composiciones algo infantiles pero de memorable desarrollo psicodélico. No llega a la gloria de su cara A, pero sus efectos sonoros, aullidos de fondo y un inesperado puente la convierten en un pequeño clásico perdido de la psicodelia. En el polo opuesto, ‘Apples And Oranges’ parece una broma de mal gusto. Sus disonancias atascadas y estribillo simplón denotan que fue una de esas composiciones de Barrett escritas en cinco minutos para cumplir algún encargo pasado de plazo. La tercera novedad es la olvidable composición de Wright ‘It Would Be So Nice’, que parece coger algo de fuerza en su parte final, pero que por lo demás es un tema muy inglés donde Wright da la sensación de haber querido hacer algo similar a ‘Itchycoo Park’ de los Small Faces, es decir, una mezcla heterogénea de psicodelia y music-hall. Pero sin el acierto de estos últimos.
VÍDEOS
LIVE AT POMPEII
Año de publicación: 1972
A partir de una idea de un director belga, en octubre de 1971 Pink Floyd viajaron hasta las ruinas de la antigua ciudad romana de Pompeya para grabar un concierto sin público y en un entorno único y singular, donde se van alternando imágenes de las interpretaciones con imágenes de Pompeya y los alrededores, incluso de la banda paseando por parajes volcánicos inhóspitos. Debido a problemas técnicos que redujeron el tiempo de grabación a tres días, algunos de los temas fueron grabados posteriormente en un estudio de París, incluido el vulgar blues cantado por un perro (que ciertamente podían haber dejado fuera del film), tal como puede identificarse con solo ver a Wright, pues en las grabaciones en Pompeya luce barba. Quienes sean fans de su música, disfrutarán de la película, pues posee grandes momentos como un impresionante inicio en el que vemos un plano general del anfiteatro de Pompeya con Pink Floyd en el centro, rodeados de los equipos de sonido y el equipo y personal de filmación, mientras comienzan a tocar ‘Echoes’. Desde una posición elevada, la cámara irá acercándose poco a poco al centro del escenario. En cualquier caso, los efectos de la época se quedan ya muy anticuados en bastantes casos, pero hay momentos sublimes como el movimiento de cámara en el inicio de la segunda parte de ‘A Saucerful Of Secrets’. La fotografía es también genial, puesto que la iluminación natural en diferentes horas del día la dota de un aura especial. Lo que no queda muy bien es la filmación de ‘One Of These Days’, donde vemos a Mason todo el tiempo y poco más, lo que denota los problemas que hubo para conservar lo grabado antes del montaje.
Originalmente, la película era simplemente la filmación de las actuaciones, pero en 1974 hubo una reedición en la que se añadieron, entre tema y tema, fragmentos grabados tras el concierto de Pompeya, que incluyen diálogos con los miembros de Pink Floyd (que no se lo toman muy en serio), algunos extractos de momentos distendidos en el comedor y, lo más interesante, momentos de la grabación de The Dark Side Of The Moon, donde podemos disfrutar viendo a Waters tocando el bajo en ‘Eclipse’ o Wright ensayando el piano de ‘The Great Gig In The Sky’. Menos interesante resulta ver a Waters trasteando el aparato con el que acabaría grabando ‘On The Run’. En 2003 se realizó un nuevo montaje (el llamado montaje del director) al que se añadieron algunas imágenes nuevas de Pompeya y algo de ridícula infografía que ya se ha quedado obsoleta.
THE WALL
Año de publicación: 1982
Alan Parker fue el director elegido para llevar a cabo la traslación cinematográfica de la megalómana obra ideada por Roger Waters. El cantante y activista (o viceversa) Bob Geldof encarna el papel protagonista de manera irregular, aunque resulta convincente en las secuencias más impactantes. Gracias a la película, la historia de The Wall se muestra mucho más inteligible, aunque a los iniciados les puede costar relacionar los diferentes segmentos narrativos con la historia principal, que simplificando es en esencia una plasmación existencialista de la vida del artista musical de masas. Lo mejor, aparte de la música que redobla su impacto gracias a las imágenes, son las escenas de animación, donde nadie podrá olvidar esa bandera británica transformada gradualmente en una sangrienta cruz, el simbolismo sexual de las dos flores danzantes de ‘Empty Spaces’, el profesor haciendo carne picada con los alumnos o la marcha militar de los martillos emulando la barbarie del supuesto orden nazi. Aunque tiene sus pequeños defectos, es una película recomendable hasta para quienes no profesen una predilección especial por Pink Floyd.
DELICATE SOUND OF THUNDER
Año de publicación: 1989
Totalmente superfluo en el apartado musical (de eso ya nos hacíamos eco con la publicación del doble álbum de mismo título), desde una perspectiva histórica es evidente la importancia de este vídeo, pues podemos ver en imágenes esa selección de los conciertos de Nueva York y comprobar qué había detrás de la vuelta del grupo. Después de una convulsa década con incertidumbres, acusaciones y judicialización del nombre de Pink Floyd, lo que viene a demostrar este vídeo es la necesidad que tenían Gilmour y Mason (Wright se había apuntado a última hora y no contaba) de reclamar para sí el legado del grupo. Para ello, necesitaban dar un puñetazo en la mesa e impactar todo lo posible. La solución es multiplicar el número de músicos en el escenario, el número de luces y la cantidad de imágenes en la pantalla circular. Y ya se sabe, sobrecargar el contenido significa normalmente difuminar la esencia. Y aquí, si no fuera por Gilmour, estarían sonando igual que una big-band tocando música de Pink Floyd. Así pues, este vídeo está dirigido únicamente a quienes profesen devoción por todo lo que venga de esta banda. Para el resto, no hay apenas nada de interés. Eso sí, sorprende ver a Gilmour tocando una pedal steel guitar en ‘One Of These Days’, uno de los mejores momentos (que no hay muchos) de este vídeo.
THE WALL – LIVE IN BERLIN
Año de publicación: 1990
Dos hechos históricos marcan la génesis de esta nueva recreación en directo de la pesadilla de The Wall. El primer hecho es de carácter político: el 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, gesto impactante que simbolizaría la reunión de las dos Alemanias separadas tras la Segunda Guerra Mundial. El segundo hecho histórico es de carácter músico-legal: Gilmour y Mason habían obtenido en los tribunales pocos años antes el derecho a seguir utilizando el nombre de Pink Floyd tras la dura oposición de Waters, porque este entendía que él era la esencia de la banda y él tenía el poder para disolverla para siempre.
De esta manera los acontecimientos fueron favorables para que, bajo el nombre de Roger Waters (el creador conceptual de la obra) y como una reivindicación personal de su postura jurídica, se volviera a interpretar de manera íntegra The Wall en julio de 1990 con la participación de una enorme cantidad de artistas invitados. Bueno, íntegramente del todo no fue porque ‘The Show Must Go On’ es obviada y la final ‘Outside The Wall’ es sustituida por un tema en solitario de Waters, ‘The Tide Is Turning’, que servía para juntar a todas las estrellas invitadas al estilo de ‘We Are The World’ y además proporcionaba una nota de optimismo para lo que era en origen una obra existencial pesimista. Como compensación, sí que podemos disfrutar de la potente ‘What Shall We Do Now?’.
Al concierto se le pueden objetar varias cosas. En primer lugar, que la diversidad de intérpretes que van desfilando es algo superfluo para una obra conceptual de pocos personajes (salvo en ‘The Trial’) donde en la práctica todo gira en torno a Pink. También puede observarse cómo el propósito del concierto está enfocado más al espectáculo que a la música, perceptible en detalles como que algunos músicos aparecen con guitarras eléctricas sin cable y hacen como si tocaran, pero en 1989 no existía todavía el wifi. Pero que nadie piense tampoco en el playback, porque en realidad es la banda de acompañamiento de Roger Waters quienes tocan el grueso de la obra en un segundo plano. En cualquier caso, no encontraremos ninguna interpretación que supere a la original y las pocas novedades son más bien superfluas. Esta representación está dirigida al entretenimiento de masas y el mensaje original queda más difuso, por lo que el único interés que suscita es la curiosidad de escuchar a tantos y variopintos artistas interpretando estas canciones, aunque algunos como Van Morrison no encajen ni a martillazos.
PULSE
Año de publicación: 1995
La edición en doble disco de Pulse se nutría de varios conciertos, pero sobre todo de un concierto en Londres que viene recogido en este vídeo, en el cual podemos escuchar también la interpretación íntegra de The Dark Side Of The Moon, el único aliciente que presenta. De la gira de finales de los ochenta repiten aquí la recuperación de ‘One Of These Days’, pero no suena tan impactante como en Delicate Sound Of Thunder, más bien como si ya fuera una obligación tocarlo. En esta ocasión el impacto llega de la puesta en escena, pues parece que aparte de seguir duplicando músicos en el escenario también se duplican las luces, las imágenes y los muñecos hinchables. Hasta las coristas bailan de una manera un tanto exagerada a veces. Entre ellas destaca la presencia de Sam Brown, de mucho éxito en España a finales de los ochenta con su tema ‘Stop!’, que aquí se lanza valientemente a cantar la mayor parte de ‘The Great Gig In The Sky’. La mayor lástima de este concierto es que no podamos encontrar ‘Astronomy Domine’, siendo la única sorpresa existente en el repertorio de la edición de Pulse en disco. Por lo demás, un documento visual que justifica el final de una banda que ya no podía aportar nada más.
TECHNICOLOR DREAM
Año de publicación: 2008
Aunque se presenta como un documental sobre los inicios de Pink Floyd, en realidad la temática principal es el movimiento artístico underground que surgió en Londres a mediados de los sesenta, cuya vertiente musical tuvo su plasmación en la psicodelia y el espectáculo audiovisual que personificaba Pink Floyd. Obviamente, se habla mucho de la banda y de su lunático líder Syd Barrett, pero hasta que no llevamos media hora de documental apenas se les nombra. Así pues, este documental está indicado para quien quiera conocer el entorno artístico en el cual se apoyaron Pink Floyd en sus comienzos, no tanto para quien busque una aproximación musical de sus inicios. Es curioso que se escuche casi más música de los Pretty Things (sobre todo de S.F. Sorrow y también la canción ‘LSD’) a lo largo del documental que de Pink Floyd.
ROGER WATERS: THE WALL
Año de publicación: 2014
Llegó una nueva recreación de The Wall por parte de su ideólogo, Roger Waters, esta vez como compendio de la extensa gira mundial que abarcó nada menos que tres años. Aprovechando los avances tecnológicos, la puesta en escena mejora considerablemente lo que hiciera con anterioridad, logrando un mayor impacto visual del que Waters sabe sacar tajada para incluir valientes reivindicaciones antimilitaristas y contra el capitalismo salvaje que impera desde los ochenta, donde también se engarza la poderosa industria armamentística. Se insertan varios incisos de Waters visitando lugares simbólicos para él, que perdió a su padre y a su abuelo en cada una de las dos guerras mundiales que marcaron el siglo XX. En lo musical, apenas hay novedades porque se trata de la interpretación íntegra de The Wall. Lo único que encontraremos como nuevo son algunos pasajes instrumentales más extensos, alguna letra ampliada y una vacua extensión folk de ‘Another Brick In The Wall’ titulada ‘The Ballad of Jean Charles de Menezes’, es decir, una excusa de Roger para denunciar aquel grave error de la policía británica por el cual acribillaron a tiros a una persona inocente sin que luego hubiera culpables. Los músicos que le acompañan no muestran ni la mitad de entusiasmo que Waters, cuando una obra tan teatralizada requeriría de más implicación aparte de la profesionalidad. Así pues, respecto a lo musical esta película es totalmente superflua y para recibir información de las injusticias que pueblan el mundo ya hay muchas otras maneras de conocerlas, sin negarle por ello a Waters la importancia de aprovechar el arte de masas para denunciarlas, lo cual le honra como artista.
PINK FLOYD
Para una banda que ha tenido tres líderes de personalidades tan diferenciadas, resulta a priori apetitoso descubrir su producción en solitario, puesto que coinciden en el hecho de que por separado han desarrollado ampliamente esa faceta más personalista que dentro de la banda quedaba algo más restringida por la aportación del resto de compañeros. Bueno, en el caso de la etapa liderada por Gilmour esto no queda tan claro al no tener ninguna oposición, dedicándose simplemente a derivar sus composiciones menos típicas o estándar para grabarlas bajo el nombre de Pink Floyd, de ahí las grandes meteduras de pata de la última época de la banda. A priori, las carreras de Syd Barrett y Roger Waters son las más interesantes por tener una visión propia muy personal, pero al final queda bien claro que la magia de la banda se basaba en la sinergia del conjunto.
Antes de ser intervenido quirúrgicamente por sus problemas mentales y quedarse incapacitado para la creación musical, Syd Barrett llegó a grabar dos álbumes esquizofrénicos e introvertidos a partes iguales con la ayuda de sus excompañeros de Pink Floyd en la producción, lo cual no significa que vayamos a encontrar otro The Piper At The Gates Of Dawn. Precisamente la diferencia principal es la falta de una banda compenetrada que le dé consistencia al armazón instrumental, si bien en su debut Syd pudo contar con la participación eventual de los Soft Machine en algunos temas. Su manera errática de componer y grabar, donde podía estar meses sin pisar un estudio de grabación y luego aparecer de repente y sacarlo todo en pocas tomas, se refleja claramente en esos discos. Tanto The Madcap Laughs como Barrett, ambas de 1970, son obras irrepetibles donde un torbellino de ideas aparece desperdigado de tal manera que aquello que se gana en singularidad, se pierde casi por completo en la implementación musical. Encontramos a partes iguales temas elaborados como ‘Baby Lemonade’ o la esquizoide ‘Octopus’, junto a grabaciones sencillas de Syd con su guitarra (‘Feel’ o la más trabajada ‘Wined And Dined’), donde puede palparse la sensibilidad subyacente tras tanta locura. Además, no todos los días se encuentra un poema de James Joyce hecho canción (‘Golden Hair’). Eso sí, hay casos como ‘Dominoes’ donde la producción juega en contra de la canción al esconder las emotivas melodías bajo un acompañamiento musical atonal, tal como puede comprobarse en los bonus tracks de las reediciones con su versión demo, solo Syd y su guitarra. En los años ochenta se publicaría el álbum de descartes y rarezas Opel, que en su conjunto ya no hacía honor al legado singular de su autor, aunque deje todavía algún destello de genialidad.
La carrera en solitario de Gilmour no presenta interés alguno. Sus primeros dos álbumes son insustanciales obras de rock comercial, mientras que el resto, retomada su carrera tras The Division Bell, son meros ejercicios de nostalgia relajada. Muy poco puede salvarse de todo ello, solo algún que otro tema puntual como ‘There's No Way Out Of Here’ (que ni siquiera es una composición suya) o ‘Remember That Night’, adornado con los coros de Crosby y Nash. Peor todavía es la producción de Richard Wright, de una mediocridad y aburrimiento exasperantes, que al menos no pasa de tres defenestrados álbumes, uno de ellos bajo el nombre del proyecto musical Zee. Y bueno, a Mason lo podríamos dejar en paz porque lo único que ha sabido es aprovecharse de otros para colocar su nombre en letras grandes. Con Rick Fenn, guitarrista y bajista que ha pertenecido a 10cc o a la banda de acompañamiento de Mike Oldfield en los primeros ochenta, sí que compuso, en teoría de manera conjunta, vulgares discos casi instrumentales. Pero el álbum Fictitious Sports pertenece en realidad a Carla Bley, su compositora. Quizá este hecho y que Robert Wyatt intervenga como cantante sea lo que precisamente le aporte algo de interés, puesto que podría pasar por un disco de Wyatt con más ritmo y humor. Pero, en definitiva, no deja de ser un simple divertimento nada característico en ninguna de las carreras de los músicos implicados.
Nos queda Roger Waters, que es sin duda lo más decepcionante de todo porque las expectativas en su caso eran mucho más altas, motivo por el cual se le recuerda más por los largos procesos judiciales contra sus excompañeros a cuenta del nombre de Pink Floyd, que por su producción musical en solitario. Aunque en 1970 grabara una banda sonora experimental (Music From The Body) con Ron Geesin, aquel excéntrico músico que colaboró en ‘Atom Heart Mother’, no es hasta la disolución unilateral de Pink Floyd que Roger realiza su debut propiamente dicho mediante el mediocre The Pros And Cons Of Hitch Hiking (1984). La impagable participación de Eric Clapton como guitarrista, dejando algunos pocos destellos con su firma, no evita que este álbum naufrague como rechazo que fue en su momento respecto a la grabación final de The Wall, quedando a un nivel similar a The Final Cut. Peor todavía resultó el conceptual Radio K.A.O.S. (1987), producto sintetizado de los ochenta que probablemente le hizo recapacitar sobre su capacidad creativa en ese momento. La caída del Muro de Berlín le proporcionó una oportunidad de revitalizar su carrera interpretando The Wall en el concierto berlinés de 1990 con artistas invitados, para volver luego con su disco más conseguido, Amused To Death (1992), que tampoco es para lanzar cohetes. Este se beneficia de la participación de Jeff Beck en los cortes más destacados, además de suavizar el tono intimidante que marca sus últimas obras, con temas interesantes como el mordaz ‘What God Wants’ o ‘Amused To Death’, el cual presenta una primera parte atmosférica muy lograda y emotiva (“Doctor, doctor, what is wrong with me? / This supermarket life is getting long”). Después centraría sus fuerzas en conseguir grabar su propuesta más ambiciosa, una ópera ambientada en la Revolución Francesa, Ça Ira, sin nada destacable respecto a lo que podemos encontrar en otras óperas. Cuando ya parecía que no habría nada nuevo salvo giras nostálgicas, volvió en 2017 con Is This The Life We Really Want? y Nigel Godrich en la producción; un nuevo álbum repleto de ideas recicladas, algunas de su etapa en Pink Floyd.